Hola hola bellezas y aki regreso con esta super continuacion jeje la cual espero les gustee tanto como las anteriores y que la sigan hasta el final jejee
bueno disfruten
Diclamier: La historia pertenece a Nora Roberts y los personajes a Stephanie Meyer
Capitulo 1
-No sé qué vamos a hacer con esa chica.
-Vamos, Esme -con un ojo puesto en el espejo, Carlisle Cullen añadió un poco de maquillaje a su mentón para cerciorarse de que la cara no le brillara en el escenario-. Te preocupas demasiado.
-¿Preocuparme? -mientras se retorcía para subirse la cremallera de la espalda del vestido, Esme permaneció en la puerta del camerino para poder observar el pasillo-. Carlisle, tenemos cuatro hijos y los amo a todos. Pero Rosalie puede ser un problema y uno muy grande.
-Eres demasiado dura con la pobre.
-Porque tú no eres lo suficientemente duro con ella.
Carlisle rió entre dientes, luego se volvió para tomar en brazos a su mujer. Más de veinte años de matrimonio no habían reducido ni un ápice los sentimientos que le inspiraba. Seguía siendo su Esme, bonita y luminosa, aun cuando era la madre de su hijo de veinte años y de sus tres hijas adolescentes.
-Esme, mi amor, Rose es una jovencita hermosa.
-Y ella lo sabe, y ese es justamente el problema -Esme se asomó por encima del hombro de Carlilse, deseando que se abriera la puerta que daba a los camerinos. ¿Dónde andaba esa chica? Faltaban quince minutos para que tuvieran que salir al escenario, y Rosalie aún no había llegado.
Al dar a luz a sus tres hijas, que llegaron al mundo con una separación de pocos minutos, no había imaginado que la primera le daría más preocupaciones que las otras dos juntas.
-Es su aspecto lo que va a meterla en problemas -musitó Esme-. Cuando una chica es como Rosalie, eso provoca que los chicos se acerquen a husmear.
-Puede manejar a los chicos.
-Quizá también eso me preocupa. Los maneja demasiado bien. -¿cómo podía esperar que un hombre tan sencillo y amable como Carlisle comprendiera las complejidades de las mujeres? Recurrió a un tópico-. Solo tiene dieciséis años, Carlisle.
-¿Y cuántos años tenías cuando tú y yo...?
-Era diferente -aseveró, aunque se vio obligada a reír por la sonrisa que le dedicó Carlisle-. Bueno, lo era -le enderezó la corbata-. Puede que no tenga la buena suerte de conocer a un hombre como tú.
-¿Qué clase de hombre es ese?
Con las manos en los hombros de él, observó su rostro. Era delgado y ya con arrugas, pero los ojos seguían siendo aquellos del seductor por el que había perdido la cabeza. Aunque jamás le dio la luna que le había prometido, eran pareja en todos los sentidos de la palabra. Para bien o para mal... Había pasado más de la mitad de la vida con él y todavía podía hacerle perder la cabeza.
-Uno muy querido -repuso, y le dio un beso en los labios. Al oír que la puerta de los camerinos se cerraba, se apartó.
-No la regañes, Esme -comenzó Carlisle al tomar el brazo de su mujer-. Sabes que eso solo la pondrá nerviosa, y ya está aquí.
Esme se separó con un gruñido mientras Rosalie avanzaba por el pasillo. Llevaba un jersey rojo y unos pantalones negros ceñidos que resaltaban su floreciente forma juvenil. El aire otoñal había avivado un poco los colores de sus mejillas, potenciando una estructura ósea ya elegante. Tenía los ojos de un azul profundo y exhibía una expresión satisfecha.
-Rosalie.
Con su tendencia natural al drama y a la sincronización, Rosalie se detuvo en la puerta del camerino que compartía con sus hermanas.
-Mamá -alzó las comisuras de la boca y la sonrisa se amplió más al ver que su padre le guiñaba un ojo por encima del hombro de Esme. Sabía que siempre podía contar con él-. Sé que llego un poco tarde, pero estaré lista. Me lo he pasado como nunca -la excitación añadió chispa a la belleza-. Mike me dejó llevar su coche.
-¿Ese pequeño descapotable rojo...? -comenzó Carlisle. Luego tosió cuando Esme lo reprendió con la mirada.
-Rosalie, tienes el permiso desde hace apenas unas semanas -«cómo odio tener que soltar discursos», pensó Esme mientras se preparaba para ello. Sabía lo que era tener dieciséis años, y debido a ello sabía que no había forma de evitar lo que tenía que hacer-. Tu padre y yo no creemos que estés lista para conducir a menos que vayas acompañada de uno de nosotros. De todos modos -continuó antes de que Rosalie pudiera emitir su primera protesta-, no es apropiado ponerse al volante del coche de otra persona.
-Fuimos por caminos secundarios -Rosalie se acercó y besó a su madre en ambas mejillas-. No te preocupes tanto. He de divertirme un poco o me marchitaré como una pasa.
Esme reconoció la estratagema y se mantuvo firme.
-Eres demasiado joven para subirte al coche de un chico.
-Mike no es un chico. Tiene veintiún años.
-Más a mi favor.
-Es un idiota -anunció Garrett con calma al aparecer en el pasillo. Solo enarcó una ceja cuando Rosalie se volvió para mirarlo con ojos centelleantes-. Y como me entere de que te ha tocado, le arrancaré la cabeza.
-Perdona, alguien metió al metiche #1? Aléjate Garrett no es asunto tuyo -informó su hermana. Una cosa era que su madre le soltara un discurso, y otra recibirlo de su hermano-. Tengo dieciséis años, no seis, y ya estoy harta de que me controlen.
-Qué pena -le tomó el mentón y lo sostuvo con firmeza cuando ella trató de soltarse.
Garrett tenía una versión más áspera y masculina de la belleza de Rosalie. Hasta podrían ser gemelos. Al mirarlos, Carlisle sintió tanto orgullo en su interior que pensó que estallaría. Se parecían más a su Esme que a él. Los quería con todo su corazón.
-Vamos, vamos -se adelantó en plan pacificador-. Hablaremos de ello luego. Ahora mismo Rosalie tiene que cambiarse. Diez minutos, princesa -murmuró-. No te retrases. Vamos, Esme, salgamos a preparar al público.
Esme miró a Rosalie con una expresión que la advertía de que el tema no estaba olvidado, luego se suavizó y tocó la mejilla de su hija.
-Tenemos derecho a preocuparnos por ti, ¿sabes?
-Es posible -Rosalie aún mantenía el mentón erguido-. Pero no es necesario. Sé cuidar de mí misma.
-Me temo que sí -con un suspiro, se dirigió con su marido hacia el pequeño escenario donde se ganarían el sustento el resto de la semana.
Lejos de estar apaciguada, Rosalie apoyó la mano en el pomo de la puerta antes de encararse con su hermano.
-Yo decido quién me pone las manos encima, Garrett. No lo olvides.
-Asegúrate de que tu amigo el del coche bonito se comporta. A menos que quieras que termine con los dos brazos rotos. No lo olvides belleza.
-Oh, vete al infierno.
-Probablemente lo haga -convino con afabilidad. Luego le tiró del pelo-. Y de paso te despejaré el camino a ti, hermanita. Porque estoy seguro que me harás compañía.
Como quería reír, Rosalie abrió la puerta y después la cerró en la cara de él.
Alice miró por encima del hombro mientras abrochaba la espalda del traje de Bella.
-Vaya, has decidido aparecer.
-No empieces -con rapidez sacó un vestido a juego con el de sus hermanas de un perchero que abarcaba el ancho de toda la habitación.
-Ni se me pasaría por la cabeza. Aunque parecía interesante la discusión del pasillo.
-Ojalá dejaran de cuidarme tanto -se quitó el jersey. Su piel era pálida y suave, las curvas ya acentuadas y femeninas.
-Míralo de esta manera -dijo Alice al terminar con los botones de Bella-. Están tan ocupados contigo que rara vez se meten con Bella y conmigo.
-Estan en deuda conmigo -se quitó los pantalones con movimientos enérgicos y se quedó en sujetador y braguitas.
-Mamá estaba preocupada de verdad -intervino Bella. Como ya había terminado con su maquillaje y su pelo, arregló los tubos y botes que prepararían la cara de Rosalie para el escenario.
Con cierto sentimiento de culpa, Rosalie se dejó caer delante del espejo que las tres compartían.
-No era necesario. Estaba bien. Me divertí.
-¿De verdad dejó que condujeras su coche? -interesada, Alice recogió un cepillo para colocar el cabello de Rosalie.
-Sí. Me sentí... No sé, me sentí importante -miró en torno al cuarto atestado y sin ventanas y con el suelo de cemento-. No siempre voy a estar en un antro como este.
-Ahora sí que te pareces a papá -con una sonrisa, Bella le pasó una esponja de maquillaje.
-Pues no -con años de experiencia ya a su espalda, Rosalie añadió color a su cara con toques veloces-. Un día voy a tener un camerino tres veces más grande que este. Todo blanco, con una moqueta tan gorda que te hundirás hasta los tobillos.
-Yo prefiero un poco de color -dijo Alice con voz soñadora-. Mucho color.
-Blanco -repitió Rosalie con firmeza. Luego se levantó para ponerse el vestido-. Y va a tener una estrella en la puerta. Iré en una limusina y tendré un coche deportivo que hará que el de Mike parezca un juguete -se puso el vestido que había sido remendado demasiadas veces para recordarlas-. Y una casa con un jardín enorme y una piscina gigantesca.
Como los sueños formaban parte de su legado, Bella se explayó mientras abrochaba los botones del vestido de Rosalie.
-Cuando entres en un restaurante, el maître te reconocerá y te dará la mejor mesa y una botella de champán por cuenta de la casa.
-Serás amable con los fotógrafos -continuó Alice, pasándole los pendientes-. Y jamás te negarás a dar un autógrafo:
-Por supuesto -encantada, se puso las piedras de cristal, pensando que eran diamantes-. Habrá dos suites enormes en mi casa para cada una de mis hermanas. Por la noche charlaremos y comeremos caviar.
-Que sea pizza -instruyó Alice, apoyando un codo en su hombro.
-Pizza y caviar -indicó Bella, situándose al otro lado.
Riendo, Rosalie pasó los brazos alrededor de las cinturas de sus hermanas. En ese momento eran una unidad, tal como lo habían sido en el útero.
-Visitaremos sitios. Vamos a ser importantes.
-Ya lo somos -Bella ladeo la cabeza para observarla-. Las Trillizas Cullen.
Rosalie observó el reflejo que le devolvió el espejo.
-Y nadie va a olvidarlo nunca.
Y asi comienza esto jeje? alguna pregunta? dudas?
reviews? jeje
