El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como todos los símbolos y elementos relacionados, son propiedad de Warner Bros., 2000. Esto es sin fines de lucro.
Aclaraciones: Este fic contiene Spoilers de Deathly Hallows, así que si no lo has leído, entonces mantente lejos. También debo decir que algunos diálogos y escenas del cuarto libro se las he pedido prestadas a Rowling (sin que ella sepa, pero sin intenciones de lucro, obvio) porque finalmente la historia real del fic se desarrolla en una parte del cuarto libro.
"El otro lado del Baile de Navidad"
Capítulo 1: Giratiempo hechizado
-James… - dijo la muchacha tratando de zafarse del brazo de su primo que la llevaba casi sin mucho esfuerzo –, James – repitió molesta.
-A este paso creeré que tienes una fijación por mi nombre.
-Muy gracioso – Se detuvo y a pesar de los intentos del muchacho para seguir arrastrándola, no pudo -. ¿Crees que es aceptable lo que planeas hacer?
-No hay ninguna regla que lo impida – contestó alzándose de hombros como si esa fuera una respuesta razonable -, así que no tendremos problemas.
La pelirroja alzó una ceja incrédula ante sus palabras.
-¿Desde cuándo te importan las reglas? – preguntó Rose escupiendo las palabras – Ni siquiera sabes otras reglas aparte de no ingresar al Bosque Prohibido o hechizar las ropas de los profesores… Y que, por cierto, siquiera las cumples.
-Un poco de espíritu navideño, prima, por favor – se quejó el muchacho rodando los ojos -. Haz hecho cosas peores como que una bludger te golpeara para no dar el examen de Transformaciones alegando que tu mano estaba incapacitada de escribir, te colas a la Sección Prohibida de la biblioteca casi como si fuera tu casa, le hiciste un encantamiento al lavatorio del baño de niñas-
-¡Porque Sandra Parkinson se burlaba de mí y tenía que vengarme! – le interrumpió -. Vale, en general, no cumplo las reglas y por el amor de Merlín, no he terminado castigada como otros – añadió dándole una sugestiva mirada a él -; pero no hago cosas descabelladas como ingresar a una sala común que no es la mía.
-¿Acaso te preocupas que de ser niña mala, Santa Claus no te traerá regalos? – No soportó reprimir una carcajada.
-No... Lo que pasa es que soy Ravenclaw, y a diferencia de un Gryffindor como tú, sí pienso en lo que podría ocurrir si McGonagall se le ocurre echar un vistazo en su sala común – musitó sabiendo que había perdido la pequeña contienda con James.
Llegaron muy pronto a la torre donde se suponía que estaba la sala común de Gryffindor. Una dama regordeta los saludó desde su retrato y les pidió que sacaran una corona de navidad que los elfos habían colocado en la esquina de su cuadro porque le daba alergia. James dijo la contraseña y el retrato pronto se movió junto con un trozo de la pared para mostrar un agujero que era la entrada para un lugar decorado de colores alegres.
Rose entró delante de James y miró con atención la sala común a la que habían pertenecido por generaciones todos los Weasley y su tío Harry. Era bastante más acogedora que la suya. Los sillones estaban más juntos entre sí, una cálida alfombra esparcida por todo el suelo invitaba a sentarse sin pasar frío y el árbol en la esquina cercana a unas mesas –donde ella supuso que harían sus deberes- se hacía notar como el rey del lugar, aunque no fuera tan grande como el que tenían en Ravenclaw. Era un poco más alto que ella, pero las esferas de diversos colores emitían un brillo mágico y cautivador. Dentro de unas pequeñas cajas transparentes colgadas de las ramas, había una especie de polvo que brillaba y flotaba con lentitud.
Se encontraba observando concentradamente el polvo que giraba en espiral dentro de su cajita cuando sintió unos brazos aprisionándola.
-Buenos días, Lily – dijo la muchacha tratando de girarse sin que Lily aflojara el abrazo y ella le dio unas palmaditas en la cabeza -. Es un gusto también verte, pero no lo será si tengo que apartarte de mí a puñetazos.
-¡Nunca creí que James se tardara tanto en convencerte en venir! – comentó la chica soltándola y le sonrió.
-Claro, como mi sueño oculto era venir al territorio Gryffindor. No pude resistirme – dijo con ironía -. Así que ésta es su sala común… - Giró sobre sus talones mirando por completo la sala de papel tapiz burdeo.
-Hola, hermana.
Por la escalera de la izquierda aparecieron dos figuras. Hugo bajaba animadamente de dos en dos los escalones y se plantó junto a ella para ondear su mano. Detrás de él, venía Albus con un grueso fajo de pergaminos en su mano.
-Hola, Rose – le saludó éste sonriéndole.
-Hola, primo… Y es bueno ver tu cara, hermanito – Miró a Hugo como si fuera un alienígena -. ¿Mamá sabe que te hiciste eso en pelo? – preguntó señalándole un mechón verde en su cabello castaño.
-Los papás tienen que pasar una navidad placentera. Es innecesario mencionar que Teddy me mandó mal un encantamiento para cambiar mi color de cabello – dijo resueltamente y se sentó en el sillón más cercano a la crepitante chimenea.
Albus se dirigió a la mesa cercana al árbol y tomó una pluma de un tintero que había allí encima. Sin levantar la vista de lo que escribía en el pergamino, dijo:
-En realidad, le tienes miedo a los gritos que tía Hermione dará en su vociferador si sabe que parece que tuvieras un cultivo de hongos allí.
-¡Es un verde moho, no un verde color hongo! – replicó Hugo sonrojándose mientras Lily y Rose se destornillaban de risa -. No tienes ni la mínima idea de diferenciar colores, amigo.
Era extraño verlos allí y llevándose tan bien. Nunca había experimentado la sensación de tener a tus primos y hermano en un lugar únicamente para ellos. Siempre pasaban las navidades en La Madriguera, donde iban todos sus tíos y la gran cantidad de primos; pero era diferente. Eran los primos menores de la familia que pasarían sus navidades juntos. Sin su abuela Molly retándolos por la maratón de bromas –y que en general su padre era el que terminaba cayendo en todas- o sin las extrañas historias que contaba su tío Harry sobre criaturas como basiliscos o dementotes. Tampoco estaría Teddy dando el espectáculo de la transformación, donde a veces quedaba igualito a su abuelo Arthur o era una versión masculina de Victoire.
Sin embargo, Rose sabía que además del hecho de pasar la navidad por primera vez en Hogwarts, era que el hecho de unirse a sus primos en la escuela lo que hacía diferente esta fecha. Había una gran línea dentro de con quiénes se juntaba en casa y en Hogwarts, y ciertamente en el último lugar apenas conversaba con sus primos. Tal vez hablaba un poco más con Hugo porque era su hermano y tenía que saber si sobrevivía en aquella jungla de profesores locos, dementes deportistas obsesivos o huecas insufribles.
Lily comenzó dar extrañas vueltas mientras saltaba, pareciendo una bailarina de ballet bastante animada mientras comenzaba a cantar un villancico navideño.
-Me gusta su sala común – dijo Rose volviendo a posar su mirada en el árbol -, en especial el árbol.
-¿Cómo es la de Ravenclaw? – inquirió Albus doblando el fajo de pergaminos.
-Es horrible. No tienen contraseña, si no que tienen que responder preguntas de ingenio… - se le adelantó James con cara de espanto -. No podría estar allí. No sería capaz de entrar a la sala si ni siquiera sé cómo responderle a McGonagall por qué no me encontraba preparado para hacer mis deberes.
-De verdad no entiendo cómo siquiera estás en Hogwarts si eres tan perezoso – se quejó Rose negando con la cabeza. Luego miró a su primo menor -. Es más grande y hay una escultura de la fundadora de la casa en medio. Hay más escritorios que los de ustedes porque muchos estudiamos antes de bajar a cenar… Aunque el árbol es tan grande y vacío, que prefiero la decoración que pone Flitwick en el Gran Salón para empaparme del espíritu navideño.
-¿Ésa es una carta para quién? – preguntó Hugo señalando el fajo de pergaminos que enrollaba su primo y los ataba en una cinta.
-La carta mensual para nuestros padres – dijo terminando de atar la cinta y se la lanzó a James -. No les escribimos desde Octubre… Creo que necesitaban un buen listado de hasta qué comimos.
-Son estupideces de papá – Lily dejó de bailar y se detuvo junto a Rose -, como que me prohibió tener novio hasta que tuviera treinta años. Sólo a él se le ocurre un informe detallado de nuestros movimientos diarios en Hogwarts.
-Al menos te dejó tener novio… A mí me planteó la posibilidad de ser una monja, esas religiosas muggles, de claustro – comentó Rose riéndose.
El resto del día lo pasaron conversando y jugando extraños juegos que Hugo proponía. Sólo salieron de la sala común de Gryffindor para almorzar, ya que hacía demasiado frío hasta en los pasillos. Las personas de los retratos se quejaban que deberían poner hogueras a un metro de distancia en todo el castillo para que pudieran tener unas fiestas aceptables. Pero ellos no sintieron el frío glacial que otorgaba la gruesa capa de nieve que cubría los jardines o el techo del castillo, el fuego de la chimenea nunca se extinguió. Seguía crepitando constantemente, siendo el punto donde eventualmente los cinco terminaban calentándose las manos mientras conversaban.
En el pliegue del techo y donde comenzaba las paredes, colgaban guirnaldas de verde oscuro adornadas con una larga cinta roja. Entre medio, habían pequeños ramos de muérdagos muy camuflados en las paredes; esperando la oportunidad perfecta para situarse bajo una pareja descuidada.
-No se van a mover porque saben que somos familiares – explicó Lily dirigiendo la mirada adonde Rose observaba los muérdagos -. No son tan crueles como para obligar a besarse a primos entre sí.
Ya casi era la hora de cena cuando Albus propuso ir a buscar los regalos que aún faltaban por enviar a la familia, ya que el siguiente día sería 24 de Diciembre y el cielo estaría infestado de lechuzas tratando de llegar a sus objetivos.
Rose se quedó acostada en la cálida alfombra junto a la chimenea en compañía de Lily. Ambas habían comprado y mandado hacía ya una semana los regalos, así que comprobarían el desastre que deberían tener los chicos para mandar los más de diez regalos contando a padres, abuelos, primos mayores, tíos y Teddy.
El desastre fue más que monumental: James pedía a gritos un encantamiento para reducir el tamaño de los paquetes, uno de los regalos de Hugo se salió de su caja y estuvo trepando cada centímetro de la sala común para encontrarlo y Albus reclamara porque James le había quitado la varita para adivinar el encantamiento que necesitaba.
Las chicas intercambiaron una mirada de esas que sólo con un segundo pueden decir cosas como estos-son-unos-tarados o demostración-de-por-qué-las-mujeres-deben-dominar-el-mundo mientras se ahogaban de risa.
-¡Es mi varita! – gritó Albus saltando para lograr alcanzar la varita que James mantenía arriba con el brazo alzado.
-¡Dime cuál encantamiento es y te la devuelvo en dos segundos!
-¡Te odio, James!
-¡No seas tan chillón y dime!
-Jamás te lo diré por imbécil – Le sacó la lengua.
-James… Eres tan maduro para tener diecisiete años – sentenció Rose incorporándose y caminó hasta la mesa donde peleaban -. Dale la varita a Albus. Creo que él sí recuerda un encantamiento simple para sus regalos.
La mesa estaba a reventar de regalos. Había cajas de diferentes tamaños y colores, paquetes delgados como gruesos. Era sabido que los Weasley eran una gran familia, pero al ver tantos obsequios, se podría pensar que tenían su propia nación independiente.
Lily tomó uno de los regalos y supuso que por la forma que tenía debía ser algo esférico. Hugo adivinó que era una recordadora. Y mientras James trataba de recordar el encantamiento que reduce el tamaño de los objetos, los cuatro comenzaron a adivinar qué era cada regalo antes que Albus marcara con un papelito para quién era.
Después de adivinar que Hugo le regalaría a sus padres una bandeja que hablaba, James un lápiz que corregía los errores ortográficos para Victoire, un libro de deportistas femeninas trascendentales en el mundo mágico para Ginny de parte de Albus; Lily sacó un paquete que estaba abierto y se cayó un extraño reloj con cadena de oro.
-Esto sí que es descuidado, James – le dijo su hermana mostrándole el reloj y él la miró como si no fuera de él -. ¿Quién más cerraría tan mal sus regalos?
-Oh, es un detalle – Le quitó el reloj.
-¿Es un giratiempo? – preguntó Albus interesado y el muchacho asintió -. ¡Es genial! Son muy difíciles de conseguir.
-Una señora de Hogsmeade tenía una venta de artículos antiguos y cuando vi esto, pensé que era perfecto para papá – dijo poniendo el giratiempo a la altura de sus ojos. La parte de abajo, que parecía un reloj, daba vueltas lentamente al pender de la cuerda dorada -. Lo bueno es que ya está inscrito en el ministerio y sólo tiene que dar cuenta que será de él.
-Le será útil por su profesión – asintió Rose llevando su mano hacia la cadena tosca y delgada -. Mamá usó uno en Hogwarts. Nos contó que le fue difícil en un principio no romper las reglas de los viajes en el tiempo, pero que cuando ya te acostumbras… Es fascinante – terminó de decir sonriendo.
-¿Me vas a regalar algo así cuando sea mayor? – Lily abrazó a su hermano mayor y pestañeó inocentemente.
La dedos de James se aflojaron de la cuerda y Rose pudo tener un su poder el giratiempo. Se veía gastado, pero no podía dejar de admirarlo. El anillo que sostenía la figura plana de un reloj de arena giraba indicando que el tiempo pasaba, no hacía ningún ruido. Sus dedos tocaron la plaquita del reloj de arena y se encontraba oxidada. Debía tener ya sus buenos siglos de uso.
Hugo le pidió si le podía dejar ver el giratiempo cuando James chasqueó la lengua entusiasmado:
-¡Ya me acordé! – Se ganó una mirada asesina de Albus cuando le quitó nuevamente la varita ye hizo una seña para que Rose y Hugo extendieran el giratiempo -. No sé cómo pude olvidarlo… Es tan fácil – comentó como si fuera lo más obvio del planeta mientras apuntaba al giratiempo.
-¿En serio piensas rendir tus ÉXTASIS con ese nivel de conocimientos? – inquirió Albus a su lado.
-¡Reducto!
Un rayo azul chocó contra el giratiempo produciendo que vibrara fuertemente en las manos de Rose y Hugo, pero ninguno soltó el objeto. El giratiempo parecía estar absorbiendo el rayo, ya que de a poco la luz azul fue desapareciendo hasta concentrarse en todo el cuerpo del giratiempo.
-¡Ése es un hechizo para hacer explotar cosas! – le gritó Rose enfadada.
-Rose… - musitó su hermano algo asustado -. ¿Qué ocurre?
El giratiempo comenzó a vibrar con más fuerza y la placa con forma de reloj de arena comenzó a girar sin detenerse. Parecía haberse vuelto loca. Rose levantó la mirada y vio cómo los cuerpos de sus primos se difuminaban; y el castaño se fijó en que las paredes de la sala común parecían moverse enloquecidos. Ambos no pudieron reprimir un largo grito cuando todo comenzó a dar vueltas sin parar.
De pronto el pelo rojo de Lily no era más que un revoltijo rojo en su campo de visión, la varita de Albus ya no estaba y ellos mismos se sentían como si estuviera sumergiéndose en un lago tranquilo, pero muy hondo.
Hugo cerró los ojos y pensó que se estaba volviendo loco. Era estúpido que hubiera pasado algo demasiado grave por un hechizo mal ejecutado. Aún así pudo escuchar el grito de su hermana hasta que ésta pareció callarse porque le faltaba el aire.
-Hugo… - dijo Rose con dificultad. Su respiración era entrecortada -… ¿Dónde estamos?
Al abrir los ojos se encontró con una vista muy parecida a la de su sala común. Eran los mismos sillones, el mismo papel tapiz, la misma forma ovalada de la habitación, la chimenea crepitaba solitariamente siendo lo único que emitía algún sonido además de la respiración alocada de Rose. La única diferencia era que los adornos del árbol de navidad eran más diversos, como estrellas y espirales.
Se fijó que era de noche. Una hermosa luna se podía ver a través de la ventana cerrada junto a sus estrellas en el oscuro cielo.
Soltó sus dedos de la cuerda del giratiempo haciendo una mueca de dolor. Había estado tan nervioso que agarró la cuerda con más fuerza creyendo que de algo eso iría a servir.
-Creo que es mi sala común – finalmente dijo aún observando todo cuidadosamente.
Se escuchó un grito ahogado y miró que su hermana estaba cerca del agujero del retrato, leyendo el tablero de anuncios. Se acercó dudoso a ella, preguntándole qué ocurría.
-Esto dice que estamos en el año 1994 – Señaló con su dedo índice uno de los carteles que sobresalía de los demás.
-¿Qué significa? – Frunció el ceño muy confundido.
A la lejanía se empezaron a escuchar pasos, gritos, vítores y risas. Cada vez más cerca, avanzando por el pasillo.
Los hermanos se miraron espantados.
-¡Tenemos que escondernos! – exclamó el castaño dándose vueltas estúpidas sobre sí mismo buscando un buen escondite.
-¡Allí! – Rose corrió hasta la mesa.
La mesa que se encontraba en el mismo sitio que antes, ahora estaba cubierta por un largo pedazo de tela que la tapaba por completo, por lo que se escondieron debajo sin temor a que los vieran enseguida. Lo que sí, es que Rose levantó un poco la sábana para poder ver mejor qué iría a pasar.
Luego de unos segundos, el retrato de la Dama Gorda hizo un ruido muy parecido al de una piedra chocando contra otra y varios estudiantes entraron trayendo consigo las risas al lugar.
Hugo se acostó boca abajo y abrió un poco más el pedazo de tela para ver lo que pasaba. Intercambio una mirada extrañada con su hermana cuando comprobaron que todos iban vestidos de una forma muy distinta al uniforme de Hogwarts: Los chicos traían túnicas de gala y las chicas usaban vestidos de todos los colores posibles. La sala común se veía alegre con la vivacidad de los vestidos y las risas que daban casi todos al hablar rápidamente.
Dentro de poco se pudo escuchar algo más…
-¡Siempre tienes que arruinarlo todo! – chilló una voz entrecortada y muy aguda. Una voz bastante familiar para ambos.
-¡No me digas nada cuando tú eres la que traiciona a nuestro amigo! – Rose se estremeció pensando que así sonaba exactamente su padre cuando la retaba.
-¡Déjame tranquila, Ron!
Una muchacha enfundada en un vestido azul entró a la sala común produciendo un silencio sepulcral entre los presentes. Detrás de ella entró un pelirrojo con el pelo desordenado y con una horrible túnica de gala sacada de más de cien siglos atrás.
Cuando el muchacho abrió la boca para decir algo, ella se giró y lo miró con tanta ira, que daba miedo. Su pelo liso se escapaba de una cinta que pretendía hacer un moño alto. Parpadeó un par de veces antes de seguir:
-¿Acaso tienes más qué decir? – preguntó como si fuera una broma que quisiera agregar.
-Pues… - El pelirrojo abrió la boca varias veces sin producir ningún ruido.
Hugo le dio un golpe al hombro de su hermana, y ésta se giró con el rostro rojo de vergüenza, al igual que él. Y al mismo tiempo dijeron atónitos:
-Son nuestros papás.
Notas de la autora: Sí, estoy de vuelta… Creo que ya se va a cumplir más de un año desde que no publico ningún fic que contenga como pareja principal a Ron y Hermione. He escrito varios fics desde el año pasado y sí tienen RxHr, pero no es lo mismo a que el fic en sí sea de esta parejita.
¿Me extrañaron? Es bastante emocionante volver con este corto fic. Hace tiempo estoy escribiendo un fic RxHr para volver con esta pareja, pero aún no lo termino ni me convence; así que para no estar totalmente desaparecida opté por este fic que será de sólo tres capítulos y está un poco desfasado en el tiempo, ya que navidad pasó. Aún así, lo importante es lo que ocurre, no la época de navidad, como dice en el título de la historia.
Realmente estoy emocionada con este fic porque la idea se me ocurrió una noche antes de quedarme dormida y tengo ganas de que lo lean. Es algo que Rowling nunca nos llegó a explicar... ¿Cómo es que Ron y Herms se reconciliaron después de la horrible pelea que tuvieron la noche del Baile de Navidad?
Espero que no me hayan olvidado y me den sus opiniones a través de un review; estaría muy agradecida :D!
Hasta pronto, muchos besitos, adiós!
