Prólogo
El dios encendió el reloj de la torre y las pequeñas llamas azules brillaron en la noche, con fuerza a pesar de la lluvia torrencial que atacaba el Santuario. Ya no había vuelta atrás; cada uno pondría sus fichas en el tablero y expondría los principios que darían inicio a una nueva guerra santa.
Doce horas.
Tic, tac.
