Cuando la conocí, se me desgarró el alma del cuerpo. Se abrieron las puertas del cielo, y los dioses se llevaron el último pedazo que permanecía de mi humanidad. Ella permitió que se diera esto. Me convirtió, y luego de enamorarme, me deseó un buen viaje, y poco después desapareció de mi vida.

Eso fue hace siglos atrás.

Hoy día, lo que permanece en los anales de mi memoria centenaria son recuerdos vagos de esa mujer que dio comienzo a mi vida como vampiro. Ella es un mero fantasma. Es una sombra del viento que me deshizo y me hizo hace tanto tiempo atrás. Ni su nombre recuerdo. Ya no importa.

Me confieso, además: no amo a Yuuki. Estoy con ella por obligación. Ella no es mala, para nada es mala. Yuuki es hermosa, como una orquidea recien florecida. No la amo como mujer. La amo como amiga, como familia. Solo eso. Pero he tenido que forjar una familia con ella por obligación. Ella lo sabía cuando acepto las condiciones de vivir una eternidad conmigo.

El amor romántico es más que un reconocimiento de belleza en el otro. El amor romántico verdadero, de pasión que trasciende los deseos carnales, y que perdura y se hace más fuerte con el paso de los años es difícil de describir.

Quien invade mis pensamientos y mi diario vivir es una muchacha de ojos tiernos y forma de ser dulce. Su piel de olor a pomarrosas seduce hasta al hombre más desinteresado en asuntos del amor. Así fue como me sucedió a mí.

Pero para hacer mi historia de vida aún más trágica, este amor mío es un amor imposible. Ella es humana, y yo soy vampiro. Ella lleva apenas 21 años sobre la faz de nuestra Tierra, y yo llevo tantos años vivo que he visto de todo, y un poco más allá. He experimentado tanta muerte y tantas obscenidades, que hasta los asesinos en serie y los héroes de guerra se quedarían bobos escuchando mis cuentos.

Ella es inocente, y yo no lo soy. Ella es joven, y yo soy viejo. Claro, el vehículo que contiene mi esencia no da esa impresión. La construcción de mi cuerpo inmortal está diseñado para atraer a cualquier mujer u hombre.

¿Acaso les conté que como seres humanos?

¡Ay, bendito! ¿Cómo me pude haber brincado esta parte del cuento? Es lo más delicioso y lo más cruel. Me alimento de sangre humana y, ¿de quién me da la mala pata de enamorarme? Pues, ¡de una humana, claro está!

Lo que queda de mi corazón podrido late por ella. Pero, la vida siempre ha sido injusta conmigo. No puedo morir. Es imposible. Los vampiros de sangre pura estamos condenados a una eterna miseria, viviendo en el purgatorio desde el momento en que cobramos consciencia sobre nuestras realidades como seres impuros, como seres eternos. Estamos destinados al sufrimiento sin escape.

Para que la sociedad vampira no colapse, es de suma importancia respetar la jerarquía. Los vampiros de sangre pura nos debemos casar con otros vampiros de sangre pura. Debemos procrear con otros vampiros de sangre pura. De esta forma, mantenemos el orden natural impuesto por los dioses asqueantes que nos crearon, simplemente para mofarse de nuestra existencia.

De esta forma, los vampiros nobles se aseguran que no haya un control absoluto del poder por parte de un solo vampiro de sangre pura. Los nobles son inteligentes. Al igual que los humanos, nos temen. Por esta razón, tanto los nobles como los humanos están de acuerdo con la jerarquía. Mientras más vampiros de sangre pura hayan, menos posibilidades hay de que un demente se vuelva un poder totalitario. Ja, ja, ja... Ese demente podría ser yo.

Pero, volviendo a mi hermosa flor. El destino nos separa. No deseo nada más que acariciarla, besarla y protegerla de este mundo asqueante. No hay nada más hermoso en esta vida que la humanidad.

Todos quieren la inmortalidad, hasta que se ven obligados a enfrentar la realidad más cruel...

En las palabras del gran Dante Alighieri:

Tú dejarás todas las cosas que amas más entrañablemente; y este es el dardo que el arco del exilio primero saeta.