DAME UNA SIMPLE RAZÓN
Prólogo
"Biff."
12 años antes. Lima, Ohio. Instituto William Mckinley. 20:34 p.m
Con las manos dentro de los bolsillos de su falda, caminaba con tristeza y nostalgia el largo pasillo del lugar que un día llamó hogar. Ya había pasado dos años que lo había dejado atrás, y la mayor parte de las cosas, seguían como antes. Nada había cambiado. Ni siquiera la agitación y la euforia por parte de los estudiantes al escuchar la alarma que anunciaba el inicio del ansiado evento. Aún las porristas y los jugadores de futbol se pavoneaban como si fuesen dioses, haciéndoselo saber a los más inferiores, los cuales, no podían siquiera hablarles. Vivían con el rostro dirigido hacia el suelo, para evitar a toda costa, que los que estaban en lo más alto de la pirámide del estatus social, pudiesen tener una razón para atacarlos. Se mantenía aún el mismo terror.
Inclusive, por fuera, su casillero se conservaba igual a pesar de ser asignado a otra persona. Con esa gran estrella dorada que adornaba la puerta siendo su estirpe.
Quizás seguía igual, ¿Por qué simplemente no había sido asignado a otra persona? ¿Cómo poder saberlo?
Todo estaba tal y como lo recordaba. El pequeño pueblo de Lima seguía siendo igual, con las mismas personas conservadoras y la misma terrible manera de pensar. Era como si vivieran en el pasado, mientras que en New York, estuvieran a siglos luz de adelanto.
Rachel regresaba en una época difícil de su vida, volviendo al mismo lugar donde había crecido y había vivido un sinfín de experiencias, unas buenas y otras no tanto. Donde había conocido a la mayor parte de personas que amaba, y sabía que cuando necesitase de su ayuda, sin dudarlo, la apoyarían. Aunque no nacieran de una misma madre, eran casi como hermanos. Sintiendo la misma felicidad o la misma tristeza, esa tristeza de haber perdido a un ser tan querido como había sido la de su líder, Finn Hudson.
Y lo que sí había cambiado, pero en ella, era que sentía un enorme dolor en el corazón por la partida de él meses atrás. Aunque eso no le fue un impedimento para acudir al llamado de su generación y volver a recrear el baile de promoción donde había sido la ganadora de la corona. Sus amigos le argumentaron que querían reencontrarse y pasar una divertida y agradable velada. Ellos habían logrado su cometido, convencerla de volver a pesar de no tener una agenda muy accesible por culpa de su trabajo. Así que a un lado de Kurt y de Santana, sus mejores amigos y compañeros de apartamento, hizo el viaje de New York a Ohio.
Hoy, simplemente nadie la reconocía y estaba dispuesto a tirarle un horrible slushie azul sobre su rostro, haciéndola parecer un ente venido de Avatar, como de los que se había obsesionado Sam Evans. A nadie le importaba que la chica irritante con aires de grandeza, e hija de dos padres gay, caminase a su lado. Había pasado de ser la perdedora, a ser la más ignorada, por esos mismos chicos que corrían a su lado ansiando llegar a la reunión a pesar de ella ser una celebridad. Y para aquellos pocos que sí la reconocían, debería verse como toda una diva y caminar con la frente en alto. Había conseguido la meta de llegar a su Olimpo, a su Oasis llamado Broadway.
Las cosas tenían que cambiar, por lo menos, hacia su persona. Por eso inhaló, y haciendo gala de su seguridad y orgullo, abrió la puerta del gimnasio. Descubrió a un grupo de chicos que bailaban alocados en el centro de la pista y a todos sus amigos, era como si el tiempo tampoco hubiese pasado para ninguno de ellos. Noah Puckerman mantenía una entretenida charla con Sam y Mike, seguramente de qué chica se veía mejor. Mercedes, Kurt y Tina estaban parados a un lado del escenario carcajeándose y poniéndose al tanto de todo lo que habían hecho en esos años. Santana y Brittany estaban dirigiéndose apenas la palabra; a pesar de que las chicas habían sido novias en el pasado, ahora parecían odiarse; y luego estaba Quinn. Quinn estaba acompañada de un chico con un semblante serio y con un sutil aire de elegancia. Ambos estaban sentados en el lugar que siempre había sido su asiento preferido, por la tranquilidad que le brindaba y donde solía esconderse cuando la fastidiaban: en los asientos de las gradas.
Y cuando por fin Quinn notó su presencia, le sonrió avergonzada. Y eso tenía un porqué, la chica junto a Britanny habían sido las únicas que no acudieron al homenaje de Finn. Rachel no conocía aún el porqué, Quinn sólo se había tomado la molestia de escribirle un correo con sus condolencias. Todos esos años sólo tuvieron ese contacto, y nada más. Ninguna otra explicación por parte de la capitana de porristas.
Rachel resopló y caminó hasta ellos sentándose a su lado con la inquietud de conocer sus razones, pero la rubia con un casi imperceptible hola y siguiendo la plática de su acompañante, le hizo saber que no hablaría más que eso. Así que no insistió más, fue igual a las múltiples veces que tuvo que callar en el pasado. No quería que le hiciera una escena sólo para avergonzarla o le lanzara un sinfín de ofensas delante de todos, por eso se mantuvo al margen.
Fue hasta entonces, cuando el director Figgins arribó al lugar, para volver a nombrar a los candidatos a reyes de promoción. Con Santana, Missy Gunderson y Quinn por parte de las mujeres, y por otro, Brittany, y Rick Nelson, el chico que nadie recordaba. Los cinco como los protagonistas y subiendo por segunda vez al estrado ante las atentas miradas de los presentes. Sólo faltaba que los demás alumnos votaran y dieran su veredicto, seguramente haciendo que Quinn ganara de nuevo y tuviese que cederle su corona a Rachel.
Hasta que la misma Santana intervino soltando palabras de furia y agrediendo a la morena delante de todos. Rachel creyó que al obtener el papel del afamado musical, Funny Girl, quizás las personas la respetarían y la tratarían mejor. Eso era lo que esperaba, lo cual, no sucedió.
Santana mantenían una dura y ardua batalla con la morena haciendo que su amistad pendiera de un hilo, pero Rachel aún conservaba la esperanza de que enmendarían sus diferencias que las iban aquejando desde hace unos días atrás. Creía que tenían solución, porque la chica desde que había llegado a vivir con ella y con Kurt a New York, la protegió como si fuera parte de su familia; inclusive, acosó y asustó a tal grado a Brody, su ex novio, al enterarse que era un gigoló, y a ella le hizo ver que el aspirante a actor no era buena compañía y se alejara de él. Pero dio un cambio drástico cuando, específicamente, Santana audicionó para ser su suplente, sin siquiera tomarse la molestia de avisarle. Sabía que había tomado una estúpida actitud para con su mejor amiga, pero eso no quería decir que la latina como en el pasado, pudiese humillarla delante de todos los alumnos, por eso reaccionó con enojo e indignación ella también.
—Disculpen todos, antes de que hagan su estúpida votación para saber quién es el más popular, y lo cual no tiene algún tipo de repercusiones positivas y relevantes porque Finn ya no está aquí, quisiera decir unas palabras sobre mi mejor amiga Rachel Berry. Rachel Barbra Berry es la persona más egoísta que existe en el mundo.
— ¿Qué? ¿Enserio pelearemos?
—Me toca exponerte como lo que en verdad eres. Alguien que sólo le importa si misma.
—Santana—intervino el señor Schuster apoyado por Emma Pillsbury, pero la chica lo ignoró retomando la conversación.
—Has ignorado a la mitad de tus fans más veces de las que recuerdo, sólo porque te crees mejor que todos nosotros, y no te importó tratar mal a tu mejor amiga para obtener el estelar, y apuesto a que no conoces los nombres de la otra mitad de estos perdedores, a pesar de los pocos que somos en este mediocre pueblo.
—Eso no es cierto, claro que los conozco—sonrió con superioridad.
—Ah sí ¿Cuál es su nombre? Es el que te ha estado enviando cartas hasta New York—se dirigió al chico que estaba a su lado. Que no era otro más que su eterno enamorado, Jacob Ben Israel.
—Michael.
— ¡Exacto! Gracias— negó afligido por su escasa memoria. Él le había escrito cartas de apoyo cada vez que podía— Todos conocen a la gran estrella Rachel sí, pero yo he convivido con ella. Déjenme decirles lo que es compartir habitación con esta desesperante y egoísta creída. Alguien en ese departamento, por las mañanas, deja sus asquerosas cremas en el baño, y ni siquiera se toma la molestia de levantarlas. Y no es el gay por si se lo preguntan. Porcelana parece más mujer que ella—enfocó a Kurt que sostenía la mano de Blaine sin atreverse tampoco a interponerse.
Él ya había sido el intermediario entre sus dos amigas, pero Rachel, con su actitud de arrogancia e indignación, y porque su mejor amigo le había dado la espalda, decidió irse del apartamento y romperle en la cara a Santana, la única fotografía que tenían ambas. Rompiendo así su unión de amistad. Las dos eran igual de orgullosas y competitivas.
— ¡Eso no es cierto! Yo levanto todas tus extensiones de horrible cabello. ¡No mientas!
— ¿Sabes qué no es cierto? Cuando fuiste la reina del baile.
— ¿Qué? Deja de estar mintiendo.
—Sí así es, no ganaste ¿De acuerdo? Todos sintieron lástima por ti, y las dos personas que más odias en éste mundo, Quinn y yo, llenamos las urnas con tu nombre para que ganaras. Hasta la chica más odiosa y perra sintió lástima por ti.
Quinn esquivó su mirada a otro lado para así evitar ver directamente el rostro de sufrimiento por parte de Rachel. La pena y un gran remordimiento de conciencia le invadían
— Y hoy, por fin, tendrás tu merecido enana Berry. Eso que debió pasar en realidad hace unos años.
Fue decir esas crueles palabras, y al más estilo de la película Carrie del techo cayó pintura roja arruinando así su caro vestido. Su vestido preferido que había comprado en las pasarelas de New York acosta de su primer sueldo de estrella.
Nadie podía creer que eso hubiese sucedido. Era cierto que la mayor parte del tiempo habían acosado a la pequeña, pero jamás a ese nivel. Para la mayoría fue horrible y sintieron lástima al ver la que debería ser una divertida escena.
—Eres tan infantil, Santana—sollozó limpiándose como pudo la cosa roja de su cara mientras todos se quedaban en silencio— Sólo estás haciéndome esto, porque tengo el estelar de Funny Girl, y tú sólo pudiste obtener mi suplente a pesar de haber sido una de las más populares porristas, y quieres que me sienta mal porque yo soy la estrella. Tú eres la cretina—se alzó el vestido y salió rápidamente manteniendo las lágrimas en sus ojos.
— ¡Vaya! Me siento mucho mejor. Ahora sí, voten y háganme la ganadora. No dejen que la perdedora de Fabray le ceda de nuevo mi corona.
—Berry tiene razón ¡Eres una cretina, Santana! No tenías por qué comentar lo que hicimos de buenas intenciones, porque si no mal recuerdo, tú también estabas muy conforme. ¡Tú más que nadie sabe exactamente el porqué lo hice!
Quinn gritó enfurecida, le dedicó una de sus tan famosas miradas de odio y repulsión, y después salió corriendo detrás de Rachel.
Le siguió el paso con una prudente distancia para darle un poco de respiro. No quería hacerla sentir incómoda con su presencia. Así que permitió que saliera por el estacionamiento, analizó con detenimiento el diminuto reloj de la entrada y le dio el tiempo pertinente para relajarse. Y cuando creyó que había pasado los minutos oportunos, salió como un remolino por la puerta principal sin importarle asustarla.
—Rachel, no tienes por qué creer lo que te dijo Santana. Es cierto que por nosotras ganaste la corona, pero no lo hice con malas intenciones—Guardó silencio por algunos segundos reorganizando sus palabras mientras Rachel la ignoraba y se lavaba el rostro en el lavamanos — Mejor dicho, no lo hicimos con malas intenciones.
Su "casi amiga" «que estaba muy alejada de serlo» insistió en no brindarle un poco de su atención. Y bueno, se lo merecía por no contarle la verdad cuando debía. Ahora se lamentaba por ocultarle eso tan importante.
—Ese discurso de Santana me hizo recordar lo mal que te hemos tratado todo éste tiempo. Realmente me siento muy mal por cómo te habló en el gimnasio. Pude haber evitado que siguiera con esas repulsivas e inadecuadas palabras. Ésta era tu noche.
—Ni siquiera sabes lo que es vivir en New York. Santana y yo éramos íntimas amigas, pero ahora parece que todos los días son exactamente así. Y ahora parece que no importa dónde vaya o lo que haga, otra vez estoy en esta escuela, con los mismos chicos que siempre han tratado de hundirme una y otra vez sin importarles mis sentimientos—se recargó en el auto más próximo sin dejar de sollozar.
—Cada vez que un profesor me dice que no soy muy buena o que no estoy lista ¡Dios! Es como si me sintiera como tú, como yo te hacía sentir o Puck o Santana o todos los que estuvimos aquí para hacerte sentir menos—Rachel la observó con interés— Y aunque no lo parezca, en ocasiones me ponías en tu lugar, a veces me hacías sentir la menos talentosa, la menos especial o el más insignificante insecto cuando subías sobre un enorme escenario y nos deslumbrabas con tu gran talento y resplandor de estrella. Yo te tenía celos, Rachel. Siempre fuiste mejor que yo.
— ¿Soy uno de tus fantasmas? No lo creo, tú siempre has sido la más hermosa, la más segura. ¿No lo recuerdas? Todos en los pasillos se hacían a un lado al ver pasar la capitana de las Cheerios. Tú movías a todos Quinn, los movías porque eras especial a tu manera.
—No necesariamente todo eso es malo Rachel. Sólo debes de usar esas cosas y dejar que te motiven. Así como yo las usé en su momento—caminó lentamente hasta ella.
—Me pone triste que creas que fui uno de tus victimarios—Quinn la contempló conmovida— Es sólo que, no lo sé, tenía la sensación de que siempre éramos tú y yo. Con una conexión especial, con una conexión que nos hacía decirnos las cosas fríamente cuando eran necesarias. Con esa conexión para ayudarnos.
Y era verdad, a pesar de que Quinn siempre había sido parte de todas las bromas, cuando podía y veía que cometería alguna estupidez, se lo hacía saber, aunque después la siguiera agrediendo. Y todo eso tenía una obvia razón de ser.
—Yo igual lo he pensado—se mordió el labio, signo indiscutible de nerviosismo— Siempre he creído que eres la mejor cantante que haya escuchado, Rach. Y oye, quiero que seas la más grande estrella que haya nacido, muy rica y muy famosa. Y sentirme orgullosa de decirles a mis hijos que eres mi amiga. De decirles que fui tu compañera de instituto.
— ¿No crees que Barbra y Brönte se sientan igual?
—No lo sé, pregúntame cuando tengas tu primer Tony y yo mi Emmy que quiero ganar ¿Está bien?
—Bueno, supongo que habré ganado mi primer Tony para entonces.
—Ven aquí—la abrazó como nunca antes se había atrevido a hacerlo— Oye Rach, entonces ¿Me perdonas? ¿Me perdonas por todo lo malo que te hice?
—No te preocupes Quinn, estoy tan familiarizada con este tipo de cosas, que ya no me afectan ni me interesan—mintió soltándose.
Y sí, mintió porque no quería verse frágil ante la rubia que la atacó gran parte de su paso por el instituto, aunque no por eso no dejaría que saliera a flote el gen curioso Berry.
— Sólo quiero saber algo ¿Por qué Quinn? ¿Por qué decidieron hacer eso si ambas podrían ser las perfectas reinas de promoción, específicamente tú? Ustedes dos eran la mejor opción, eran lo que todo el instituto esperaba, que las dos chicas más populares y hermosas ganaran, por eso no entiendo tus razones. El que la chica perdedora como yo ganara y le cedieras tu corona. Esa por la que peleaste esos tres años.
Siguió a pesar de que por sus mejillas volvían a caer varias lágrimas que no había podido retener. Quinn dulcemente se las limpió con su pulgar.
—Verás Rachel… Yo… no lo sé, simplemente quería hacer algo bueno por ti y enmendar todas las cosas malas que te hice.
Esquivó la mirada y evitó a toda costa que Rachel la viera mentir, porque sí, Lucy Quinn Fabray también sabía mentir y sobre todo con sus sentimientos.
—Está bien Quinn, si no quieres decir las verdaderas razones, no soy quién para obligarte a decirlas. Debería regresar ya a casa y quitarme ésta horrible pintura. Ya me siento mucho mejor—atravesó por enfrente de la rubia.
—¡Espera Rachel!—se interpuso en su camino y la detuvo del brazo atrayéndola hacia ella— No sólo eres tú quien quiere saber ciertas verdades—vio directamente a unos cuantos centímetros de su rostro, los dos grandes orbes chocolates que aún se mantenían rojos a consecuencia del llanto— ¿Por qué ser tan insistente el día de tu boda? ¿Por qué me querías allí con tanta insistencia? Si lo fácil era casarte con Finn e ignorar todas las cosas que siempre te había aconsejado. El que era una estupidez que se casaran siendo tan jóvenes. Quizás hoy todo hubiese sido diferente—lo soltó, así como si nada.
Le era mucho más difícil a la morena hablar, por la escasa cercanía en la que la retenía Quinn, incluso, podía sentir su delicada respiración correr de entre sus labios. Llamándola como un hipnotizante y poderoso imán.
— Dame una simple razón y yo respondo lo que tú quieras.
Y sucedió. Sucedió algo que por ninguna razón coherente pasó por la mente de Quinn, algo que llevaba esperando por más de tres años. Rachel no respondió con palabras, respondió con algo acorde a su teatral personalidad y dejándose llevar por ese par de atrayentes imanes sabor a fresa. Con un beso. Un increíble beso que Quinn no tuvo las fuerzas para apartar. Un beso que Rachel llevaba esperando por el mismo tiempo que ella, y que después de que vio la oportunidad, se atrevió a hacerlo. Duró el tiempo justo para que Rachel se diera cuenta, que sí, efectivamente, ella estaba perdidamente enamorada de Lucy Quinn Fabray, aunque hubiese tratado de evitarlo por tantos años. Aunque Quinn hubiese tratado de alejarla de ella un sinfín de veces con miles de humillaciones. Aunque hubiese salido con todos los chicos del Club Glee sólo para tener apartada su atención de esa hermosa rubia de ojos avellana y sonrisa eterna.
—Yo… Lo siento… Yo no puedo Rachel—se tocó con nerviosismo sus propios labios.
—No puedes dejarme sólo así, sin decirme nada. Sé que sentiste lo mismo que yo—sollozó cubriéndose la boca.
— Me casaré con Biff—finalizó.
Rachel sintió como su corazón se rompía en mil pedazos por culpa del que creyó era el amor de su vida en esos núbiles y tiernos instantes de su vida. Ese primer amor de instituto, ese que es el más fuerte y difícil de olvidar. Ese amor ideal y onírico que es un imposible y se vuelve una loca obsesión.
¿Nunca han escuchado que el amor adolescente es con el que más experimentas sensaciones intensas y sientes que tu corazón late a mil revoluciones por minuto? ¿Ese que crees que es nunca se terminará y será eterno? ¿Nunca te ha pasado que te ha gustado tanto alguien para querer encerrarte en tu habitación, poner música y brincar sobre tu cama? Pues ese era el que sentía Rachel Barbra Berry por Lucy Quinn Fabray y del que un día Miss Pillsbury le había hablado.
