Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner sólo juego con sus personajes sin pedir nada a cambio (Excepto Reviews).

¡Están advertidos! Este fic contiene:

Slash: Relación ChicoXChico.

Lemmon: Relaciones sexuales explícitas.

Mpreg: Embarazo Masculino.

Autora: Kamy Black M [Yo]

Beta: DarkPotterMalfoy. ¡Gracias por corregirlo! [Por si acaso, chicas, tiene unos lindos fics para pasar el rato... Pásense por su perfil XD]


Capítulo 1

—No—susurró. Su voz resonó en la habitación, su tono impregnado de incredulidad.

Miró esos ojos grises fríos, y sintió un nudo en la garganta. No podía ser cierto.

El otro muchacho enarcó una de sus perfectas cejas, para luego curvar sus labios en una mueca de desdén. Sus ojos grises, vacíos de sentimientos, le recorrieron de arriba abajo, con un brillo de desprecio en ellos.

—Y pensar que me atreví a tanto—el rubio fingió un estremecimiento, mirándole con asco.

Harry endureció el rostro y se tragó el nudo en su garganta ¡No iba a llorar! Mucho menos delante de él.

—Muy bien, entonces ¿Qué esperas? ¡Vete!—le alzó la voz, mientras trataba de lucir indiferente. Sin embargo, estaba furioso y decepcionado.

—No hace falta que me eches, ya no aguanto estar cerca de ti—le escupió, caminando hacia la puerta, que casualmente se encontraba detrás de Harry. Pasó a su lado, rozándole ligeramente, encendiendo cada célula de su cuerpo. Ahí estaba otra vez esa misma reacción que tenía desde hace tiempo. ¡Maldición!

¿Por qué le torturaba así? ¿No era acaso suficiente?

Sólo cuando escuchó el portazo tras de sí, finalmente se atrevió a liberar sus lágrimas, llenas de dolor y coraje. Apretó las manos en puños y, acercándose a la pared que más cerca le quedaba, la golpeó con fuerza, dejando salir parte de su Magia y rompiendo todos los cristales que se hallaban en la habitación.

Suspiró cansinamente, mientras los temblores acompañaban a los sollozos. Apretó la mandíbula y con su mano lastimada tomó su varita.

No tengas miedo, no te lastimaré más de lo necesario—dijo el rubio, jadeando arriba de su cuerpo. Llevó las manos a su entrada y comenzó a prepararlo, adentrando un dedo en su cavidad. Harry hizo una mueca de dolor.

Conjuró una mesa y dando unos pasos hacia atrás, la apuntó.

De una estocada se enterró en su interior, quedando finalmente quieto y esperando el momento para moverse. Harry le dio una mirada cargada de deseo, mientras le susurraba que continuara.

— ¡Bombarda!—siseó sin usar pársel, aunque de igual manera parecía un siseo de serpiente. La mesa estalló en pedazos, como su relación. Como las esperanzas que tenía.

Ahh—chilló Harry cuando sintió a Draco embestir en un punto determinado que le hizo estremecer de placer. Envolvió sus piernas alrededor de su cadera y comenzó a ayudarle con sus embestidas, marcando un ritmo.

Con una furia creciente en su interior, conjuró una araña de cristal. Dio unos pasos hacia atrás y la hizo estallar.

Te amo—gimió Harry, corriéndose entre ambos cuerpos. Se aferró a la espalda del otro muchacho con desesperación, tratando de transmitirle con eso cuanto lo amaba.

Yo también, Harry—le susurro el otro en el oído, sin mirarle. Harry frunció los labios y cerró los ojos, ¿Por qué no podía creerle?

Curvó sus labios en una sonrisa maliciosa. Estaba comenzando a descargarse, y Malfoy tenía suerte de no estar cerca, porque sí lo estaba, lo habría despedazado. ¡Maldito Malfoy! Algún día… algún día se arrepentiría de lo que le acababa de hacer.

¿Te lo imaginas? Una casa, dos niños morenos y de ojos grises—Harry rió divertido y con anhelo. Él quería tener una familia, y ahora que tenía a Draco… quizás existiera alguna poción fertilizante o algo parecido. Sonrió mientras sus ojos brillaban.

Draco le miró con una sonrisa algo forzaba, mientras sólo asentía con la cabeza y cambiaba radicalmente de tema, preguntándole sobre el Torneo de Quidditch.

Harry sonrió, aunque se notaba que el brillo anterior en sus ojos se había apagado.

Estúpida serpiente… Harry comenzó a sudar a medida que iba conjurando cosas, y las rompía con la misma facilidad. Conjuraba, rompía.

Lloraba.

¡Oh, Dios, sí! El niño Dorado lloraba, sollozaba, gritaba y maldecía… pero ¿Qué más hacer? ¿Ir tras el rubio? ¡Jamás! No quería más humillaciones. ¿Romper un cuarto del Castillo? ¡Era el niño que sobrevivió, no el Ministro! Ni siquiera él tenía autoridad absoluta en el Colegio.

Pero… ¿Qué hacer?

Te amo tanto—susurro sobre su pecho, besando suavemente su cuello y sonriendo contra éste.

Yo también—dijo el rubio. Harry sonrió nostálgico, deseando que esas palabras fueran verdad.

Suspiró agotado, mientras se dejaba caer en el suelo, contra la pared. La habitación había quedado asquerosa, llena de escombros, vidrios rotos, y el ventanal que se hallaba antes frente a él, ahora estaba roto, con un agujero en su lugar.

Sin embargo, a pesar de todo, el nudo en su estómago y la sensación de malestar seguía allí, molestándole.

Harry, he notado que cada vez que te digo lo mucho que te amo, tú no me crees ¿Por qué?—le preguntó el rubio, algo frustrado.

Harry solo miró hacia otro lado, suspirando cansinamente y cerrando los ojos con frustración.

No me hagas caso—susurró solamente, girando la cabeza y mirando al rubio con una sonrisa tranquilizadora. —Estás aquí y eso es lo que importa.

Draco le miró algo desconfiado, pero decidió creerle. Le besó con ternura, para luego acariciar su mejilla con una delicadeza que nunca le había visto. Él era un Malfoy y no era delicado, sin embargo ese gesto había encendido una pequeña chispa de esperanza…

De repente un dolor agudo se concentró en su estómago, y Harry, lanzando un quejido, se llevó las manos a su vientre. ¿Qué demonios…?

Justo cuando colocó sus manos allí, una sensación de hormigueo le recorrió las manos, y se sintió estremecer.

Entonces, tal como vino el dolor, se fue.

Harry se miró el estómago extrañado, sin embargo el dolor de cabeza que había comenzado a agarrarle, le distrajo. ¡Diablos! Por eso odiaba llorar, luego le daba un dolor de cabeza terrible.

Cerró los ojos y suspiró otra vez. Se sentía muy agotado, tanto física como mágicamente. Pero sin duda, lo que más le dolía era el corazón.

Había decidido entregarse a alguien, sin reservas… ¡Y en lo que terminó! Era una maldita apuesta.

Por eso Draco se había acercado en primer lugar. Por eso le había hecho el amor.

¡Claro! Tenía que desvirgar al pobre virgencito Gryffindor, el niñito que sobrevivió.

Así que todas sus esperanzas se habían basado en una apuesta de estúpidos Slytherin, pensó con amargura. Se había enamorado como un tonto. Y le había costado caro.

Frunció el ceño y trató de olvidarlo, de olvidar todo… no quería recordar lo que había pasado, no quería… le dolía cada vez más. Se sentía humillado y estúpido.

Seguro se estaría riendo de él, junto a sus amigos serpientes. Era un idiota.

¿Por qué le tubo que creer en primer lugar? ¡¿Por qué, maldita sea?

Apretó la mandíbula y, haciendo acoplo de toda la fuerza que le quedaba se levantó. Jadeó con fuerza cuando un dolor profundo se concentró en sus pulmones. Estaba demasiado cansado. Respiró despacio y se encaminó con delicadeza hacia la puerta, salió hacia el pasillo desierto del castillo, y fue entonces que se dio cuenta de que era de noche.

Cerró los ojos con fuerza y se dedicó a caminar sin pensar. No quería recordar. Recordar significaba dolor. Él ya había pasado mucho dolor como para seguir… no era masoquista. Ya debía haber aprendido que él no vivía para ser feliz, para ser amado; él vivía para matar a Voldemort o morir en el intento.

Debía matar a Voldemort y reunirse en el mundo de los muertos con sus padres y su padrino. Hermione y Ron estarían juntos, Remus con Tonks, todos tenían a alguien en quien apoyarse.

Menos él. Porque no había nacido para ser amado, había nacido con su destino marcado. Moriría matando al Señor Oscuro.

Suspiró sonoramente; evidentemente su táctica de no pensar cosas deprimentes no había funcionado. Morir solo, sin nadie que velara por él toda una vida… lo deprimía. Porqué sus amigos harían su vida, le extrañarían pero tendrían como mucho un año de luto, luego se olvidarían de él.

Pero lo que más le dolía era Draco ¿Cuántas otras "apuestas" habrá llevado a cabo? Pensar en su rubio, piel a piel con otra persona le enfermaba. No quería pensar en eso, Draco le había dicho que también era virgen… como también dijo que le amaba y no había sido más que una mentira.

Un odio irracional le atravesó al imaginarse a su Slytherin con alguien más, no podía… ¡No! Es mío… pensó con posesividad. Frunció el ceño con enfado y se tragó las ganas que tenia de llorar, se mordió el labio inferior y pateó una pared, sin poder contenerse. Paró y se concentró en tranquilizarse, en normalizar su respiración… no podía llegar alterado a su Sala Común.

Minutos después llegaba jadeando a su habitación, completamente agotado. Tantas escaleras y pasillos le agobiaban. Tomó un respiro hondo y se escabulló hacia su cama sin que nadie le notara. Todos estaban dormidos, por suerte.

La imagen de un Draco Malfoy sonriéndole con desprecio le siguió hasta caer en un sueño profundo.

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Harry apretó los labios e hizo un involuntario puchero, tenía tantas ganas de llorar. ¡Que injusta era la vida para algunos!

Miró el perrito con lástima, éste gimoteaba y buscaba comida. Sin poder contenerse una lágrima cayó por su mejilla, perdiéndose en su cuello en un lento recorrido.

—Toma—le susurró, dándole unas galletas que había comprado de Honeydukes. El perro las comió ávidamente, para después irse a cobijar con unos cartones que había en una esquina del callejón.

Suspiró, mientras sacaba una rana de chocolate y se la devoraba con ganas. De repente le había agarrado mucha hambre a él también.

—Hey, compañero, ven—la voz de su amigo le hizo salir de sus pensamientos. Harry le dio una sonrisa y se apresuró a ir con sus amigos, limpiándose discretamente su mejilla húmeda.

Caminaron por Hogsmeade un rato más, antes de decidir volver. Habían ido al pueblo solamente a comprar unos pergaminos, cerveza de mantequilla y algunos chocolates de Honeydukes, pero ya estaban aburridos.

— ¡Chicos!—Hermione paró súbitamente. Sus amigos le miraron preocupados.

— ¿Qué pasa Hermione?—preguntó Ron, frunciendo el ceño con confusión.

— ¡Debemos hacer la tarea de Pociones!—exclamó su amiga, mientras abría los ojos como platos y una expresión de ansiedad aparecía en su rostro.

— ¡Es para el Lunes, Hermione!—gimoteó Ron. Harry sólo los miraba, comiendo su… - ¿Era la séptima u octava? - rana de chocolate.

—Pero hay que preparar todos los ingredientes, debería hacer un horario para repartirnos así no nos atrasamos…

Harry se perdió en sus pensamientos homicidas, donde repartía las tripas de cierto rubio por el suelo del Gran Comedor. No tenía ganas de escuchar esas cosas aburridas que a su amiga le encantaban.

—… además, aún no tenemos la cola del Escarabajo Asiático que necesitamos…

Iban por la mitad, cuando se encontraron con algunos alumnos de Slytherin, en los que desafortunadamente para Harry, se encontraba Draco Malfoy. Hermione paró de inmediato su perorata.

Cuando sus ojos se encontraron brevemente, Draco le mandó una mirada de desprecio. Ese gesto fue lo único que Harry necesitó para querer llorar. ¡Estaba demasiado sentimental y lo odiaba! Sin embargo, al minuto siguiente Harry estaba furioso y no sabía muy bien porqué, sólo quería borrar esa sonrisa del rostro aristocrático de Draco.

Apretó la mandíbula y trató de seguir antes de doblegarse ante la furia que sentía.

—Vaya, la sangre sucia Granger y el pobretón Weasley. Claro, no nos olvidemos del cara rajada Potter—siseó Draco arrastrando las palabras.

Harry detuvo a Ron a tiempo, antes de que éste se lanzara a por Draco. Frunció el ceño, y se plantó delante del rubio con una mirada desafiante.

—Malfoy—dijo con voz fría, mirándolo con furia.

—Potter—siseo con una mueca de burla en el rostro.

—Te voy a avisar: si vuelves a llamar de ese modo a Hermione, te arrepentirás—le amenazó, apuntándole con el dedo y crispando los labios en una mueca de furia.

— ¿Y qué me harás, Leoncito?—le susurró con burla, usando el apodo que solía utilizar cuando hacían el amor.

Harry dio un paso atrás, sintiendo que había sido golpeado. Su labio inferior tembló brevemente, antes de que apretara los labios y lanzara un puñetazo hacia el rostro de Draco.

El rubio se hizo para atrás, sorprendido. Le miró con los ojos abiertos como platos, evidentemente no había contado con eso. ¡Toma esa, Malfoy! Pensó Harry con regocijo, feliz de poder devolver aunque sea un poco de dolor.

—Parece que te gusta rudo—siseó Draco con burla, sonriendo con autosuficiencia. Se burlaba de él, de todas esas tardes juntos… se burlaba de lo que había sido su relación ¿Es que no tenía consideración por nadie?

Los amigos de Draco, que se habían mantenido al margen hasta el momento, rieron a carcajadas. Harry los miró y luego dirigió sus ojos verdes hacia los grises de Draco. Le observó herido.

Era obvio que les había contado, porque Hermione y Ron lucían perdidos, no entendiendo de que hablaban. Se preguntaba cuanto tiempo se rieron de él.

—Maldito bastardo—siseo en pársel, sin darse cuenta. Los demás le miraron entre sorprendidos y asustados. Harry se veía realmente aterrorizante, con los ojos verdes llameando de furia y dolor, sus cabellos rebeldes y desordenados… sus labios, rojos por la presión y su rostro salvaje. Pero lo que asustaba, era sentir la magia emanar de él y una sensación les decía que era mejor dejar al moreno tranquilo.

—Déjame en paz—susurró las palabras lentamente, dándole un tono de advertencia en la voz que todos los presentes sentían la necesidad de correr lejos de allí.

—Me has jodido la vida desde que nos conocimos, y lo que hiciste hace un mes fue imperdonable. Algún día te arrepentirás y verás el mundo como realmente es, sin esa burbuja en la que te pusieron tus padres. Las personas sufren, y tú lo aprenderás por las malas algún día—miró esos ojos grises, indiferentes y sintió furia. Quería freírle el trasero a base de maldiciones Cruciatus. –Ese día, yo me reiré de ti—terminó, mirándole con una mueca de desdén.

El rubio le miró imperturbable, mientras se ponía un dedo en el mentón—Interesante discurso, Potter—dijo finalmente, con una mirada maliciosa y una sonrisa sarcástica. –Lo tendré en cuenta la próxima vez que haga otra apuesta—le sonrió con ironía, mientras le miraba burlón.

Harry no pudo más, se lanzó hacia el Slytherin con furia y le lanzó otro puñetazo, esta vez en su boca. Quería golpearlo hasta que el otro muchacho perdiera el sentido, quería hacerle sufrir al menos una cuarta parte de lo que había sufrido él.

Los demás estaban demasiado impactados para actuar, por lo que Harry procedió a darle otro puñetazo a ese rostro que tantas veces había besado y acariciado. Ese rostro que otra persona pudo haber tocado. Se enfureció.

Le tomó por los hombros y le obligó a mirarle a los ojos, extrañamente el rubio no había hecho nada por devolverle el golpe.

—Eres un insensible, habría cambiado incluso de bando sólo por ti, idiota—le susurró para que sólo él escuchara. Draco le miraba como hipnotizado, sin ser plenamente consciente de lo que Harry decía.

—Te juro que haré que lo pagues—le escupió, pellizcando con furia la piel de su mandíbula.

Sin embargo, antes de golpearle una vez más, sintió un mareo.

Se levantó con cuidado y puso una mano en su cabeza, todo le daba vueltas. Tenía unas nauseas terribles y parecía que todo el mundo daba vueltas… ¡Es que el mundo da vueltas, idiota!

¡Oh, no!

Rápidamente corrió hacia donde habían unos árboles y vomitó todo lo que había ingerido en el día. Se sentía de repente enfermo y su cabeza dolía. Suspiró y pateó una roca, odiaba las malditas náuseas que hace días andaba teniendo. Se limpió con su capa distraídamente, antes de verla con asco y pasársela por el pantalón.

Respiró por la nariz y se irguió, tratando de mantener un poco de dignidad ya que sentía las miradas puestas en su espalda.

Se giró y los enfrentó. Todo lo que pudo ver fue a Draco, con un labio roto y unas gotas de sangre bajando por su mejilla, de un color rojo por los golpes.

Se sintió la peor persona del mundo, hizo un involuntario puchero y se secó la lágrima que había caído por su mejilla, tratando de disimular, aunque todos le habían visto.

Se encaminó hacia sus amigos y se puso entre ellos, pidiendo silenciosamente su apoyo. Se sintió agradecido cuando Ron puso una mano en su hombro y Hermione le tomó una mano.

—Debemos ir a hacer ese trabajo de Pociones—dijo Harry, mirando a sus amigos y urgiéndole con la mirada que le apoyaran. No quería estar ni un minuto más con Draco Malfoy cerca.

Antes de darse vuelta, pudo ver al rubio mandarle una mirada un tanto extraña. No le dio importancia y se dispuso a ir hacia su tormentoso destino… ir a la biblioteca a hacer un trabajo para Pociones.

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El helado se derretía en su boca, la crema hacia un lento recorrido sobre el chocolate y era tan delicioso… quería comer más, y más. De repente aparecieron más y más helados con chocolate, algunos tenían frutillas y otros zanahorias. Hasta había uno con cebollas.

Se levantó sobresaltado y con su estómago rugiéndole de hambre. Se llevó las manos a su vientre y se relamió los labios… tenía que comer algo en ese preciso momento, sino se vería obligado a hechizar a alguien con los hechizos del Príncipe Mestizo.

Se puso de pie y se vistió con una capa que encontró tirada en el suelo. Debía de ser de Seamus o Ron, no le importaba tampoco.

Salió rápidamente de su Sala Común y se dirigió hacia las Cocinas.

—Dobby—llamó entre todos los elfos que querían atenderle. Él quería que Dobby le hiciera la comida.

—Señor Harry Potter—chillo un elfo con medias de colores distintos, dos gorros en la cabeza y un vestido verde manzana. A Harry le entraron ganas de reírse, pero no lo hizo.

—Quiero algo de comer ¿podrías hacerme algo que me apetece?—su petición fue acompañada de un rugido en su estómago.

—Si, señor Harry Potter. Dobby estaría encantado de servirle, mi señor—tantos "señor" le daban más hambre.

—Quiero un helado de chocolate, con crema batida, una frutilla encima y zanahorias—le pidió, ya un poco impaciente. Quería comer en ese momento.

En pocos segundos el helado extraño ya estaba en su mano. Se lo comió enseguida, dejando a Dobby algo asombrado.

Harry se llevo una mano a su estómago y se puso verde. Quizás no era la mejor de las ideas comer un helado a las 5 una madrugada de invierno.

—Gracias, Dobby, estuvo delicioso—le agradeció, antes de ir a vomitar al baño de Myrtle la Llorona. Definitivamente no era una buena idea levantarse para tragarse un helado.

/—/—/—/R&B/—/—/—/

Sintió como su hombro era tomado rudamente por unas manos masculinas, mientras la pared se clavaba en su espalda. Ron suspiró sonoramente, mostrando así su molestia ante el acto del otro muchacho y luego miró esos ojos que le idiotizaban.

Antes que pudiera decir siquiera una palabra, unos labios rudos y salvajes se posaron sobre los suyos. El característico y ya familiar gusto a naturaleza le envolvió los sentidos, haciéndole marear. Puso sus manos en los hombros firmes de él, para apoyarse y no caer quedando como un idiota.

Eran de la misma estatura, por lo que no era un inconveniente para sus bocas. Se saboreaban, gemían, se tocaban por todos los lugares en el que tenían alcance.

Sintió una lengua adentrarse en su boca sin pedir permiso alguno, mientras un hilo de saliva escurría levemente por entre sus labios. La lengua del pelirrojo se aventuró y atacó a la otra con fuerza, aunque sin perder la suavidad con la que estaba acostumbrado a besarlo.

De repente pudo notar unos labios posicionados en su cuello, haciéndole gemir por las intensas emociones que le atravesaban. Jadeó con un poco de dolor mezclado con el placer cuando esa boca le mordió el cuello, dejando una marca roja que indicaba a quien pertenecía (sin que su propietario fuera consciente).

No quedándose conforme con sólo estar ahí disfrutando, aventuró sus manos por debajo de la camisa que en ese momento el muchacho llevaba, colándolas bajo ella y comenzando a acariciar la porción de piel que podía. Subió sus traviesas manos y llevó su pulgar e índice hacia uno de los botoncitos del bien proporcionado cuerpo del otro chico.

Apretó un pezón con fuerza, arrancando un gemido del moreno. Ron sonrió dentro del beso, acercando el cuerpo de la otra persona hacia él, apretándose con fuerza y necesidad, uniendo sus caderas y mostrándole lo excitado que estaba.

Se restregó contra él, gimiendo como un animal necesitado y lleno de desesperación. El otro dejó su boca nuevamente, comenzando a torturar otra vez su cuello.

—No aguanto—la voz del pelirrojo se escuchó tan desesperada y deseosa de atención, que el moreno detuvo sus besos y lamidas, para levantar la mirada y observar al Gryffindor.

Sus cabellos pelirrojos estaban desastrosos, mientras que sus ropas todas desacomodadas. Sin embargo, eso no le importó, sino el bulto en la zona sur que le pedía a gritos ser atendido. Sonrió con la malicia que le caracterizaba, para luego suspirar con fuerza.

—Vamos a la habitación—gimió con sensualidad, tomando las nalgas del pelirrojo y pegando sus caderas, restregándose y mostrándole su deseo. Ron no se molestó por el tono a orden que el otro utilizó, y por el contrario, sonrió con deseo.

Tomó la mano del moreno y lo arrastró hacia la habitación, abriendo la puerta y dejando ver una cama matrimonial, esa que compartía con el moreno hace ya varios meses.

La habitación estaba decorada con tonos plateados y dorados, mientras que el alfombrado era de un intenso color rojo. Ron no se puso a ver demasiado detalles, y al contrario, lanzó al muchacho a la cama y luego se subió en ella a gatas.

Una vez que estuvo en cuatro y sobre el otro muchacho, sonrió con deseo y comenzó a quitarse su capa, desatándola con una lentitud torturadora. El otro muchacho le miraba con rostro indiferentes, pero sus ojos demostraban el deseo que su expresión ocultaba.

Ron comenzó a sentir un deseo irrefrenable por estar ya cuerpo a cuerpo con ese muchacho que le volvía loco. En pocos minutos ya ambos estaban desnudos, sudorosos por tanto esperar y deseosos por llevar a cabo esa unión que los guiaría al clímax.

—Quiero enterrarme dentro de ti tan fuerte y hondo que mañana no podrás caminar derecho—le siseó el muchacho moreno, mientras veía a un Ron tan sonrojado que daba pena.

—Haz lo que quieras con mi cuerpo—como lo haces con mi corazón, quiso agregar, pero no se atrevió. No debía darle más armas que usar en su contra.

Sintió de repente algo duro rozar sus nalgas, restregándose contra su trasero vehemente. Ron gimió, necesitando ese contacto a pesar de todo, y buscando más, bajó un poco hasta que sintió la punta de su pene rozar su entrada.

De una estocada, el moreno estaba enterrado profundamente en el interior del pelirrojo, quien tenía las mejillas rojas y húmedas surcadas por las lágrimas. Sentía esa intrusión en su cuerpo sumamente incómoda, y aunque sabía que el dolor pronto pasaría y a cambio habría placer, no pudo dejar de gemir de dolor. No era masoquista, a pesar de que su amante sí lo era.

El moreno, sin apiadarse ni un poco del pelirrojo, comenzó inmediatamente a moverse con fuerza y salvajismo. Ron jadeó con el dolor latente en su trasero, mientras las lágrimas caían libremente por su rostro.

—Cálmate, no me preparaste nada—le recriminó con la voz jadeante por la incomodidad y esforzada por el dolor. El otro muchacho le miró con indiferencia, para luego llevar su mano hacia el miembro del pelirrojo y apretar con fuerza.

Comenzó a masturbarlo mientras hacía sus embestidas más fuertes y salvajes, cada una llegando a un punto más extremo, cada una más hondo que la anterior.

Ron gimió cuando la excitación comenzó a volver a él, y comenzó a cabalgar al moreno con un rostro tan sensual y salvaje que daba gusto verlo.

El otro muchacho salió del cuerpo de Ron, causando así su disconformidad, para luego enterrarse con fuerza en su interior, sintiendo como las paredes anales del pelirrojo le apretaban su miembro con fuerza. Se sintió enloquecido en medio de esa cavidad tan estrecha y caliente que no pudo evitar venirse con un ronco gemido.

Ron sintió las manos del moreno acariciarlo con más fuerza, para luego sentir que él también había llegado al orgasmo.

Suspiró y cansado, trató de recostarse al lado del cuerpo desnudo del moreno. El chico, al sentirlo tan cerca, se alejó como si su cercanía le molestara y se levantó inmediatamente, conjurando un hechizo de limpieza y vistiéndose rápidamente.

Le lanzó una mirada cargada de desprecio, mientras Ron le imitaba y se cambiaba una vez limpio. Sintió un nudo en su garganta y miró esos ojos dorados con un dolor disfrazado de indiferencia.

—Es sólo sexo, Weasley, no lo olvides—le advirtió, guardando su varita en su capa y sonriendo con hipocresía.

Ron tragó el nudo incómodo en su garganta y carraspeó. Le miró sin sentimiento alguno en sus ojos celestes, y luego correspondió la sonrisa con otra aún más hipócrita.

—Eso ya lo dejamos claro la primera vez. Sólo sexo y nada de ataduras… así lo quieres, así será—el pelirrojo miró hacia la puerta unos momentos, tratando de alejar esas molestas lágrimas que querían salir paso a través de sus ojos.

Luego le miró directamente a la cara.

—Si—respondió el otro, elevando su mandíbula con porte orgulloso—Todo hombre necesita desahogo de vez en cuando. Y tú no eres malo en la cama—añadió con malicia, viendo lo frágil que parecía el pelirrojo ante sus palabras.

No era tonto, sabía que el otro sentía por él más de lo que él mismo estaba dispuesto a dar. Pero era un imposible pensarse con alguien como Weasley: pobre, sin gracia, hombre, y para variar, traidor a la sangre y Gryffindor.

Era un buen amante, lo aceptaba (no que tuviera mucha experiencia tampoco, pero él no se quejaba), pero no quería ni podía tener una relación formal con él… ni con nadie.

—Tú tampoco. Disfruto de nuestros ocasionales polvos, así que esta relación quedara como está. Sexo por conveniencia, yo no digo tus preferencias sexuales y nos satisfacemos mutuamente—dijo el pelirrojo con simpleza, escondiendo sus verdaderos sentimientos como un perfecto Slytherin. Sonrió aunque por dentro quería llorar, habló aunque preferiría sumirse en el silencio oprimido por el sufrimiento.

—Sólo sexo—el muchacho plantó en su rostro una sonrisa maliciosa y llena de perversión. El pelirrojo le miró impasible.

—Creo que ya es hora de que te marches. Veremos cuando será la próxima vez. —dijo el muchacho con un tono aparentemente dominante, cosa que al otro muchacho le sorprendió e irritó. En ese trato el único dominante era él…

—Ya veré cuando podré verte para echar un polvo, ahora tengo que irme. Ha estado bueno, pero lo prefiero más salvaje y sin tanta prisa. Hasta pronto—se despidió. Como volutas de humo, desapareció en medio de esa habitación silenciosa y que oprimía un dolor latente, que se sentía como hilos finos y transparentes, ciegos a la vista, pero sintiéndolos reales y físicos allí.

Poco a poco, mientras el silencio de la habitación estrujaba su pecho, la expresión en el rostro de Ron fue cambiando gradualmente hasta quedar solo una tristeza infinita que le agobiaba y a la vez, desintegraba de a poco su corazón, dejando sólo pequeños pedazos destrozados y resquebrajados violentamente, fruto de un amor no correspondido y egoísta.

Las lágrimas comenzaron a caer como torrentes por sus ojos, acariciando como las manos de un amante sus mejillas. Ron llevó una de sus manos a su cuello, donde sentía la humedad molestarle y luego sollozó levemente.

Los sonidos que de su pecho brotaban, eran prueba del dolor que en ese momento estaba sintiendo, difícilmente manifestándolo en palabras. La opresión de la soledad silenciosa de la habitación era testigo de sus penurias, así también como de sus encuentros amorosos que sólo duraban minutos y dejaban un eterno dolor en su corazón.

—Sólo un polvo—su voz sollozante susurrando esas palabras, el silencio respondiendo sus palabras. Ron gimió con frustración, secándose las lagrimas y mostrando una mirada determinada en sus ojos azules.

—¡Pues, sí para ti, solo soy un polvo, para mí serás algo inferior a eso!—exclamó de repente, a penas creyendo sus propias palabras.

Sin querer había caído en las asquerosas garras del amor, dañándose como un idiota por jugar con fuego.

—Juro que te olvidaré, de ahora en adelante sólo serás un pedazo de carne que me satisface. Aunque me cueste, lograré enterrar esto que siento en mi pecho por ti… Blaise Zabini.

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Se miró al espejo y no se sintió conforme. Estaba horrible, no quería ir a Hogsmeade así, sería el hazmerreír de todo el pueblo.

—Vamos Harry, estás peor que las mujeres—se quejó Ron, mirando a su amigo comportarse como Lavender. Le dio un escalofrío.

— ¡Pero estoy gordo!—gruñó y se miró una vez más en el espejo. Estaba feo, redondo y asqueroso; hizo un puchero.

—No estás gordo, compañero—Ron suspiró, ya impaciente. Iban a llegar tarde si su amigo no se dejaba de pavadas.

—Debería ir rodando a las clases—gruñó en respuesta, una vez más. Ron respiró fuerte por la nariz, para luego desaparecer por la puerta.

Harry se mordió el labio inferior. Su mejor amigo no le quería… sus hermosos ojos verdes se aguaron, mientras mordía su labio inferior y lo hacía temblar.

De repente su amigo volvió… con Hermione. Harry se temió lo peor, abrió los ojos como platos y miró a su amiga con horror. Quien sabe las calamidades que le haría.

—Harry—su amiga le miró seria, antes de acercarse a él y sentarlo en la cama. —Debemos hablar—le informó, antes de sentarse frente a él en el suelo. Harry le miró con los ojos como platos.

El moreno suspiró, sabiendo que cualquier réplica serviría para nada. Asintió, teniendo la ligera impresión de que acababa de firmar su sentencia de muerte… y no tenía nada que ver con la profecía.

—Debes ir con Madame Pomfrey—le acaricio el dorso de su mano, mientras le miraba severamente—Tienes algo, así que debes ir a la enfermería.

—Estoy bien—masculló, bajando la mirada. Se sentía regañado y no le gustaba. Sus ojos se aguaron y quiso darse un golpe en sus partes para dejarse de idioteces.

—Sabes que no, Harry. Ya escuchaste aquel dicho, "mejor prevenir, que curar". Así que andando, con Madame Pomfrey—exclamó como si estuviese hablando con un niño de cinco años. Harry frunció el ceño con la molestia marcada en su rostro.

—¡Ya voy! Pero solo—les advirtió a ambos, como si estos le hubiesen discutido lo contrario.

Salió de la Sala Común con pasos rápidos, olvidándose de su salida a Hogsmeade, sin saber porqué la urgencia… solo quería saber qué tenía. Oh, sí; se había notado distinto.

Sus sentimientos eran más confusos y sufría cambios bipolares, además de vómitos matutinos. Se sentía cada vez más cansado y su cuerpo pesaba; le dolía la espalda y tenía pequeños brotes de magia que no podía controlar. Bufó con molestia, mientras caminaba un poco más lento porque, ya se estaba mareando. Cerró brevemente los ojos, suspiró y luego miró frente a él.

Draco Malfoy caminaba hacia él con una sonrisa maliciosa en el rostro, y Harry, que ya conocía esa mirada, decidió ignorarlo. No quería tener un castigo por su culpa.

Masculló algo como "Maldito bastardo" y lo pasó de largo, rozando levemente su brazo. No debió hacer eso, porque un estremecimiento le cruzó su espina dorsal.

—¿Huyes, Potter? ¿Éste es el héroe que nos salvará del Señor Tenebroso? –preguntó con ironía el rubio, dándose la vuelta, caminando unos pasos hacia atrás y mirando a Harry con el ceño levemente fruncido, pero con una mueca de desdén en sus rasgos aristocráticos.

—Yo no salvaré a nadie, simplemente haré lo que estoy obligado a hacer—Harry se encogió de hombros, con una mueca de molestia en el rostro. Sus cambios de humor habían comenzado.

—Y estoy seguro que tú estás obligado a actuar como un héroe y recibir todo tipo de halagos, pobrecito Potty—dijo el rubio con sarcasmo, para luego mirarle con ojos burlones. Entonces Harry se enojó.

—¡¿Y tú crees que yo disfruto esto? ¡Mataron a mi familia! No quiero ser el maldito héroe del mundo mágico… ¡Estoy marcado! ¡Es seguro que moriré en esa lucha! Así que ¡cállate!—gritó, incapaz de seguir aguantando. Su cuerpo estaba temblando y tenía ganas de romperle la carita de niño bonito a ese rubio pesado.

Suspiró, tratando de calmarse. No era bueno que él supiera de sus emociones, ya había jugado bastante con sus sentimientos como para darle más armas que utilizar en su contra.

—Sólo te diré una cosa: déjame-en-paz—vocalizó cada palabra con precisión y un aire amenazante. Draco le miró con ojos indiferentes y fríos, mientras entrecerraba levemente los párpados. Luego, como si fuera automático, en sus labios se dibujó una sonrisa de desdén y burla.

—Claro, porque estoy seguro que eso es lo que quieres—le insinuó, provocándole, buscando una reacción más salvaje en el Gryffindor.

Harry apretó la mandíbula y decidió que no quería escuchar más al rubio. Suspiró sonoramente, para luego mirar algo exasperado al Slytherin.

—Tú… ¡Agh!—hizo una seña rara con los brazos, levantó las manos al aire con fastidio, para luego sacudirlos en dirección a Draco y decir algunas cosas incoherentes. –Déjalo—suspiró, rodeándole y siguiendo su camino hacia la enfermería.

No hizo demasiado cuando sintió una mano cerrarse fuertemente en su antebrazo. Se sintió frustrado y, suspirando cansinamente, se dio la vuelta para ver al rubio.

Apenas pudo gemir con dolor, cuando su vista se nubló y comenzó a sentirse mareado y enfermo, era una horrible sensación que venía teniendo hace ya unos meses, y entonces, ante el estupor del rubio, el moreno perdió el conocimiento.

Draco apenas tubo tiempo de agarrar al Gryffindor antes de que éste cayera, sin embargo estaba pesado. Había engordado, eso estaba seguro, pero sin embargo no había exceso. Estaba con el peso justo, y a él no le molestaría tener más carne para morder y besar.

Apenas ese pensamiento cruzó su cabeza, Draco quiso golpearse. Había acordado que no se involucraría más con Ha… Potter, era peligroso y él iba a ser un mortífago, no podía estar con el Niño que Vivió. Suspiró cansinamente y comenzó a caminar hacia la enfermería, estaba seguro que necesitaba asistencia además que él no podía cuidarlo. No podía estar más con él.

Apretó la mandíbula y miró el rostro apacible de Har… Potter, sus cabellos negros rebeldes, sus párpados cerrados y sus pómulos fuertes, junto a su quijada bastante varonil. Sentir esos apenas perceptibles músculos bajo su toque era enloquecedor, le hacia recordar cosas que eran mejor dejarlas en el olvido.

Hacían que su corazón saltara por más cursi que eso sonara.

Draco gruñó levemente, tomando un respiro y comenzando a caminar en dirección a la enfermería. Le cansaba un poco la espalda, a pesar de que fuerzas no le faltaba. Potter estaba pesado.

Jadeando por el esfuerzo, llegó con dificultad hacia la enfermería. El rubio, acomodando mejor al moreno entre sus brazos, abrió la puerta con cuidado y miró el salón de la enfermería vacío. Gimió con frustración, mientras caminaba con cuidado y mucha dificultad hacia una de las camas.

Recostó a Har… Potter con cuidado, tapándolo luego y suspirando con fuerza. Miró el rostro apacible del otro muchacho, suavizando su expresión sin poder evitarlo.

Las ojeras bajo sus ojos cerrados denotaban noches en desvelo sin poder conciliar el sueño, sus labios resecos y rosados que le pedían a gritos ser besados y acariciados por sus propios labios. Sus párpados caídos y esa expresión de total serenidad le provocaban cosas que eran mejores no sentir.

De repente la duda que le había asaltado hace ya unas semanas volvió a él. Sabía que aunque las probabilidades fueran pocas, no era un imposible; suponía que Potter era lo suficientemente fuerte como para poder estar en estado.

Miró el vientre de su Gryffindor y, casi con miedo, colocó una mano allí, sintiendo una pequeña protuberancia y redondez que hace unos meses no tenía.

Tragó un nudo en la garganta, y esperando que no fuera verdad, besó la mejilla de Potter repitiéndose que era la última vez. Que no se volvería a acercar a él, que no le lastimaría más…

Justo en el momento que estaba por salir de la enfermería, la puerta se abrió estridentemente y Draco se sobresaltó, actuando impulsivamente. Se colocó detrás de una de las cortinas, colocándose asimismo un hechizo de camuflaje que esperaba le hubiese salido bien. Pero si Lucius se lo había enseñado en persona, no tenía de qué preocuparse… o eso esperaba.

Pronto reconoció al individuo que había ingresado al lugar, era Madame Pomfrey, quien al ver al Niñito Dorado postrado en esa cama se preocupó, por lo que comenzó a mirar frenéticamente hacia sus lados, esperando encontrar a quien había llevado al muchacho allí.

Sin embargo, su deber le impulsó a revisar a su paciente y luego ver si había alguien más en la sala, su experiencia le había enseñado a ver siempre al enfermo, pues aunque uno tardara un solo segundo este podía bastar para que el paciente muriera. Y ella no quería eso.

Después de ver como la enfermera hacía cosas raras con la varita y revisaba a Potter, Draco pudo ver sus sospechas más temidas ser confirmadas.

Madame Pomfrey, con una mueca de incredulidad en el rostro, negando que sus sospechas fueran ciertas, comenzó a recitar un hechizo, viendo como una luz blanquecina salía de su varita.

Dicha luz comenzó a rodear a Potter, moviéndose rápidamente a su alrededor, para luego, ante la sorpresa de los dos integrantes despiertos de la sala, convertirse en una luz dorada que comenzó a concentrarse en el vientre de Potter.

Tan ensimismado estaban, que no vieron cuando Harry despertó y se removió.

—¡Estúpido rubio pretencioso y egocéntrico!—gruñó en sueños. Draco se sorprendió, mirando la figura inquieta del Gryffindor, que se removía en la camilla.

—¿Señor Potter?—preguntó la enfermera, con la voz tan suave que sorprendió incluso al camuflado Draco.

—¿Madame Pomfrey?—preguntó, parpadeando y mirando a la enfermera con inquietud y confusión. La mujer le miró con algo parecido a la ternura, aunque esta se mezclaba con la preocupación.

—Señor Potter, veo que ha despertado. Me ha dado un pequeño susto encontrarlo en una de mis camillas tan inmóvil como si se hubiese golpeado con una bludger—le dijo la enfermera con suavidad, ayudando al muchacho a levantarse.

—¿Pero cómo…? Ron, Hermione… ¡Malfoy!—entonces, como si un "click" sonara en su cabeza, Harry recordó todo. Rápidamente comenzó a buscar por la enfermería, como si allí hubiera algo que le molestara.

Draco notó como los ojos verdes de Harry se posaban sobre su figura inmóvil, parpadeando levemente y luego sacudiendo la cabeza, confundido. Suspiró con alivio, mientras revisaba sus opciones.

—Potter, cálmese—dijo la mujer, sentándolo en la cama y mirándole fijamente a los ojos. Harry la miró, e inmediatamente se calmó, buscando regularizar su respiración.

—Bien, ahora tendrá que contestarme unas preguntas—le dijo la enfermera, mientras revisaba en sus anotaciones y con un movimiento de varita las hacía desaparecer. —¿Está bien con eso?

—Si—Harry asintió, apoyando sus palabras. La mujer le miró con rudeza, como advirtiéndole que no debía mentir si no quería tomar una poción muy asquerosa.

—¿Cuándo ha empezado su vida sexual?

Harry tosió con nerviosismo, buscando con la mirada algún medio de salvación. Se puso tan colorado que le hacía ver tierno.

—Yo… ¿tengo que contestar?—preguntó con pesar, tapándose el rostro con la mano.

—Ahora—la voz de la enfermera sonó peligrosa, el moreno dio un respingo y luego suspiró con resignación.

—Pues mi primera vez fue hace... unos tres meses—el Gryffindor contó con los dedos, asintiendo luego y mirando hacia cualquier lugar que no fuera el rostro de la enfermera. Estaba colorado.

—Si, eso coincide. Y dígame, ¿ha sido con una mujer o con un hombre?—le preguntó luego, haciendo que Harry tartamudeara como un idiota.

Sinceramente no le veía el punto, ¿Por qué hacerle esas preguntas? No hacía falta tanto bochorno.

—Con… un chico—dijo con vergüenza, no porque fuera homosexual sino porque le daba pena.

—Muy bien, muy bien—musito la enfermera, comenzando a hacer unos hechizos y rebuscando entre sus pociones, mientras seguía murmurando cosas incoherentes.

—¿Qué es lo que tengo?—le preguntó Harry, con una leve angustia punzándole las entrañas. La mujer le miró con ternura, dejando al moreno y al rubio (camuflado como un camaleón), confundidos ¿hasta dónde podía llegar la bipolaridad de esa mujer?

—Va a ser padre, Señor Potter. Felicitaciones—le comunicó la mujer, sonriéndole de oreja a oreja. Harry le miró confundido.

—¿Pero cómo…? ¡Yo no he embarazado a ninguna mujer!—dijo, a pesar de que su corazón había saltado al escuchar las palabras. Un hijo… era lo que más deseaba, pero no podía tenerlos… al menos no si tenía que enfrentarse a Voldemort.

—Nadie ha dicho que hayas embarazado a una—dijo la enfermera con tranquilidad, esperando que su paciente se calmara.

—¿Y entonces…?

—El embarazado es usted, Señor Potter.

Bum.

Harry se había desmayado.


-Importante: Si hay algo que no te gusta del fic, dímelo pero con delicadeza y manteniendo el respeto. Si hay algo que odio más que las parejas Hermione/Draco, son a las personas maleducadas.