Enemigo
Sentía el ardor en su garganta, como esas veces que estás enfermo y no puedes hablar, así se sentía él. Sus ganas de tomar sangre eran incontrolables; se había encerrado en la habitación para mantenerse alejado de todos por un tiempo…por lo menos hasta que esa sensación desapareciera.
Soltó una risa, o más parecido a un bufido.
Toda su vida, desde que nació estaba destinado a ser un cazador, matar a aquellos seres que se alimentaban de gente como él…no, de gente como las otras. Irónica la vida ¿No? Siempre esas criaturas fueron sus enemigas. ¿Es que ahora será su propio enemigo? No, ese no era el problema. Le daba igual eso. Era fácil tomar un arma y acabar con esto. Pero eso no le mortificaba en comparación con lo otro. Ella.
Su sonrisa, sus ojos, su buen humor, valentía, fuerza, todo en ella era luz…hasta ahora. Ella era su enemiga, tenía que matarla. Solo esperaba el día en reencontrarse con ella, apuntarla sin sentimiento y disparar. Así terminaría todo… pero, estaría él.
Siempre.
¿Quién es el malo de esto?
Ella.
La manzana en discordia.
Hacer que parezca que se quedaría con él, pero al final… abandonarlo e irse con su enemigo. Cayó al suelo y puso sus manos en su cabeza, se jaló el pelo con fuerza y cerró los ojos con la misma intensidad tratando de olvidar todo referente a ellos dos.
Lo odiaba a él, por alejarla de su vida. Usarlo nada más.
Y a ella… por ser lo que es.
Alguien como él. Un vampiro. Un ser despreciable, un ser que debía ser eliminado, y que él debía eliminarlos.
Jadeó…
¿Será tan fácil como lo piensa? Tomar el arma que se encuentra a su lado y dispararle… haciendo a un lado todo el pasado, todo referente a ella. Los buenos momentos que pasó, las risas, las tontas peleas que tenían en ocasiones. Aquel sentimiento hacia ella. Su sangre, el dulce sabor de aquel líquido espeso de color carmesí que recorría su cuerpo, era una tonta, dejarse que bebiera de ella, pudo haberla matado.
Miró alrededor de su habitación, las cosas estaba un poco regadas, sobre todo su uniforme negro. Por un momento se lo imaginó blanco, sacudió la cabeza, nunca en su vida aceptaría estar en ese turno. Rodeado de seres que odiaba, sentir la presencia de él y el olor de ella.
Sintió como si un flash back se le viniera a la mente, su nombre se repetía varias veces dentro de su cabeza, luego como cruel imagen venía Kaname a quitársela. Siempre, todas las veces que recordaba los buenos momentos regresaba ese.
Maldito Kaname.
¿Por qué Yukki?
¿Por qué tenía que ser lo mismo que él?
Hubiera sido más sencillo que ella no lo fuera y lo matara, así al final se quedaría con Kaname y él no estaría así.
Pero ya no hay nada que hacer, las cosas son así… no se puede llorar por eso. Solo siente lástima porque sabe que algún día uno de los dos morirá a manos del otro, olvidando que alguna vez fueron inseparables.
A lo mejor tenía suerte y caería al rango E para volverse demente y matarla sin razón y dolor. O a lo mejor gane ella y lo mate por caer. En ambos casos ya no importaría nada, solo destruirse uno al otro hasta que uno resulte vencedor. Así fue como terminó. Volviéndose no solo enemigo de sí mismo, sino también de ella. Ya no sabía lo que era peor.
Se recargó en la ventana soltando un suspiro profundo. Cerró los ojos y meditó.
-Yukki…- murmuró su nombre de una forma tan suave como el viento que le rozaba en su rostro por la pequeña abertura de la ventana abierta. De forma inconsciente con una mano tomó su arma, solo acariciándola y sacándola de poco a poco. Sonrió de forma sombría y sin abrir los ojos soltó unas palabras.- Ya era hora…
Ella sonrió de una manera extraña, entre ternura de verlo y miedo de lo que sucederá luego de tantos años.
-Hola…Zero.
