Disclaimer applied.

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Siempre me pareció que lo básico para la vida era creer en uno mismo, no en los demás. La familia, que pareciera tan importante en la niñez, no iba a mantenerte para siempre. Llegaría el momento de dejar el nido e independizarse. Ser alguien. Y yo no quería ser solo alguien, quería destacar. Y con lo obstinada que siempre fui, lo logré.

Mi nombre es Sakura Haruno, soy doctora. Tengo un muy bien pagado trabajo en el hospital Konoha Health, uno de los más importantes en Tokio. Llegué como residente cuando tenía veintitrés, ahora, a mis veintiséis, se me considera como la segunda mejor doctora en el hospital, después de mi jefa y maestra, Tsunade Senju.

Mi especialidad es la medicina diagnóstica, debido a todos los años que empeñé en la teoría medicinal. Había tenido la oportunidad de asistir cirugías impresionantes y tratar enfermedades extrañas, por lo que no era fácil de sorprender. Me gustaban los casos difíciles, aquellos que ya habían sido descartados por otros doctores debido a que no habían podido encontrar alguna cura; aquellos que representaran un reto para mí.

A pesar de todo eso, juro que no me había tocado ver nada como lo que vi hace un tiempo. Hace más de un mes hubo un gran accidente automovilístico en una de las principales autopistas de Tokio. Un conductor de tracto camión, quizá demasiado cansado, había quedado dormido frente al volante. Las consecuencias: más de veinte choques que trajeron consigo una estela de sangre y muerte.

No representó más que una prueba para mí; un reto para saber cuán capaz era de salvar vidas ese día. Probarme a mí misma que era la mejor.

Era un día nevado, una tormenta había azotado la noche anterior y las carreteras y autopistas se encontraban resbaladizas. Lo suficientemente peligroso ya sin los conductores cansados.

Recuerdo que la mayoría del personal nos encontrábamos en urgencias. El hospital estaba repleto de malheridos quejumbrosos postrados en camillas. Heridas menores y contusiones por las cuales no había que preocuparse demasiado, pero sí lo suficientemente escandalosas que le hacían pensar a uno que eran peor de lo que en verdad eran.

Tenía una terrible jaqueca y los lamentos de las personas solo estaban empeorándolo. Envidiaba a Hinata, ella se encontraba en una importante cirugía tratando de salvar las piernas de un conductor que había quedado prendado dentro de su automóvil. Y yo me encontraba ahí vendando la cabeza de una anciana que relataba con gran emoción el no recordar ni siquiera haber salido de casa.

—El golpe debe haber sido más fuerte de lo que pensaba —exclamé mirándola con repentino interés.

—No —contradijo la mujer que la acompañaba. Presentaba solo rasguños y algunos moretones—. Padece Alzheimer.

Suspiré agotada y les di un pase verde a las mujeres, con el cual podrían retirarse. Inspeccioné el área de urgencias y en todos los rincones había lo mismo, personas quejándose de jaquecas o heridas menores. Nada realmente interesante.

—¡A un lado, a un lado! —escuché la voz de un hombre en la entrada.

Un grupo de paramédicos entraban deprisa, empujando una camilla en la cual venía una joven entre veinte y veinticinco, cabello castaño y ojos marrones. Era de tez bronceada, manchada por la sangre que emanaba de una herida en su brazo. Respiraba con dificultad a pesar de tener puesta una mascarilla de oxígeno que seguramente le habían puesto de emergencia.

El mar de gente que se encontraba ahí no me dejaba ver con claridad su cuerpo más allá de su pecho, por la tanto no comprendí la gravedad del problema hasta que estuvo totalmente dentro de mi campo de visión.

Sangraba de una herida prominente en el brazo derecho, parecía tener golpes en la cabeza, pero lo más relevante era un tubo enterrado en su abdomen. Seguramente ya había dañado de gravedad varios órganos internos.

Atenúe una sonrisa, evidencia de mi emoción por algo más interesante que un par de huesos rotos y me aproximé hasta ella.

—Informe —pedí al paramédico.

—Contusiones craneales, heridas superficiales y el tubo atravesando su abdomen —la miró con un toque de lástima—. Su auto quedo prensado entre otro y un muro de concreto. Fue sumamente difícil sacarla de su vehículo. Ha perdido demasiada sangre, necesita una transfusión de inmediato.

Asentí y la revisé superficialmente de manera apresurada. Llamé a Shizune que corría llevando algunos vendajes y le ordené que se preparara el quirófano dos. La chica debía ser tratada en ese mismo momento, de no ser así las consecuencias podían ser fatales.

Una vez en el quirófano, mientras me lavaba, pensé en ella, en lo que estaría pensando su familia.

—Tenten Ama—susurré. Los paramédicos habían encontrado su identificación en su billetera, en el bolsillo de sus jeans. En el otro bolsillo un sobre blanco con el nombre "Neji" escrito por fuera.

Entrecerré los ojos e intenté hacer memoria. El nombre se me hacía vagamente conocido.

Le resté importancia al asunto cuando todo estaba listo para proceder con la operación. Se trataba de una cirugía arriesgada debido a toda la sangre que ya había perdido y que seguía perdiendo. Conseguirle sangre suficiente había sido difícil debido a todas las que se habían hecho en el transcurso de la mañana. Sus probabilidades de sobrevivir eran mínimas, pero yo haría hasta lo imposible por salvarla. Era una buena manera de saber que tan capaz era de manejar una situación así.

Suspiré y me concentré en la chica y en mi equipo de operación. Fue una cirugía larga y extenuante. Se había logrado retirar el tubo de su cuerpo, pero había otro problema: varios órganos internos estaban severamente dañados. Se logró salvar la mayoría, pero su condición aún era crítica. Pasaría la noche en terapia intensiva, y aún así no estábamos muy confiados de que pudiera pasar de esa misma noche.

Su rostro denotaba sufrimiento y cansancio, no la serenidad que generalmente dan todos los fármacos para adormecerlos y evitarles el dolor. Lucía demacrada.

—Se ha contactado con sus familiares ya —Shizune se acercó con un folder con todos los datos de la joven—. Están en la sala de espera.

—¿Qué tal urgencias? —cuestioné revisando la información.

—Ha sido un día duro, falto de personal. Pero creo que lo peor ha pasado —intentó sonreír.

Miré a la chica—. Lo dudo mucho. Yo creo que lo peor está por venir.

Me dirigí a la sala de espera a paso cansado. Entré ahí y un escalofrío recorrió mi cuerpo. La tristeza y el desconsuelo eran palpables en esa habitación. Decenas de familias esperando por información satisfactoria, rezando porque sus seres queridos estuvieran bien.

Caminé con decisión hasta el centro de la habitación y recité con voz fuerte y clara:

—Familiares de Tenten Ama.

Un par de ojos me miraron con la esperanza de traer información de sus parientes, pero solo tres personas se levantaron de sus asientos y se aproximaron a mí con velocidad. Dos hombres y una mujer. Uno de los hombres y la mujer se veían mayores, aproximadamente más de cincuenta. Ambos tenían cabello oscuro y ojos cafés; supuse que serían sus padres. El otro hombre era joven, de cabello largo y castaño, atado en una coleta baja. Poseía un par de inusuales ojos perla, igual que Hinata.

Fruncí el ceño al reconocerlo. Era Neji Hyuuga, el primo de Hinata. Lo había visto en un par de retratos que tenía ella en su oficina. Creí que estudiaba en el extranjero, no tenía idea de que estuviera en Japón.

—Doctora Sakura Haruno —me presenté.

El hombre mayor asintió a manera de presentación—. ¿Cómo se encuentra mi hija, doctora Haruno?

—Su estado es crítico —la señora Ama sollozó sobre el brazo de su marido, el la abrazó conciliadoramente—. Su auto quedó atrapado entre otro vehículo y un muro. Un tubo atravesó su abdomen.

—¡Dios mío! —exclamó el hombre con los primeros rastros de llanto en sus ojos—. Pero ella estará bien, ¿cierto?

La fuerza en sus palabras me pareció ser más una manera de auto convencerse de que su hija estaría bien, que su fe en ello.

—Se ha logrado retirar el tubo de su cuerpo, pero ha sufrido daños severos en los órganos internos y ha perdido mucha sangre.

—Doctora, por favor —la madre tomó una de mis manos—, dígame que mi niña estará bien, por favor.

—En mi opinión profesional, es muy probable que ella no pase de esta noche. Lo lamento mucho.

La madre de la joven cayó de rodillas exclamando un grito de agonía. Su esposo se apresuró a abrazarla, llorando sobre su hombro. Miré a Neji y el parecía dentro de un shock, completamente estático y con la mirada perdida. Asentí levemente y me retiré de ahí.

Había avanzado un par de metros cuando una mano sobre mi hombro me detuvo. Voltee y me encontré con Neji. Su respiración estaba acelerada y parecía sumamente nervioso.

—¿Puedo verla? —cuestionó en un hilo de voz.

Suspiré con lástima—. Ella se encuentra en terapia intensiva, no creo que sea la mejor idea…

—Por favor —me miró suplicante—. Puede ser la última vez que la vea con vida.

—No es posible.

—Te lo imploro, solo un momento.

Cerré los ojos y cedí ante su aspecto desesperado. Asentí y lo guíe a donde se encontraba la castaña. Ambos nos lavamos y nos colocamos el vestuario reglamentario antes de entrar a la habitación.

Neji avanzó con pesar hasta la cama en donde ella se encontraba recostada y yo me quedé en la puerta, solo observándolos.

Se hincó al lado de ella y tomó una de sus manos entre las suyas. Escondió su rostro en su pecho y empezó a murmurar cosas que no alcancé a entender. Bajé la vista, apenada por el estado de ambos.

—Por favor, Tenten.

Desvié la mirada al comprender que no era a mí a quien le hablaba.

—No me dejes. Renunciaré a todo por ti. La empresa, el apellido. Nada de eso importará…pero quédate.

El silencio embargó la habitación. La variación de tiempo entre el pitido de la máquina que constataba que ella seguía con vida difirió. Segundos después, la línea en la pantalla del aparato se volvió recta, y un pitido más agudo pareció llevarse el aire de la habitación. Inevitablemente, aquella línea marcó la muerte de la chica.

—Tenten —susurró consternado.

Me apresuré a su lado y le ordené que saliera de ahí, pero no me hizo caso. Segundos más tarde un grupo de residentes entró a auxiliarme. Uno de ellos ya llevaba el resucitador.

Se trato de sacar a Neji en vano mientras yo procedía a prepararla. Di la orden de marcar un determinado voltaje y me preparé para hacerlo. Tres veces, tres intentos para que ella sobreviviera, no más.

—Uno, dos, tres, ¡despejen!

Su cuerpo se convulsionó, pero la maquina no marcó pulso alguno.

—De nuevo. Uno, dos, tres, ¡despejen!

Su pulso mostró una variación que desapareció rápidamente. Escuche a Neji llamándola repetidamente.

—¡Sáquenlo de aquí! —grité mirando a un par de residentes que forcejaban con él.

—Doctora Haruno —llamó una de las jóvenes practicantes—. Ella ya…

Negué con la cabeza—. Una vez más.

De repente fue como si alguien me hubiera sumergido en el agua. Escuchaba el sonido del aparato, ese pitido constante, la voz de Neji y los residentes forcejeando con él. Escuché el sonido de las placas chocando contra su piel, descargando electricidad por su cuerpo, pero todo el sonido era difuso, apenas perceptible.

Me pareció que nadé hasta la superficie y todo volvió a la normalidad. Pude oír como Neji la llamaba desesperadamente, libre de los brazos de los residentes, a un lado de ella. Vi con claridad como la tomaba de las manos y la desesperación que sentía se filtraba a través de sus ojos.

Y yo me sentía sin aire, como si hubiera luchado desesperadamente por salir del agua. Respiré hondo, subí la mirada hasta el reloj que colgaba de la pared y solo atiné a decir:

—Hora de la muerte: Doce dieciséis.

—¡Tenten!

Me di la vuelta para salir de ahí, pero un ruido me detuvo. El sonido del aparato que marcaba el compás de los latidos de su corazón. Volví rápidamente hacia ella y ni siquiera intenté apartar a Neji, que lucía más sorprendido que yo. Guié mi mano hasta su cuello, palpé su yugular y comprobé que, efectivamente, tenía pulso. Muy débil, pero pulso al fin y al cabo.

—Increíble —balbuceó la joven practicante—. Ella estaba…

—Está viva —pronuncié con fuerza.

Aquello fue suficiente para que Neji se abrazara más a ella.


Tenten había pasado la noche en terapia intensiva bajo mi observación. Aún me costaba creérmelo, pero ella en verdad estaba con vida.

Claro, había que someterla a diversos estudios y varias operaciones le esperaban si es que quería conservar la vida que acababa de recuperar, pero el hecho más importante era ese: que estaba con vida, que aún respiraba.

Tardó en despertar, pero cuando finalmente abrió los ojos y Neji fue la primera persona a la que vio a su lado, la vi sonreír por primera vez. Y en sus ojos no había señal alguna de querer dejar la vida que había recuperado. Ya no tenía ese semblante agónico de cuando llegó. Era una persona nueva, con muchas ganas de vivir. Ella siguió bajo mi cuidado y pude verla evolucionar durante varios meses, mismos que Neji prácticamente no salía de ahí.

Hinata se sorprendió muchísimo cuando supo que yo la había tratado. Según me contó, Tenten y su primo habían tenido varios altibajos últimamente en su relación, a causa de su tío, quién insistía en que Neji tomara posesión de las empresas de su familia. Por supuesto que eso conllevaba consecuencias que Tenten no estaba dispuesta a afrontar, como el matrimonio arreglado que Hiashi, el padre de Hinata, le había impuesto a Neji. Razón por la cual Tenten lo había dejado.

Iba saliendo de la habitación de Ama cuando apareció Hinata con una sonrisa pintada en los labios.

—¿Cómo está ella?

Volteé hacia la habitación y suspiré—. Bastante bien a decir verdad.

—Bueno, han pasado algunos meses —comentó dirigiendo su vista en la misma dirección que yo—. Su recuperación ha sido más rápida de lo que esperaba.

—Sí —comenté abstraída mirando a la pareja—. A pesar de todo, tu primo apenas se ha apartado de ella en todo este tiempo.

—Lo sé, Neji no parece el mismo —suspiró—. Es un milagro.

Solté una pequeña carcajada—. No me digas que las enfermeras ya te han contagiado con esa ridícula historia del milagro del amor —comenté burlona recordando la patética historia que se había inventado en los pasillos del hospital acerca de cómo Tenten había vuelto a la vida.

Hinata sonrió—. No me parece que el hecho de que Tenten haya vuelto a respirar sea un milagro, eso es más bien una incógnita médica —miró mi semblante sorprendido—. Yo hablo de Neji.

—No te entiendo —le dije francamente confundida.

—Acaba de llamarme mi padre: está furioso. Neji acaba de renunciar a la presidencia de Hyuuga Corp —abrí los ojos por la impresión—. Le ha dicho a mi padre que tiene otras prioridades, y cuando él le ha preguntado a que se refería, Neji solo contestó: Tenten.

—Vaya…

Me miró con fijeza—. Eso, Sakura, es un verdadero milagro —y entró en la habitación antes de que yo pudiera contradecirlo.

Volteé hacia la habitación y pude ver a Tenten, sonriendo. No era ni la sombra de la persona que llegó muriendo a urgencias. Ella parecía feliz, y Neji a su lado, también, por el simple hecho de que ella seguía respirando.

Sonreí sarcástica y negué con la cabeza, alejándome de ahí. ¿Milagros?

—Tonterías.

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Editando.