Hola a todos:

Este es el primer fic que publico, así que, sean condescendientes conmigo. Mi editor (que es mi hermano) me dijo que es la única cosa que he escrito que merece ser publicada... ¡pero no es cierto! Por eso espero que me dejen muchos reviews y prueben que se equivoque...

Bueno... supongo que tengo que decir que en este fic hay personajes que no me pertenecen, que son de J. K. Rowling, o de quien sea, y que sólo escribo con el fin de divertirme.

ªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªª

Capítulo I: Conociéndonos

            La campanilla de la puerta sonó, y él levantó la cabeza de forma casi automática. Vio entrar a una  mujer, con un vestido largo, de fondo blanco, estampado con pequeñas flores rojas. Llevaba un saco de croché, posiblemente a modo de túnica. En la mano, un bolso de paja, o de otro material similar. En la cabeza, un sombrero del mismo material que el bolso, adornado con un pañuelo y una flor roja. Sus cabellos eran de un color entre el oro y el castaño claro, y los llevaba sueltos.

            -Buenas tardes -dijo acercándose al mostrador.

            -Buenas tardes señora Diwan. ¿En qué puedo servirla?

            -Mi padre me ha enviado con una lista de todos los ingredientes que necesita.

            -Ha venido en el momento justo, ayer mismo recibimos mercancía.

            -Me alegro mucho. Aquí tiene la lista –la mujer sacó un pergamino de su bolso, y se lo entregó al hombre que atendía la tienda.

            -Muchas gracias señora. Iré a buscar todo esto al depósito. Será mejor que se siente –dijo señalando un juego de living que había en una esquina del negocio, bastante bien escondido- Esto puede tardar un rato.

            La mujer sonrió, se dio media vuelta, y se dirigió a una niña de cabellos rubios y lacios, que estaba parada junto a la puerta. Con una carga bastante considerable.

            -Nina, vamos, siéntate. Cuando el señor Dickerson dice que demorará, así será.

            -Mamá, estoy aburrida. –dijo la niña cuando llevaban una rato sentadas en los sillones.

            -Nina, ya sabes que tenemos que comprarle todas estas cosas al abuelo Roy. ¿Por qué no lees uno de tus libros? El de pociones estoy segura que te resultará agradable.

            La niña buscó el libro entre sus paquetes, y cuando lo encontró, se recostó en el sillón donde estaba sentada. La mujer, por su parte, se puso de pie, y comenzó a caminar entre los ingredientes que allí vendían.

            -¿Algo más?

            El hombre que venía observando la escena dio un respingo.

            -¿Disculpe?

            -Le pregunté, señor, si le hacía falta alguna otra cosa.

            -Sí, Brown. Lo único que me hace falta es un kilo de corazones de sapo.

            Brown, el muchacho que estaba atendiendo al hombre fue hacia atrás del mostrador, y abrió un barril de madera.

            -Pro... digo, señor, ¿frescos o disecados?

            -Mejor medio y medio Brown.

            -¿Necesita algo más?

            -No, por ahora no.

            -Entonces serían... trece galeones y cinco sickles.

            Después de pagar al encargado, el hombre tomó las cinco bolsas que contenían sus compras, y salió al callejón, donde la gente iba de un lado a otro, con sus compras, y demás cosas.

            Fue caminando hasta su apartamento, después de todo, quedaba solo a cinco cuadras de caldero chorreante. Le molestaba ver tantos muggles en las calles, pero, a final de cuentas, era su culpa. Nadie le había mandado comprarse un piso en una zona no-mágica.

            Subió las escaleras de su edificio, y llegó hasta su apartamento. Era muy ordenado, a decir verdad, especialmente para un brujo, pero igual no le importaba mucho como lo tenía, ya que pasaba muy poco tiempo en él. No mucho más de dos meses al año. Hogwarts era su hogar. El único lugar donde sabía que siempre lo esperaban con brazos abiertos. Donde nadie le recordaba del pasado, por más que estuviera siempre allí, latente, a punto de salir a la superficie, como la lava de un volcán.

            Sintió un golpeteo en la ventana de su habitación. Era una lechuza, del colegio. La tomó, sin mucho interés. Ya sabía lo que diría, por lo que no se molestó en absoluto.

            Estimado Profesor Severus Snape,

                        Por la presente, se le comunica, que deberá presentarse el próximo treinta y uno de agosto, en le Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Se ruega a usted que avise con al menos veinticuatro horas de anticipación, si no podrá concurrir en la fecha establecida, ya que sus funciones incluyen también la vigilancia de los alumnos de su casa, y demás tareas correspondientes al cargo de jefe de casa.

Saluda a usted cordialmente,

Minerva McGonagall

Subdirectora

            -Supongo que tendré que terminar estas pociones antes de esa fecha. –dijo para si mismo en voz alta- y tendré que ir a visitar hoy a Dumbledore. Hace ya algunos días que no voy por allí.

            Empezó a almacenar todas sus cosas, y a preparar el caldero. Lo mejor era empezar lo antes posible. Sacó un libro de su biblioteca, y lo abrió en la página indicada. Ya se sabía la poción de memoria, pero, de cualquier manera prefería estar seguro de que la estaba haciendo bien.

            Mientras tomaba el tiempo que debía revolver la poción, escuchó que alguien llamaba a la puerta.

            -¿Quién demonios será?

            -Buenos días señor Snape –dijo una niña de cabellos negros como el carbón, y la tez blanca como la nieve cuando él abrió la puerta. Tenía los ojos negros como la noche- mi madre me ha pedido que le traiga esto.

            La niña, que se llamaba Petra Duckworth, tenía un paquete verde, con una moña plateada. Severus se quedó unos instantes mirando el paquete, como si pensara que en él traía una bomba.

            -Mi madre dice que es su cumpleaños. ¿Es cierto?

            -No, no lo es. –dijo él con calma. No podía tratar a esa niña como cualquier otra, había algo en ella que era especial- es en setiembre.

            -Ah... creo que ella dijo algo sobre que usted nunca está para esas fechas.

            -Es que yo trabajo en un colegio interno... dime, Petra, ¿quieres entrar?

            -No sé... mi madre salió, no sé si me deje estar aquí.

            -Estoy seguro que te dejará. Entra, tengo algunos bocadillos.

            Él tomó el paquete y ella entró con una mirada extraña en los ojos.

-Siéntate –le dijo él- en el living. Ya iré a buscar algo a la cocina.

            Cuando entró a la cocina, se dio cuenta que el caldero todavía estaba en el fuego, y casi era el momento de apagarlo. Mientras sacaba algunas cosas que le había enviado Dumbledore de regalo 'por ningún motivo en especial. Pero creo que deberías endulzarte un poco', le agregó las uñas de dragón a la poción, que ya estaba afuera del fuego.

            La niña estaba parada junto a la ventana, y miraba a la calle, en dirección al Caldero Chorreante.

            -Ven, Petra, puedes sentarte. Te traje algunas golosinas.

            -Sabe, señor Snape, yo también voy a ir a un colegio interno. No sé bien donde queda, pero creo que en Escocia. ¿Qué es lo que enseña usted?

            Severus lo meditó por un momento. ¿Qué le diría a esa muggle?

            -Química –dijo por fin- y el colegio al que yo enseño, también queda en Escocia.

            -Señor Snape... ¿no va a abrir el regalo?

            -¿Qué? Oh... s

            Severus abrió la caja con cuidado. Dentro, vio que había una daga de plata, con incrustaciones de esmeraldas en el mango.

            -¿Qué se supone que es esto?

            Él reconoció la daga de inmediato, había sido de todos los primogénitos de su familia por años, y, por su puesto, también había sido suya. Pero hacía años que no la veía, la había empeñado hacía más de diez años, cuando necesitaba dinero, cuando todo aquello había ocurrido.

            -¿Dónde lo conseguiste? –fue lo único que pudo decir

            -¿Le gustó? Mi madre lo vio cuando fuimos a comprar mis cosas para el colegio. El hombre que la vendió dijo que estaba barata, porque a nadie parecía interesarle, pero mamá pensó que era muy bonita, y que a usted le podría gustar recibirla de cumpleaños.

            -¿Sabes por qué dijo eso?

            -No, no tengo la menor idea.

            Severus se quedó mirando a la chica por unos instantes. ¿Las cosas del colegio? La tienda de empeño estaba en el callejón Diagon, entonces, ella debió comprar sus cosas allí...

            -Veo que le gusta el verde –dijo ella mirando el living. Era verdad, él había tapizado todo el lugar de color verde, como las habitaciones de Slytherin- personalmente, prefiero el plateado. Me parece delicado, pero a la vez poderoso. No tanto como el dorado.

            -¿Por qué dices que es poderoso? El oro siempre ha movido al mundo. Yo diría que ese es más poderoso.

            -No me interesa el oro. El oro es muy común, ya le dije, la plata es más delicada, más femenina. Usted debe saber algo de eso, después de todo, es profesor de química.

            -Dime, Petra, ¿sabes como llegar a Hogwarts?

            La niña se quedó callada por unos instantes, mirando al profesor a los ojos. '¿Cómo supo?' Pudo ver claramente.

            -¿Usted es un brujo?

            Severus sonrió. Un brujo, era más que eso.

            -Seré tu profesor. De pociones.

            Ella seguía sin entender. Él miró su rostro, tan blanco. Lleno de pecas, tan fresco.

            -No me ha respondido la pregunta.

-Si, soy un brujo. –respondió él.

            -Se... se... será mi profesor... –dijo ella en voz baja.

            -¿Te sorprende?

            -Es que nunca... nunca me imaginé algo así. Usted siempre me pareció una persona extraña, pero nunca un mago. No... nunca me lo imaginé. Salen olores raros de su casa, sí. Y no se viste como nosotros, pero, un brujo... nunca pensé. Bueno, nunca se me hubiera ocurrido. Sabe, hace poco que sé sobre esto de la magia. Pero igual, yo siempre me consideré rara. Podía hacer cosas que otros no, oír cosas que otros no, ver más allá de mis ojos. Siempre me pareció... distinto...

            -¿Hace cuanto recibiste la lechuza? –Severus estaba tratando de ser cortés. Ella, por más que le cayera bien, era su alumna. Lo iba a ser.

            -Hace como un mes y medio. Fue muy raro. Ni papá ni mamá se inmutaron, el que me explicó todo el asunto se sorprendió mucho con la reacción de mis padres.

            -¿Y cuanto sabes del mundo mágico?

            -Muy poco, casi nada a decir verdad. ¿Qué es lo que debo saber?

            -Primero que nada, que todo está en un inmenso caos. Existe un mago, uno malvado, aterrador, no sé si hay un adjetivo para describirlo. Ese mago, que yo llamo, Señor Oscuro, tiene enormes poderes, magia oscura, y un número de seguidores. Algunos de ellos están en la cárcel, la prisión de Azkaban, porque hicieron cosas atroces. Se llaman a si mismos, Mortífagos. Todos les temen, hace no mucho tiempo, un año, él volvió. Digo volvió, porque, aunque no estaba muerto, era muy débil. Débil, porque hace unos quince años, un chico, que entonces era sólo un bebé, lo debilitó. Tanto, que el Señor Oscuro tuvo que huir. Hace más de quince años, le mundo mágico estaba inmerso en un terror como este. Gente moría, tus amigos, brujos y muggles, amigos y enemigos. Ya no sabías en quien confiar. Ningún lugar era seguro, ningún lugar estaba a salvo de su ira, si te le enfrentabas.

            Severus la miraba a los ojos, como hacía para intimidar a sus alumnos. Él había omitido partes que se referían a si mismo, como, especialmente, el hecho de que él mismo había sido mortifago. Petra, por su parte, no dijo nada por unos instantes, era como si estuviera tratando de digerir todo eso.

            -¿Porqué es tan temible? Digo, si todos sus seguidores están presos no...

            -No, Petra. Ellos están presos ahora, pero no será por mucho. La prisión ya no tiene guardias, ellos están del lado del Señor Oscuro. Además, no son todos. Algunos aún están libres, y él sigue juntando seguidores...

            -¿Para qué?

            -Sabes, algunos magos, creen que la gente como tú, de origen muggle no es lo suficientemente buena. Que no son brujos y brujas dignos. Creen que lo que ellos llaman sangre-sucia tendría que ser erradicado del planeta. Son gente peligrosa, muy peligrosa. Lo que te recomiendo es que cuides tus espaldas, a todo momento. No tanto en Hogwarts, ya que Albus Dumbledore es el director. El único hombre al que el Señor Oscuro teme, el único hombre...

            -Y... ese, Señor Oscuro, ¿por qué le teme? –interrumpió ella.

            -El profesor Dumbledore posee grandes poderes. Pero será mejor que tu le llames el Innombrable, o Quien-tu-sabes...

            -¿Por qué no como lo hace usted? ¿Por qué usted no le llama Innombrable?

            -Esos son mis asuntos... no hablemos más de ese tema. Hogwarts es un tema bastante más interesante.

            -¿Por qué?

            -Porque yo se lo indico, señorita Duckworth. Y, no siga insistiendo, o la pondré en detención.

            -Como usted diga, profesor. –dijo ella con cierto resentimiento en la voz.

            -Bien. El colegio Hogwarts fue fundado hace algo más de mil años, por cuatro magos excepcionales de la época. Ellos se llamaban Salazar Slytherin, Rowena Ravenclaw, Helga Hufflepuff, y Godric Gryffindor. Ellos eran muy buenos amigos, pero, eran también muy distintos, lo que no hacía fácil la convivencia. Y, al final, Salazar Slytherin terminó abandonado el colegio. De cualquier manera, hay cuatro casas en honor a cada uno de ellos: la casa de Slytherin, que es para aquellos capaces de conseguir lo que se proponen, la de Ravenclaw, para los inteligentes, Hufflepuff, para los trabajadores, y Gryffindor, para los valientes.

            -¿Usted estudió allí?

            -Como no. En la gloriosa Slytherin.

            -¿Cree que yo llegue a estar en ella?

            -No... no creo –respondió, tratando de esquivar las verdaderas razones- no creo que vaya contigo. Ten –el se acercó a su biblioteca y tomó un libro grueso que decía 'Hogwarts, una historia' –aquí tienes. Este libro te gustará. Pero será mejor que vayas a tu casa. Tu madre llegará pronto.

            Severus se quedó mirando como la chica salía de su apartamento. Era eso, la chica le llamaba la atención porque era bruja... o quizás era algo más. Había algo en ella que le resultaba familiar, pero de una manera perturbadora.

            -Buenos días señora Diwan.

            -Oh, buenos días Matt. ¿Qué haces aquí? Hoy no es tu día...

            -No, no. Ya sé. –la interrumpió él- Sólo pensé que le gustaría llevar a Nina a King Cross, ya sabe, hoy es su primer día en Hogwarts. Ni se preocupe... no le cobraré horas extras...

            -¿Te parece buena idea?

            -Oh sí.

            Ella miró unos instantes al hombre que acaba de entrar a la tienda. Su nombre era Matt West, un futuro Curandero, que trabajaba a modo de pasantía en el negocio de su familia, desde que había comenzado sus estudios. Tenía él veintitrés años, un cuerpo fornido, pero no era muy alto que digamos. Tenía los cabellos pelirrojos, pero muy cortos, la cara con múltiples pecas, y los ojos celestes. Era un muchacho amable, especialmente con Nina.

            -Bueno, si insistes... ya sabes. Mi padre está abajo.

            -El señor McRoy está abajo... entiendo.

            -¡Nina! Baja ya, que es hora de salir.

            Una niña bajó corriendo las escaleras. Llevaba unos vaqueros, y una blusa verde. También traía un ave en una jaula, una pequeña lechuza colorada. La niña era rubia, de cabellos bien lacios. Tenía la cara alegre, y los ojos color ámbar le brillaban de la emoción. Era delgada, y algo alta para su edad. Su madre la adoraba. Era el calco de su padre, en todo, sólo que era niña.

            -¿Tu me acompañarás? Pensé que tendría que ir sola.

            -No, no más. Matt vino a suplantarme.

            -Bien... no tenía muchas ganas de ir sola

            -¿Dónde están tus cosas? ¿En el living?

            Su madre fue hasta el living, tomó el baúl, y lo hechizó, para que quedara más liviano. Salieron al jardín, y luego de que su madre apuntara con su varita al aire, el autobús noctámbulo apareció frente a su casa.

            Luego de un rato, el autobús finalmente llegó a King Cross. Madre e hija se bajaron algo mareadas, pero no tardaron en encontrar la plataforma.

            -Bien, Nina –le dijo su madre dándole un abrazo- ya sabes. Cualquier cosa, escríbeme. Estaré esperando a ver en que casa quedas, así que escríbeme lo más pronto que puedas. Sabes que sin importar la casa en que estés, todos estaremos orgullosos.

            Nina sonrió. Ella sabía que era cierto. Su abuelo había estado en Slytherin, que su madre era de Ravenclaw, su padre de Hufflepuff, y Matt de Gryffindor, así, no importaba cual fuera, todos estarían orgullosos.

            -Chau mamá. Te voy a extrañar.

            -Yo también... yo también...

            Nina subió al vagón con cierto recelo. No estaba demasiado lleno todavía. Miró su reloj... aún eran las 10:30. Faltaba mucho tiempo para que salieran de la estación. Entró a un compartimiento vacío, y soltó a su lechuza para que pudiera moverse con comodidad. Luego de colocarse su uniforme, miró por la ventana hacia la plataforma, en busca de su madre, pero ella ya se había ido. Tomó un libro de su baúl, sobre botánica, y se acomodó en el asiento.

            -Buenos días.

            Nina levantó la cabeza de forma brusca, al oír que alguien le hablaba

            -¿Qué? Ah... buenos días.

            -Me preguntaba, si podría compartir el lugar contigo. No encuentro ninguno vacío. Llegué encima de la hora...

            -Si... supongo...

            -Gracias. Mi nombre es Petra Duckworth.

            -Nina Diwan. Mucho gusto

            -Dime, ¿en qué casa estás?

-No, no... yo soy de primero...

-¿En serio? Pareces mayor... ¿sabes en qué casa vas a estar?

-No, nadie lo sabe. Yo puedo estar en cualquiera, los antecedentes de mi familia y de cómo crecí pueden ser cualquiera...

-El único brujo que conozco es de Slytherin –dijo Petra en voz baja.- un vecino.

-¿Eres hija de muggles?

-Ajá. No sé como será vivir en una familia de brujos.

-Bueno, mi familia es algo normal, a sacar, claro, el hecho de que son todos de casas distintas, y... bueno... lo de mi padre.

Parecía como si a Nina le costara trabajo hablar de eso.

-¿Qué sucedió? –preguntó Petra, con su habitual falta de tacto.

-Fue hace muchos años. No lo recuerdo para nada. Mi madre dice que me parezco a él. Mi padre trabajaba en Gringotts.

-¿El banco?

-Sí, el mismo. Estaba trabajando en China hacía unos meses, lo habían transferido allí. Mi madre y yo estábamos por mudarnos con él. Hasta que una noticia terrible llegó. Mi padre había muerto, atacado por un bola de fuego chino.

-¿Qué es eso?

-¿Un bola de fuego? Es una especie de dragón. Mi madre quedó destrozada, pero, con el tiempo, se ha venido recuperando. Mi padre se llamaba Godfrey Diwan, pero todos le decían 'Droxie', no sé por qué. Pero por eso llamé así a mi lechuza.

Ella señaló a una bola negra emplumada que volaba por el compartimiento.

-¿Qué es lo que hace tu madre? –Petra estaba muy interesada en saber que hacían los brujos para vivir, además del señor Snape.

-Bueno, mi madre trabaja en la tienda de pociones de mi abuelo. Ella hace más que nada la parte de atención a los clientes. Mi abuelo es el que prepara las pociones. Aunque a veces yo ocupo, o ocupaba, su lugar en el mostrador, y ella ayuda a mi abuelo en las más difíciles. Además está Matt, un estudiante en San Mungo.

-¿En dónde?

-En el hospital mágico. Es especialista en pociones, dice que es gracias a haber trabajado en la tienda. No sé si será cierto. Matt es como un hermano mayor para mí. Yo crecí con él trabajando con mi madre y mi abuelo. Bueno, yo crecí entre calderos. Sé preparar algunas pociones básicas, pero, por su puesto, nunca me dejarían preparar multijugos o veritaserum.

Petra meditó por unos momentos. Estuvo a punto de preguntar qué eran esas pociones, pero prefirió quedarse callada. No quería parecer una ignorante.

-¿Qué hay de tu familia? –esta vez era Nina la interesada en saber sobre la otra. Nunca había oído mucho del mundo muggle.

-Bueno, mi padre trabaja en un banco, igual que el tuyo. Pero claro, uno muggle. Mi madre... mi madre no trabaja a tiempo completo, o sí. No lo tengo muy claro todavía. Bueno, ella es periodista, periodista política. Trabaja muchísimo en época de elecciones, pero cuando no, se pasa mucho tiempo en casa. Como ahora. Tendrá alguna entrevista que otra, pero no mucho más. Hay veces que no están en casa en todo el día. En especial mi madre. Se va antes de que me despierte, y llega cuando ya estoy dormida. Conocí a mi vecino una vez que mi madre le pidió si me podía cuidar. Tendría unos cinco o seis años. Era verano, pero las noticias no se toman vacaciones, dice mi madre, y mi padre estaba con problemas con los accionistas del banco, así que, se tenía que quedar hasta tarde. Él no tenía muchas ganas, pero, al final aceptó.

-¿Dónde es que vives?

-En Londres, cerca del Caldero Chorreante. Sabes, nunca me había dado cuenta que estaba allí, hasta que recibí mi carta.

-Yo vivo en Porthmouth. En la zona mágica de la ciudad. Pero vamos a Londres seguido, cuando mi madre tiene ingredientes que comprar.

Las dos hablaron por horas. Se contaban cosas una a la otra de los mundos de donde venían.

Noc, noc.

-Adelante.

Un chico rubio, con una insignia en el pecho, una serpiente, apareció en el umbral de la puerta.

-Pónganse sus túnicas niñas. –dijo él sin interés- estamos por llegar.

-¿Ya?

-Sí, sí. Ya.

Petra lo miró con cara rara.

-¡Qué pesado! –fue su comentario cuando salió.

-Deberías ponértela. –dijo Nina- ya estamos por llegar

-¡No puede ser!

-¿Qué? ¿Has olvidado la túnica? –Nina tenía la impresión de que los muggles eran medio despistados.

-No, no. Va a empezar a llover. Allá se ven algunos relámpagos.

Nina miró por la ventana. Era cierto. El cielo estaba cubierto de nubes y se veían los relámpagos por todos lados.

            -¡Los de primer año! ¡Los de primer año! –Nina y Petra escucharon a un hombre gritar desde lejos.

            -Supongo que es para nosotras.

            Las dos niñas se acercaron al hombre, que era enormemente alto, y las dos lo miraron con la boca entreabierta por unos instantes.

            -¿Están todos? –dijo el hombre- Síganme.

            Todos los alumnos lo siguieron hasta el lago, donde una flota de botes los esperaba para cruzarlo. Nina y Petra se subieron juntas en uno, junto a otras dos chicas. Poco a poco, pudieron ir viendo la figura del castillo erguirse sobre un peñasco.

            -Gracias Hagrid –dijo una mujer de aspecto severo, pero algo cansado cuando llegaron al castillo. –de ahora en más, son míos. Ahora puedes ir al comedor.

            La mujer estuvo contemplándolos a todos durante unos instantes, como si estuviera buscando que decir.

            -Buenas noches a todos –dijo por fin- sean bien-venidos al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Mi nombre es Minerva McGonagall. Cuando crucen estas puertas, pasaran a la prueba de selección, para integrar una de las casas del colegio, cada una con una historia brillante, sus tradiciones, sus características. Esas casas serán su hogar lejos de casa. De acuerdo a lo que hagan, las casas ganarán puntos, o perderán. Sin importar cual sea, sé que estarán orgullosos de estar allí. Esas casas son Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin. En un momento pasarán a la selección.

            Nina y Petra entraron al Gran Salón casi temblando. No estaban seguras que esperar, pero podían ver que todos los ojos del Gran Salón los miraban con aprehensión.

            Petra pudo ver que sobre un taburete, frente a todo el colegio, había un sombrero viejo y raído. Nina, por su parte, miraba asombrada el techo. Le habían dicho que era impresionante, pero nunca se había imaginado que fuera así.

            De repente, una ranura se abrió en el sombrero, como una boca, o algo similar, y éste comenzó a cantar:

Puedo ver, lo que no puedes ver,

Puedo sentir, lo que no puedes sentir.

Soy lo que soy, y tu eres lo que eres.

No soy el que decidirá tu tiempo

Tu lo has hecho toda tu vida.

Por eso, tu casa, no es más que un paso.

Tu futuro, no es más que el reflejo del pasado.

Porque, ya no importa, no, no importa.

Si eres astuto como un Slytherin,

O valiente como un Gryffindor.

Si eres inteligente como Ravenclaw,

O trabajador como Hufflepuff.

No importa, no importa la casa, no importa.

Sólo importa quien eres, y quien quieres ser.

Y recuerda, que los verdaderos amigos

Están allí desde siempre.

Y que eres quien eres,

 Y no quien yo decida que eres.

Todo el gran salón aplaudió con ganas. Nina no entendía mucho de que se trataba todo eso, quizás por los nervios, o por la canción en sí. Pero no tenía las cosas muy claras.

-Ahora –dijo la profesora McGonagall- los iré nombrando, y, de a uno, se irán poniendo el sombrero, que decidirá a que casa irán. Adams, Caroline.

Una chica morena subió temblorosa al taburete, y la profesora le colocó el sobrero, el cual le quedaba tan grande que le cubría la mitad de la cara. La niña seguía temblando de pies a cabeza, eso no era difícil de darse cuenta, pero tras unos instantes el sobrero dijo en voz alta.

-¡SLYTHERIN!

Una mesa más apartada, aplaudió con entusiasmo, así como los profesores. Adams, Caroline todavía temblaba cuando llegó a su mesa. De a uno, los alumnos fueron llamados.

-Diwan, Nina.

Nina pudo sentir que todos los ojos estaban puestos en ella, y, a decir verdad, se sintió algo aliviada cuando el sombrero cubrió su propio rostro.

-¿Qué tenemos aquí? –dijo una vocecita dentro de su cabeza, tras un largo silencio- la verdad es que tienes de todo un poco... esta va a ser una elección complicada. No sé si difícil. Podría decir que te pareces mucho a tu madre...

-¿No era que me parezco a mi padre? –pensó Nina.

-Es cierto... –le respondió la vocecita- pero aún así, eres más parecida a tu madre, en como eres. Por eso, te colocaré en ¡RAVENCLAW!

Nina  se puso de pie de un salto, y se quitó el sombrero. Pudo ver que una mesa la aplaudía con entusiasmo, y se dirigió a ella sin pensar. Se acomodó en uno de los asientos reservados a los de primero, y se quedó con los dedos cruzados, esperando que Petra quedará en su misma casa, ya que era ella la que ahora estaba bajo el sombrero.

Petra quedó mirando al sombrero, boquiabierta. Sabía, por el libro que le había prestado el señor Snape que la ceremonia de selección involucraba a un sombrero, pero nunca se imaginó que el sombrero hablara.

Con la mirada, Petra dio un vistazo al recinto, y se encontró con la mirada de su vecino. Ella le sonrió, pero él no pareció devolver la sonrisa.

-Diwan, Nina

Petra miró a su nueva amiga, y vio lo nerviosa que estaba. Estuvo sentada bajo el sombrero un minuto o dos, lo que para Petra pareció una eternidad, ya que ella sería la próxima.

-¡RAVENCLAW! –gritó el sombrero, y Petra comenzó a acercarse lentamente al frente de la fila.

-Duckworth, Petra –dijo la profesora McGonagall

Petra se apresuró a llegar al banco, tratando de parecer más confiada de lo que realmente estaba.

            Severus oyó el nombre de su vecina, y sonrió para sí. Se vio totalmente sorprendido por su propia reacción. La pequeña Petra parecía estar bastante confiada. Todavía no podía entender qué tenía esa niña que hacía que se comportara distinto que con otras de sus alumnas.

            Petra miró a la multitud unos instantes antes que el sombrero le tapara la cara, y sintió como el estómago le daba un vuelco.

            -Mm... –Petra sintió que alguien le hablaba al oído- muy interesante... podría decirse que quedarías bien en Slytherin... estoy seguro de que lograrás tus metas. Tienes esa iniciativa, esa voluntad para cumplir lo que te propones, además, lo tienes dentro de ti. Sin embargo, Ravenclaw no sería tan mala opción, tienes esa sed por el conocimiento, esas ganas de aprender todo lo que te sea posible... tal como tu madre... es una pena que tu padre piense como piensa. Diría que te pareces bastante a tu padre en muchas cosas. Sin embargo, supongo que será más seguro para ti si vas a ¡RAVENCLAW!

            Petra salió algo mareada de su selección. No entendía mucho lo que el sombrero le había dicho. Le había hablado de sus padres... era raro. Sí, su madre tenía locura por aprender, era cierto, pero... ¿qué quiso decir con lo de su padre? ¿Cómo pensaba su padre? A ella no le parecía que fuera una lástima, a no ser que...

            -¡Qué bien! ¡Nos tocó juntas!

            -¿Qué? –Petra todavía no había bajado de la nube cuando se sentó en la mesa de su casa- ¡Ah sí! ¡Qué bien! –respondió ella tratando de sonar animada, aunque no se había recuperado del todo de las palabras del sombrero.

            La selección transcurrió con normalidad hasta de Whitelaw, Agnodice fue seleccionada en Slytherin. Después de eso, el director Albus Dumbledore dio su discurso de bienvenida, presentando a la profesora Escott, que iba a dar Defensa Contra las Artes Oscuras.

            -¡Que comience el festín! –dijo el director, y las mesas se llenaron de comida.

            -Mira, Petra –dijo Nina señalando a una mujer semitransparente que volaba sobre la mesa de Ravenclaw- esa es la Dama Gris, el fantasma de Ravenclaw.

            -Bien... –dijo Petra. Ella no le prestaba mucha atención. Estuvo pensando en lo que le había dicho el sombrero seleccionador sobre su padre- Oye...

            -¿Qué?

            -Hay algo que no entendí muy bien... el sombrero me quería poner en Slytherin, pero el señor Snape me había dicho que no encajaría en Slytherin...

            -¿Snape? ¿Conoces a Snape? –preguntó Nina ignorando completamente la pregunta de Petra- sabes, me han dicho que es un profesor total y completamente insoportable. Dicen que es muy imparcial, y sólo favorece a Slytherin...

            -No... digo, si, lo conozco, pero no me parece que sea como dices. Es un poco cerrado, pero es amable conmigo... Pero no me contestaste mi pregunta... ¿podría estar yo en Slytherin?

            -Eh... –Nina vaciló un momento, no quería sonar ruda, no quería herirla- lo que sucede... es que en Slytherin no se permiten personas que no sean de linaje mágico, y como tú eres de origen muggle, no creo que hubieras podido entrar.

            -Pero... el sombrero quería ponerme en Slytherin...

            -No te atormentes, no llegarás a nada. Además, ya estás en Ravenclaw... vas a ver como sí encajas aquí. Nunca podrías encajar en Slytherin, ellos desprecian a los... –Nina pensó un momento. Estuvo a punto de decir sangre sucia pero se contuvo- a los que son como tu.

            -¿Cómo yo?

            -Sí... de familia no mágica.

            -Mira –chilló Nina la mañana siguiente cuando le entregaron sus horarios- ¡ahora tenemos pociones!

            -¡Bien! –dijo Petra- tengo que hablar con el señor Snape.

-Deja ya de llamarle señor, es tu profesor. Tenemos con Slytherin... me pregunto si será tan del favoritismo como dicen...

-Deja ya eso, ¿quieres?

-No te enojes... mañana tenemos herbología, con Hufflepuff, y tendremos también clases de vuelo con ellos.

-¿Tenemos alguna clase con los de Gryffindor?

-¿Qué? ¿Acaso te gusta alguno de ellos?

-Imbécil. –dijo Petra por lo bajo.

-Voy a hacer como si no hubiera oído eso último. Con Gryffindor tenemos... Historia de la Magia. Una materia muy interesante para quien quiera quedarse dormido... eso dice Matt. ¿Vamos?

Las dos salieron del Gran Salón, en busca del salón de Pociones. No conocían el camino hacia tal lugar, y pronto se perdieron. Por suerte, se encontraron con una chica bastante mayor que ellas, que llevaba una insignia de prefecto en el pecho.

-¿Dónde queda el salón de pociones? –preguntó Petra sin mucha educación.

-Por aquellas escaleras –la chica indicó las nombradas escaleras- llegarán a las mazmorras. Tomen el primer camino hacia la izquierda, y caminen hasta el final. Allí verán que el camino se abre en dos. El de la izquierda lleva al despacho de Snape, y el de la derecha al salón.

Las dos bajaron las escaleras, y se encontraron en un pasillo de piedra, con antorchas en las paredes.

-No me gusta este lugar –dijo Nina tocando una de las húmedas paredes- me da escalofríos.

Petra la miró de reojo, pero siguió caminado.

-Muy bien –dijo Petra cuando llegaron a la puerta del salón- este debe ser.

Trataron de abrir la puerta, pero no pudieron. Estaba trancada.

-Tendremos que esperar a que lleguen los demás. Faltan quince minutos para que empiece la clase... sólo nos queda esperar... –dijo Petra recostándose contra la pared.

Pero no tuvieron que esperar mucho, al poco rato llegó una chica de Slytherin. Ella tenía el cabello castaño, atado en una trenza que estaba adornado con una moña doble, con dos cintas, una verde y la otra plateada. Tenía unos hermosos ojos verdes, que resaltaban de una manera impresionante. Pero aparte de eso, su aspecto no era muy bueno. La ropa le quedaba toda grande, como una bolsa de papas, y había perdido mucho color. En lugar de negra, parecía de un color gris rata. La excepción era su falda, que le quedaba impecable, pero apenas se veía entre todo ese bulto de tela.

-Hola –dijo ella sin darle mucha importancia a su aspecto, y apoyándose en la pared opuesta a donde estaba Petra- mi nombre es Agnes Whitelaw.

-Nina Diwan

-Petra Duckworth.

Ni Petra ni Nina parecía saber que decir, o quizás, no querían hablar con ella. Las tres se miraban de reojo de vez en cuando, hasta que Agnes Whitelaw decidió romper el hielo.

-¿Les gusta pociones?

-No sé –dijo Petra secamente- nunca he hecho una

-A mí sí –dijo a su vez Nina, y mirando con cara de reprobación a Petra- yo crecí entre pociones. Sabes, mi familia tiene una tienda de pociones. Pero yo quiero trabajar en San Mungo.

-Yo también –dijo Agnes sonriendo- siempre he querido hacer eso. Me encantaría poder llegar a serlo algún día. Pero estuve leyendo el libro de pociones, y hay cosas que no las manejo muy bien. Digo, yo he hecho pociones desde... desde muy chica, pero todo siempre fue a ensayo y error. Y no soy muy buena que digamos

-¿Cómo puede alguien saber que va a ser dentro de siete años? –dijo Petra enojada e incrédula.

-Vamos... Petra... no te pongas así. Cuando llegues a séptimo, ya vas a tenerlo todo claro.

Petra sonrió, pero no de muy buena gana. Sin embargo, ella siguió con la conversación, que se tronó mucho más animada y distendida. Al rato, el resto de sus compañeros comenzaron a llegar. Para ese entonces, parecía que las tres se conocían de toda la vida.

-Buenos días clase –dijo el profesor Snape entrando al salón, cuando ya todos sus alumnos estaban ubicados. -Les tendré que pedir que hagan silencio.

Él hablaba muy lentamente, arrastrando las palabras, y se podía sentir algo raro en su voz, como desprecio o amargura. Petra se sorprendió. Ese no era el mismo hombre que su vecino. El siempre hablaba de manera normal.

-En esta clase –dijo él de repente, lo que hizo que más de uno saltara de su asiento- aprenderán el fino arte de preparar pociones. O al menos, eso es lo que se intenta, ya que no espero que la mayoría de usted pueda alguna vez sentir el placer de preparar un poción bien hecha, de encontrar el punto exacto, capaz de decidir entre la vida y la muerte. No espero que ninguno de ustedes llegue a descubrir como forzar al amor, alcanzar la fama, controlar la vida, en las profundidades de un caldero burbujeante.

Toda la clase estaba en silencio. La mayoría estaba con la mayor cara de espanto posible. Petra miró a su derecha, y vio que la cara de Nina, en cambio, mostraba claras señales de aburrimiento. El profesor Snape, por lo visto también se había dado cuenta de eso.

-Dígame –dijo él de pronto, parándose bien delante de Nina- ¿tiene algún problema? Señorita...

-Diwan. No tiene que preocuparse en buscar mi nombre. –respondió ella desafiante cuando el tomó el pergamino con la lista- y un problema... no, no tengo ninguno. No exactamente. Pero pienso que todo lo que está diciendo son puras tonterías.

-¿Ah sí? –Snape sonreía para sí, no se podía saber si estaba molesto o no con la actitud de la alumna, pero Petra pudo sentir que a su izquierda, Agnes respiraba agitada- Dígame, señorita Diwan, ¿qué lograría yo si a una poción preparada con agujas de mantícora, le agrego polvo de colmillo de elefante?

-El veneno de la poción sería totalmente anulado, siempre y cuando se agregue el polvo antes que la poción esté terminada, pero después de que se coloquen las agujas de mantícora. Sin embargo, esta poción no servirá para detener el veneno de la mantícora en otra poción, ya que el poder curativo del marfil se verá anulado.

El profesor hizo una mueca. Probablemente no esperaba que ella contestara esa pregunta.

-¿Y que sucede si mezclamos el veneno de la mantícora con el de un basilisco?

-Eso no se debe hacer, ya que esos dos venenos son altamente tóxicos, y cuando entran en contacto el uno con el otro, explotan. Lo único que queda como vestigio, es una nube de un gas total y completamente mortal. No existe ser viviente que pueda resistir. Incluso se cree que es capaz de quebrar diamantes.

El profesor abrió la boca, como para lanzarle otra pregunta, pero calló. Dio media vuelta y comenzó a escribir en le pizarrón.

-El jueves en nuestra próxima clase. –dijo él cuando terminó, dejando muy claro en la pizarra 'Jueves, pergamino y medio, poción vigorizante de Billio'- Quiero que investiguen sobre la poción vigorizante de Billio para la próxima clase, y preparen un informe de un pergamino y medio sobre ella. La prepararemos la próxima clase. Pueden salir.

Todos miraron a Nina con algo de disgusto. La impresión general era que ello lo había hecho enojar, y por su culpa, ya les habían enviado tarea. Por otro lado, no se podían quejar, los habían dejado salir veinte minutos antes de hora.

-Vayan –les dijo Petra a Nina y Agnes-, tengo que hacerle una pregunta al profesor Snape.

Petra cerró la puerta tras de si, cuando toda la clase ya se había ido.

ªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªª

¡Hola a todos! ¿Qué tal les pareció? Recién empiezo... tengo el próximo capítulo empezado... puede ser que lo publique el próximo fin de semana... :)