Hola a todos. Después de recuperarme de un leve bloqueo creativo regreso a este fandom. Siento que cada vez hay menos UlquiHime —no lo culpo mucho, está más presente en inglés pero hay muy poco en español—. He sido fan de la pareja por casi cinco años, mas nunca me animé a subir algo hecho por mí hasta ahora. No me importa que Ulqui tenga bastante sin estar entre nosotros, así que me animé a escribir esto.
Es un fic completamente AU. Trataré de mantener las interacciones lo más IC posible. Me inspiré en una película koreana llamada Always, pero la historia es un poco diferente. Lamento si la narración es plana y poco emocional —es en primera persona, desde el punto de vista de Ulquiorra, así que pido disculpas si no lo domino del todo—. Serán poco capítulos, aproximadamente cinco, todo depende de cómo desarrolle las escenas que tengo planeadas.
Sin más que decir, disfruten :D!
Disclaimer: Bleach no me pertenece.
Prefacio
"Eyes"
Las personas buscan siempre un significado trascendental en la vida, queriendo negar el que no existe ninguno. Vivimos, y morimos; no hay una razón de existir así como no la hay para dejar de hacerlo… sin repercusiones, todo sigue su curso y todo terminará del mismo modo. Es un hecho, no podemos discutirlo, lo único que obtendremos aferrándonos a vanas esperanzas es desesperación y vacío.
—¡Hey, Ulquiorra! —giro lentamente para observarlo. Grimmjow: humano me atrevería a decir que normal, si no fuera porque sus emociones descontroladas me hacen dudar de su estabilidad mental—, necesito un favor.
Suspiro. Sí, me molesta; pero no vale la pena que por basura como ésa me rebaje a sentir cosas tan insensatas como la ira. Las emociones son irracionales.
Desvío mi mirada aburrido, no me interesa saber ahora por qué quiere un favor de alguien a quien le ha jurado odio por el resto de sus días. Resisto la urgencia de jugar con alguno de los bolígrafos sobre mi escritorio manteniendo ambas manos bien metidas en los bolsillos de mi pantalón negro.
—No.
Y su cara se contorsiona en una mueca que he aprendido a leer a través de todos estos años: furia. No me muevo ni un milímetro cuando apresura el paso para acercarse a mí, tampoco me molesto en levantar si quiera las manos para evitar que me sujete de la camiseta blanca que llevo puesta. Sostengo su mirada de frustración, apreciando claramente cómo sus ojos azules se desesperan aún más al no ver nada reflejado en mi rostro; ¿qué esperaba? No era como si después de servir a Aizen por unos años quedara mucho que temer, o mucho que… "sentir".
No pasó mucho tiempo desde el momento que perdió los estribos para que me soltara, empujándome contra la mesita de madera de modo nada delicado. No me quejo cuando el borde se clava en mi piel, ni hago un sonido en el momento que escucho los vasos que estaban sobre el mueble caer al a par de éste por el impulso.
—¡No lo repetiré una vez más bastardo, así que escúchame bien! —pongo nuevamente toda mi atención en él, sé lo que dirá y también reconozco que diré que sí sólo para que me deje tranquilo y salga de mi habitación.
—Habla rápido, basura. No desperdicies mi tiempo.
Me gano un gruñido seguido de una mirada de odio por mi comentario.
—Sé que estás ocupado con todo eso de las nacionales de esgrima y esa mierda de universidad a la que asistes —se detiene, sus ojos se llenan de inseguridad al mismo tiempo que pasea descuidadamente una mano por sus cabellos azules —otro acto excéntrico de su parte para deshacerse de su antiguo tono rubio—; no te lo pediría si no fuera importante.
—Suficiente. Si vas a seguir diciendo tonterías me voy.
Doy media vuelta para abandonar mi cuarto y escucho un suspiro cansino.
—Nelliel está enferma, lo sabes. Los doctores recomendaron que para que las quimioterapias no la debiliten tanto lo mejor es vivir en el campo un tiempo y restablecer su salud con aire fresco. La acompañaré.
No volteo a verlo, pero no me muevo de mi lugar para asegurarle que lo escucho.
—Ella trabaja en la biblioteca de la ciudad, pero se niega a dejar su empleo… quería ver si tú —carraspeó, una clara señal de la vergüenza que le causaba el simple hecho de rebajarse a pedirme un favor. Aunque si lo pienso un poco, no es como si tuviera a alguien más a quien acudir: su carácter desesperante y agresivo alejaba a la gente al igual que mi carácter frío; aunque Nelliel era una clara excepción a la regla—, ¿podrías cubrir su puesto hasta que regresemos? Sólo son cuatro horas al día, estarás ahí a partir de las seis de la tarde hasta la hora a la que cierra la biblioteca… no es mucho, sopórtalo por unos cuantos meses, de cuatro a seis.
—No.
Suprimí cualquier reacción de mi cuerpo que delatara lo entretenido que me parecía ver su cara rojo de furia mientras se arrancaba el cabello exasperado. Sólo necesitaba humillarlo un poco más, de cualquier modo ya había decidido que le ayudaría esta vez.
Comencé a avanzar, lento y firme como cuando terminaba uno de los trabajos de él y me felicitaba por ser su sirviente más leal para después, sonreír con la mueca más falsa y vacía que mis ojos tuvieron la desgracia de observar.
—… por favor.
Me detengo y lo encaro lentamente.
—De acuerdo, dile que a partir de mañana me presentaré a cubrirla.
Y sin más, me acerqué a la puerta de mi alcoba cerrándola suavemente al salir. Le daría ese gusto, de cualquier forma, cuando su novia muriera aquella esperanza ciega que lo hizo evitar darse cuenta de la verdad se derrumbaría y yo estaría presente para ver como aquellos sueños infantiles sucumbirán ante la desesperación que nos espera a todos desde que nacemos, hasta que dejamos de existir.
I
Un nuevo día comienza y llega a su fin, un nuevo día que para todos los demás es maravilloso, nuevo y llenos de sorpresas; pero que para mí es lo mismo de siempre, claro, quitando el hecho de que comenzaré a trabajar en una biblioteca llena de personas, llena de basura ingenua que se encierra y protege de la verdad en su pequeño mundo feliz.
¿Qué hice? Ah, sí. Entrené para las nacionales de esgrima con Urahara y su "peleador" estrella Ichigo Kurosaki, un niñato ingenuo y demasiado confiado en que si uno lo intenta puede lograrlo todo… tonterías. Si no naces con el talento no lo tienes, no lo obtendrás ni intentándolo… mucho menos entrenando hasta desmayarte como lo hacía ese bruto. Si no eres bueno eres basura, algo simple y fácil de entender para todos menos para ese imbécil. Ni aunque estuve a punto de atravesar su cuello con mi espada se rindió, aferrándose a deseos imposibles de alcanzar.
Después de salir del centro de entrenamiento, lo único que hice fue presentar mis exámenes de física —para una persona como yo, que no cree en nada que sus ojos son incapaces de ver, es un gran contraste pero al mismo tiempo predecible que me interesara por las ciencias… con algo de suerte mis preguntas serían respondidas a su debido tiempo—. La doctora en física nuclear, Tier Halibel sólo me miró y asintió dejándome marchar del aula sin decir ni una sola palabra; eso era lo que me hacía apreciarla como profesora, no me hostigaba con atenciones innecesarias como los demás.
El sol del ocaso iluminó intensamente mi rostro con sus rayos, lastimándome un poco la vista y provocando un leve escozor en mi piel; con mi mano protegí mi vista aprovechando para quitarme el cabello del rostro. Miré el reloj: las cinco y media, era hora de ir al centro de la ciudad y cumplir con el favor que le concedí a Grimmjow… genial, no quedaba tiempo suficiente para volver a casa, ducharme y quitarme el olor a sudor. Lentamente me dirigí al estacionamiento de la facultad de Física, metiendo las manos en los bolsillos de mi pantalón de mezclilla gris y buscando con la mirada mi motocicleta blanca para, con la misma apatía subirme en ella.
—¡Bastardo, gracias! —escucho gritar al molesto amante de los gatos. Lo miro, queriendo taladrar su pequeña cabeza hueca con la mirada y él infantilmente saca la lengua. Muevo la cabeza a modo de negación, nunca cambiará… tal vez por eso se fijó en ella: Nelliel Tu Odelschwanck, una mujer con una personalidad aun más impulsiva e infantil que la suya; a veces me pregunto si fue por eso que yo también me fijé en ella.
La veo caminar lentamente al taxi que los esperaba frente a la universidad, algo débil pero se negaba a dejar que la basura le ayudara. Sus cabellos largos y ondulados teñidos excéntricamente como los de su acompañante, pero en lugar de azul eléctrico, de color verde oscuro: parecía dulce, tonta; pero tenía bastante orgullo e inteligencia escondidos bajo esa máscara de ingenuidad. Venció a Grimmjow en un combate de esgrima, quejándose de cuánto detestaba a los hombres que actuaban como bestias… lo miré burlón; pero lo único que me gané fue escuchar sus carcajadas una semana completa cuando también me venció a mí. Me impactó su fortaleza y el cómo mis ojos no lograron verla desde el primer momento; llegué a dudar de mi creencia en que lo que no percibía simplemente no existía, me entregué a una emoción inútil como el deseo para que después, con esa sonrisa pícara, tomara la mano de Grimmjow y destruyera mis vanas ilusiones.
La esperanza es el peor de los males porque amplifica y prolonga el dolor de los humanos… desde ese momento decidí no creer en nada, no sentir nada; porque así no tendría nada que perder ni que me lastimara.
Nelliel me sonríe y enérgicamente me dice adiós, yo asiento, sin atreverme a corresponder el gesto. Sigo el taxi negro con la mirada hasta verlo desaparecer, reprimiendo el deseo de permitirme creer que Nelliel vencería su leucemia. No quería entregarme ciegamente a algo así para hundirme en la desesperación, por lo menos no de nuevo.
Acomodo mi chaqueta blanca, ajustando el cierre hasta el cuello para esconder la cicatriz en mi pecho… si tan sólo pudiera hacer lo mismo con las de mi rostro; tal vez así la basura de Kurosaki dejaría de incordiarme. Tomo el casco entre mis manos y me doy cuenta de que el esmalte negro de mis uñas está cayéndose, siempre he odiado cómo se ven sin ese color, mi piel el demasiado pálida para ser considerada normal, pero parece serlo a comparación del blanco de mis uñas; suficiente, no tengo tiempo para nimiedades, sólo tengo quince minutos para ir a esa biblioteca y aburrirme hasta las diez. Me pongo el casco blanco, sin molestarme en evitar que mi cabello negro se desacomode y arranco el motor.
Con su suave ronroneo me olvido de todo.
El viento pasa por mi rostro sin realmente tocarlo, la sensación de la adrenalina revitalizando mi cuerpo es lo único que percibo. Todo se desconecta y no hay nada a mi alrededor. No hay nada en mí. Si esto no es la felicidad entonces no creo que sea posible encontrarla.
Manteniendo la vista en el camino, acelero y me introduzco en las calles empedradas de la cuidad. Me toma sólo un par de minutos llegar a mi destino. Bajo de mi moto, dejándola donde me parece menos probable que desaparezca. Con las manos bien metidas en mis bolsillos, me acerco a la recepción donde una mujer baja, morena y con el cabello extrañamente color violáceo me recibió con una sonrisa que tal vez estuviera lo suficientemente ensayada como para parecer real: en un mundo como este, gestos así no son sinceros, por lo menos no todo el tiempo.
—Bienvenido —dijo. Su voz controlada y de un tono que escondía casi a la perfección su fastidio, de no ser porque sus ojos dorados como los de un felino decían a gritos que deseaba que la jornada llegara a su fin—. ¿Me permite su identificación?
Asiento. Sacando las manos de mis bolsillos y entregándole mi credencial de la universidad.
—¡Ah, usted es Ulquiorra Cifer! —parece ser que me esperaban. Extendió su mano para devolverme mi credencial. Si había pensado que Grimmjow era excéntrico con su cabello y vestimenta, esta mujer lo dejaba muy atrás: no sólo su pelo era de un tono extraño, su vestimenta era de colores más escandalosos, mezcla de naranjas fosforescentes y tonos violáceos—. Nelliel nos ha comentado de su situación, por favor diríjase al final del pasillo a su izquierda, Tessai Tsukabishi se encargará de hacer su gafete. Cuando termine, puede ocupar su puesto de bibliotecario. Si tiene cualquier duda no dude en preguntar; mi nombre es Yoruichi Shihoin, un placer.
No contesto. Me dirijo tranquilamente al sitio indicado, tardando pocos minutos en llenar las formas que me entregó el hombre corpulento de lentes oscuros, limitándome a ignorar sus vanos intentos para hacer que saliera sonriente en la foto de mi gafete. Basura.
Ignoro el cuchicheo ahogado que hay en los pasillos del recinto y tomo mi puesto detrás del escritorio de madera. No hay mucho que ver ahí: Estantes repletos de libros por los cuatro pisos de la biblioteca, cada piso albergando diferentes secciones y sólo la planta baja con las mesas parta consultarlos. Sobre el escritorio, bolígrafos de colores neutros, notas adhesivas en forma de gato, una pequeña computadora de escritorio con una impresora láser a un lado —la cual supuse que era para las formas de préstamo y llevar el control de los libros— y unos grandes audífonos verdes. En ese espacio también hay un par de lámparas que tienen a un lado libros.
Serían unas largas cuatro horas.
No existieron grandes complicaciones, pocas personas se acercaban a pedir ayuda para encontrar los libros necesarios para su consulta. Fue tranquilo, tanto que incluso me tomé la libertad de ponerme los audífonos y escuchar un poco de música de Krzysztof Penderecki para relajarme cuando algo interrumpió mi tranquilidad.
Una pesada bolsa calló sobre mis piernas; molesto, me giré para ver quién se había atrevido a cometer semejante osadía.
Sus cabellos de color rojo, casi anaranjado contrastaban sutilmente con su piel ligeramente tostada por el sol. Los párpados cerrados y una relajada y amplia sonrisa pintada en sus labios. No negaré que su figura me sorprendió, tantas curvas en una mujer no es algo muy esperado, mucho menos en el estereotipo de una mujer japonesa.
—¡Nel! —pronunció un poco más fuerte de lo normal pero sin llegar a ser lo suficientemente alto parta molestar a las personas. Su voz sonaba sorprendentemente dulce, aniñada; algo que parecía no encajar para nada con su apariencia—, no creas que porque ya casi tienes que irte al campo a descansar te librarás de leer libros conmigo. Pero eso sí, no quiero nada deprimente como Cumbres Borrascosas; recuerda que prometiste presentarme a Mr. Darcy, ese personaje de Orgullo y prejuicio del que hablabas pestes y maravillas.
Su timbre era agudo… muy agudo, lo suficiente como para hacer que mis oídos zumbaran y mi cabeza doliera un poco. ¿Acaso esa mujer no se callaba?
—¡Ah! Te he preparado sopa de miso con choco chispas, menta y un poco de mermelada de fresa y wasabi —soltó una risita, sonrojándose un poco para después abrir sus ojos. Me pregunto si esa mujer tan rara sabía que comer algo así significaría un boleto directo a la sala de urgencias por intoxicación… reprimí la urgencia de botar la comida en la basura dada la posibilidad de que ésta representara algún tipo de peligro biológico—. Lamento haber llegado tan tarde, el señor Gilga insistió en que permaneciera en la recepción un poco más, atendiendo unas cuantas llamadas. ¡No, no me quedé sola! Sabes que me siento muy incómoda con él, Tatsuki me acompañó antes de marcharse al dojo a practicar un rato.
—¿Terminaste tu parloteo? —mi voz sonó un poco más baja de lo normal. Me reprendí mentalmente al perder el control de mi todo tan fácilmente—. Nelliel no regresará hasta dentro de unos meses, así que puedes irte.
Sus ojos color avellana se abrieron sorprendidos, antes de que se llenaran de aquella vergüenza que no tardó nada en reflejarse en su rostro. La tonta mujer agachó la cabeza para ocultar su rostro sonrojado mientras se mordía los labios. El cabello de su flequillo no sirvió para ese propósito, debido a los broches color aguamarina que lo mantenían en su lugar. Apretó un poco más el bastón que sostenía entre las manos.
—L-lo lamento mucho —alzó la cabeza, sin molestarse en enfocar sus ojos en mí. Su mirada clavada en un sitio desconocido, viendo sin realmente hacerlo… claro, era la conclusión más lógica a la que podía llegar, de cualquier modo si el que incluso al abrir los ojos me confundió con Nelliel —cosa que pudo ser atribuida a una increíble torpeza—, el bastón para invidentes disipaba cualquier duda que me quedara: es ciega.
—No vengas con tus disculpas, mujer.
La chica dejó escapar un ligero suspiro, para en unos pocos segundos sonreír nuevamente, acercándose lentamente al asiento a mi lado, golpeando el piso en un ritmo constante para guiarse. Al llegar a ese lugar, recargó el bastón y con las manos se apoyó para sentarse.
—Aun así, discúlpame —testaruda, no tenía el tiempo para perderlo con alguien como ella—, fue muy descortés de mi parte. Por favor, acepta la comida en esa bolsa como compensación… puede que no suene común el comer algo así, pero a pesar del aspecto le aseguro que tiene buen sabor.
—¿Quieres matarme? No hay forma en la que mi cuerpo pueda consumir tal cosa sin enfermarse —intenté que mi tono sonara lo más firme y frío posible. No tuvo el efecto esperado.
—Tienes razón, lo siento —y soltó una risita. Pareciera que esta chica lo único que sabe es pedir disculpas—. Sólo he conocido dos personas que comparten mis gustos culinarios, pero todos los demás concuerdan en que no es que tenga mal gusto, sino que el que no pueda ver evita que sepa lo que estoy mezclando.
Esbozó una sonrisa. No había que ser un genio en lenguaje corporal para saber que era falsa. A esta mujer no le gustaba que la tomaran por tonta por el simple hecho de no ver; pero sí que lo era, no por su falta de visión sino por su falta de coraje para decir lo que pensaba sin tapujos.
—Quita esa sonrisa, no hagas muecas así… es tan falsa que me da nauseas.
Su cara se volvió un poco seria. No, no sentí culpa, era necesario que supiera la verdad y dejara de esconderse de ella.
—Oye… ¿no hay por ahí algún libro? —no contesté. Estábamos dentro de una biblioteca, resistí el impulso de decirle que no de manera sarcástica; contestar preguntas inútiles no era digno de mi tiempo—. ¡Ah, olvídalo! ¡Qué tonta soy, estamos en una biblioteca, claro que hay libros!
Golpeó su cabeza levemente mientras volvía a sonrojarse. Bufé, soplando aire a mi cabello para quitarlo de mi rostro.
—A lo que me refería es que si no está sobre este escritorio un libro de Jane Austen… Nel prometió que leería Orgullo y Prejuicio para mí —se sonrojó aun más y tragó con dificultad—. De hecho… quería saber si podrías leerlo para mí…
—No. Léelo tú sola.
Seco, firme y sin rodeos. No es mi deber entretener a esta mujer.
—Lo haría; pero no puedo —su voz salió casi en un susurro. Pero su mirada no estaba triste ni avergonzada. Había algo más: impotencia. Mi pecho se sintió pesado por alguna razón—, así que… por favor, ¿podrías leerlo?
Suspiré, antes de pasar exasperado una mano y desordenar más mis cabellos.
—Lo haré.
No, no fue culpa… yo no puedo sentir algo tan inútil como eso, y tampoco fue alivio lo que llenó mi cuerpo al ver que sus ojos se iluminaban ingenuamente con optimismo. Sus optimismo era vano, tonto e irracional. Yo no pude haberlo provocado.
La suave sonrisa que surco sus labios salió más natural que las anteriores, impregnando sus palabras con sutil alegría.
—Gracias.
Carraspeo. No es común en mí perder el control tan fácilmente.
—No lo hago por ti, sé que si no aceptaba no dejarías de molestarme. No es mi deber entretenerte y mucho menos mi intención hacerte sentir bien, mujer.
—Orihime —me interrumpe, sin inmutarse lo más mínimo por mis palabras—, mi nombre es Orihime Inoue, no mujer.
Frágil y tonta como una princesa… el nombre le queda.
—Tu nombre es irrelevante mujer —mascullo antes de tomar el libro que mencionó Nelliel le leería y comenzar a recitar su contenido monótonamente.
Un bufido de fastidio y un golpe en el hombro fue lo que me ganó mi desgano para hacer ese trabajo.
—¡Pon algo más de alma y corazón en lo que lees, abre tus sentidos y expresa lo que te provocan esas palabras! —me retó, haciendo un puchero—, si lo dices de manera tan plana pareces un robot.
—No puedo expresar que me provocan estas páginas porque simplemente no siento nada al leerlas.
Sólo son palabras impresas en una hoja de papel; un mundo ficticio diseñado para que los humanos se refugien y continúen ajenos a la realidad.
—¡Mentiroso, todos sentimos! —refunfuñó—, así que pon más de ti en la lectura.
—Yo no siento.
Me miró nuevamente y volvió a sonreír. Esta chica era extraña, acababa de conocerme y ya estaba relajada a mi lado.
—Eso no es verdad, sí sientes… el problema es que no lo aceptas.
Rodé los ojos y proseguí con la lectura. Si pensé que no existía mujer más molesta que la que se encontraba a mi lado, me equivoqué… la madre de la protagonista era desesperante, tonta, vana y narcisista. Seguí leyendo, y justo cuando menos lo esperaba, Yoruichi avisó que era momento de cerrar.
¿Tan rápido pasó el tiempo?
—Bueno, creo que me iré… vendré mañana para que continuemos con el libro, ¿sí? —y sus ingenuos ojos cafés no dejaron de brillar con la misma chispa de optimismo. Tonta mujer—, ¿puedo saber tu nombre?
—Mi nombre es irrelevante mujer, al igual que lo que quieras hacer con tu tiempo.
Bajó el rostro, con la decepción y la tristeza reemplazando cualquier otro sentimiento reflejado en su mirada. La presión que había sentido antes regresó, llenándome de incomodidad. La chica tomó su bastón y cuando se dirigía a tomar su bolsa, la tomé de sus manos sin preguntar.
—Si me enfermo pagarás la cuenta del hospital, mujer.
Y cualquier sentimiento negativo se esfumó al tiempo que una sonrisa iluminó su rostro.
—Muy bien, vendré mañana. ¡Gracias!
Dando golpecitos en el piso se guió a la salida. Qué mujer más voluble.
—Ulquiorra Cifer —musito y ella se detiene sorprendida.
—¿Disculpa? —cuestiona ingenuamente, como si pensara que fue su imaginación.
—Me llamo Ulquiorra… —repito, controlando la molestia que me causa decir las cosas más de una vez.
Asiente y se gira para despedirse a lo lejos. Una sonrisa invisible en los labios pero presente en sus ojos.
—¡Hasta mañana, Ulquiorra! —grita—¡Gracias por leer para mí!
Y se marcha. Sin duda, es una mujer muy extraña.
Inconscientemente abro la comida que le quité y al meterla a mi boca no puedo evitar las arcadas de asco.
—Mujer tonta, serás mi perdición…
No duden en dejar comentarios, sugerencias, etc :D!
