Los personajes no me pertenecen. Simplemente, pasen, lean, disfruten y comenten. Trataré de actualizar tan pronto como pueda.
Capítulo 1
Konoha, la Villa Oculta de la Hoja, próspera entre las villas del País del Fuego. La ciudad habitada por una población civil que convive en perfecta armonía con la de los shinobis, ninjas encargados de velar por la seguridad de todos tras los altos y gruesos muros de madera de la ciudad.
En una de las garitas de vigilancias, repartidas a lo largo del muro, se encontraban de guardia dos de éstos shinobis, observando si se producía algún altercado en las cercanías del bosque, eran los encargados de proteger la zona al este de la villa, así como los barrios interiores colindantes a esa zona.
La guardia estaba siendo aburrida, como siempre solía ser. Nunca pasaba nada y esperaban que hoy tampoco. Uno de ellos, ya cansado de observar el movimiento de las hojas se dirigió hacia su compañero en busca de algo de conversación.
-Odio los turnos de guardia en el muro, -dijo con fastidio y cruzando los brazos por detrás de su cabeza.
-Si no te metieras en problemas en el bar, y éstos no llegasen a oídos de la Hokage Tsunade, no estarías aquí todas las semanas, -respondió su compañero con sorna.
Un suspiro se escapó de la boca del primer shinobi a modo de resignación, se sentó en una de las sillas cercanas a la pequeña mesa con la que contaban y cerró los ojos tratando de dormir algo para que su turno pasara lo más rápido posible.
Al cabo de unos instantes, una explosión de chakra proveniente de la zona profunda del bosque hizo caer de la silla al shinobi que trataba de dormir. Ambos se miraron. Al parecer, ése día no sería una ronda tranquila después de todo. Sin cruzar palabras, uno escribió un en pergamino unas escuetas palabras dirigidas a informar a la Hokage y lo envió con una de las águilas para tal propósito tan rápido como pudo. El animal salió disparado volando con el pequeño pergamino en una de sus patas en dirección a la torre central, alta e imponente que dominaba la aldea.
Inmediatamente después, los dos saltaron a unas ramas cercanas y se dirigieron raudos al encuentro de ese chakra desconocido.
Avanzaron rápidos de rama en rama, sin mediar palabra y con la dirección fija en un punto a varios kilómetros de distancia. Por una parte, temerosos por lo que allí podrían encontrar, el chakra sentido parecía tremendamente poderoso e intenso, pero tan pronto como vino, se esfumó. Por otra, tendrían una historia que contar cuando estuviesen en el bar con el resto de sus compañeros, si sobrevivían a lo que pudieran encontrar. Esperaban que los miembros del AMBU, el cuerpo de élite ninja, fuesen rápidos en unírseles en caso de tener que presentar batalla contra algún enemigo. Con suerte, Kakashi, shinobi experimentado, iría de apoyo.
Unos minutos después la explosión, llegaron al lugar. Uno descendió del árbol al suelo hasta camuflarse entre la maleza. El otro permaneció en la copa del árbol, oculto. Inspeccionaron la zona antes de salir de sus escondites. Al parecer, no había nadie. Aunque los dos estaban seguros de lo que habían sentido.
Se miraron entre ellos y, con un leve asentimiento de cabeza, salieron a la vez al pequeño claro que formaban los árboles. El viento hacía que las hojas se mecieran y sonaran como una melodía que traía un lamento lejano, quedo y casi agónico. Cada uno desenfundó uno de sus kunais, ese sonido lastimero les tenía alertas y con los vellos de la nuca erizados. Se separaron unos metros para tratar de descubrir de dónde provenía. Aún nada.
-¿Dónde están los del AMBU cuando se les necesita? –Pensaba uno de los shinobis agarrando con fuerza su cuchillo que empezaba a hacer sudar su mano por el agarre y la tensión.
Como si sus pensamientos hubiesen sido escuchados, de pronto se vieron rodeados por tres miembros de la élite AMBU. Portaban máscaras blancas de animales con vetas rojas tras las que ocultaban sus rostros durante las misiones, así como habilidades especiales.
-Informen, -dijo el que parecía que era el que estaba al mando de ese pequeño escuadrón.
-Estábamos de guardia cuando sentimos un chakra muy fuerte en esta zona, -dijo uno de los vigías con algún titubeo en la voz. –Vinimos aquí tan rápido como pudimos, pero ya veis que no hay nada.
-Volved a la villa, nosotros nos encargaremos de rastrear la zona, -dijo el que portaba la máscara de gato blanco. Sin que hiciera falta nada más ambos guardias deshicieron el camino y se dirigieron de vuelta a la aldea tan rápido como podían. Si se encargaban los del AMBU la cosa parecía seria.
Cuando el capitán se aseguró de que estaban a una buena distancia, hizo unos sellos con sus manos. Una invocación. Casi al instante, de entre una nube, aparecieron unos perros de lo más variopintos.
-¿Qué ocurre ahora, Kakashi? –Dijo el perro de menor tamaño de entre todos. –Has interrumpido mi baño. Espero que sea importante.
-Lo es, -dijo Kakashi. –Necesito que peinéis esta zona y que encontréis a quien tiene el chakra que ha quedado impregnado aquí.
-Dalo por hecho, socio, -respondió el can. –Ya habéis oído, -dijo dirigiéndose al resto de la manada. En un santiamén, todos los perros desaparecieron por direcciones diferentes en busca de ese chakra.
-¿Kakashi, crees que encontrarán algo? –Dijo uno de los subordinados.
-De hecho, ya lo han hecho, -contestó el interpelado. A lo lejos se escuchó el ladrido de uno de los perros. La señal de que había encontrado algo. -¡Vamos! No tenemos tiempo que perder.
Los tres salieron corriendo hacia la dirección de donde provenían los ladridos. En sus cabezas sólo había conjeturas sobre lo que allí encontrarían y, en última instancia, cómo de poderoso sería, con qué intenciones vendría a la aldea y, si se daba el peor de los escenarios, cómo le derrotarían.
