Forgotten

"Sus ropajes estaban cubiertos de manchas carmesíes, otra vez. Apenas y podía moverse. Sus ojos se posaron con dificultad en los azules de su hermana menor, sintiéndola reír macabramente.

Un pedazo de metal enfundado en sangre ajena a la de ella se dirigía en su dirección, veloz e incesantemente. El impacto, seguido por un grito desgarrador y sangre cristalina. Sus ojos se abrieron de par en par, inundada de dolor, un dolor poco común para ella, a pesar de las numerosas batallas que había presenciado a lo largo de su larga vida. Ya no pudo hacer nada más… más que sentir su cuerpo caer con desesperación, viendo su vida destrozada a través de las grietas que ahora visualizaba.

- Ha-gi… -susurró esas palabras mientras perlas caían de sus ojos… antes de perder el control total de sus acciones…"

- ¡NOO! –gritó desesperada, llorando grandes lágrimas, a punto de caerse de su cama, de no ser por que unos fuertes brazos la atraparon, impidiendo que se golpeara contra el suelo. Sorprendida, aunque extremadamente feliz de golpe, levantó rápidamente su rostro, en busca del dueño de esos brazos, esperanzada, pero luego se desilusionó, volviendo a una expresión fría y distante.

- Saya, ¿te encuentras bien? -preguntó visiblemente preocupado, Kai, ayudando a la aludida a incorporarse.

- ¿Dónde estoy? –respondió gélidamente la morocha, mirando todo con desconfianza, mientras alisaba la prenda prestada.

Kai, ahora más aliviado, volvió a sentarse en la silla paralela a la cama, volviendo a la misma posición que minutos antes ocupaba- Estás en la casa de unos conocidos de David.

Saya simplemente profirió un "Ah" casi inaudible al comprender la situación y desvió su mirada sin ganas de hablar.

Su hermano pudo notar un deje de tristeza en las acciones de Saya, a pesar de la distante actitud. Él sabía que algo andaba mal; y no solo por su reciente actitud, se notaba que algo faltaba.

O más bien alguien.

Un silencio sepulcral los envolvió inevitablemente, mientras Saya se vestía aprovechando que Kai ya no la observaba. Él tenía muchas preguntas y ella lo sabía, así como él era conciente de que ella no le respondería lo que quería saber. Ya sin poder comprimir las palabras, el castaño rojizo la miró de soslayo -ya sabiendo que la chica había terminado de vestirse-, soltando un suspiro de resignación y habló, adivinando de antemano la respuesta.

-¿Ocurre algo?

- Nada que te incumba. -Saya Otonashi se levantó, dispuesta a irse, captando nuevamente la atención del chico, haciendo que se levantara él también.

- Saya… Escucha, sé que algo te ha sucedido.-indicó tomándola por los hombros, obligándola a mirarlo a los ojos, dolido.- No sé qué sea, pero necesito que me lo digas. –siguió, desviando la mirada al recordar lo unidos que solían ser.- Soy tu hermano. Lo recuerdas aún, ¿cierto?

Desviando su mirada, Saya intentó evitar que viera la lágrima centellante que ya no podía reprimir, desconsolada, melancólica… sola.

Kai pudo advertir la presencia de aquella triste gota pero, antes de poder decir o hacer algo, Saya lo empujó bruscamente lejos de ella para luego abrir la puerta e irse.

Kai se incorporó lo más rápido posible, esperando alcanzarla y evitar que se volviera a ir. No iba a permitir que su hermana acarreara con todos los problemas ella sola; no ahora que volvía a encontrarla.

- ¡Saya! ¡Saya, espera!

- …No voy a dejar que una persona tan pálida salga de mi casa ¿Qué dirían de mí? Vamos, acompáñanos a comer, aunque sea para darme el gusto.

El anciano hombre hablaba en un tono amable, mientras sostenía una canasta repleta de verduras de colores vivos y llamativos, acariciando cariñosamente al perro que permanecía a su lado, observando atentamente a la extraña.

Saya sólo pudo callar y bajar la vista mientras el viejo Grey desordenaba su cabello con simpatía.

- Ummm… ¡Pan queques… qué rico!

- Niños, cepíllense sus dientes antes.

- P-pero…

- Háganle caso a Monique, niños.

- Ohhhh… Está bien.

Esos niños le traían muchos recuerdos; no por resultarle conocidos, sino porque en cierto modo le recordaban al tiempo que vivió con su padre, Kai y Riku. Eso era demasiado… encima de cargar con esos pensamientos, ahora se le sumaban otros… ¿Qué seguía ahora?

La morena se reprimió en abrir esa puerta que la conduciría a un ambiente familiar y se marchó hacia la alcoba que le habían prestado.

- ¡Saya! – "Genial… No tengo tiempo para estas cosas, lo único que logrará es que me sienta peor; no es bueno para mí." Pensó, Saya, intentando ignorar la reciente voz.

- Saya, espera por favor ¿Qué no piensas comer con nosotros siquiera?

- Kai, lo lamento. Dile al señor que debo irme. –fijó la chica, intentando seguir su camino, pero Kai se interpuso en él.

- No, Saya, hermana. Otra vez no. Si no quieres decirme qué te sucede, comprendo, ¡Pero déjame estar a tu lado… aunque no pueda hacer nada por ti! –exclamó dolido, recordando textualmente las palabras que Riku había citado de Hagi, pensando que tal vez funcionaría.

Los ojos marrones de la chica se dilataron y tornaron vidriosos. Hagi una vez le había dicho algo parecido una vez.

[Flash back]

- ¡Déjame en paz, vete! –gritaba con la voz quebrada por el llanto incesante que empañaba sus ojos, corriendo torpemente por el pasto, tropezándose de tanto en tanto con su largo vestido.

- ¡Saya, espera!

- ¡Te dije que no quería hablar contigo! ¡Tú y Joel creen que soy un monstruo, ¿no es así? ¡Me curo rápidamente, no crezco en apariencia… bebo sangre para vivir! –exclamó respirando dificultosamente, dándole la espalda a su futuro caballero, que la seguía cada vez más cerca debido a la gran diferencia de alturas, a pesar de no haber demasiada diferencia de edad físicamente.

Saya no continuó hablando gracias a su vestido, interpuesto entre su calzado y el césped, haciéndola caer. Pero el duro impacto no llegó, sino que se vio envuelta por los brazos del peli-negro, y a escasos centímetros de su rostro.

Su pecho subía y bajaba aceleradamente al compás del de su único amigo. Un profundo silencio se formó, incapaces de pronunciar palabra por la cercanía de sus cuerpos. Hagi intentó hablar, con dificultad, aunque sin soltarla.

- Joel siempre supo que eras especial; desde que naciste. El te quiere como a una hija, simplemente tiene curiosidad por saber qué eres. Él nunca pensaría tal cosa de ti.- Hagi hizo una pausa, contemplando detenidamente la belleza de su amiga. Ella sólo podía hacer lo mismo, nerviosa por la cercanía.- En cuanto a mí… yo… siempre estaré a tu lado, pase lo que pase, en las buenas y en las malas, si puedo hacer algo por ti o no, seas lo que seas yo siempre te apoyaré, en silencio aunque sea… Saya… yo… -pero no fue capaz de decir palabra, tal vez porque no estaba seguro de qué decir o hacer, tal vez porque estaba muy sorprendido o quizás porque Saya mantenía presos sus labios con los suyos, sin poder aguantar más la distancia entre ellos.

[Fin flash back]

Ya no pudo seguir más… Saya abrazó a su única familia, lo único que le quedaba, empapándole la camisa que traía puesta seguido, sorprendiéndolo nuevamente.- Kai, lo lamento tanto… Hagi ya no está más… ya no puedo hacer nada más… ¡Lo extraño tanto! ¡Él ya no está para apoyarme!

Kai, ahora más sorprendido, la rodeó con sus brazos, en consuelo. Se quedó sin habla… ¿Hagi ya no estaba con ella? Bueno, ya se había dado cuenta de ello, pero… ¿Qué había sucedido? Hagi no podía morir… bueno, estaba seguro de que alguna manera había, pero hasta ese momento Hagi no había demostrado debilidad… ¿Sería posible…? Bueno… mejor era seguir el concejo de Hagi; callar y esperar a que se recuperara.

- Todo fue mi culpa…

- No digas eso, Saya, no…

- No sabes lo que pasó… Aquella noche…

[Flash back]

La espada de su hermana brillaba sin cesar esa noche. Se notaba a decenas de kilómetros que le divertía en demasía esa situación; con una sonrisa cínica y burlona no paraba de reír y lanzar comentarios viles y sarcásticos.

Saya respiraba agitadamente, a punto de perder la conciencia por las múltiples heridas hechas en tan sólo segundos y, aunque era capaz de sanar ella misma sus heridas, en ese momento se sentía que moría por la lentitud inusual en las que ahora se curaban. Era obvia la diferencia de fuerza, velocidad y experiencia entre las hermanas casi idénticas, a pesar de tener casi la misma edad.

Sus ojos ahora rojos veían con dificultad cada movimiento de su contrincante, cada movimiento de sus labios rojos como la sangre. Pero no podía oírla… ya estaba harta de escuchar sus crueles palabras, demasiado daño ya le había hecho destrozando lenta y dolorosamente la esperanza que antes inundaba sus venas.

Por un momento se preguntó cómo podía alguien ser tan frívola como para divertirse haciéndole daño a su propia hermana… Era un monstruo… al igual que ella misma, aquella vez, en la guerra de Vietnam.

Diva volvió a reír estruendosamente. Los ojos de Saya se abrieron de par en par, temerosos, al ver la sangre de la oji-azul correr por su catana. La de largo cabello negro se puso en posición de ataque y comenzó a avanzar hacia su "hermanita mayor", con su sonrisa macabra intacta. Saya sólo quedó paralizada… ya se daba por muerta, hacía horas que sabía que moriría… ya no podría hacer nada por Kai…

- Lo lamento, Kai, David, Julia…-susurró, con una sonrisa triste, volteando hacia Hagi, que en ese momento peleaba contra Karl Fion-…Hagi.

Saya volteó nuevamente para encarar a su futura asesina, lista para morir. El impacto, seguido por un grito desgarrador y sangre cristalina. Sus ojos se abrieron de par en par, inundada de dolor, un dolor poco común para ella, a pesar de las numerosas batallas que había presenciado a lo largo de su larga vida… Ella se hallaba ilesa, pero veía la catana enterrada en un cuerpo, un cuerpo que no era el de ella… sino el de un hombre mucho más alto, de largo cabello negro, un traje en el mismo tono…

Hagi volteó su rostro, mostrando su perfil de rasgos delicados aunque masculinos, regalándole una mirada tranquilizadora, de despedida.

La sonrisa inmutable de Diva desapareció por unos cuantos segundos, transformándose en una mirada molesta, de hastío.

- Con que jugando al príncipe azul, Hagi, ¿eh? Eres un idiota… te lo mereces… -le dedicó antes de desenterrar su espada del cuerpo herido del aludido, dejándolo caer por efecto de la gravedad.

Ya no pudo hacer nada más… más que sentir su cuerpo caer con desesperación en un intento de alcanzar el cuerpo que aún le sonreía tristemente, viendo su vida destrozada a través de las grietas que ahora visualizaba… en el cuerpo de su caballero, de su amigo… del hombre que siempre estuvo ahí para ella… del único hombre al que amó.

- Ha-gi… -susurró esas palabras temerosas mientras numerosas perlas caían de sus ojos, observando la sonrisa que él le dedicaba, sólo a ella… mientras veía el cuerpo de Hagi destrozarse en mil pedazos rojos… antes de perder el control total de sus acciones…

Saya levantó su vista con furia incrustada en sus ojos; parecían dos mechas de fuego, fuego descontrolado, peligroso… furioso.

- ¡Eso es, hermanita… esa es la actitud! Así me gusta. –sopló, histérica, loca...ansiosa por lo que vendría.

Saya la ignoró, fuera de órbita. Observó primero a su hermana y luego a aquel 'fantasma' que decía que la amaba, repitió sus acciones nuevamente y la fijó en el segundo… sonrió macabramente… no tenía idea de lo parecida a su hermana que se veía con esa expresión…

Y se lanzó hacia Karl… parecía una bestia, un personaje de una película de terror; tal era su aspecto, que logró asustar al quiróptero psicópata.

Aprovechando su estado de shock, Saya integró su sangre a su catana y, con un movimiento de su mano, rebanó gran parte de aquel ser, haciendo aparecer sangre resquebrajada y, a continuación, numerosas grietas terminaron con él, agonizante.

Saya se giró hacia su consanguínea y se lanzó cómo un gato a su presa. Diva pareció sorprendida por primera vez: el rostro de Saya denotaba ira, locura… sed de sangre. La facilidad con la que mató a Karl lo comprobaba. Diva la miró detenidamente mientras la esquivaba, intentando comprender el brusco cambio de personalidad… ¿Sería posible que…?

Diva sonrió de lado y, dejando a un lado todo rastro de duda, comenzó a reír escandalosamente mientras esquivaba los incansables ataques que profería su igual. Fuera cual fuera la conclusión a la que había llegado, parecía que la sola idea de considerarla la divertía- Ahh… ya veo. No sólo querías a Hagi… ¡Realmente te gustaba! -afirmó la chica, sin poder parar de reír.- ¿Cómo no me di cuenta antes? ¿Por qué no me contaste antes, hermanita? Porque… eso es lo que hacen las buenas hermanas… ¿no es cierto?

Pero todas sus palabras eran ignoradas por Saya, ella ya no le prestaba atención… estaba en estado alienado. Sus ataques eran buenos, más veloces, ágiles y certeros que los que solía dar. Ese individuo no era ella… era como si su espíritu hubiera abandonado su cuerpo y a cambio un robot asesino hubiera tomado su lugar.

- ¡Me obligas a desenfundar mi catana, hermanita! -exclamó sonriendo como solo ella solía, desenfundando su catana nuevamente, luego de esquivar un ataque que casi le daba de lleno en el rostro.

La mayor se despidió como un torpedo nuevamente para intentar otro ataque, uno al pecho de su oponente, siendo difícilmente evadido. Aprovechando el espacio expuesto en el lado derecho de la cintura, volvió a atacar… casi certero. Diva volvió a sonreír divertida… su hermana se había hecho mucho más fuerte en esa transformación y eso le agradaba… le divertía pensar que estaban peleando hasta la muerte de alguna de las dos.

Sin quedarse atrás, la de cabello largo amago para degollar a la otra, pero no hubo impacto, porque pronto Saya -o su cuerpo- había desaparecido por un momento solo para aparecer atrás de la cantante, sorprendiéndola nuevamente, con un golpe certero surcando su espalda y dañando gran parte de sus órganos, salpicando las ropas de ambas de sangre.

Al sentir el frío metal enterrado en su carne, la menor se retorció hacia atrás, parando de reír de modo psicópata para adoptar una postura congelada que, a pesar de parecer inerte por el modo en que sus ojos miraban a ningún lugar, seguía en pie y sin caer.

Saya miró a su alrededor con mirada maniática, esperando encontrar otra víctima, casi desesperadamente, pero cuando se volvió nuevamente hacia el cadáver de su hermana, se encontró con una Diva completamente viva y ojos desorbitados con su sonrisa intacta, alzando su catana en su dirección.

- Olvidaste agregarle sangre a tu catana, Saya.

- Diva, ya basta. Es suficiente. Karl está muerto, vámonos. -se escuchó decir a lo lejos. Solomon posó su mirada en Saya y, como los otros, se sorprendió al verla en el mismo estado de aquella vez.

- Por favor, Solomon… ¿Puedo quedarme un momento más? Tal vez tenga suerte y mate a Saya. -suplicó como un niñito rogaría por un caramelo.

- Ya basta, Diva. Es hora de irnos, desobedeciste y por tu capricho Karl está muerto. Vámonos.

- Ahhh… Solomon malo. -reprochó la oji-azul, volviéndose luego hacia su sedienta hermana, con una sonrisa aparentemente simpática.- Bueno… nos veremos otro día, hermanita. -y seguidamente le lanzó un beso con su mano y le guiñó un ojo, yendo a donde el rubio pensativo la esperaba, para desaparecer justo antes de que la aludida pudiera atacarlos.

[Fin flash back]

- Y después de eso creo que me desmayé, porque me desperté unos meses después en un barco ajeno. -terminó Saya, cabizbaja, sin atreverse a mirar a su hermano a los ojos.

Un profundo silencio los enfrascó. Kai tenía sus ojos dilatados, no podía creer lo que le decía.

- Voy a tomar aire. -murmuró Saya, interrumpiendo los pensamientos de Kai.

- ¿Eh? Ah, sí, claro… claro.

Saya cerró la puerta principal tras de sí y comenzó a caminar lejos de allí, hacia el granero. Comenzó a caminar dentro en busca de algo, casi desesperadamente, por lo que se sobresaltó de sobremanera cuando se encontró de repente con el hombre que la invitó a comer.

- Oh… lo lamento, no sabía que estaba aquí. Me disculpo. -y se dio la vuelta, dispuesta a irse de allí rápido, pero la voz de Grey la detuvo.

- No fuiste a comer con nosotros, ¿sucedió algo? -preguntó mientras acariciaba un caballo que allí se encontraba.

- No me sentía bien, señor.

- Ah… y dime… ¿Cómo te sientes ahora?

- Mejor, gracias. -respondió mirando atentamente sus acciones.

- ¿Me dejas preguntarte algo? -preguntó él, mirándola a los ojos.

- Claro.

- ¿Qué hace una joven tan bella peleando contra quirópteros?

- ¿Perdón? -preguntó ahora algo nerviosa.

- A veces las apariencias engañan. -repuso el hombre, volviendo a su tarea con una sonrisa bondadosa.

- P-pero… ¿Cómo…?

- En algún tiempo lejano yo solía ser parte del Escudo Rojo. Como George y David. Supongo que eso aclara un poco las cosas, ¿no es así?

Saya suspiró y asintió. Ahora debía contarle su historia a aquel hombre… era muy poco probable que estuviese mintiendo… Tal vez le sirviera para desahogarse después de todo.

Se apoyó contra la pared hecha de madera, cerca del mayor, dispuesta a comenzar su relato del modo menos sentimental posible.

- Tengo una misión encargada desde que nací. Es mi deber terminar con los quirópteros antes de que destruyan completamente a mi familia; bueno… antes de que maten a Kai. -explicó reprimiendo una lágrima, sin poder mirar a su expectante.- Al principio viajaba con alguien… él me seguía a donde yo fuera, sin importar qué tan peligroso fuera. Luego se unieron más personas… todos teníamos la misma misión.-hizo una breve pausa para reflexionar.- Pero con el tiempo algunos murieron o terminé separándome de ellos. Sólo me quedaba él… Pero… -Saya ya no dijo más, no hacía falta completar la frase para entenderla. Las lágrimas amenazaban con brotar y con la primera ya no sería capaz de retenerlas todas… y ya no quería que la vieran susceptible.

Pero para la sorpresa de Saya, el hombre que ahora sólo la escuchaba, la tomó por un hombro y la miró a los ojos, infundándole valor.- Decir adiós siempre es difícil, y más si es alguien cercano. -Grey hizo una pausa, esperando que Saya asimilara las palabras. Luego agregó- No intentes reprimirte, es algo normal que con el tiempo superarás. Al final sólo te quedará recordarlos como algo bueno. Todo ser vivo muere en algún momento… o por lo menos la mayoría. -agregó sonriendo, contagiando la simpatía a Saya que no dudó en imitarlo.

- Si necesitas algo pide ayuda. No debes cargar con tu sufrimiento tú sola… déjate recibir ayuda de tus cercanos, Saya Otonashi. Tal vez Hagi no esté más a tu lado, pero Kai aún sigue aquí. -dijo el hombre antes de irse, sorprendiendo a la aludida.

No recordaba haber mencionado el nombre de Hagi en ningún momento. Saya sacudió su cabeza y sonrió. Ahora se daba cuenta de que no estaba tan sola. Tal vez no conocía a ese hombre, pero definitivamente había sido de mucha ayuda. Además todavía tenía a Kai. Tal vez solo tenía que dejar de ser tan frívola con el pobre y aceptar su ayuda. Lucharía por conseguir el objetivo por el que tanta gente había caído… en honor a los caídos… y a Hagi.

Hagi… seguía extrañándolo. Una charla, por más buena que fuera no podía ser del todo efectiva en éste caso.

¿Qué sentiría él por ella? Nunca lo sabría. Nunca había recibido una respuesta y ya era tarde. Ella sabía que Hagi era mayor que ella en cuanto a apariencia y que eso lo incomodaba un poco, pero aún así ella lo amaba y siempre lo amaría.

Un ruido estruendoso la sacó de sus pensamientos. Exaltada, Saya se levantó del suelo y en seguida se puso en guardia, preparada para atacar lo que fuera que estuviera allá afuera. Una canción muy conocida la sorprendió y al mismo tiempo enojó.

- ¡Saya! Hermanita… ¿estás ahí? ¡Sal de donde estés… vamos a jugar!

Saya respiró agitadamente. ¿Qué iba a hacer ahora? La última vez que pelearon casi moría, de no haber sido por Hagi y la transformación.

- Vamos… no tengo tiempo para esto. ¡Aparece pronto o te buscaré yo misma!

No… no iba a esconderse. No esta vez. Hagi y los otros habían trabajado muy duro para matar a Diva, y defraudarlos no estaba en su vocabulario.

Respiró hondo, llena de coraje y salió a la luz- Terminemos con esto de una vez.

- ¡Así se habla, hermanita! - exclamó encontrándola con la vista, emocionada, y luego agregó con un tono sombrío, aunque con su inmutable sonrisa surcando su rostro- Espero que no olvides que casi me matas la última vez.

- Cómo olvidarlo. -afirmó Saya con su mirada fija en los ojos azules de su hermana.- Tenemos algo pendiente.

La risa de Diva fue lo único que se pudo oír en la tranquilidad de aquél campo.


¡Hola a todos! Esta es la primera parte de los dos capítulos que componen la estructura de este fic. Espero que la hayan disfrutado y si les queda tiempo háganme saber sus opiniones sobre este capítulo.

No pretendo aburrirlos así que los dejo... :)

¡Gracias por leer!

abril777