Un Rayo de Esperanza


¡Hola!

Les traigo esta historia que espero les guste tanto como a mí me está gustando escribirla.

Como siempre aclaro que tomaré de nuevo los personajes de nuestro amado Digimon, que desde luego y muy para mí pesar no me pertenecen.

También está basada e inspirada en la película, "En lo profundo del Océano", o "El lado profundo del mar", no sé con cual la conozcan, ya que un día hace unos años atrás disfrute esta película y bueno, creí que quedaría perfecta con nuestros amados hermanos Ishida/Takaishi, que claro habrá cambios, cosas nuevas y muchas, muchas sorpresas a lo largo de los capítulos.

Ya nos encontraremos con otros personajes más en los siguientes capítulos, eso seguro.

¡Los dejo con la historia!

¡Disfrútenla!


Natsuko y Hiroaki habían formado una hermosa y feliz familia junto a sus dos pequeños y traviesos hijos, Yamato y Takeru.

Todo pintaba que les esperaban unos años maravillosos juntos, y estaban deseosos de vivirlos, llenos de alegría.

Pero como siempre sucede, todo cambio viene sin aviso alguno.

Una convivencia de reencuentro de compañeros de colegio fue el comienzo de todo.

Un pequeño descuido en medio de tanta emoción y felicidad, solo eso bastó para que uno de sus más adorados tesoros, fuera arrebatado de sus vidas.

Pero el tiempo no puede detenerse, mucho menos retroceder, simplemente sigue corriendo y corriendo.

Lo más importante, será darse cuenta que el tiempo nos ayuda a ser fuertes, a seguir, a avanzar, porque no es una opción, y lo único seguro, es que jamás podremos sanar por completo. Jamás.

Y que a veces tan solo necesitamos, un rayo de esperanza.


24 de Junio de 1998

Emoción.

No, más bien se trataba de nervios. Si, nervios.

Tenía casi treinta años sin ver a sus compañeros del colegio, todos habían tomado caminos diferentes, ella en particular, luego de casarse se había mudado a otra ciudad, a una distancia considerable que la separó un poco de su familia y sus amigos.

Se sobresaltó al sentir una mano en su hombro. —Lamento la tardanza, amor. —El hombre frente a ella depositó un beso suave en su mejilla—. Creo que son las horas más pesadas porque no encontraba un lugar para estacionar.

Ella sonrió. —Estábamos pensando en ir a buscarte, Yamato estaba completando un equipo para esta difícil misión.

El hombre miró un poco a su derecha, donde en el pequeño jardín de a lado, dos pequeños niños disfrutaban del sol corriendo y atrapándose entre sí. Se acercó más y uno de ellos se abalanzó contra él. —Ven aquí mi pequeño pirata. —dijo levantándolo en brazos.

El segundo pequeño se abrazó a su pierna derecha. —Papá, T.K. me ayudará en mi misión de búsqueda.

—¿De verdad?, ¿Y qué buscarán?

—¡A ti, papá!

Natsuko acercó el carrito de bebé, Hiroaki dio un beso ruidoso a Takeru, que provocó risas en ambos pequeños, luego, lo dejo con cuidado sobre el carrito.

—Bueno, me temo que su búsqueda quedará pendiente para otro día —dijo Hiroaki tomando la mano de Yamato, al mismo tiempo que caminaba a lado de Natsuko quien manejaba el carrito del bebé.

Detuvieron su andar justo delante de un elegante edificio. La sonrisa de Natsuko se ensanchó casi de forma inconsciente al mirar a través de los cristales.

Hiroaki miró a su esposa, ella simplemente asintió sin deshacer su sonrisa.

Un amable portero los recibió, saludando incluso a los niños con un ligero apretón de manos.

Una vez dentro, no solo se encontraron en medio de un hermoso salón bien decorado, sino también, absolutamente rodeados de risas, pláticas y enérgicos abrazos.

—No puede ser, la mismísima Natsuko frente a mí. —Una mujer llegó casi corriendo envolviéndola en un fuerte abrazo—. Y el gran Hiroaki. —La recién llegada bajo lentamente su mirada—. Y estos de aquí deben ser sus retoños. ¿Quién se hubiera imaginado este momento hace unos cuantos años?

—Éramos unos adolescentes un poco difíciles —dijo Hiroaki abrazando tiernamente a su esposa.

—Teníamos que sentar cabeza algún día —mencionó Natsuko soltando una risita.

La mujer frente a ellos rio. —Claro que sí. Oh, miren. —Levantó su mano derecha y empezó a ondearla en el aire—. ¡Yuki!

Una pareja se acercó de inmediato a ellos.

—Vaya Hiroaki, esto debe ser histórico.

—¿Tan mal me han dejado estos años?

—Demacrado, querido amigo —dijo antes de darle la mano y jalarlo para propinarle un tosco abrazo.

—¡Natsuko!

La aludida giró y abrió sus ojos con sorpresa. —¡Saori! —gritó antes de correr a abrazarla.

—No sabes el gusto que me da verte. —Se alejó un poco y tomó el rostro de Natsuko entre sus manos—. Los mismos ojos azules.

—Los mismos ojos verdes.

La mujer secó delicadamente con sus dedos las gotitas que habían comenzado a atravesar lentamente sus mejillas. —Este momento no es para llorar, quiero aprovechar cada minuto. —Dio un rápido apretón de manos a Hiroaki quien aún charlaba tranquilamente con la pareja—. Debe ser la edad lo que nos pone tan nostálgicas y lloronas.

—Saori, tú y yo lloramos por todo desde que teníamos cinco años.

—Sí, tienes razón, pero siempre lloro por verte llorar a ti.

—Esta vez al menos —dijo— son lágrimas de felicidad.

—Claro que sí, y a mí me pone muy feliz poder por fin conocer a la familia de mi mejor amiga. ¿Dónde están los pequeños dulces de caramelo andantes? Muero por conocerlos.

Natsuko volteó tranquilamente hacia Hiroaki, agrandó por un momento su sonrisa, Saori había sido su mejor amiga durante la mayor parte de su vida escolar. No había tenido oportunidad antes de presentarle a sus hijos, y ese momento la emocionaba.

Fue solo cuestión de segundos, y en un instante, su sonrisa había desaparecido, casi en cámara lenta.

No sabía que era lo que acababa de decir, o si lo había gritado, pero su esposo volteó hacia ella, buscó su mirada, y lo que encontró en ella simplemente la aterró. Ni Yamato ni Takeru se encontraban con él.

En un abrir y cerrar de ojos estaba corriendo por todo el salón, los nombres de sus hijos sonaban por todas partes, como martillazos directamente a su cabeza cada vez más y más fuertes.

Corrió con prisa hacia unas cortinas en una esquina, donde vislumbró el carrito y a su hijo mayor a lado agarrado a este mismo, se veía muy tranquilo, sereno.

—Yamato —susurró, y fue como si el sonido real y todo a su alrededor volviera a la normalidad.

Natsuko corrió casi tropezando al llegar, abrazó al pequeño niño propinándole besitos por toda la cara, miró fijamente sus ojos azules, como asegurándose que en verdad era él, y entonces, con la sonrisa llena de tranquilidad, giró el carrito.

—Mami quiero hacer pipí.

Yamato acarició el rostro de su madre al no obtener respuesta. —Mami.

Todo estaba en silencio, vislumbró una silueta a su lado acercándose, levantó la mirada para encontrarse con los ojos llenos de miedo de Hiroaki.

Todo volvió a convertirse en gritos, en movimiento, como si el tiempo estuviera pasando a su alrededor moviéndose de forma irreal.

Saori estaba con ella, en el suelo, no dejaba de mover sus manos mientras le decía algo incesantemente, como una repetición ante sus ojos, pero ella solo podía escuchar y prestar atención a algo en ese momento.

Takeru. El nombre de su hijo menor sonaba por todos lados. Su bebé, a quien deseo haber encontrado en su carrito amarrado como siempre.

Pero no había sido así.

Tiempo. Era lo que les pedían.

Y luego de una semana, solo les pidieron esperar.

Esperar que su hijo de dos años regresara.

Y así lo hicieron, aun con el pasar de los años.

Siguieron esperando.


¡Hola!

Me moría de ganas de escribir esta historia, y pues ya aquí comienza esta aventura.

¡Díganme que les pareció este comienzo!

Estoy emocionada, no había tenido tiempo de escribir por la universidad, así que me escapé un ratito y aquí ando. Y andaré!

¿Qué creen que suceda?

¿Qué les gustaría que suceda?

Creo que este va a ser el único capítulo corto que escriba jaja

¡Un abrazo!

¡Nos estamos leyendo!

Faty.