¡Bueno! ¡Aquí empiezo mi pequeña historia Directioner, Otro Mundo! Sí, el título es un homenaje a Another World. Este primer capítulo es una pequeña presentación de la historia. Las protagonistas somos cinco chicas en una situación que... En fin, que sepáis que la narradora soy yo, Candela, y mis amigas son Lucía (Lucciia_HC), Cristina (CristinaGeme), Cris (Criis_1DJB) y Cristy (Cris1D_Styles). Nos hemos conocido vía Twitter gracias a One Direction y Europa FM, y nos hemos hecho inseparables. Este es un pequeño regalo para ellas. ¡Os quiero! :)
CAPÍTULO 1: ¿Volando?
Una vez que se van las mariposas del estómago, basta un apretón de manos para que vuelvas a abrir los ojos. Y esta vez, Lucía se encargó de dármelo.
A través de la ventanilla minúscula podía ver como el edificio del aeropuerto, el resto de aviones y las personas que por allí circulaban se estaban convirtiendo en cientos de manchas oscuras casi imposibles de adivinar entre las nubes que cubrían nuestra ciudad.
Me inundó una tremenda sensación de agobio, que intenté mitigar pensando en cómo había llegado a aquel punto.
Londres. Menuda encerrona. Llegados a este momento, lo único que podía hacer era preguntarme cómo demonios mis padres habían conseguido convencerme para apuntarme a este curso. Un mes hablando inglés, en una casa rodeada de extraños. El plan ideal para alguien tan tímido como yo.
Ni siquiera me ayudaba el hecho de que me acompañaran mis cuatro mejores amigas. Sentadas en aquel compartimento, estábamos más lejos que nunca. Cada una planteando las cosas de una manera distinta, pues no había ninguna otra solución.
Lucía, sentada a mi lado y con los cascos puestos, escuchaba música a todo volumen. Incluso desde mi posición, podía oír con claridad los estruendosos rasguidos de la guitarra de My Chemical Romance. Qué envidia me daba, cuánta tranquilidad.
Cris, Cristy y Cristina ocupaban los asientos delanteros a los nuestros. En mi opinión, que las tres se llamen igual es una bonita coincidencia, nada más. Porque no se parecen en absoluto.
Cristina parloteaba alegremente, intentando involucrar a Cristy en una conversación que, al parecer, no le interesaba en absoluto.
Cris, entre tanto, también llevaba los cascos puestos. Me pareció oírla tararear Baby, de Justin Bieber, así que por precaución decidí no molestarla.
Lo que os decía.
Como los nervios comenzaban a repoblar mi estómago, me propuse escuchar a Cristina:
— … los Ferguson. ¡Ja! ¿Te imaginas que les guste el fútbol? Eso sería de locos, Cristy...
No me sorprendió el tema de la conversación. Cristina llevaba divagando sobre su familia de acogida, los Ferguson, desde el preciso momento en que nos las asignaron. La corta descripción le había dado a mi amiga mucho espacio para la imaginación. Sabía que era un tema que debería haberme preocupado, pero en aquel momento sólo podía pensar en si sería capaz de articular palabra al conocerles.
Revisé la presentación que me había proporcionado el instituto sobre mi familia de acogida, en la que ellos mismos se habían descrito:
"Los Tomlinson somos una familia bastante numerosa, muy alegre y acogedora. Estaremos encantados de conocerte y tenerte con nosotros"
Tomlinson. Mi primera impresión, y también la de mis padres, fue la de echarse a reír. Aquel apellido tan sonoro sonaba a algo lejano, tan lejano que no parecía poder llegar a suceder. Pero eso se había terminado, y los Tomlinson eran ahora una realidad que se me echaba encima.
Y como no había forma de evitarla, decidí que en las horas que durase el vuelo, iba a olvidarla.
Aunque eso significara engañarme.
Ya no había vuelta atrás. Por mucho que releyera aquella línea de mi libro, el avión ya había aterrizado, y mis amigas estaban recogiendo su equipaje de mano.
"Harry sangraba. Su mano acababa de..."
— ¡Candela! ¡Vamos, a menos que quieras quedarte en el avión hasta que vuelva a casa!— me apremiaba una Cris muy sonriente y emocionada.
No sabía que eso era exactamente lo que yo deseaba.
"...cortarse con el cristal que había encontrado en su..."
Nunca supe en dónde había encontrado Harry el cristal. Cristina me arrebató Harry Potter y las Reliquias de la Muerte con un rápido movimiento de mano, y me lanzó la pequeña mochila que constituía mi equipaje de mano. Dando cortos y pesados pasitos, avancé a través del pasillo de la cabina junto a Cristy, que parecía estar igual de angustiada que yo.
Me sonrió débilmente. Qué situación.
Los minutos corrían como nunca en mi vida. Casi sin darme cuenta, yo y mis amigas ya habíamos recogido nuestras maletas y nos dirigíamos a la sala de espera, donde las que serían nuestras familias en el próximo mes llevaban tiempo aguardándonos.
Acabábamos de llegar a la puerta de cristal que daba a la estancia. Respiré profundamente y Lucía me agarró la mano, sonriente.
— ¡Relájate! ¡Igual conocemos a algún chico guapo! —comentó, bromeando.
Como si eso fuera algo relajante. Atravesamos el umbral y una gran parte de los presentes se levantó de sus asientos. Antes de querer mirar hacia allí, compartí una última mirada cómplice con mis compañeras. Una mezcla entre "buena suerte" y "ya me contarás" que me recordó que no estaba sola del todo.
Me sentía contenta, casi segura de mí misma cuando las vi alejarse. Lucía se dirigía hacia una familia de cuatro miembros que la recibió con gran entusiasmo. Según su cartel, acababa de conocer a los Horan.
Cristina por fin pudo hablar con sus soñados Ferguson, donde una chica muy guapa la abrazaba como si ya la conociera.
Vi a mi adorada Cristy, nerviosa como ella sola, acercarse a una familia que ocupaba la esquina de la sala. Los Styles parecían realmente encantados de verla, y supe entonces que mi amiga más tímida no iba a tener ningún problema en llevarse bien con gente tan amable.
Por último, pude vislumbrar a Cris con un grupo de personas, alejándose a través del ancho pasillo del aeropuerto. Ella ya se las había arreglado para entablar conversación con un chico muy guapo de más o menos nuestra edad. Los Payne se parecían mucho a ella, por lo visto...
Fue entonces cuando me percaté de que aún seguía de pie junto a la puerta, con la maleta a mi lado y una sonrisa estúpida en mi cara.
Ni siquiera me hizo falta buscar un cartel que me indicara que estaba en lo cierto. Siete personas me observaban con rostro expectante desde el fondo de la estancia, y no tuve que preguntar si eran los Tomlinson. Sus rostros alegres y corteses me lo confirmaban.
Mientras ellos me saludaban y abrazaban, por un momento parecía que todo podía funcionar, que nada iba a ir mal. Hasta que el chico de los ojos verdes me tendió la mano y supe que, por una parte o por la otra, conocernos iba a traer problemas.
Pero yo aún no conocía con qué consecuencias.
