I

Cuando eres niño, siempre tienes el deseo de que tu vida sea divertida, feliz, que vivirás momentos únicos, conocerás a personas únicas, las cuales forjaran amistades inquebrantables, pero jamás te cruza por la cabeza que tendrás momentos de dolor, sufrimiento, tristeza, traición, ¿Qué podrías hacer para que aquellas personas a las que amas no sufran tanto por causa tuya? Eso es justo lo que llevo averiguando desde hace unos días, cuando era pequeña mis padres siempre me decían que algún día encontraría el amor, me casaría y tendría mi propia familia, ellos estaban seguros de que jamás me impondrían marido, que yo sería libre de elegir a la persona que vivirá siempre a mi lado.

Jamás nos faltó nada, mi familia era rica, con una muy buena posición social, cuando nació mi hermana Anna, fuimos aún más felices, todos juntos, mi padre era general de las fuerzas militares del país, por años brindo sus servicios, sin embargo, a pesar de estar retirado del ejército, seguía siendo un hombre respetable, durante una disputa, un hombre le disparo a traición causando así su muerte inmediata, justo después de ese incidente fue donde los problemas comenzaron a surgir, con el paso de los años, el dinero fue escaseando, mi madre comenzó a preocuparse por el que dirán, por nuestro estatus económico y sobre todo por el estatus social, las mujeres de la alta sociedad no podían trabajar pues se creía que no era necesario, la única opción viable que encontró mi madre fue el matrimonio, pero nadie quería desposar a mi madre, a pesar de la edad que ella tenía, es una mujer muy hermosa, pero a pesar de todo, en la ciudad todos los hombres le tenían respeto a la memoria de mi padre.

Era bien sabido que, cualquier persona de clase media a baja no era socialmente aceptable por lo que mi madre jamás los tomo en cuenta, lo cual me parecía realmente absurdo, el hecho de tener o no dinero, no te hace ni mejor ni peor persona, al contrario, son los valores que te han inculcado los que te definen como persona digna.

Cuando cumplí los 18 años hace unos meses, comencé a recibir presión por parte de mi madre para casarme, necesitábamos una manera segura de obtener algún ingreso y así conservar nuestro estatus social según ella, la ayuda militar por los años de servicio de mi padre, pronto dejaría de llegar, sin embargo, yo no estaba dispuesta a casarme solo por interés, a pesar de ser solo tonterías de niñas como lo describe mi madre, deseo casarme con el hombre que ame, quiero vivir mis días de felicidad con amor y no solo por interés.

Mi madre organizo un baile para presionarme más y poder encontrar un buen partido, mi hermana Anna, ahora de 16 años, se estaba divirtiendo de lo lindo en la fiesta, bailaba y conversaba con sus amigos, me alegraba el corazón verla tan feliz; en cambio yo, no me estaba divirtiendo, mi madre en cada oportunidad que tenía me presentaba a señores adinerados como prospectos a marido, ¡señores!, ya no se tomaba la molestia de que fueran al menos hombres de mi edad, estaba tan necesitada que, señores que me llevan unos 20 o 30 años eran su mejor apuesta, pero la sola idea de convivir con ellos en la intimidad durante la noche de bodas me causaba repulsión.

Al igual que las últimas veces que ocurrían este tipo de fiestas, mi madre y yo terminamos en pleito.

– ¿¡Por qué no quieres casarte?!, estos hombres son excelentes prospectos para ti – me decía bastante enojada mi madre a lo que simplemente le respondí – porque son de la edad de papá, como quieres que los vea como mis posibles parejas si me recuerdan más a mi padre – jamás le había alzado la voz a mi madre, pero estaba cansada de su misma cantaleta, por lo que en respuesta, mi madre me abofeteo, jamás me habían puesto una mano encima, mi única reacción fue dejar caer lagrimas acumuladas en mis ojos, coloque mi mano justo en mi mejilla golpeada, con una mirada que reflejaba tristeza y a su vez asombro, lo único que pude articularle a mi madre fue un "te odio", me dirigí a mi habitación, la cerré con llave, aventándome directo a la cama es que comencé a llorar con todo mi corazón, no solo sentía tristeza por el golpe que me había dado mi madre, llore por todo, la ausencia de mi padre, cada día que pasaba pesaba más y más su ausencia, la urgencia de mi madre por casarme con cualquier señor rabo verde que moría por tener en su cama a una mujer joven, la perdida de mi libertad, ya no me sentía libre, solo sentí en mis hombros la responsabilidad de rescatar a mi familia de la quiebra económica, esto simplemente era injusto para mí, muy injusto.

A la mañana siguiente, sentí un dolor de cabeza un poco fuerte, resultado de haber llorado hasta quedar dormida, mis ojos estaban hinchados y rojos, una de las empleadas comenzó a prepararme el baño, me despeje de mi camisola, entre en la tina y comencé a asearme, mientras pasaba el estropajo por mis piernas, pensaba en lo ocurrido ayer, estaba más que segura que mi madre insistiría en el tema del matrimonio, yo realmente ya no tengo más fuerzas para seguir con el tema, solo quiero que me permita vivir mi vida y tomar mis propias decisiones como me lo habían propuesto algunos años atrás, pero supongo que eso fue cuando nuestra situación no era tan crítica como lo es ahora. Termine de bañarme, me coloque un vestido color azul marino, el cual tenía algunos olanes en la orilla, cintas en las mangas, las cuales eran cortas, me encantaba este vestido por ser el último regalo de mi padre, un regalo que me había realizado cuando tenía doce años, dijo que era un vestido único en su clase y que se me vería hermoso cuando pudiera usarlo; coloque un poco de maquillaje no muy marcado, me gusta mucho utilizar colores no muy llamativos, tome mi sombrero, me miro en el espejo y sonrió para mí misma, estoy segura de que mi padre estaría feliz de ver que su vestido me queda a la perfección, me dirijo al comedor para desayunar con mi hermana y mi madre.

– Buenos días, Anna, madre – saludé a ambas mientras me dirigía a mi lugar, solo recibí respuesta por parte de Anna, mi madre se mantuvo callada por lo que decidí no decir nada, realmente deseaba un desayuno tranquilo, no solo por mí, también por Anna.

– Te vez horrible Elsa, no lo digo porque no seas hermosa, realmente lo eres, es solo que tus ojos no lucen tan hermosos como siempre, ¿ocurre algo?

¿Cómo decirle a mi hermana que había discutido con mi madre? Jamás nos ha visto discutir y mucho menos sabe del interés que tiene mi madre por casarme con un señor que bien podría ser nuestro padre – descuida Anna, no es nada relevante, posiblemente sea el cansancio de la fiesta – mentí para no preocuparla.

– Debo decir que la fiesta fue increíble, me divertí tanto, lo único que no me agrado y lo debo remarcar fue, que muchos señores se te acercaban, no digo que tenga algo de malo, pero fue muy incómodo de ver ya que tienen la misma edad que papá y no creo que tuvieran algún tema de interés que pudieran tratar contigo.

– Estoy totalmente de acuerdo contigo Anna, me da gusto escuchar que te la pasaste muy bien.

– Por cierto, Punzie me platico sobre un chico que acababa de conocer, se lo encontró en la plaza y comenzaron a entablar una amistad, ella cree que es el amor de su vida, ¿puedes creerlo? – nos relataba Anna muy emocionada y feliz.

– Anna, te he dicho que no te refieras a tu prima con ese apodo – como siempre mi madre exagerando, nuestra prima se llama Rapunzel y es de la misma edad que Anna, nosotras le decimos de cariño Punzie, aunque delante de madre procuramos no hacerlo, pero hay ocasiones en las que eso no se puede controlar como en este momento.

– Lo lamento madre – Anna solo agacho la cabeza apenada.

– Me da gusto ver que tu prima ya tenga interés en casarse.

– ¿Casarse?, Anna no dijo nada de casarse, además lo acaba de conocer, como puedes asegurar que…

– ¡Elsa!, el que tu no estés dispuesta a casarte, no significa que otras chicas piensen igual que tú, vivir solterona toda su vida, que horror y sobre todo que desperdicio de juventud.

– ¡Madre! ¿Qué pasa con ustedes dos? – pregunto Anna al no entender porque nos dirigíamos en un tono de reclamo, era más que obvio que ella no deseaba quitar su dedo del renglón ante tal idea.

– ¿Quieres informarle tú MADRE? – El tono que utilice en esta última palabra no era del todo adecuada, después de todo ella era mi madre, debía respetarla, aunque no me parecieran correctas sus ideas con respecto a mi vida.

– Sencillo Anna, le he solicitado a tu hermana que tome en cuenta algunos prospectos para matrimonio y ella simplemente no quiere.

– ¿Matrimonio? – pude ver la sorpresa de Anna ante la idea de nuestra madre – No crees que es algo… precipitado.

– ¡Por supuesto que no! – mi madre le alzó la voz a Anna como nunca lo había hecho – Nuestra familia está en crisis, es necesario que se case cuanto antes, ella debe salvar a esta familia de la desdicha – dicho esto, mi madre se puso de pie y se marchó, Anna y yo nos quedamos sorprendidas y en silencio por un momento.

– ¿Qué es lo que voy a hacer? – me pregunte mientras cubría mi cara con ambas manos, Anna ignoraba que mi madre llevaba tiempo insistiendo en el asunto de la boda, pero tampoco deseaba angustiarla informándole sobre eso.

– No te preocupes Elsa, tal vez solo este presionada por los gastos de la casa, después de todo, este es el último mes que recibiremos dinero de los militares y…

– Lo sé Anna, es solo que mi madre lleva demasiado tiempo presionándome para que me case – dije sin pensar de repente, aunque ya no podía con esta presión y guardar este pequeño secreto se había vuelto una carga que necesitaba perder.

– ¿Demasiado tiempo? ¿desde cuándo? – cuestiono Anna, bastante sorprendida.

– Desde mi cumpleaños, no sé qué hacer para que desista de la idea.

– Descuida Elsa, te ayudare a convencerla.

Anna no se apartó de mi lado desde ese día, comenzamos a salir a pasear por la ciudad, ella hacia todo lo posible porque yo no me quedara en casa con nuestra madre y así tener otra discusión inútil, para poder ayudar un poco con los gastos de la casa, le solicite a una de las servidumbres que vendiera algunos de los vestidos que Anna y yo ya no utilizábamos, pero que aún estaban en excelentes condiciones, no era mucho lo que ganábamos con ello, pero al menos podíamos cubrir un poco los gastos más básicos de la casa; ese siempre había sido nuestro pequeño secreto, si nuestra madre se enteraba de ello, nos habría regañado y probablemente habría despedido a la servidumbre.

Las etiquetas de la sociedad muchas veces son tan exageradas e injustas, si alguien de nuestro circulo nos viera vendiendo nuestras cosas, comenzarían los chismorreos, aunque a Anna y a mí no nos importa mucho el qué dirán, para mi madre es lo demasiado sagrado guardar la buena compostura e imagen; tanta ha sido su preocupación que ha ignorado los cuchicheos que comenzaron a surgir entorno a nuestra familia, con respecto a nuestra situación económica, otro obstáculo antes los planes de nuestra madre para encontrar un buen partido ya sea para ella o para mí, sé que si se lo pido a Dios, el me concederá la dicha de encontrar el amor y así poder escapar de los planes de mi madre.

Me encontraba en el jardín cuidando de las flores, se me daba muy bien la jardinería, siempre me esmeraba para que las flores estuvieran en su máximo esplendor, me gustan mucho las flores, aunque yo soy más una persona de invierno, disfruto de estos pequeños momentos de tranquilidad.

– ¡Por fin las encuentro!, les estuve llamando desde que llegue – comento Anna bastante agitada cuando volteé a verla, también me percate que mi madre estaba bordando sentada en la puerta que daba al jardín.

– Anna, ¿Cuántas veces debo decirte que cuides tu compostura? – le recrimino un poco.

– Lo lamento madre, pero es que la noticia que les traigo me sorprendió y esto segura que a ustedes también, sobre todo a ti madre.

– ¿Qué noticia Anna? – pregunté al mismo tiempo que me acercaba a ellas e iba retirando de mis manos los guantes de jardinería.

– Acaba de llegar un carruaje a la mansión abandonada que se encuentra pasando el centro de la plaza, primero se bajó un señor bastante imponente y alegre, o al menos esa fue la impresión que me dio.

– ¿Te refieres a la mansión de los Frost, la que se encuentra en la calle Soledad?

– Sí, a esa – respondió alegremente – aunque no se veía en malas condiciones a pesar de estar abandonada.

– Esa casa fue abandonada por el matrimonio Frost hace más de veinte años debido a la enfermedad de la señora Frost – comentaba mi madre algo pensativa para ella misma, aunque nosotros logramos escuchar su comentario.

– Oookeeyy, como iba diciendo, después del señor, otras dos personas más descendieron del carruaje, uno era un joven alto, de cabellos oscuros y el otro era un niño como de unos once o doce años.

– ¿Qué tiene de importante que llegarán nuevos inquilinos a ocupar una casa vacía? – pregunte restándole importancia al asunto, no veía nada emocionante a lo que nos decía Anna como para que la alteraran de esa manera.

– Qué no lo entiendes Elsa – comento mi madre mientras en sus ojos crecía un brillo, algo me decía que esto no sería nada bueno para mí.

– ¿Entender qué? – pregunte tomándome el atrevimiento de cruzar mis brazos, algo que no le gustaba a mi madre pero por esta ocasión no pareció afectarle.

– Es la oportunidad que estábamos esperando, si ese joven que vio Anna es hijo del señor, podría ser perfecto para convertirse en tu futuro esposo, así no tendrás quejas de que te lleve tantos años encima.

– ¡Pero qué cosas dices madre! – y justo lo que me temía ocurre, acaso no puede olvidar el tema por un momento.

– Tendremos que averiguar quiénes son y si tienen dinero, bueno claro que tienen dinero, esa mansión es enorme y si mal no recuerdo, el apellido Frost es uno de los más respetable del país.

– ¿No creé que está exagerando un poco madre?, además Elsa aun es joven para casarse, creo que si…

– ¡Tonterías!, está en la edad perfecta, y no quiero escuchar más quejas sobre este tema, ya está decidido, te casarás con el hombre que yo te imponga y se acabó, como la hija mayor deberías de entender tu posición y ayudarme a evitar que caigamos en la ruina – comento mu alterada mi madre.

– No puedo creer lo que te estoy escuchando decir, ¿alguna vez te has preguntado qué es lo que me haría feliz? – pregunte desanimada.

– ¡Ay ya!, no empieces con tus tonterías – comentaba fastidiada mi madre.

Me dirigí a mi habitación y solo pude escuchar a Anna llamándome, no podía creer lo fría que podría ser mi madre, comencé a preguntarme si ella aun me amaba, después de la muerte de mi padre, ella no volvió a tratarme de la misma manera, en ocasiones pienso que ella me culpa de alguna manera por su muerte, aunque yo no tuve nada que ver, después de todo él fue asesinado a traición; me deje envolver por mi dolor y poco a poco me quede dormida, deseando algún día poder ser feliz.