Fantasmas

Y aquí estaba yo, después de tanto tiempo por fin recorría ese impasible y sombrío camino de piedra. Era pleno diciembre y el frío invernal calaba hasta el último de mis huesos. En otra época el panorama habría sido prometedor, me habría abrigado bien y habría salido de casa con una enorme sonrisa a comprar el helado más grande que encontrara en el Londres muggle, tal y como solía hacerlo de niña con mi abuela.

…Pero ahora todo era tan distinto, el panorama desolador no solo estaba en aquel interminable camino de piedras que parecía alargarse a cada paso, si no también en lo mas profundo de mi corazón desde hacia ya un par de meses.

Y ahí estaba, no muy lejos de mí, aquel que era mi destino final en esta travesía. El corazón se me apretó ansiosamente y las lágrimas lucharon por salir, pero las contuve, ya era mucho lo que había llorado y no deseaba hacerlo más. Me limite a sujetar con firmeza la tibia mano que me había acompañado durante estos minutos que parecían horas y que había sido mi única conexión con la vida las ultimas semanas.

-Solo cinco pasos más- me dije sin abrir la boca y camine tan lento como pude, hasta que faltaba uno solo, entonces solté aquel tibio apoyo para cubrir mi rostro con mis manos, me había costado tanto llegar hasta aquí y ahora no me atrevía a mirar… pero no podía ser tan cobarde…

Poco a poco baje las manos y las coloque en mi vientre… abrí de golpe los ojos y la más cruda realidad me golpeo de frente, sentí mi cuerpo tambalearse, sentí que iba a caer, pero ahí estaba él, la compañía más fiel en mi agonía, sujetando mi cuerpo para que no se volviera a derrumbar. Se lo agradecí enormemente para mis adentros, pero de cierta forma lo odiaba por no dejar que me diera por vencida y obligarme a seguir de pie aun a pesar de mis deseos de rendirme, su amor incondicional era demasiado para mi, que me había convertido en lo peor que el pudiera amar.

Y mis divagaciones se acabaron cuando mis ojos escurridizos volvieron a chocar con aquella imagen deprimente, ahí estaba, finamente erguida, con una elegancia digna para él, enfrentándome con mis mayores temores, la lápida que me decía que el hombre que amaba jamás volvería a estar a mi lado.