Kiyomaro
—Regreso por vacaciones—
Han pasado ya dos años y medio desde el día en que Tía llamó a casa para decirnos que Megumi había sufrido un accidente y que, como consecuencia de ello, había perdido parte de su memoria. La sensación que recorrió mi cuerpo entonces fue la de una amarga mezcla de dolor y angustia, algo que nunca antes había sentido, y, cuando Tía confirmó mis peores temores, tuve la sensación de que el tiempo se detenía, las palabras de la niña ya no tenían sentido, mis oídos habían dejado de prestar atención nada más saber que Megumi ya no sabía quién era yo.
Esperé más de medio año a que ella me recordase pero, no lo hizo, y odiaba que esa parte de su memoria fuera la más dañada, y mi desesperación porque ella recuperase todos los momentos que habíamos pasado juntos peleando en la batalla de los mamodos, y los que vinieron posteriormente, esos en los que ambos fuimos sinceros respecto a nuestros sentimientos, crecía al recordar que, como pareja, sólo estuvimos tres días, tres días que sabía que para los dos habían significado mucho.
Después de ese medio año, no pude aguantar más lo que sentía, esos sentimientos de impotencia, dolor, desesperación y desesperanza se acabaron apoderando de mí y opté por alejarme de ella un tiempo, estar con Megumi muchas de las tardes que ella tenía libres no estaba ayudando a que me recordase y, por el contrario, si ayudaba a que mi estado de ánimo siguiera decayendo por ver como lo que tanto deseaba que ocurriese no llegaba. La frustración de que no pudiera recordar absolutamente nada de todo lo que habíamos hecho juntos y el saber que vagamente había empezado a recordar a Zatch, fue la gota que colmó el vaso en el que había puesto toda mi esperanza.
Sabía que los mamodos seguirían a Zatch allá donde fuese si lo que querían era derrotarlo, así que supuse que si nos marchábamos no pasaría nada puesto que su lucha por conseguir su deseo de convertirse en un buen rey no tendría porque detenerse. Cuando el curso escolar hubo llegado a su fin, hablé con mi padre y le pedí permiso para ir a verlo a Inglaterra y, además, para poder quedarme allí y continuar con el instituto fuera de Japón. Reconozco que no me extrañó que él se sorprendiese de mi decisión, sobre todo porque él sabía que, desde que Zatch había llegado a mi vida, mi situación en el instituto había cambiado favorablemente, no obstante, no puso objeción alguna a mi decisión, por lo que me dijo que no habría problema y que haríamos todo el papeleo en cuanto llegase a Inglaterra.
A mi madre no le sentó muy bien la noticia, de hecho al principio se negó pero, sabía que yo necesitaba salir de Japón a toda costa, ella sabía perfectamente lo que yo estaba sintiendo desde el mismo momento en el que supe la noticia del accidente de Megumi a pesar de que no sabía nada de la relación que yo había comenzado a mantener con la Idol, así que, después de unos días, accedió a mi partida y me deseó que todo me fuera muy bien y que, a ser posible, la llamase a menudo. La despedida de mis amigos fue bastante bien, todos decían que si me iba era porque quería acrecentar mis conocimientos, por lo que me apoyaban en mi decisión, ellos no sabían cuál era la verdadera razón por la que me marchaba. De todos ellos, la que peor se tomó el que me fuera fue Suzy, algo que no me pilló de sorpresa porque de sobra sabía lo que ella sentía por mí, nunca había sido muy buena para disimular todo ese tipo de cosas; sin embargo, y a pesar de que sabía que ella era una buena chica aunque algo atolondrada, torpe y que se perdía con facilidad, yo no sentía por ella otra cosa que no fuera amistad.
Zatch fue de los últimos en enterarse de mi decisión y la aceptó sin más porque sabía perfectamente lo mal que yo lo estaba pasando a raíz de lo que le había sucedido a Megumi, él nunca me había visto tan afectado como me veía entonces. Lo único que lamenté fue que Zatch avisó a Tía de que nos marchábamos, así que la niña no tardó en organizar una merienda para cuatro para que, de esa manera, pudiéramos despedirnos. Yo no quería asistir pero, no me quedaba más remedio, aunque en realidad, lo que no quería era ver a Megumi porque sabía que eso sólo me haría más daño del que ya me había hecho por hacer lo que ella, casi entre lágrimas, me había pedido, no separarme de ella para ver si así conseguía recordarme.
Todo fue muy incomodo ya que Zatch y Tía, que conforme había ido pasando el tiempo se habían cogido muchísimo cariño, nada más terminar de merendar, se habían ido a jugar, por lo que yo me había quedado a solas con Megumi; yo sabía que ella prefería estar en cualquier otro lugar y, sospecho que ella también sabía que eso era lo que yo quería pero, por algún motivo, ninguno de los dos se movía de donde estaba, seguramente no nos dijimos adiós antes por el hecho de no querer separar a Zatch y a Tía tan pronto pues, iban a estar un largo tiempo sin verse puesto que yo no tenía pensamientos de regresar ni por vacaciones, aunque tal vez lo hiciese por las de verano.
Cuando estaba cercano el momento de que Zatch y yo regresásemos a casa, Megumi rompió a hablar por primera vez desde que nos habíamos quedado solos, me dijo, aunque sin mirarme, que sabía que ella era la responsable de que yo me marchase, por lo que suponía que, antes de que hubiera sufrido el accidente, entre nosotros debía haber habido unos lazos muy fuertes. Megumi no sabía lo que habíamos sido antes del accidente porque yo le había pedido a Tía que no le dijera nada, al igual que se lo pedí a Zatch, no quería que ella pensase que me estaba haciendo daño si no volvía a recordarme pero, aún así, ella se había dado cuenta de que yo no lo estaba pasando bien por el hecho de que ella no conseguía acordarse de mí por más que se esforzaba.
No quise darle la razón y desmentí sus palabras pero, de nada sirvieron mis esfuerzos, no conseguí hacerla cambiar de opinión. Zatch y Tía no tardaron mucho en entrar, así que la situación incómoda con Megumi no tardó en desaparecer. Nos despedimos de ellas muy poco después y Zatch y yo nos volvimos a casa pues, al día siguiente, nuestro avión salía muy temprano; sin embargo, Megumi hizo algo que no me esperaba y que, por una parte, me dolió más que nada en el mundo cuando me dio por ponerme a pensar en ello. Ella, con una vergüenza que era más que evidente, se atrevió a darme un beso en la mejilla y me deseó que tuviera un buen viaje, después de eso le dijo adiós a Zatch y, corriendo y conteniendo las lágrimas, se metió dentro de la vivienda.
El camino de vuelta a casa fue absolutamente silencioso, Zatch no se atrevía a decirme nada, algo que le agradecía muchísimo porque no me sentía capaz de articular palabra, el acto de Megumi y el ver como se había metido en casa me había hecho pedazos, y tenía la sensación de que, si hablaba, no podría seguir ocultando mis lágrimas. Llegamos a casa justo a la hora de cenar pero, argumenté que había merendado demasiado y que no tenía apetito, no podía seguir aguantado por más tiempo todo lo que estaba gritando por salir. Nada más llegar a mi habitación y cerrar la puerta, me quedé pegado a ella y noté como las lágrimas habían comenzado a salir. Hice lo posible por contener aquel llanto estúpido e intenté relajarme; me quité la chaqueta y la puse en el respaldó de mi silla pero, al hacerlo, algo se cayó de uno de los bolsillos, era una carta que llevaba una nota pegada. La cogí y vi que la letra que había en la nota era la de Tía; ella, a petición de Megumi, había metido esa carta dentro del bolsillo de mi chaqueta.
Abrí el sobre con curiosidad, saqué la carta que contenía y comencé a leerla; a cada palabra que leía, notaba como mi dolor interno se acrecentaba, aquella carta la había escrito Megumi el día antes al accidente y en ella estaban reflejados los sentimientos que ella me tenía. Tras leer la posdata sin poder contener el llanto, cogí el sobre y saqué de su interior la foto que Megumi mencionaba en su carta, era la última que nos habíamos hecho el día de antes a que ella se marchase.
El primer año que pasé en Inglaterra no produjo el efecto que yo tanto deseaba, pues seguía sintiendo por Megumi exactamente lo mismo que cuando me marché de Japón. Era cierto que me había hecho más fuerte, Zatch y sus batallas habían contribuido a ello pero, mi corazón seguía siendo débil y vulnerable en cierto sentido y, precisamente por eso, más de una vez tuvimos problemas con los mamodos a los que nos enfrentábamos, Zatch dependía de la energía de mi corazón y, en más de una ocasión, esa energía estaba por los suelos porque el dolor que sentía por no estar con Megumi acababa por superarme.
Las cosas no han ido a mejor en este segundo año, al contrario, todo ha seguido igual o incluso peor, pero hemos tenido la suerte de que cada vez las batallas han sido menos frecuentes, y la verdad es que hay que reconocer que, después de la lucha contra Milordo Z, Zatch se ha hecho muy fuerte y los mamodos cada vez han aparecido menos. Él deseaba volver a Japón para este verano puesto que ya lleva mucho tiempo sin ver a mi madre y a Tía, que en realidad es a quien más echa de menos.; desde el primer momento en que vi lo bien que se llevaban, a pesar de que algunas veces ella se enfadaba con Zatch, pensé que cuando los dos estuvieran en el mundo mamodo y hubieran crecido, acabarían juntos, un pensamiento que en su momento le comenté a Megumi y que ella también compartía.
Y ahora, después de un amargo paseo por mis recuerdos, miro la habitación en la que me encuentro, la que ha sido testigo de tantas malas rachas y noches de llanto, la que ha sido el único refugio que he encontrado cuando he notado que la desesperación se apoderaba de mí; miro la habitación y me da miedo pensar en lo que estoy próximo a hacer.
Las maletas están preparadas junto a la puerta y Zatch está más emocionado que nunca, y sobre todo desde que sabe que mi padre nos acompañará en este viaje, sin lugar a dudas, no puede esconder que tiene unas ganas locas de regresar a casa; en realidad yo también tengo muchas ganas pero, sé lo que me aguarda cuando vuelva y no creo estar preparado para ello, siento que el dolor que me ha estado acompañando durante estos dos últimos años y medio va a volver y, probablemente, con más intensidad que nunca.
—Kiyomaro, baja, papá dice que ya es la hora de coger nuestras maletas e irnos.
Miro a Zatch fijamente y esbozo una ligera sonrisa puesto que la suya es contagiosa.
—Entonces no nos entretengamos más.
Los dos cogemos nuestras maletas y salimos de la habitación para encontrarnos con mi padre, quien ya nos está esperando junto al taxi que nos llevará hasta el aeropuerto. Nuestro viaje no será corto precisamente y, para evitar ponerme a pensar en cosas que no debo antes de tiempo, me he pasado la noche sin dormir, tengo la intención de descansar todo lo que pueda en el avión para que así el viaje se me haga menos pesado y, lo único que espero es que Zatch me lo permita, pues son catorce horas y quince minutos de vuelo y sé de sobra que es un viaje demasiado pesado para alguien de su edad, por lo que no pongo en duda que se pondrá a decirme cada dos por tres que se aburre.
Tal y como presentía, Zatch no me ha dejado de decir lo aburrido que estaba a cada momento pero, al final me ha dejado descansar más de lo esperado. Acabamos de bajarnos del avión y estamos esperando a que mi padre llegue con las maletas.
—Que bien Kiyomaro, ya hemos llegado, ¿no tienes ganas de ver a mamá?
—Sí, claro que tengo ganas, además, es prácticamente la hora de la cena, estoy seguro de que nos tendrá preparado algo muy rico.
Miro como una gran sonrisa de dibuja en el rostro de Zatch, estoy seguro de que está pensando en un atún de cola amarilla, hace mucho que no come uno y sé que sólo de pensarlo se le hace la boca agua, puede que hayan pasado dos años y medio pero, no se puede decir que haya cambiado mucho.
De camino a casa, mi mirada se pierde entre tantas cosas que no me son desconocidas, y el presentimiento de que algo me perturbará cuando cruce el umbral de la puerta de casa continúa conmigo. Es un presentimiento que tengo desde que me desperté en el avión, el cual se hizo más fuerte al recordar que ayer Zatch había hecho una llamada telefónica a Japón; él me dijo que había llamado a mi madre pero, no le creí, estaba y estoy seguro de que, a quien en verdad llamó, fue a Tía para darle la noticia de que hoy volvíamos a casa.
Mi padre me ha notado muy pensativo en todo momento y sabe perfectamente que hay algo que me preocupa aunque yo no he dejado ver que haya algo que me pueda estar quitando el sueño. Mi mente se detiene nuevamente en la llamada telefónica de Zatch y en la gran posibilidad de que Tía fuera la destinataria de dicha llamada, no puedo dejar de pensar que, si estoy en lo cierto, es más que probable que la niña esté en casa y con ella la única persona que, a día de hoy, ha conseguido, aunque sin proponérselo, destrozarme sentimentalmente.
Nada más aparecer Megumi en mis pensamientos noto como ligeramente comienzo a ponerme nervioso, pero, no son nervios provocados por el hecho de que es posible que vuelva a verla, son nervios provocados por el miedo a volver a estar como he estado hasta hace muy poco tiempo y, ese no es el propósito. Cuando sólo me quedaban dos semanas para volver, me di cuenta de que, debido a todos esos sentimientos negativos que sentía, había dejado muy abandonado a Zatch en lo que a estar con él y dedicarle tiempo se refería, pues en las batallas contra los mamodos, por más que me costaba, intentaba estar al cien por cien
En estos momentos en los que falta tan poco para llegar a casa, estoy deseando con todas mis fuerzas que allí no haya nadie más además de mi madre, no me siento preparado para ver a más personas, además, me apetece mucho tener una cena en familia, hace muchos años que no tenemos ninguna debido a que mi padre llevaba mucho tiempo sin poder venir a casa por su trabajo en la universidad, ese era el precio que había que pagar por ser uno de los profesores más importantes e influyentes de toda la institución académica en la que trabajaba.
El taxi acaba de detenerse y Zatch no para de decirme que abra ya la puerta porque tiene muchas ganas de bajarse y de entrar en casa así que, hago lo que me pide porque me es imposible negarle nada cuando me mira con esa ilusión. Nada más cerrar la puerta del taxi, veo como él ya está a punto de abrir la puerta de casa, sin embargo, es otra persona la que la abre pero, yo hago caso omiso de quien sea que haya hecho esa acción, prefiero ayudar a mi padre a bajar el equipaje y, así, al darme la vuelta compruebo que Zatch ya está dentro de la casa y que no tiene pensamientos de venir a echarnos una mano con las maletas. Conforme me voy acercando a la puerta, comienzo a oír la voz de mi madre y la de Zatch y pienso entonces que mis pensamientos en el taxi estaban totalmente equivocados.
Mi padre se ha metido en casa antes que yo pero, sin duda alguna, y a pesar de que su regreso era el que debía causar mayor expectación, ha resultado que he sido yo el que se ha llevado todo el protagonismo, pues al cerrar la puerta y mirar al frente, las maletas se me han caído nada más ver a Megumi en el pasillo con Zatch, Tía y mi madre. Otra vez vuelvo a sentir como el tiempo se detiene y, sin quererlo, mi mirada se centra en la Idol y me doy cuenta de que en estos dos años se ha puesto más guapa de lo que ya la encontraba tiempo atrás. El silencio está reinando en el pasillo y todas las miradas están clavadas en mí, aunque Zatch y Tía ahora han comenzado a alternar, sus ojos se posan primero en mí y automáticamente después, se posan en Megumi, para retornar poco después nuevamente a mí. Siento que las palabras no me van a salir por más que lo intente pero, debo hacerlo, al igual que debo apartar mi mirada de Megumi.
