Hace mucho tiempo que no escribo nada y la verdad es que estoy contenta de volver a fanfiction con un nuevo fic. Tengo que dar las gracias a mi Beta Reader, ya que gracias a ella mi inspiración ha vuelto. Así que este capítulo se lo dedico a ella.

Gracias por los ánimos y por las correcciones. ¡Para ti, Pink! ;)

Pokémon ni ninguno de sus personajes me pertenece.


Jaque Mate.

Capítulo 1

El pasillo parecía eterno. El silencio se había adueñado de aquella zona y las pisadas retumbaban contra las paredes de mármol, llenas de retratos y cuadros antiguos que parecían mirarla, extrañados de ver a una mujer atravesar su territorio. Pero ella no tenía tiempo para pararse y entretenerse en supersticiones. Con el final de su vestido azul oscuro recogido con la mano derecha, siguió contando las puertas de madera que de vez en cuando aparecían en la pared que se encontraba a su izquierda. Una, dos, tres. La tercera puerta del pasillo oeste, le habían indicado. Al llegar a su destino, soltó el vestido y llamó suavemente. Esperó con paciencia, colocando de nuevo en su recogido algunos mechones de pelo castaño que se habían liberado durante el recorrido.

― Adelante.

La voz que sonó al otro lado le dio el permiso que necesitaba para empujar la puerta y entrar en el cuarto. Las paredes, igual de blancas que las del pasillo y del resto del edificio, no presentaban adornos, por lo que la luz que entraba por la enorme ventana situada en la parte derecha de la sala se reflejaba sin ninguna dificultad. La cama y el escritorio de madera del final indicaban que estaba en un gran dormitorio. Las puertecillas de la ventana estaban abiertas de par en par, dejando que el viento penetrara en la habitación y moviera a su antojo las cortinas de color claro que se encontraban a ambos lados. Disfrutando de la vista se encontraba una figura masculina. El pelo negro se le revolvía con el aire y le tapaba parte de la cara, pero aun así la visitante pudo comprobar que tenía los ojos cerrados. A pesar de que estaba bien desarrollado debido a los duros entrenamientos a los que asistió durante varios años, su cuerpo era el de un joven al que le quedaban todavía unos años para alcanzar por completo la madurez adulta. Sin querer molestarle demasiado, la mujer se había quedado en el umbral de la puerta esperando alguna reacción por parte del chico.

― ¿Señor?―dijo con voz suave al ver que no se movía.

Él se giró hacia ella con sus ojos oscuros. Se quedó mirándola fijamente y cuando el vestido azul que llevaba le reveló que la persona que tenía delante se trataba de un ama de llaves, sonrió.

― Dime.

― El rey me manda llamarle.

Arrugando un poco el entrecejo, el joven intentó averiguar mentalmente el motivo por el que le llamaría su superior.

― ¿Ha dicho si era urgente?

― No ha dicho nada, señor. Sólo que deseaba reunirse con usted.

Suspirando ligeramente, relajó sus facciones y se volvió de nuevo hacia la ventana.

― Dígale al rey que en seguida estoy con él.

Inclinándose, la mujer le dijo que así lo haría y se marchó sin hacer apenas ruido. Tres o cuatro minutos después, en los que intentó adivinar la causa de su llamada de nuevo, el chico salió de su dormitorio, rumbo a la zona principal de aquel castillo. A paso más rápido de lo habitual para no hacer que el rey esperase demasiado, avanzó por los diferentes pasillos y salas hasta encontrarse delante de los dos portones que guardaban el cuarto más importante.

― ¿Majestad? ―preguntó después de golpear la entrada con los nudillos.

Esperó durante unos segundos, pero al no recibir respuesta, empujó la misma puerta que había golpeado y se asomó al cuarto, sin entrar del todo. Observó a su alrededor hasta que su mirada dio con lo que buscaba.

― ¡Ash! Te estaba esperando. Pasa, pasa, no te quedes ahí parado.

Adentrándose completamente en el lugar, echó a andar hacia la persona que, sonriente, le esperaba.

― Rey William ―saludó el joven inclinándose y acercando su mano hacia el monarca.

― Cuánto me alegro de verte, Ash. Espero no haberte molestado. ― le devolvió el saludo, estrechándole la mano ofrecida.

El rey era mucho más joven que cualquier otro de los países vecinos., un par de años mayor que Ash. Se había visto obligado a hacerse cargo del trono cuando sus padres murieron en un trágico accidente. A pesar de su juventud, el rey hacía un gran trabajo y se esforzaba en mantener lo mejor posible las tierras que le habían dejado sus progenitores.

Algo más alto que su acompañante, el rey dirigió sus ojos miel a Ash, mirándolo con alegría a través de la mata de pelo rubio que le rozaba los párpados.

― Alteza, siento haberle hecho esperar.

― Tonterías, no tengo ninguna prisa. Si no hubiera querido esperar, habría mandado un mensaje urgente o te habría ido a buscar yo.

― Aun así…

― Deja de disculparte. Y deja de tratarme de usted. No hay nadie aquí, nadie nos está mirando. Resérvate la cortesía para otro momento, por favor. Me resulta muy raro oírte hablar así, sobre todo cuando te diriges a mí.

Ash intentó poner alguna objeción, pero al quedarse sin ningún argumento decidió hacer caso. Relajándose, sonrió.

― No vas a cambiar nunca Will.

― Tú tampoco. ¡Mira que hablarme así incluso cuando estamos solos! ―respondió el rey riéndose, contagiando a su amigo.

Los dos chicos se conocían desde que la familia de Ash se había instalado en el palacio real dispuesta a servir en la corte. Por la pequeña diferencia de edad, habían coincidido en los entrenamientos y la negativa de Ash a darse por vencido interesó al, entonces, joven príncipe. Habían congeniado desde el principio y al rey le molestaba, a la vez que le divertía, que Ash le tratase de manera mucho más cordial desde su coronación. Por lo menos, delante de los demás.

― Yo también me alegro de verte. Pero creo que no me has mandado a venir sólo para un saludo amistoso. ¿Me equivoco? ―preguntó Ash un poco impaciente por saber el verdadero motivo por el que había sido llamado. William sonrió mentalmente.

― Crees bien. Necesito pedirte un favor.

― ¿Un favor? ―el otro joven se sorprendió.

Como intentando buscar las palabras adecuadas, el rey se dio la vuelta, se dirigió hacia una mesita que había cerca de la puerta y cogió la jarra de agua fría que estaba encima. Sirvió dos vasos mientras empezaba a hablar.

― ¿Has oído los rumores?

― Por aquí no hay más palabrería, es lo único que se oye cada día en el almuerzo, pero ninguno que sea preocupante. ¿Por qué?

― La gente habla sobre mí.

― ¿Sobre ti? ―Ash le miró con el ceño fruncido, bastante extrañado.

― Sí.

William se acercó con los dos vasos en las manos y le ofreció uno a su amigo. Bebió un trago y siguió hablando.

― Los reinos vecinos empiezan a estar algo... molestos.

Aquello empezaba a tener menos sentido que antes. La verdad es que no prestaba demasiada atención a los rumores, la mayoría de ellos eran falsos y no le interesaban mucho, pero nunca había oído nada malo ni de su rey ni de su país en general. Por eso, lo que acababa de revelarle Will le sorprendía. El rey, sin embargo, sabía que los alrededores iban a empezar a hablar tarde o temprano.

― Dentro de unos meses se celebrará mi cumpleaños. ¿Sabes cuántos años cumplo?

― Veinticinco, claro que lo sé. ¿Pero qué tiene que ver?

― Verás, a pesar de ser el rey más joven de toda la zona, no soy precisamente un crío. He dejado atrás los años de mi preparación y mi coronación es parte del pasado. Y sé que cuando mi país necesita algo, tengo que dárselo. Cuanto antes.

― Sigo sin entender nada, no le veo el sentido a todo esto.

Divertido por su impaciencia, el rey se rió ligeramente y aprovechó para hacer una pequeña pausa. Bebió un par de tragos de agua y cuando el frío abandonó su garganta, habló de nuevo.

― Mi país necesita una reina.

Ash, quien había empezado a beber de su vaso por primera vez en todo el relato, se atragantó. Empezó a toser sin poder disimularlo.

― ¿Una... una reina? ―preguntó una vez que se calmó, para confirmar si había oído bien.

― Sí, Ash. Una reina. Soy un hombre que está en la edad de casarse. Las otras tierras están gobernadas por reyes casados y éstos se preguntan por qué no tengo una esposa todavía. Hasta ahora, los rumores eran escasos y no les di importancia, pero con la llegada de mis veinticinco años me he dado cuenta de que tienen razón.

Con los ojos bien abiertos, Ash miró a William. ¿Una esposa? ¿Una mujer allí? La idea se le hacía bastante difícil, nunca se había imaginado a su amigo como un hombre casado y con hijos. Por un momento, se preguntó si él mismo necesitaría una mujer algún día, pero el pensamiento desapareció de la misma manera que llegó.

― Hay algo que no entiendo ―dijo Ash, después de haber logrado tomar su preciado trago de agua.― ¿Me has llamado sólo para contarme que piensas buscar esposa?

― No, claro que no. Te he mandado llamar para decirte que ya la he encontrado.

― ¿¡Qué!?

El grito sorprendido del chico hizo que su compañero se echase a reír a carcajadas.

― ¿Qué pasa, Ash? ¿Tan poco atractivo me consideras? ―preguntó divertido.

― Sabes que no es eso. ¿Cuándo se supone que has estado buscando mujeres?

― No he estado buscando mujeres de esa manera. En realidad, ha sido un poco más fácil. Cuando empecé a plantearme el matrimonio, pedí ayuda a uno de mis consejeros. Resulta que en uno de los reinos mas alejados, cerca del sur, la familia real está formada por los reyes y sus cuatro hijas. Casualmente, tres están emparejadas.

― Pero una de ellas no.

― Exacto. La menor de las cuatro aún no se ha casado y sus padres consideran cualquier propuesta de matrimonio como una oportunidad para su hija y para su reino. Después de pensármelo durante varios días, decidí que no tenía nada que perder y envié mi petición.

― ¿Les pediste a unos reyes del sur la mano de su hija, sin haberles visto siquiera?

Normalmente, para garantizar una buena impresión, los pretendientes acudían al palacio de los reyes y pedían personalmente su deseo, por lo que una carta se consideraba inadecuada y solía descartarse desde el principio.

― Sí. Sinceramente, no pensé que llegaría a conseguir nada, pero gracias a la gran fortuna que he heredado, mi nombre ha llegado más lejos de lo que pensaba y los reyes saben quién soy y lo mucho que puedo ofrecerle a la menor. Una semana después de mi envío, recibí la aprobación.

― Espera, espera. ¿Me estás diciendo que estás prometido? ¿Te vas a casar?

La voz del chico había sonado un poco más aguda de lo que había pretendido. La situación era bastante sorprendente e inverosímil para Ash.

― Eso parece, sí ―el rey contestó sin poder evitar sonreír, disfrutando de la cara de su amigo―. Y es aquí donde apareces tú.

― ¿Yo?

― La familia real parece que quiere asegurarse de que su hija esté en buenas manos, así que me han puesto una condición que tengo que cumplir antes de poder casarme. Si quiero estar con ella, debemos ser nosotros quienes traigamos a la princesa hasta aquí, protegiéndola en el camino que dura entre cinco y seis días.

― ¿Y quieres que te acompañe?

- No. Me temo que no puedo dejar el reino, no quiero dejarlo desprotegido. Eso convertiría al país en un blanco demasiado fácil y no creo que los padres de mi prometida vean como algo positivo que abandone mis obligaciones, aun en una situación especial como ésta. Estaría encantado de ir personalmente, pero no puedo. Por eso te pido que vayas tú en mi lugar.

― ¿¡Qué haga qué!?

Desde que había abandonado su habitación, el joven se había imaginado mil cosas diferentes por las que el rey podría necesitar su ayuda, algunas de ellas muy preocupantes. Pero no se había preparado para esa noticia. Su amigo estaba prometido, se casaría en unas semanas, y tenía que ser él mismo quien trajera a la novia, protegiéndola durante el camino.

― Ese es el favor que te pido ―continuó el rey al ver que Ash se había quedado estático―. Cuando recibí la aceptación, escribí una carta en respuesta en la que aclaré que no iba a poder presentarme personalmente a recoger a la princesa, pero que enviaría a uno de los mejores soldados de la corte para asegurar su bienestar. Eres uno de los mejores de toda la región y confío plenamente en ti.

― Gracias... supongo ―respondió el chico con voz baja.

― Entonces, ¿me ayudarás?

El camino de ida y vuelta eran unos once días, y añadiendo que la mitad del recorrido tendría que estar con los cinco sentidos puestos en una jovencita que por sí misma no sabía defenderse, no parecía un viaje demasiado apetecible. Pero William era su rey y su amigo, sabía la respuesta que le iba a dar desde el principio.

― Sabes que sí ―dijo con una sonrisa de resignación.

Will pareció no darse cuenta de aquel gesto, y si lo vio no hizo ningún comentario. Suspiró de alivio y miró a su compañero con un gesto de alegría, como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

― Te lo agradezco mucho.

― ¿Creías que no iba a aceptar?

― No sabía que pensar.

Sin dejar que Ash respondiera con algún comentario ofendido, el rey se dirigió hacia su escritorio y cogió dos pergaminos de diferentes tamaños, los dos enrollados y atados con una cinta verde para evitar que se desplegaran.

― El pequeño es una carta que he escrito para que la entregues al llegar. Es un saludo cordial para los monarcas y les explico que vas de mi parte, que no tienen de que preocuparse ―explicó entregándole al chico el primer pergamino―. El grande es el mapa norte y sur, he marcado el camino que he considerado más fácil, para que no tengas problemas sobre todo al volver aquí.

― De acuerdo ―dijo Ash cogiendo lo que le ofrecían.

― He preparado todo para que puedas partir mañana a la hora que prefieras. Solo tienes que acercarte a la cuadra y el muchacho que está allí te dará tu caballo y una bolsa llena de víveres que he mandado preparar. Tranquilo, lo revisé personalmente esta mañana y está todo en orden.

― Gracias. Para ahorrarme problemas y poder llegar cuanto antes, saldré de aquí a primera hora.

― Estupendo. Agradezco que hayas aceptado, no sabía a quien acudir si te negabas.

― Me alegro de poder ayudar. A pesar de la poca confianza que tienes en mí ―bromeó Ash.

Más tranquilo al saber que dejaba a su prometida en buenas manos, William se relajó. Con un apretón de manos y una leve inclinación, dieron por finalizada aquella reunión. Pero cuando Ash iba a atravesar los portones y dejar al rey de nuevo a solas en aquel cuarto, se volvió hacia él con gesto confundido.

― Por cierto Will, hay algo que todavía no me has dicho.

― ¿A no? ―se extrañó él.

— ¿Quién es la afortunada a la que tengo que ir a recoger? ―preguntó con un leve asomo de burla.

Su amigo se echó a reír y dirigió sus ojos dorados hacia la puerta.

― Waterflower. Misty Waterflower.


Y de momento hasta aquí :) Tenía ganas de escribir sobre otra época y creo que no me ha quedado mal del todo. Espero que os haya gustado ^^

¡Hasta el próximo capítulo!