El Pingüino bohemio.
Disclaimer: Love Live! Pertenece a su creadora Sakurako Kimino y a ASCII media works junto con Sunrise.
NdelA: Traemos la historia del Pingüino… ¡Sí, por fin el Pingüino! La historia que quería publicar desde hace mucho tiempo y en esta ocasión es como regalo a nuestra querida hija AniKamia. Así que dejo que lean un DiaMaru fluffy hecho para la voz oficial de nuestra querida zura~.
¡Feliz cumpleaños zura~, de parte de mamá y papá Mag Max!
Uchiura, Shizuoka a 7 de noviembre de 2015.
Querida Ms. Pen:
Mi nombre es Kunikida Hanamaru y soy su más grande admiradora. Estoy francamente fascinada por su poesía. Me da algo de vergüenza admitirlo, pero jamás algún autor había logrado calar tan hondo en mi ser, como usted. Nadie.
De todas las cosas que he pensado en decirle cuando tuviera la oportunidad de hacerlo, creo que lo primero y más importante es informarle que tuve que hacer verdadero trabajo detectivesco para conseguir alguna manera de comunicarme con usted y lo que pude obtener fue su dirección al menos, y pienso hacer buen uso de ella con estas cartas. Al final, quien me ayudó fue su editora (no me pregunte cómo lo hice, ya que es una persona bastante ocupada y difícil de convencer), y después de mucha insistencia, fue ella quién me proporcionó el contacto. Le ruego no tome represalias en su contra si considera que ha sido excesiva mi invasión a su privacidad, por favor, es toda mi culpa.
Lo segundo que tenía la imperiosa necesidad de expresarle, si me lo permite y aún sigue leyendo esta carta, es que he desarrollado un tipo de adicción a su poesía. He recorrido todas las librerías cercanas, y no tan cercanas, en la búsqueda de todas sus publicaciones y creo que por fin logré completar la colección entera de su obra. Es impresionante cómo logra hacer poesía tan profunda incluso sobre temas que pueden ser considerados superficiales, pero definitivamente la manera en que expresa los sentimientos a través de sus palabras me ha abierto los ojos a otra forma de ver el mundo. Podría hablar/escribir por horas y horas sobre sus poemas, pero creo que usted tiene cosas más importantes que hacer que leerme divagar sobre estos temas y no quiero cansarla antes de tiempo.
Espero recibir una respuesta (en lo profundo de mi corazón lo anheló en exceso), pero si no fuera así, tengo la esperanza de que al menos pueda leerme y saber que en algún lugar de este mundo, tiene una gran admiradora que la seguirá fielmente en los caprichosos caminos de la poesía.
Un saludo.
Kunikida Hanamaru.
Tokio, a 25 de noviembre de 2015.
Apreciada Kunikida-san:
Ha sido una grata sorpresa recibir su carta por correo tradicional. En estos tiempos tan modernos, ya prácticamente no se utiliza cayendo en desuso mortal, que realmente me extrañó pues nunca había recibido una carta personal por este medio, pero aún así creo que es una bella forma de comunicación, ¿no le parece? El correo electrónico y los mensajes de texto son útiles claro, pero es interesante que fuera precisamente éste el medio que eligió para ponerse en contacto conmigo.
Me alegro que se sienta conmovida por mi poesía. Trato de mejorar constantemente y a veces me siento insegura sobre el rumbo que ha tomado mi escritura, pero gracias por sus bellas palabras son aliento para mi camino.
Me impresiona que fuera capaz de conseguir mi primer libro, se imprimieron muy pocos ejemplares de él y tengo entendido que es casi imposible encontrarlos en tiendas en estos días, pero, siendo sincera, ese primer libro es del cual me siento más orgullosa.
Actualmente me encuentro en un receso, tengo una idea en mente para desarrollar próximamente pero creo que aún no he decidido si ese libro verá la luz algún día, probablemente esa fue la razón por la que mi editora le proporcionó mi dirección. Siempre trata de encontrar maneras de "mantener la magia fluyendo" y la inspiración llegando. Siendo honesta, me siento algo intranquila, no sé cómo explicarme; he estado escribiendo sin parar en los últimos años y ahora quisiera plasmar algo más profundo, sólo que no sé si poseo el coraje para hacerlo. No puedo adelantar detalles por supuesto, sin embargo se siente bien hablar/escribir sin la presión de ser juzgada por ello. No continuaré divagando en nuestro primer intercambio de correspondencia, quizás más adelante lo haga y le pido una disculpa de antemano, pero es un gusto saber que alguien disfruta lo que hago y me alegra muchísimo.
Un saludo.
Ms. Pen.
Un par de años después de que inició su amistad por correspondencia con Ms. Pen, Maru decidió que quería estudiar la carrera de literatura, y con más trabajo del que le gustaría admitir, logró convencer a sus padres de que la dejaran estudiar en Tokio. Tenía la ambición de salir del pequeño pueblo en el que creció y conocer el mundo por medio de las letras. Sólo que la vida universitaria que había soñado, distaba mucho de la realidad a la que se estaba enfrentando.
Para su fortuna, una de sus mejores amigas, Tsushima Yoshiko, también se había aventurado a estudiar con ella en la misma universidad aunque en una carrera diferente. Por lo que se convirtieron en compañeras de habitación.
Maru no encontraba palabras para describir su primer mes en Tokio. A pesar de vivir relativamente cerca de su universidad, debía recurrir al transporte público para poder llegar. Y por lo menos se había perdido un centenar de veces entre los laberintos subterráneos que albergaba a los trenes y las miles de líneas de autobuses. La vida le parecía demasiado rápida para disfrutarse. Sus largos horarios de clases y sus pesadas asignaturas, la tenían al borde del colapso. Lo único que mantenía sus ánimos arriba, era la posibilidad de recibir correspondencia de Ms. Pen.
Su intercambio por correspondencia ya llevaba algunos años, y por supuesto, Maru se aseguró de actualizar su nueva dirección para que su correo no fuera a extraviarse. En esta ocasión se sentía más que ansiosa por recibir respuesta, pues en la última carta que envió, plasmó sus impresiones sobre el nuevo libro de Ms. Pen, "Expuesta".
No había exagerado cuando le dijo que sería impactante. Todos sus libros anteriores le habían gustado, pero este tenía algo especial que la había dejado boquiabierta. Particularmente por que había sacado algunas conjeturas que quería corroborar con las respuestas de su poeta favorita, pero ninguna de las dos cartas que había enviado, habían sido respondidas y ya habían pasado por lo menos tres semanas desde que había enviado la última y aún no tenía señales de la respuesta.
En uno de esos días particularmente agotadores, Maru se quedó dormida dentro del tren cuando iba de regreso a casa, despertando algunas estaciones después de la que le correspondía. No le sorprendió pues no era la primera vez que le pasaba, aún no se lograba ubicar por el nombre de las estaciones del tren y menos por las calles. Yoshiko había pasado horas tratando de enseñarle a usar la aplicación de mapas desde su celular, pero para Maru era mucho más simple guiarse por el viejo método de preguntar, aunque no siempre era el más confiable.
Su paseo de regreso a casa se extendió tanto, que estaba segura que debía llamar a Yoshiko para que le ayudará a ubicarse. La calle por la que transitaba actualmente era completamente desconocida, pero su orgullo era más grande. Quiso preguntar una vez más y si no lograba llegar, entonces llamaría a su amiga.
El método para que Maru se acercara a hablar con las personas consistía en localizar dentro de todo su panorama, a la persona que tuviera el rostro más amable, y entonces, se dirigía a esa persona. Cosa que le había funcionado casi siempre a la perfección, siendo rara ocasión en la que alguien se negaba a ayudarle.
Había una mujer cuyo rostro no le parecía muy amable, más bien severo, y que su expresión corporal daba a entender que nadie la molestara, pero aún así era la única que se encontraba a lo largo de la avenida. Por lo que no le quedó más remedio que acercarse a preguntar. Era eso o lastimar su orgullo geográfico con Yoshiko.
—Disculpe…
Antes de que pudiera terminar, la mujer con larga cabellera azabache detuvo a uno de los taxis que se encontraban transitando en la calle, y se subió en él, dejando a Maru prácticamente con la palabra en la boca ignorandola por completo.
—Oh… genial…
Decepcionada por tan estrepitoso fracaso, sacó su celular para marcarle a Yoshiko, sin embargo, el alma se le fue a los pies cuando se dió cuenta que por error había dejado la linterna de su celular encendida y éste se había descargado casi por completo. La batería ni siquiera alcanzó a enviar un mensaje a su amiga, pues cuando desbloqueo la pantalla está se fue a negro y el aparato se apagó al igual que sus esperanzas.
Estaba sola, en un lugar desconocido y sin poder comunicarse por teléfono o con cualquier otra persona en aquella calle sin señales de vida justo en ese instante. Era como una confabulación en su contra por parte de los dioses. No tuvo más opción que caminar para buscar una salida porque además estaba anocheciendo.
De repente, al fondo de la calle, en una esquina, pudo ver un pequeño local. Se distinguía de todo el paisaje precisamente por lo distinto que se veía al romper el minimalismo de la gran ciudad con su toque rústico y new age muy de los 90's y el nombre terminó de llamar su atención.
"Café bohemio".
Perdida como estaba, sin batería en su celular y con la noche casi encima, decidió que la mejor opción sería entrar y pedir ayuda en aquel lugar.
Al ingresar al local quedó fascinada por lo que vió. Podría parecer un café normal, como los miles que habían en Tokio, con mesas y sillas en un estilo campirano, que iban perfectamente a juego con el piso de madera y un piano que adornaba el fondo del local. Pero no fue nada de eso lo que llamó su atención, Maru estaba cautivada por los estantes que tapizaban las paredes. Estantes que partían desde el techo y llegaban hasta el piso, todos llenos de libros. Parecía una biblioteca fusionada con un café.
La iluminación era la adecuada, ni muy brillante que lastimara los ojos pero tampoco demasiado oscura que no permitiera tener una buena lectura. El olor del café era lo suficientemente fuerte para que su cerebro le ordenara dirigirse a la barra y pedirlo de inmediato. Fue como si hubiera entrado al país de las maravillas.
—Buenas noches, mi nombre es You, ¿qué le gustaría ordenar?
Una chica con mirada dulce y brillante sonrisa le saludó desde la barra, extendiendo el menú del local.
—Buenas noches… emm… no sé qué ordenar zura~.
Yoshiko había llevado a Maru a visitar ya algunos cafés en Tokio, pero la verdad, entre tantas bebidas exóticas, nunca sabía qué era lo más seguro para pedir, pues al parecer, las cosas simples no iban muy acordes con el estilo de vida de la gran ciudad. Le sorprendió encontrar entre el menú nombres de cosas que de hecho podía identificar.
—¿Es tu primera vez aquí? —preguntó la barista, al ver el rostro de confusión de su cliente.
—Si zura~, no había visto este lugar antes —explicó Maru—. Aunque, bueno, creo que tampoco había pasado por aquí antes. Realmente no sé bien en dónde estamos.
—¿Estás perdida? ¿Necesitas ayuda?
Maru se sorprendió por la amabilidad que le mostró la chica. Usualmente todo el mundo anda tan apurado, que rara vez se interesan tanto en ella. Le contó su triste historia, desde que se quedó dormida en el tren hasta que fue ignorada por la mujer de mal genio y su teléfono se quedó sin batería.
—Creo que un vaso de leche caliente con un toque de café es lo que necesitas, tienes que probar mi receta secreta —exclamó You con una amplia sonrisa y un guiño de su ojo—. Puedes dejarme tu teléfono aquí si gustas, así podemos cargar la batería mientras conoces el lugar —extendió la mano para que Maru le diera el celular—. Realmente tenemos poco tiempo funcionando —hizo la plática—, abrimos este lugar hace un mes.
—¿De verdad zura~? —Maru estaba fascinada, no pensó que pudiera existir un lugar así en Tokio.
—Lo sé, lo sé, todo parece viejo y descuidado, pero fue de hecho esa la intención de la dueña cuando decoró este lugar —explicó la chica con suficiencia—. Apenas nos estamos haciendo de clientes, pero espero podamos sacar el proyecto a flote.
—¡No es viejo zura~! —hizo la aclaración—. Este lugar es hermoso. Es perfecto, ¿has visto la cantidad de libros que hay aquí? ¡Quiero leerlos todos zura~! —exclamó emocionada.
—Veo que tenemos una entusiasta de la lectura —bromeó You—. No soy muy afecta a ella, así que al principio no creí que la idea de Dia-chan fuera a funcionar, pero al menos hay alguien a quien le gusta —encogió los hombros hablando más por hablar ya que Maru se perdió al no saber si quien hacía referencia—. Siéntete libre de tomar los libros que gustes mientras preparo tu bebida.
You no tuvo que decirlo dos veces, ni bien se había volteado Maru ya estaba sobre el primer estante.
Había toda clase de libros. Literatura nacional e internacional, pero lo que más llamó su atención era que no se trataban de libros nuevos. Todos eran libros que habían sido usados, lo cual se le hizo aún más fascinante. Todos esos libros habían pertenecido a alguien antes de estar en ese lugar.
Estuvo largo rato curioseando entre los estantes hasta que se decidió por uno de los libros. You la llamó para informar que ya había dejado la orden sobre su mesa, y una humeante taza de leche con café acompañada con apetitosas galletas, la esperaban.
Sin que se diera cuenta, un par de horas pasaron, quizás pero Maru no estaba segura, y si no fuera porque You se acercó para informar que estaban por cerrar, pudo haber permanecido ahí toda la noche.
Con ayuda de You a quién apoyó para cerrar el local y luego caminaron juntas hasta que fue capaz de encontrar su calle y se despidieron, dejando su orgullo intacto por no haber necesitado llamar a su amiga para poderse ubicar. Encontrar el lugar mágico en Tokio fue la parte más brillante de su día, sin duda alguna.
En los días consecutivos se convirtió en una visitante asidua del café. Descubrió que los jueves y viernes, las noches eran aún más especiales ya que contaba con la presencia de una prometedora pianista, que resultó ser la novia de la barista, You. La experiencia de leer acompañada con música de piano en vivo y delicioso café, era simplemente alucinante. Maru no queria salir de ese lugar y lo había estado promocionando en la universidad.
La única cosa que le inquietaba era que de entre toda la impresionante colección de libros que ahí se mostraban, no pudo encontrar ni uno sólo de los libros de su autora favorita y eso era simplemente inconcebible y hasta algo ofensivo.
Una tarde, armada con una lista de sugerencias de los libros que había escrito Ms. Pen y un discurso sobre el porqué consideraba era necesario conseguirlos para el café llegó al lugar. No estaba dispuesta a aceptar un no por respuesta y haría todo para salirse con la suya. Su sitio favorito necesitaba albergar los libros de su autora favorita. Autora que hasta el momento, seguía sin dar señales de vida, por cierto.
Al llegar, se topó con la sorpresa de que no era You la que estaba atendiendo la barra, cosa inaudita. En su lugar, había una mujer de larga cabellera oscura, que Maru pudo reconocer de inmediato como la mujer que la dejó con la palabra en la boca en la noche en que llegó al café. Era una persona que le había dado un disgusto suficiente para recordarla.
—Buenas tardes, mi nombre es Kurosawa Dia, ¿qué le gustaría ordenar?
A diferencia de la amabilidad de You, y aunque esta mujer estaba sonriendo, no pudo sentirse en confianza como le había transmitido la otra chica.
—Em… buenas tardes… —saludó—. Disculpe, ¿no se encuentra You-chan?
—El día de hoy es el descanso de Watanabe-san —explicó la mujer frunciendo los labios.
—Oh, ya veo —no pudo ocultar su decepción—. Creo que… iré por… —trató de guardar las hojas que llevaba entre sus manos, pero ya era tarde, la mujer había posado sus ojos sobre ellas
—¿Qué es eso? —preguntó bastante interesada.
—¿Esto zura~? —Maru se avergonzó.
Había pensado en todos sus argumentos para discutirlos con su nueva amiga, pero hablarlos con una extraña y sobretodo una extraña cuya figura era bastante imponente y agresiva, estaba fuera de cuestión.
—Son solo unas sugerencias que quería hacerle a You-chan, sobre el café… o bueno, sobre los libros del café —arrugó las hojas contra ella.
El comentario de Maru pareció desagradar a la mujer, pues levantó una ceja, mirándola con incredulidad y algo que Maru interpretó como desprecio.
—¿Qué hay de malo con la colección de libros? —volvió a preguntar con notoria seriedad.
—No es que haya algo de malo, yo los amo todos. ¡Es impresionante la colección zura~! —exclamó Maru con más fuerza de la que hubiera querido, pero es que la mujer no le agradaba nada.
—¿Pero? —el entusiasmo de la chica frente a ella era gracioso o eso pensó la barista, no podía evitar sentir curiosidad sobre lo que le causaba molestia a su cliente.
—Bueno… lo que sucede es que en la sección de poesía están faltando simplemente la mejor colección de libros que existe en este país —dijo como si fuera lo más lógico y Dia siguió viéndola con incredulidad—. ¡No tienen nada de Ms. Pen! —argumentó Maru con suficiencia, entregando las hojas estrujadas que llevaba en sus manos.
La mujer las tomó con algo de recelo y posó sus ojos en ellas, revisando los primeros párrafos.
—¿Podría usted hacérselos llegar al gerente? —le pidió Maru algo tímida.
No estaba acostumbrada a que otras personas leyeran lo que escribía, y no había considerado que su petición terminaría en manos de una desconocida y menos en una que no le agradara.
La mujer no respondió de inmediato, tanto se tardó que Maru pensó que no la había escuchado pues su rostro no mostraba expresión alguna, pero sus ojos iban de un lado al otro rápidamente leyendo el contenido de sus hojas.
—Esto es… —la barista curvó los labios de una forma curiosa, que casi sacó una sonrisa de Maru, pero al final se aguantó—. Interesante. No creo que algo vaya a cambiar con la colección de la gerente, pero le haré llegar tu petición —explicó la mujer poniendo los papeles en la mesa.
—Le agradecería mucho eso —Maru hizo una ligera reverencia por educación—. Amo este lugar, desde que llegué a Tokio no me había sentido tan cómoda y tranquila como cuando llegó aquí, así que me gustaría poder hacerlo aún más increíble de lo que ya es.
—Y… ¿su nombre es? —preguntó la mujer cada vez más intrigada.
—Oh, mis modales zura~, olvidé presentarme. Soy Kunikida Hanamaru —informó la chica algo apenada.
A Maru le pareció que el rostro de la mujer barista había palidecido ligeramente, pero realmente sólo fue por un segundo y no estaba segura de lo que había visto realmente así que lo descartó.
—Muy bien Kunikida-san, yo le haré llegar su petición a nuestra gerente. ¿Hay algo más en lo que le pueda ayudar? ¿Desea ordenar algo? —dijo en tono serio, sí hubo sorpresa en el rostro de la mujer, solo había sido por unos instantes y su voz sonaba tan monótona como al principio.
—Una leche con café y galletas, de esas con sabor a mantequilla, por favor —exclamó perdiendo el interés en ella y volcandolo en sus alrededores.
—Muy bien Kunikida-san, en un momento tendré lista su orden —la dejó para girarse a atender su pedido.
Maru se retiró de la barra al darse cuenta de que no habría más conversación con la barista del día. Había algo en su mirada que la tenía algo extrañada, sólo que no sabía como describir ese sentimiento, pero la hacía sentir intranquila. De alguna manera la había intrigado aunque no sabía si era algo bueno o malo, pero por ese día, era suficiente, tenía otras preocupaciones más importantes. Sólo quería sentarse en su mesa favorita, una que se encontraba un poco alejada de las demás en donde el ruido del cuchicheo de las otras mesas no le alcanzaba a molestar y tomando el libro que leería, se dejó inundar por el bienestar que café bohemio llevaba a su vida.
Cuando Maru llegó a casa, se encontró con que Yoshiko había llegado antes que ella y por primera vez en todo el semestre, la vió sentada leyendo un libro sobre la escuela.
—¡Ya llegué zura~! —saludó Maru riéndose—. ¿Es eso acaso un libro? —preguntó extrañada de ver a su amiga tan interesada en la lectura.
—Lo es. Estoy en una sesión de estudio intensiva —explicó Yoshiko, acomodando sus lentes y revolviéndose en la silla—. Pero esto es tan aburrido. No sé cómo hace la gente para leer durante tanto tiempo —miró al reloj en su muñeca—. Llevo 2 horas pero siento que he estado aquí sentada durante meses.
—No seas exagerada Yoshiko-chan, lo que pasa es que no has estudiado nada en lo que va del semestre, es lógico que se te acumulen las lecciones zura~ —Maru dejó sus cosas en el armario y se dirigió a la cocina—. ¿Quieres que prepare algo de cenar?
—¡Es Yohane! —la corrigió exaltada desde la sala—. Y si, me gustaría mucho eso. Llevo semanas sin alimentarme.
—¿Semanas? ¿O cómo desde hace una hora que te comiste todo mi jarrón de galletas zura~? —Maru se asomó por la puerta de la cocina con la evidencia del crimen en las manos.
—Oh… si, eso… te lo repondré luego —dijo sin vergüenza alguna volviendo a su libro, pero pareció recordar algo y de la mesa de centro levantó un puño de cartas—. Por cierto, tienes correspondencia.
Como un bólido, Maru salió de la cocina hasta llegar a la mesa prácticamente arrancando los sobres de las manos de su amiga que tuvo que protegerse de que le cayera encima, que al final eso terminó pasando.
—¡Hey, hey! Tranquila Zuramaru, aún no he hechizado esos sobres para que desaparezcan o algo, aquí van a seguir aún después de que hagas esa cena que me prometiste —se quejó Yoshiko empujando ligeramente a Maru para apartarla pero esta no se quitaba.
—No zura~, he estado esperando esto desde hace mucho… —Maru descartaba los sobres rápidamente, buscando el que verdaderamente ansiaba leer.
—¿Sigues escribiendote con esa Pen? —Yoshiko al fin pudo salir de debajo de Maru—. ¿Ya sabes por qué se llama Pen? ¿Es ese un nombre real acaso? ¿Será por pingüino? ¿Saldrá en Jappari Park?
—¡Que no es pingüino zura~! ¡Ni sale en Jappari Park! ¡¿Cuantas veces he tenido que decirtelo?! Es Ms. Pen, y no tiene nada que ver con un pingüino. Es más, no sé ni de dónde sacas eso —refunfuñó sentandose en el suelo.
Maru quería seguir debatiendo pero su corazón se apretó dentro de su pecho cuando se dió cuenta que no había recibido lo que había estado esperando, al contrario, era peor.
—Regresaron mi carta zura~ —exclamó en un hilo de voz que preocupo a Yoshiko—. Dice aquí que fue rechazada por el destinatario.
El corazón de Maru dió un vuelco, y su mente iba a toda velocidad tratando de encontrar una explicación aunque sus ojos estaban llorosos.
—Debe ser algun error de la oficina de correos —dijo Yoshiko de manera despreocupada para restarle importancia y evitar que su amiga rompiera en llanto.
—Sí, tienes razón Yoshiko-chan, eso debe ser —se talló los ojos, no estaba verdaderamente convencida de lo que decía Yoshiko, pero quería creer que todo había sido un error—. Iré mañana a arreglarlo.
Al día siguiente, sus temores fueron confirmados cuando, en la oficina de correos, le explicaron que no había ningún error. La carta fue entregada correctamente y el destinatario se negó a recibirla, por lo que le había sido devuelta.
Maru no estaba dispuesta a quedarse de brazos cruzados. Lamentablemente, durante todos sus intercambios con Ms. Pen, jamás habían propuesto otro medio de contacto, así que cortada la comunicación por correspondencia, no tenía otra forma de contactarla, pero no iba a darse por vencida tan fácilmente e incluso si tenía que ir al fin del mundo, lo iba a hacer.
Lo primero que hizo fue llamar a la editora que le había proporcionado la información de contacto inicial. Le tomó algo de tiempo, pero su llamada fue atendida por fin.
Las noticias no pudieron ser más desalentadoras. Gracias a su persuasiva conversación, Maru pudo sacarle a la editora que no era la única que estaba teniendo problemas para contactar a Ms. Pen. Incluso en la editorial habían perdido el contacto con ella y su editora estaba más que molesta por la situación. Maru tuvo que aguantar hasta que la mujer terminó su rabieta para poder obtener algo más de información, pero no fue mucho.
Como no había conseguido nada realmente que le dijera qué había pasado con Ms. Pen, tuvo que recurrir a otras medidas desesperadas que le produjeron ansiedad.
Se armó de valor para acudir personalmente a la dirección a la cual había estado dirigiendo la correspondencia. No lo había hecho antes por pena ya que eso era un atrevimiento demasiado grande y no quería romper la privacidad de su autora favorita, pero a cuestiones desesperadas, medidas desesperadas.
Inicialmente pensó que tenía la dirección equivocada, ni siquiera sabía que podía existir un sitio así. El lugar en donde estaba era simplemente la zona residencial más exclusiva de Tokio, esa que con dificultad aparecía en el mapa por lo costosa que era. Sentía que ni siquiera estaba vestida a la altura de las personas que ahí vivían y que en cualquier momento alguien le diría que, ni aun yendo de etiqueta era digna de pisar ese suelo, pero tuvo que dejar todas sus inseguridades de lado cuando encontró el número de la casa que había estado buscando. Y por supuesto, ésta tenía que ser la casa más grande de todo el lugar, con una barda que abarcaba prácticamente toda la calle.
En el centro, había un portón enorme, y a un costado estaba la puerta principal, a la cual se dirigió Maru. Esperaba encontrar ahí el nombre de la familia a la que pertenecía esa casa, como usualmente se acostumbraba, pero no había nada, solo la imagen de un pez sagrado.
Justo cuando estaba a punto de tocar el timbre, un fuerte ruido la hizo saltar asustada con el corazón desbocado pues creyó que era una advertencia por su impertinencia de estar en ese lugar. El portón se abrió y de su interior salió un auto muy elegante, como era de esperarse en ese tipo de lugares. Un hombre vestido con un ostentoso traje iba conduciendo y, en la parte trasera, pudo ver que iba una una linda chica de cabellera rojiza. Sólo no pudo percatarse de más detalles pues la puerta frente a ella está por cerrarse y aprovechando la situación, se escabulló en el interior.
Caminó por el jardín interior hasta llegar a la puerta principal de una gran y hermosa mansión de estilo tradicional que bien parecía el palacio del emperador, dicha puerta fue abierta por una mujer de mediana edad, vistiendo el clásico uniforme de servidumbre japonés. Todo le parecía surreal, como salido de uno de sus libros de historia samurái; un gran cliché de la vida elegante y tradicional que todos soñaban con tener en Tokio.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? —dijo la mujer, en tono formal y con mirada despectiva sin sorprenderse de verla ahí.
Maru se acomodó la falda tratando de disimular su nerviosismo porque evidentemente estaba de polizón.
—Yo… Emmm… Buenas tardes —dijo apenada, recordando apenas sus modales—. Estoy buscando a Ms. Pen, ¿ella vive aquí? —estaba luchando con todas sus fuerzas por contener su muletilla mordiéndose los labios, no quería que esta delatara su procedencia, odiaba sentirse en desventaja por esa razón.
Por su mente cruzó el pensamiento de que había sido muy estúpido de su parte haber llegado a ese lugar y de esa manera, pues ni siquiera contaba con un nombre real para poder buscar a la razón de su viaje. Estaba consciente de que Ms. Pen tenía un nombre y un apellido y se lamentaba tanto no haber platicado de ello en su momento, cuando se carteaban. Ahí, parada frente a la ama de llaves, sólo quería solo que la tierra se abriera y la devorará por su atrevimiento.
El rostro de la mujer no reflejó nada, ni un ápice de simpatía o reconocimiento a sus palabras. La observó de pies a cabeza antes de responder a su cuestionamiento.
—Permítame un momento —le dijo antes de cerrar la puerta en la cara de Maru que tembló ante el golpe.
¿Acaso había una posibilidad de que dentro de toda esa locura encontrara alguna respuesta? El nerviosismo que sintió cuando vió la enorme mansión no se comparaba con el que estaba sintiendo ahora que cabía la posibilidad de encontrar a su escritora favorita. Comenzó a respirar tan rápido que su cabeza comenzó a dar vueltas. Sus manos sudaban y se sentía tan ansiosa como nunca antes se había sentido. Yoshiko tenía razón, sus sentimientos por la escritora no eran tan puros como quería aparentar. Aunque… aunque también cabía la posibilidad de que estuviera llamando a la policía y la llevarán detenida por allanamiento de morada y en ese caso no tenía escapatoria, era toda su culpa.
Tuvo que detener su tren de pensamientos cuando escuchó pasos detrás de la puerta. Contuvo su respiración esperando a que su ansiedad no delatara lo nerviosa que estaba y si era bueno o malo lo recibiría de todas formas.
—Venga conmigo —la ama de llaves apareció de nuevo abriendo la puerta y le dió el paso para que entrara a la mansión.
Maru la siguió en silencio esperando que al finalizar se encontrará cara a cara con Ms. Pen.
—¡¿Quién es usted?! —una fuerte voz la sorprendió en cuanto entró en aquella habitación a donde la ama de llaves la había conducido.
Un hombre alto, mucho más alto que ella, de cabello cano y estoica figura la miraba con molestia, más bien con furia. El aura del hombre era imponente, sus ojos eran tan helados que sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Mi… mi nombre es Kunikida Hanamaru —hizo una reverencia con torpeza evitando su muletilla a toda costa—. Estoy buscando a Ms. Pen —intentó disimular el temblor en su voz pero era obvio lo nerviosa que estaba.
Al pronunciar el nombre de su adoraba autora, el rostro del hombre se transformó aún más si es que eso era posible todavía.
—Es una broma, ¿verdad? —espetó el hombre con la cara roja de ira—. ¿Te mandó mi… esa mujer? — se corrigió escupiendo esto último con total desprecio.
—No yo no… —balbuceó aterrorizada.
—Escúchame bien jovencita —el hombre estaba de pie en medio de la habitación que parecía ser un estudio—, y puedes hacerle llegar el mensaje a esa mujer. ¡Ella ya no tiene nada que ver con esta familia! Desde el día en que decidió deshonrarme con tan vergonzosa revelación, ha renunciado a ser parte de nosotros y se lo dije muy claro. ¡Qué no habría marcha atrás! No sé con qué intención te ha mandado aquí, pero no tengo deseos de averiguarlo. Dile que si ya terminó de jugar a la rebelde, entonces que enmiende el tremendo error que ha cometido y tal vez pueda llegar a perdonar su ofensa... algún día —concluyó el hombre, sumamente molesto cruzado de brazos.
Maru aún se mantuvo estupefacta sin saber que contestar, fuera lo que fuera que hubiera pasado, debía ser demasiado horrible para Ms. Pen.
—Ahora vayase, y no vuelvas más —la despidió el hombre sin darle alguna oportunidad a réplica, aunque no es como que Maru pudiera darla—. No dudaré en llamar a seguridad si vuelve a interrumpir la tranquilidad de mi hogar —la amenazó con dureza.
Maru retrocedió dispuesta a dejar la habitación pero se topó con la ama de llaves a sus espaldas.
—¡Ah, lo olvidaba! —la ama de llaves se acercó al hombre para entregarle un sobre el cual le tiró a la cara a Maru para que la tomara del suelo donde fue a dar—. Puedes decirle también que no queremos seguir recibiendo su correo. Es una vergüenza para nosotros hacerlo.
Maru se quedó helada, pero aún así tomó el sobre por inercia del piso, realmente no alcanzaba a entender qué es lo que había pasado. Ms. Pen debía haber vivido allí sin embargo algo terrible había sucedido como para que la echarán de esa manera. El hombre la despidió sin más dilaciones y la ama de llaves la sujetó del brazo hasta sacarla de la casa y cerró la puerta en su cara dejándola sin palabras y en manos de unos hombres de traje que, al menos con más amabilidad, la llevaron a la calle.
Sentía un vacío en el estómago y unas tremendas ganas de vomitar. ¿Era eso lo que había pasado? ¿Habían corrido a Ms. Pen de su casa? ¿Qué terrible destino le había dado la vida? ¿Dónde estaba ahora?
Maru regresó al departamento con un mar de dudas y con la desesperanza y la desesperación aún más dolorosas. Esperaba conseguir algo de información, pero ésto era demasiado cruel. No tenía más pistas para continuar con su investigación, había llegado a un callejón sin salida, sólo que no iba a rendirse ahí.
El sobre que le entregó ese hombre era la penúltima carta que había enviado a Ms. Pen, cuando simplemente había pensado que se había atrasado la correspondencia, pero que pronto recibiría su respuesta.
No sabía quién era el hombre a ciencia cierta, pero tal vez su callejón sin salida si tenía una salida después de todo. Esa casa le pertenecía a alguien, y para ese alguien, Ms. Pen era lo suficientemente importante como para sentirse avergonzado por algo que ella había hecho. Porque ahora estaba segura de que Ms. Pen era una mujer, lo cual le había hecho sentir más felicidad de lo que quería admitir.
Yoshiko siempre le dijo que había la posibilidad de que Ms. Pen fuera Mr. Pen y su enamoramiento lésbico tomara un giro inesperado hacia el SS Heterosexual, pero no era así, Ms. Pen era una mujer y podía seguir navegando el barco SS Lesbiandad. Aunque lejos de sentirse bien, estaba ahora demasiado ansiosa como para poder pensar con claridad.
Necesitaba un nuevo camino para poder seguir su investigación y sabía que la única forma de hacerlo era averiguando a quien le pertenecía esa casa. Sin embargo, no pensó que sería tan difícil. Quien quiera que fuera el dueño, tenía muy bien escondida esa información. No se atrevió a ir nuevamente debido a la amenaza de aquel hombre, pero eso no significaba que no podía andar por la zona, haciendo algunas preguntas.
Lo único que obtuvo con ese método fue una gran cantidad de negativas y silencios. Encima de ser una familia rica, también era una familia muy respetada. Nadie, ni una sola de las personas a las que preguntó, le dio alguna pista de quién podría vivir en ese lugar. Nadie quería tener problemas con esa familia.
Maru pasó toda la semana obsesionada en la búsqueda de información. No estaba dispuesta a rendirse antes de obtener algo más. Incluso aumentó su conocimiento en el uso de la red para indagar en los registros públicos, pero nada pudo encontrar. ¿Cómo hallar a quien no quiere ser encontrado?
Cansada de la actitud de su amiga, Yoshiko arrastró a Maru fuera de la casa después de descubrirla peleando con la computadora. Ya era necesario que tomara un descanso o terminaría peor. La chica parecía que llevaba un par de días sin bañarse y las ojeras bajo sus ojos le hacían lucir demacrada, incuso sus mejillas regordetas parecían haber perdido volumen y eso era inaudito para alguien como Maru.
—¡Qué rayos! ¿Es que acaso te sientes Kae Serinuma o qué? No puedes estar aquí en tu cuarto encerrada, llorando porque tu Ms. Pen desapareció —la agitó con violencia para sacarla de su estupor—. Ni siquiera pienses que por esto vas a bajar de peso como la fujoshi esa.
—¡No! ¡Déjame Yoshiko-chan! —forcejeó con la sábana que su amiga intentaba quitarle de encima ya que estaba tirada en la cama.
—¡Yo-ha-ne! ¡Y no te voy a dejar! —de un jalón le sacó la sábana y la levantó como pudo de la cama—. Aunque no hayas comido dos días, sigues pensando lo mismo, así que anda ya que no te aguanto.
La obligó a ponerse en pie y tomar una ducha para que pudiera sacarla a pasear a algún lugar u distraerse, Maru accedió un tanto renuente, no quería perder tiempo en su búsqueda, pero eso era exactamente lo que había estado haciendo. Ya con la cabeza despejada luego del baño, puso la condición de que ella escogería el lugar al que irían.
La idea de un viernes por la noche para Yoshiko era una salida a una de las múltiples fiestas que se daban cerca de la universidad pero Maru tenía otra cosa en mente y su amiga lo descubrió en el momento en que Maru tomó una gran caja entre sus pequeños brazos antes de salir de la casa.
—¿A dónde piensas que iremos cargando eso, Zuramaru? —preguntó con algo de temor a la respuesta quizás no había sido tan buena idea sacarla de la casa después de todo.
—Iremos al café bohemio zura~, tengo que entregar los libros que encargué para ellos —explicó Maru con una amplia sonrisa en su rostro y Yoshiko se golpeó la frente.
—¿Vas a llevar libros al café que está plagado de libros? —Yoshiko levantó una ceja incrédula.
—Te lo dije, tienen todos los libros que puedas soñar, menos los de…
—No me digas… Ms. Pen~ —la interrumpió exclamando el nombre de la autora con sarcasmo.
—Sí, no tienen los de Ms. Pen zura~ y eso no lo puedo permitir, hice una petición hace unos días pero dudo que los compren pronto y ésto no puede seguir así. ¡Tengo que solucionarlo! —exclamó decidida.
—La vida en la gran ciudad te ha vuelto muy obsesiva Zuramaru. Este tema de Ms. Pen está yéndose de tus manos y vas a terminar toda loca, friki y tonta como esos Lovelivers, pero ésta bien, aún así te aprecio, aunque seas una otaku loca —Maru bufó dándole una mirada de cachorro enojado y Yoshiko se encogió de hombros—. Bueno como sea, tengo ganas de conocer ese lugar que tanto presumes y ver si es tan bueno como dices.
—Te encantará zura~, es el mejor lugar de todo Tokio —Yoshiko tuvo que desviar la mirada porque Maru brilló con tal intensidad que era irritante.
Las expectativas de Yoshiko no eran altas, pero aún así el lugar era… diferente a como lo había imaginado. Le dió la impresión de entrar a una biblioteca combinada con uno de esos cafés temáticos y música ambiental de fondo, todo un sitio extraño de extraños y eso le agradó.
Maru le pidió que tomara asiento mientras ella se encargaba de hacer el pedido y entregar los libros.
—¡Hola You-chan! —saludó Maru a su amiga, que ahora estaba en su turno de barista para su fortuna.
—¡Oh! ¡Hola Maru-chan! Ya tenías un rato sin venir —se quejó la chica, aunque tenía una sonrisa en el rostro de verla de nuevo—, pensé que nos habías abandonado.
—Claro que no zura~, es sólo que estuve algo ocupada… pero ya estoy otra vez aquí. Extrañaba tu deliciosa leche con café como no tienes una idea —exclamó emocionada—. ¿Tendrás de esas deliciosas galletas que siempre como?
—Claro Maru-chan, para ti, las galletas especiales de la casa. ¿Vienes con una amiga? —dijo al percatarse de la presencia de la otra chica.
—Sí, una amiga de la infancia de hecho y mi algunas veces molesta y excéntrica compañera de cuarto zura~ —dijo eso último más fuerte para que fuera escuchado por Yoshiko quien ya se había distraído mirando los estantes y sólo le remedó con una mueca—. ¿Podrás hacer un café de esos especialmente amargos para ella zura~? No le gustan las cosas dulces.
—¡Yousoro! —You se cuadró haciendo su típico saludo militar y se giró a la máquina de café—. Por cierto, ¿qué es eso que llevas ahí? —señaló a la caja que aún estaba cargando Maru.
—¡Oh! Esto es algo que traigo como regalo —Maru la colocó sobre la barra—. No sé si te conté, pero el otro día traía una petición especial para que se la entregaras al gerente del café, pero no estabas, estaba esa otra barista, umm… —Maru se rascó la barbilla tratando de recordar el nombre—. Kurosawa-san, creo que ese era su nombre. Quería que el café integrara una colección más de libros y ella dijo que pasaría mi petición al gerente.
—¿En serio? ¿Ella dijo eso? —You se rascó la cabeza confundida—. ¿Y entonces tú decidiste que lo mejor sería traer los libros por ti misma?
—Bueno You-chan, no son unos libros cualquiera, son simplemente los mejores libros escritos jamás —la emoción de Maru era palpable, tanto que You tenía que aguantar sus ganas de reír.
—¿Y por qué no pasas a entregárselos a nuestra querida gerente? —sugirió aún con la risa en la boca—. Estoy segura que estará contenta de recibirte.
—¡¿De verdad zura~?! ¿Puedo pasar a verla? —los ojos de Maru prácticamente brillaban a causa de la emoción.
—Puedes pasar, no creo que se moleste de cualquier manera y si lo hace ya estaré en Hawaii —dijo eso ultimo muy bajito, más para ella que para Maru—. Ve en lo que terminó de preparar tu pedido —You levantó la puerta que estaba incorporada a la barra para que Maru pudiera pasar por debajo.
Le señaló la puerta que estaba al final del pasillo y dejó que su amiga se encargara de lo demás.
—¡Buena suerte marinera! —le dió su saludo yousoro.
No había esperado poder hablar personalmente con el dueño del lugar, pero qué mejor manera de entregar su regalo y de paso hacer válida su petición, en caso de que Kurosawa-san no la hubiera entregado como le había prometido. No es que desconfiara de ella claro estaba, pero había algo en su mirada que le daba escalofríos y le hacía sospechar que no había sido sincera con ella.
Tocó la puerta y esperó a que le respondieran. Una desconocida voz salió del interior de la oficina indicándole que pasara.
—Disculpe… —Maru abrió la puerta con algo de temor y se sorprendió al toparse con Dia Kurosawa.
—Kunikida-san —exclamó Dia, asombrada de verla allí.
La sorpresa de Maru radicó más que nada por sentirse descubierta por el discurrir de sus propias cavilaciones sobre Dia, por un segundo sintió que la mujer podría haber escuchado todo lo que había pasado por su mente, segundos antes. Inicialmente no se percató que la mujer de ojos esmeraldas no estaba sola, había una mujer sentada detrás del escritorio de la oficina. Una rubia y muy guapa mujer la miró extrañada y Maru supuso sería la gerente del café.
—Em… buenas noches —hizo una reverencia tímida dirigida hacia ambas mujeres—. Yo… quisiera hablar con usted —dijo eso último a la mujer rubia.
—With me? Why? —habló en otro idioma.
Era extranjera. "Por supuesto", pensó Maru, probablemente esa era la razón por la que no estaba familiarizada con la obra de Ms. Pen, esa era una explicación lógica.
—Lo que sucede es que hace unos días hice una petición dirigida hacia la gerente del café y quería saber si la había recibido y había tenido tiempo para considerarlo —explicó Maru, algo temerosa, pero decidida más que nunca a no salir de ese lugar sin una respuesta afirmativa.
—Oh sí… —interrumpió Dia con voz nerviosa—. ¿Recuerda los papeles que le entregué el otro día... O'hara-san?
El entrometimiento de la barista le pareció algo grosero a Maru, pero pensó que probablemente tenía una buena relación con la gerente y por eso tuvo tal atrevimiento.
—Emm… ¿Te importaría explicarte un poco mejor, Dia… san? —la rubia miró a la aludida alzando las cejas.
Aunque no conocía a esa mujer, a Maru le dió la impresión de que algo estaba mal. La rubia extranjera parecía querer echarse a reír en cualquier momento y eso estaba empezando a mosquear a Maru.
—Bueno, recuerda que el otro día traje una petición de… ¿Kunikida-san? —Dia corroboró el nombre con Maru, quien asintió al escuchar su nombre—. Era sobre incluir al café la colección de libros de una poeta.
—No, no, no zura~ —fue el turno de Maru de interrumpir a Dia pues lo decía en una forma que no estaba dándole nada de crédito a su autora—. No es sólo una poeta, ¡Ella es la mejor poeta de nuestro tiempo! —exaltada, Maru se sentó frente a O'hara-san y depositó la caja de libros sobre el escritorio—. Su trabajo es maravilloso. Puedo entender que siendo usted una persona extranjera, no la conozca, pero en verdad, me he tomado el atrevimiento de traer la colección completa de libros para donarlos a la cafetería. Mire —Maru comenzó a sacar los libros y a acomodarlos uno a uno frente a Mari, quien la miraba con una especie de fascinación.
—¿Y por qué es que no tenemos estos libros en nuestra colección, Dia-san? —preguntó la rubia como si le estuviera llamando la atención.
—Porque… a usted… no le gustan —Dia se ensombreció en su semblante.
—Really? Pues entonces creo que he cometido un error, esta jovencita parece muy insistente y no creo que pueda negarme ante los encantos de esta entusiasta de la poesía… —dijo tajante.
—Pero…
—¿Tienes alguna objeción para incluirlos en la colección del café? —alzó la voz con fuerza y con una mirada burlona hacia Dia.
A Maru le parecía una interacción interesante la que tenían las dos mujeres. Sentía que no se estaba enterando de todo lo que pasaba, pero qué más daba, estaba por convencerla y era lo que importaba.
—¿Cúal es su libro favorito Kunikida-san? —se dirigió a Maru.
—Oh vaya… —Maru se recargó en el asiento y se rascó la barbilla cavilando la respuesta—. Es difícil decidir, el primero me encanta, es el que he leído un millón de veces, pero el último es… increíble… magnífico… la autora desnuda su alma de una forma cautivadora y radical… que me hizo cuestionar muchas cosas de mí y de mi razón de ser...
—¿En verdad crees eso de ese libro? —la interrumpió Dia asombrada.
Mari la miró y soltó una risita.
—Gracias por su recomendación Kunikida-san —Mari tomó ambos libros de la mesa—. Tengo que retirarme por hoy, pero creo que Dia-san~ puede encargarse del resto, ¿no es así?
El rostro de Dia estaba sonrojado, cosa que se le hizo curioso a Hanamaru, es como si estuviera avergonzada. Kurosawa Dia se le hacía una persona intrigante e irritante o antipática según el caso, ya que siempre parecía ocultar algo o actuar como si el mundo no la mereciera y eso le causaba ganas de conocer, al menos en cierta medida.
—No tienes que irte… aún tenemos cosas que arreglar —le respondió a Mari aunque su voz sonó algo suplicante, cosa que hizo sonreír a la gerente.
—¡Oh si que lo tengo que hacer! —le picó la nariz, a lo que Dia respondió con un gesto gracioso que la hizo reír.
La mujer extranjera se acercó a decir algunas cosas al oído de Dia que sólo la hizo sonrojar más. Su rostro siempre imperturbable contrastaba graciosamente con el rostro que estaba mostrando ahora y Maru no podía evitar sentirse curiosa por lo que la gerente le había dicho. Es como ver a una orgullosa pantera siendo burlada en su ego más profundo y haciéndola ver como uno más de los demás.
—Gusto en conocerte Kunikida-san, espero verte aquí más a menudo… Bye~! —le lanzó un beso a Maru de forma extrovertida.
—¡Adiós zura~ y gracias! —se inclinó en una reverencia.
—Gracias a ti darling~... —guiño un ojo cómplice y la gerente abandonó la oficina, dejando a Maru y a Dia a solas.
El silencio se impuso por unos instantes en los que ninguna parecía con ganas de hablar.
—Es una persona interesante zura~ —dijo Maru para romper el hielo entre ellas.
—Es molesta —se quejó Dia, quien ya había retomado su color normal y su mal humor también—. Supongo que tendremos que acomodar los libros.
—Si zura~, he pensado bien en dónde quedarían mejor —Maru se puso de pie y acomodó nuevamente sus libros dentro de la caja a lo que Dia solo la vio con escepticismo.
—Bromeas, ¿verdad?
—Si se trata de poesía, yo no bromeó zura~ —infló las mejillas con molestia como un hámster, o eso le pareció a Dia.
—Lo que tú digas… —sin decir más, se acercó a ayudarla a llevar la caja que Maru le entregó aún recelosa.
Con su plática y todo lo ocurrido en el despacho de la gerente, Maru había olvidado que Yoshiko la estaba acompañando pero cuando salieron de la oficina, encontró a su amiga sentada en la misma mesa en la que la había dejado, sólo que ahora estaba devorando un libro que seguramente había encontrado en la sección gótica.
Dia comenzó a hacer espacio en el anaquel de poesía en el lugar que ella quería, pero a Maru no le parecía que sus libros favoritos estuvieran hasta abajo de los demás relegados del resto.
—¿Podríamos ponerlos en el anaquel superior zura~? —le dijo agachándose para sacar del estante los que Dia ya había acomodado.
—No lo creo. Tengo estos anaqueles ordenados alfabéticamente y van a permanecer de la misma forma —explicó Dia, sin detener su actividad yendo por los libros que Maru estaba acomodando arriba.
—¡Oh! Así que tú eres la obsesiva del orden —afirmó Maru, con una media sonrisa dejando que Dia se llevará los libros—. Ya decía yo que You-chan no había sido capaz de organizar algo como eso.
—No —se levantó orgullosa inflando el pecho—, fui yo quien lo hizo, me gusta que todo esté perfectamente acomodado, ordenado y en control.
—¿Acaso tienes un TOC? —dijo en broma y Dia la vio de lado algo mosqueada—. Eso está bien zura~, me gusta el orden, sobre todo el orden de biblioteca. Eso es sexy zura~.
Un silencio se hizo entre ellas. Maru se sentía algo avergonzada porque había hablado de más y ahora Dia la miraba como si tuviera tres ojos. No es como que hubiera dicho algo malo, era lindo que alguien fuera tan ordenado, sólo no ayudaba el hecho de que Dia no le quitara la vista de encima.
—¿Qué es lo que te gusta tanto de esta tal Ms. Pen, Kunikida-san? —Dia rompió el silencio, sin despegar su vista de Maru, aunque eso no relajó a ninguna de las dos.
—Pensé que no los conocía zura~ —Maru la vió extrañada.
—Nunca dije eso —se encogió de hombros.
—Ya veo que no —Maru comenzó a acomodar los libros en orden alfabético, tal como lo quería Dia—. ¿Podría dejar ese "Kunikida-san"? —Maru imitó la voz estirada de Dia—. Sólo llameme Maru, o Hanamaru. Es un poco extraño que me hable de esa manera tan formal cuando tenemos casi la misma edad… creo. Me da algo de escalofríos —hizo el gesto de temblar.
—Lo siento por eso… Hanamaru-san —se disculpó Dia, sin dejar su tono solemne que no convenció del todo a Maru.
—Ya es un avance —se rascó la barbilla—, iremos trabajando en eso zura~.
—No veo porque... —iba a repelarle, pero prefirió no hacerlo al ver a la chica tan ensimismada sosteniendo uno de los libros.
—Entonces, ¿quiere saber la razón por la que me gusta Ms. Pen? —Dia asintió a la pregunta que de pronto hizo Maru—. Supongo que es la facilidad con la que puede transmitir sus sentimientos con las palabras. Siempre que la leo es como si me pudiera conectar directamente con la persona que ha escrito eso. Si estaba sintiendo felicidad o tristeza, si estaba escribiendo con desesperación, o si simplemente se estaba desahogando; todo eso puedo sentirlo cuando la leo. Además de que tiene una escritura impecable. En verdad es la persona a quien más admiro —suspiró como si fuera una enamorada.
—¿Cómo puedes admirar tanto a alguien a quien no conoces? —rebatió Dia algo irritada por el comportamiento de Maru.
—En eso te equivocas. Claro que la conozco zura~ —Maru le pidió a Dia que se acercara, le iba a contar su secreto—. Ella era mi amiga por correspondencia zura~, hablamos de muchas cosas y por mucho tiempo —dijo con orgullo fanático.
—¿De verdad? —Dia levantó la ceja—. Pero no es a alguien a quien conozcas en persona, podría estarte engañando, ya sabes… podría ser un tipo gordo haciéndose pasar por chica o algún pervertido extraño.
—Ahora suenas como Yoshiko-chan —Maru hizo un puchero que hizo que Dia desviara la mirada—. Yo confio en ella. Puede que te cueste entender lo que es confiar en alguien a quien nunca has visto, Dia-san, pero te puedo asegurar que si se puede establecer una conexión con una persona así. Ella es… bueno, ella es especial.
—Ella te gusta —dijo Dia con un dedo acusatorio sobre Maru.
La declaración hizo que Maru se sonrojara hasta las orejas.
—Es mi amiga zura~, claro que me gusta —exclamó la chica tratando de sonar lo más normal que pudiera.
—No lo entiendo, pero me da gusto por ti, Hanamaru-san —dijo con cortesía.
Dia continuó acomodando los libros en los estantes para que todos estuvieran correctamente colocados, eso dió tiempo a que Maru recuperara su color.
—¿Nunca te ha pasado zura~? ¿Qué te guste alguien que está a kilómetros de distancia, pero que sabes que la conexión que comparten es más fuerte que cualquier otra que hayas establecido con alguien que se encuentra más cerca de ti —comenzó a divagar hablando y hablando—. Y entonces piensas que quieres saber más de esa persona, pero cuando decides acercarte, descubres que no lo puedes hacer porque esa persona desapareció —la voz de Maru sonaba verdaderamente decepcionada, por algunos minutos había olvidado por completo la terrible situación en la que seguramente estaba su querida Ms. Pen.
—Yo… no… Ahora si me siento perdida —Dia entró en pánico al ver a Maru ponerse triste, eso era demasiado con lo que lidiar.
—No es nada zura~, sólo un mal pensamiento que llegó a mí —suspiró derrotada limpiándose las comisuras de los ojos.
—¿Y tienes algún otro libro favorito? —Dia intentó cambiar el tema—. Claro, además de todos los de Ms. Pen.
—¿Eh? Si… sigo otros autores. Hace poco leí la obra de...
Ambas mujeres estuvieron platicando amenamente por un buen rato. Maru descubrió que la plática con Dia Kurosawa podía ser muy amena a pesar de los toscos modos que demostró en un inicio. La mujer estaba cursando la misma carrera que ella cursaba, aunque en una universidad diferente. Una universidad muy prestigiosa y muy cara a la que ella misma intentó entrar obteniendo una beca pero ni siquiera la consideraron para ello.
Tan inmersa estaba en su plática que no se percató del tiempo, hasta que Yoshiko se acercó a ellas. Porque Maru había olvidado que su amiga estaba ahí. La charla con Dia había sido demasiado absorbente que se sorprendió de ello.
—Siento interrumpir su amena chachara de nerds, pero es bastante tarde ya y creo que sólo nos están esperando a nosotras para cerrar el café, Zuramaru —le hizo ver que en efecto no había nadie más en el local.
—¡¿Eh?! ¿Qué hora es? —preguntó Dia.
—Las 12 —respondió Yoshiko rodando los ojos.
—¿De verdad zura~? Ni cuenta me di de la hora —exclamó exaltada.
—Evidentemente mi querida Zuramaru —se cruzó de brazos—. Ahora mueve tu gran y enorme trasero literario y vámonos a casa, ya pagué la cuenta. Me la debes.
—Si si, lo siento —se disculpó de Dia apenas dándole tiempo a decir nada y casi a rastras la sacó del local.
De camino a casa, Maru tuvo tiempo para pensar y reconocer que Dia le parecía una persona muy interesante y es que además de estar estudiando lo mismo que ella, sus gustos literarios eran increíbles. Tenían algunos gustos en común, pero eran los que no compartían, los que más le llamaban la atención.
Tan entretenida estaba que no se dió cuenta cuando fue que la pianista, que recién se enteró era novia de You, había dejado de tocar y ni siquiera recordaba que Yoshiko la hubiera estado esperando. Se sentía un poco mal de haber abandonado a su amiga, pero ella no parecía molesta en absoluto.
—¿Quién era esa chica con la que platicabas? —preguntó Yoshiko, cuando estuvieron en casa.
—Ella era Dia-san, es otra de las baristas del café zura~ —explicó Maru restándole importancia.
—Ya veo —dijo la chica, divertida con una cara de come mierda que molestó a Maru.
—¿Ya veo qué zura~? —refunfuñó.
—Pues nada, sólo digo que te ves contenta —se encogió de hombros con la misma risita burlona.
—Es porque estoy contenta de que por fin tengo la colección de Ms. Pen en el mejor lugar de todo Tokio zura~, es una victoria para el mundo de la poesía —Maru estaba tan orgullosa, que una enorme sonrisa iluminaba su rostro de oreja a oreja.
—No creo que todo el mundo de la poesía se sienta tan feliz como lo estás tú ahora, pero me da gusto que...
—¿Que hayan colocado la obra de Ms. Pen en el café? —la interrumpió Maru.
—No, me da gusto que hayas hecho una amiga —le aclaró—. Esa chica se veía tan contenta como tu ahora lo estás, ¿también es fan de esa autora?
—¿Dia-chan? No no zura~, ella no la ha leído, la conoce pero no la ha leído. ¡Apuesto que puedo hacer que la lea! —Maru levantó el puño con determinación—. Está estudiando literatura como yo, está por graduarse de hecho.
—¿Va en nuestra universidad? —Yoshiko trató de hacer memoria, pero no la recordaba—. Nunca la he visto antes.
—No, ella acude a Meji —explicó Maru y Yoshiko abrió la boca—. Ya sabes… esa que está al sur de la ciudad.
—Sé en dónde está. Vaya… no parece del tipo… ¿rica? Bueno, si se ve muy educada y eso, pero no pensé encontrar estudiantes de Meji trabajando en un café —se rascó el mentón—. ¿Tiene una beca o algo así? Nadie que estudie en Meji se rebaja a tener un trabajo de medio pelo como mesera o barista o lo que sea. Son tipos muy estirados.
—Debe tener una beca zura~, la verdad no lo pregunté, pero ya tengo algo más que hablar con ella la siguiente vez que la vea —exclamó Maru emocionada.
—Me alegro por ti Zuramaru, por fin tienes una persona real con la cual puedes platicar de esas cosas raras que te gustan —Yoshiko colocó su brazo alrededor del cuello de su amiga—. Y quién sabe, tal vez estemos hablando de que has conocido a la que será tu primera novia.
Maru se detuvo en seco, empujando a su amiga.
—No bromees conmigo zura~, sabes que no tengo ojos para nadie que...
—Nadie que no sea Ms. Pen —se pasó la mano por la cara—. Si, ya lo sé, pero esa chica, ella en verdad parecía interesada en ti, lo que es más de lo que podemos decir de tu amiga por correspondencia que sólo desapareció sin dejar rastro.
—No puedes decir algo como eso tan solo por una plática, la primera plática real que tengo con ella y en la cual comparto más de dos frases seguidas —exclamó indignada.
—Tengo la verdad del observador y tuve suficiente tiempo para mirarlas y saber que hay potencial sentimental ahí —hizo una pose dramática.
—Estas loca Yoshiko-chan —Maru la empujó dándole un zape en la cabeza—. Dices tonterías.
—¡Nadie te conoce mejor que yo Zuramaru!
Maru y Yoshiko se habían confesado mutuamente años atrás que no sentían interés por los hombres, incluso habían intentado andar sin mucho éxito, tenían una mejor relación como amigas que como novias. No fue sorpresa para ellas que pudieran llevarse tan bien. Tan pronto salieron de su ciudad natal, Yoshiko comenzó a experimentar, cosa que Maru no veía mal, pero tampoco compartía su proceder, tener una novia por mes no era su ideal de romance.
Ella por otro lado disfrutaba de sus sentimientos, sabía que tenía un fuerte enamoramiento con su autora favorita que nunca iba a pasar a nada más de eso, pero era algo seguro, nadie podría rechazarla si no había a quien decirle y podía mantener la ilusión sin la decepción. Aún así, le intrigada el hecho de que Yoshiko dijera que la barista malhumorada se había fijado en ella.
—¿Se veía interesada? ¿Cómo interesada interesada o interesada porque soy curiosa o cómo? —Maru la miró con inocencia, en verdad estaba perdida cuando se trataba de estas cosas.
—Interesada como para tomar algo más que un café contigo —explicó picando las costillas de su amiga—. Ya sabes… una cena, o una película, o una disertación filosófica sobre el impacto de la poesía en la cultura millenial… bueno no sé qué clase de citas les gusten a ustedes las ratas de biblioteca, pero lo que quiero decir es que, su sonrisa, o lo que parecía una sonrisa si eso era una sonrisa, te la estaba dedicando sólo a ti.
—Yo no sé cómo es que puedes ver todas esas cosas zura~, sólo estabamos charlando de libros y ahora me estás diciendo que era toda una táctica de seducción. No entiendo como funcionan estas cosas —se quejó Maru.
—No tienes que entender nada Zuramaru, sólo debes gozarlo~ —dijo la última palabra en tono sexy y sugerente—. Es el cortejo de las nerds, el baile intelectual del amor friki. Es capaz de ofrecerte un libro como ofrenda de amor seguramente y tú le darías un ensayo de prosa con tu corazón envuelto.
—Bueno, ella me gustó para una charla solamente, no para otra cosa —aclaró ya que Yoshiko le estaba dando el avión—. Creo que mis visitas al café serán más interesantes intelectualmente hablando zura~.
—Eso es un buen comienzo, primero un café y después, bye bye loca obsesión por la señora pingüino. Kabum! Et finito, sayonara Jappari Park —hizo los gestos de decir adiós.
—¡¿Cuántas veces te tengo que decir que no tiene nada que ver con un pingüino?! ¡Y menos con Jappari Park!
—Nananana nananana welcome to the Jappari Park!~
~•~
