Cierta noche cualquiera, llena de luces y vida nocturna. Donde la gente iba y venía metidos en sus propios asuntos, sin notar la presencia del otro. Todos como maquinas, buscando consuelo para ellos mismos, viviendo el día a día sin sentir la alegría del sentir o vivir. Era una noche cualquiera en la gran manzana.

El clima viento se colaba tras esa ventana, prometiendo una noche fría. Estaba ahí, tirada con siete o más, botellas de licor, no es que suela agradarme el alcohol, pero en momentos así, es el único que puede darme una anestesia temporal, valla, patéticamente exhalo el humo de mi último cigarrillo, y comienzan a salir lágrimas de nuevo.

-¡Maldito seas!- Exclame, como si la vieja foto arrugada fueras tú en persona, no había un cuadro más patético que mirar a una joven derrochando una noche prometedora entre alcohol, cigarrillos y recuerdos que solo ocasionaban herir más el corazón. No es que fuera masoquista, eso diría en mi defensa si mi amiga me viera en ese estado, solamente que, algunas noches mis sentimientos se mezclan con la música provocando que choquen, y me dejen en ese estado algo patético.

-¿No lo recuerdas acaso? ¿La razón por la que me amaste? - Maldije entre dientes, con mil lágrimas escurriendo provocando que mi maquillaje cayera. Empecé a sentir una pesadez en mi cabeza, de seguro era por culpa del alcohol y el cigarro, demonios, por fin comenzaba la anestesia. Lo único que me alegraba de ello, era que al otro día, tendría un dolor tan grande, que no me daría ni tiempo de pensar en el otra vez. Decidí recostarme, mañana limpiaría mi pequeño espectáculo, por ahora, solo quería cerrar los ojos, no quería saber más de nada, solamente, soñar, con algo que no fuese el pasado.

-A lo mejor si cierro los ojos, podre borrar de mi mente su rostro, la obscuridad a veces es más prometedora que el mañana- Me dije para mí misma.