Buenas~
Vengo a dejar esta idea que tenía que sacarme de la cabeza.
Serán pequeños drabbles llenos de azúcar y diversión, o eso espero.
Desde aquel experimento fallido de Verde él había sido el encargado de cuidar del ahora pequeño Kyouya. Y no porque se hubiera ofrecido precisamente.
Aunque no puede negar el calorcillo que le dio al ver que se calmaba solo con él, o cuando le estiró demandante sus pequeños bracitos. ¿Cómo negarse ante eso?
Ahora que estaba ahí en su cuarto de hotel con un Kyouya de aproximadamente un año, que todavía no sabía ni caminar, aquél que lo mira fijamente casi sin expresar emociones —piensa que eso es un poco aterrador incluso para él.— sabe que todo de ahora en adelante va a hacer extremadamente difícil. Al menos por el tiempo que dure esto.
Para empezar ni siquiera tiene lo necesario para cuidar un bebé, y no está hablando precisamente de las cosas materiales. Es un mafioso por Dios. ¿Cómo podrían sus manos tan manchadas tocar algo puro e inocente? Incluso hablando de Hibari eso es algo inconcebible para él.
No sabé absolutamente nada de bebés, ni de sus cuidados ni de nada. Su trabajo consiste en cegar vidas no cuidar de ellas.
Suspira alejando los recientes pensamientos y se concentra en la tarea que debe realizar. Algo que ni en sueños imaginó. El solo recordar a quién se lo va a hacer le hace temblar. Por qué se imagina la paliza que le va a dar apenas vuelva a ser él. Aunque tiene la ligera esperanza de que no recuerde nada. Alista todo y con una mirada determinada se pone manos a la obra de la tan temida tarea:
Cambiar el pañal.
En teoría no debería ser tan difícil. No huele mal así que espera, en realidad espera, que no haya nada más que orines.
Saca casi con miedo el viejo pañal y se lo pasa a Iván para que lo bote. Lo limpia con las toallitas húmedas con mucho cuidado y luego coge el nuevo pañal. Lo pone en la posición correcta y por último hecha el talco.
O lo intenta. Aprieta la botella pero no sale nada, la sacude con fuerza y ahora si, en menos de un segundo todo el talco se ha vaciado sobre Kyouya.
—¡Kyouya! —grita con terror.
La nube de polvo blanco que se ha formado alrededor de ellos podría hacerle daño y se apresura a esparcirla.
—¡Ay!
En medio de ella un objeto se estrella contra su cabeza a gran velocidad. A penas si alcanza a distinguir que es un juguete de ave antes de que otro se estrelle una vez más contra él.
Pronto él y Romario tienen que buscar refugio de la explosiva ira del bebé.
Cuando se le acaban las "municiones" es que ve la oportunidad de poder acabar la tarea. Pataleando y con un puchero de lo más adorable en su cara, Hibari por fin deja que se le acerquen.
—Umm ¿Jefe? —dice su mano derecha después de un tiempo de haber empezado de nuevo.
—Dime, Romario.
—Creo que esta al revés.
La sonrisita burlona que le da Kyouya lo hace sentir más miserable. Con pesar vuelve a hacer todo de nuevo. Espera esta vez hacerlo bien.
Cuando está a punto de cerrar el pañal y cantar victoria un líquido humedece una parte de su muñeca.
—¡Wuaa! ¡Kyouya no!
Antes de seguir gritando y correr a limpiarse escucha algo que lo deja helado. Es una risa.
¡Del guardián más amargado de Vongola!
Y es hermosa. Se queda como bobo contemplándola hasta que se le ocurre algo.
—¡Romario trae la cámara!
Y aunque ya es muy tarde para cuando esta lista, tenga que cambiarlo otra vez, ahora este lleno de talco, orines y un pequeño chichón; está feliz, ha logrado cambiar el endemoniado pañal y ha escuchado una risa de Kyouya.
Después de todo, no es tan malo como parece. Espera tener más experiencias divertidas y satisfactorias y más aún en un futuro sí tener evidencia de ello.
