Disclaimer: Gintama y sus personajes, pertenecen al gorila.
Advertencias: Lenguaje explícito.
Historia situada en el universo 3-Z.
Esto no es una comedia romántica, es una historia de terror
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I Si un castigo es dado por un demonio, ¿no es un castigo divino, sino infernal?
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Okita Sougo era un sádico, por ello, alterar la mayonesa en el almuerzo de Hijikata, era algo en extremo, divertido de ver. El pobre Toushirou, inocente, había llevado el primer bocado con una mirada llena de ilusión, para luego de ingerirlo de la misma manera. No había mayor placer en el universo para Hijikata Toushirou.
Sougo se reía, no era simple mayonesa, junto a ella había incluido veneno para ratas, porque sí, Hijikata Toushirou era una maldita rata de alcantarilla que merecía morir. Sin embargo, él, ajeno a la situación, continuó comiendo de su plato, hasta que de pronto, su rostro se había tornado de tonalidad púrpura, casi azul. El pelinegro comenzó a toser escandalosamente, pero aquello había sido en vano, pronto se había quedado tieso, y por ende, muerto.
La risa de Sougo se incrementó, eufórico, casi rozando la histeria. ¡Lo había matado por fin! El muy incauto hijo de puta no había percibido el potente veneno en su preciada mayonesa.
Eso lo tenía bailando sobre el cadáver del pelinegro, cuando una grave y aburrida voz comenzó a llamarlo.
—Souichiro-kun, Souichiro-kun…
No le prestó atención, era más importante el ritual que hacía, debía asegurarse. Aunque Hijikata era llamado demonio, tenía que cerciorarse que terminaría en el maldito infierno.
No obstante, la voz masculina se perdió, dando paso a una aguda, molesta y desesperante.
—¡Oi sádico!
Sintió un golpe en su castaña cabeza, y fastidiado abrió los ojos.
No existía imagen más deplorable, repulsiva y vomitiva al despertar, que ver el rostro de Kagura. La de cabello bermellón ajustó los lentes anticuados sobre su nariz, otorgándole una mirada desdeñosa, acusadora.
Miró a su alrededor, estaba en la estúpida clase en lugar de estar celebrando la muerte de Hijikata. Todos sus compañeros reían, sin embargo, el que estaba en sus sueños parecía muy tranquilo, demasiado.
—Hijikata bastardo —murmuró.
—¿Qué tal la siesta Souichiro-kun? —cuestionó el mayor, con voz aletargada, fingiendo no haber escuchado el insulto de Sougo.
—Bastante buena, la pesadilla es estar en esta clase —masculló muy bajo, todos sus compañeros de clase se quejaron.
—Opino lo mismo —bufó Ginpachi-sensei, el hombre deseaba estar en cualquier sitio, menos en ese triste salón de clase, diciendo cosas que a sus alumnos no le importaban, y ni siquiera a él—. Pero cómo eras el único que no prestaba atención, deberás asistir a tutorías.
—¿Es en serio? —replicó, incrédulo. El profesor asintió con una maliciosa sonrisa en su rostro—. ¿Va a darme clases extra?
Ginpachi negó rápidamente. Nunca. Ni en broma.
El castigo era para Souichiro, no para él.
—Yo no —paneó a sus estudiantes que comenzaban a guardar sus cuadernos y materiales en sus mochilas, impacientes porque les dejara salir—. Ya pueden irse, estoy cansado de ver sus caras, nos vemos el próximo lunes —anunció alzando su mano lánguida—. Excepto Kagura-chan, tu quédate.
La muchacha asintió con desconfianza, se mantuvo en su pupitre y esperó a que el sensei hablara.
—¿Y qué tiene que ver la china aquí?
Kagura frunció el entrecejo, pese a que bajo sus gruesos lentes no se podía ver cómo los ojos zafiro brillaban de la ira. Detestaba al sádico, sin embargo, ya había tenido muchos problemas en las últimas semanas, no podía golpearlo por ahora, al menos, no en el instituto. Eso implicaría su expulsión.
En realidad no era que le importase, por ella, pasaría los días en su casa llenando su barriga en lugar de en ese instituto.
Sin embargo, al calvo padre se le caerían hasta los pelos del bigote, si su hija menor era expulsada del instituto.
Por ello, prefería mantener un perfil bajo mientras los ánimos se calmaban, una pelea con su papi, o su estúpido hermano, no era algo con lo que tuviera ánimos de lidiar.
—Ella será tu tutora, Souichiro-kun.
—¡¿QUÉ?! —dijieron ambos estudiantes al tiempo, y para ninguno pasó desapercibido el tono burlón de Ginpachi.
El sensei sabía a la perfección la situación de Kagura, y por eso, su sádica mente había maquinado aquel retorcido plan. ¿Cómo diablos se le ocurría asignarle ser tutora de ese imbécil?
—Danna, ¿acaso tiene mierda por cerebro? —exclamó Sougo, escandalizado—. ¿Cómo se le ocurre pensar que la estúpida china que tiene el peor léxico que conozco, sería mi tutora? Soy el mejor de la clase, es ilógico.
Gin asintió, no obstante, la sonrisa no desaparecía por las réplicas de los alumnos.
—Tienes razón Souichiro —comentó, con tono pensativo—. ¡Ya sé! Tu castigo será ser tú el tutor de ella, ya que lo has dicho, Kagura necesita ayuda, y tú lo harás.
El tono del rostro de la muchacha estaba igual de rojo que el moño de su uniforme.
—¡Estás demente Gin-chan! ¡No hay forma que este subnormal me ayude! ¡Va a hacerme partícipe de sus experimentos sádicos o alguna mierda así!
—Odio decirlo —añadió Sougo—, pero la china tiene razón. Ni siquiera metiéndole una mega semilla por el culo aprendería algo, es una retrasada. [1]
Ambos no sólo se retaban con la mirada, sino que pronto pasaron a los golpes.
—¡Yo sí que te voy a meter algo más grande que una semilla por el culo!
Ginpachi no hacía nada, más que chupar aquel dulce que emanaba humo como si de tabaco se tratase.
—Pueden pelear todo lo que quieran —canturreó dando una lamida a la golosina—. Pero tendrán que hacerlo, si no, ambos serán expulsados, y a parte de a mí, eso no le gustará a nadie.
Kagura y Sougo se separaron a regañadientes, sólo para observar al sensei abandonar el salón con paso despreocupado. Definitivamente ese hombre quería ver el mundo arder. Alzó el brazo a modo de despedida y los dejó a ambos con ganas de arrancarse la cabeza.
—Lo haremos en la biblioteca —masculló Sougo, posando la mochila sobre sus hombros—. No quiero tu molesta presencia en mi casa.
Kagura alzó las cejas, y comenzó a reír.
—Por supuesto que no iré a tu casa idiota, ni a la biblioteca, no aceptaré tus estúpidas tutorías que ni necesito —la pelinaranja lo imitó y se colgó su maleta, acomodó sus lentes y se dispuso a salir del salón—. Hasta nunca, sádico.
No, no, no. Si no le daba las malditas tutorías, sería sancionado, y no quería darle un disgusto a su hermana. Sacudió la cabeza exasperado, tendría que tragarse su orgullo.
La tomó de la muñeca antes de que se marchara, con tal fuerza que la hizo quejarse.
Oh no, mala idea.
La mano libre de Kagura apretó la de Sougo que la apresaba, él sintió los huesos de su muñeca quebrarse, hasta que él la soltó.
—No me toques, imbécil.
—Si no quieres tener problemas, será mejor que aceptes, esto nos afecta a ambos.
—Los problemas me importan una mierda, no pasaré más tiempo del necesario contigo.
—Como quieras —dijo con malicia—. Será divertido ver cómo no sólo tu padre, si no también tu madre y hermano, se quedan completamente pelados cuándo descubran que su inocente Kagura quedó expulsada del instituto por conducta inadecuada.
—Soy una yato, pelear no es una conducta desadecuada.
Okita meneó la cabeza, la estúpida ni siquiera sabía hablar. Eso no evitó que la empujara contra la puerta cerrada, y apresara sus muñecas con la mano sana que le quedaba, a riesgo de perderla también. ¿Cómo torturaría ahora a Hijikata?
—No me refería a pelear, pensaba conductas más perversas —murmuró en la oreja femenina, para luego dar una lamida y apartarse rápidamente—. Ugh, que asco me ha dado eso.
Kagura gritó, acalorada de la cólera y le propinó una patada en la entrepierna.
—Jódete sádico.
Sougo se incorporó como pudo, caminó adolorido y abrió la puerta, pasando por un lado de Kagura.
—Ya te dije china, me da igual que me expulsen, pero seguro tu padre te mandará a otro planeta cuándo se entere que no eres tan pura y casta como haces creer.
—Cállate, no tienes idea de lo que hablas.
—¿Debería preguntarle al Danna entonces?
Kagura enrojeció, le dio una bofetada y lo empujó para salir del salón.
—No lo olvides china, mañana en la biblioteca, a las dos.
La chica pateó la puerta al salir, y corrió dando tumbos y golpes a su paso.
No, no le daría el gusto. No se dejaría chantajear por él. Su familia creería en ella y no en él, ¿no son así las familias?
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[1] Referencia al episodio piloto: Buscando las semillas, de la serie animada para adultos de Adult Swim: Rick y Morty. La mega semilla tiene como efecto colateral la súper inteligencia temporal. Si no la han visto, es una serie que les recomiendo mucho, posee ese humor negro que tanto nos gusta, y está llena de parodias.
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N/A: Estoy de vuelta, y espero que les guste mucho este nuevo fic que comienzo. Cómo dice el título, esto no es una historia de romance, si no de terror. Para Kagura sería realmente terrorífica la idea de enamorarse de Sougo, ¿no? Esta historia será diferente a Crap potion, no esperen algo parecido a lo que escribí allí, advierto de una vez. De todas formas, apreciaría mucho sus comentarios, cuéntenme qué les parece, qué opinan, qué les gusta, que no, lo que quieran: sugerencias, críticas, declaraciones de amor, insultos, etc. No esperen, insultos no, de resto sí, lo que quieran. Llevo tiempo lejos del fandom, por favor, compréndanme. xD
Y sí, en esta historia Kouka está viva -corazón-.
—Junio 14 de 2017—
