Disclaimer: Todos los personajes mencionados son propiedad de Marvel y de sus respectivos creadores.
Nota de la autora: Este fic participa en el Reto #23: "Solsticios y equinoccios" del foro La Torre Stark.
Nowhere but spring
I. Fue una mañana lluviosa de primavera
En la cual Steve Rogers perdió a su madre bajo los efectos de una terrible enfermedad. Él era muy joven en el momento y su madre significaba todo para él. Sarah Rogers represaba alegría, amor y risas, era una mujer increíble que se desvivía por el buen futuro de su pequeño.
Al momento en que la infección tomó vida de su cuerpo, día a día perdía su tan singular belleza. Su piel se volvió pálida cual cadáver, su cabello perdió brillo, sus ojeras se acentuaron, y la debilidad y fatiga se hizo presente. Steve sabía que estaba perdiendo a su madre, y aunque trató de hacer lo posible para evitarlo, con cada día empeoraba.
—Steven, quiero que me prometas algo— le susurró afligida una mañana.
—Cualquier cosa— le dijo mientras tomaba sus pálidas y delgadas manos.
—Prométeme que al momento de mi partida no te sentirás culpable— él asintió con lágrimas brotando de sus ojos, ella le dio un débil apretón y sonrió de extremo a extremo. A pesar del constante y terrible dolor que experimentaba, su madre nunca perdió su tan dulce y tierna sonrisa, y aunque estuviera destrozado el ver su sonrisa le transmitía calma.
El momento en que Sarah dejó de respirar y sus ojos se cerraron para más nunca volverse a abrir, Steve no supo cómo reaccionar. Su mente estaba nublada y miraba perdido un punto fijo en la habitación, evitando el cuerpo sin vida de su madre en la cama. No quería pensar en nada, quería anular todo lo que sucedía a su alrededor, pero por más que lo intentara no podía negar la realidad. Su madre había muerto en sus brazos, se fue con tranquilidad dejándolo solo con el corazón roto en el proceso. La lluvia se podía escuchar a lo lejos, con gotas y gotas golpeado en su ventana.
Era una mañana fría y desolada.
II. Fue un día nublado de primavera
Cuando Steve descubrió que Peggy, su tan dulce Peggy seguía viva después de tantos años de haber permanecido congelado en el hielo. Fue un momento agridulce, lleno de ansiedad y tristeza.
Estaba feliz de verla, saber sobre su vida, sus hijos y nietos, saber cuan plena había sido desde su partida. Estaba feliz de conocerla mejor, de hablar con ella sobre los viejos tiempos y de sacarle sonrisas de su rostro.
Todas las semanas la visitaba, solía llevarle flores de distintos colores para ver alegría y satisfacción enmarcando su mirada; eran pocas las horas en las que permanecía a su lado pero cada segundo valía la pena, ya que se daba cuenta que a pesar de la edad Peggy seguía siendo la misma, tan encantadora como el primer día, con una fuerza única y brillante, tan luchadora como la agente que conoció en épocas pasadas.
Las conversaciones y estadías a su lado eran más que plenas y le daban aquel ánimo y confianza que tanto necesitaba en un mundo completamente nuevo para él, porque Peggy era la única persona que le quedaba que lo conocía a fondo. Ella lo conocía como persona, como humano, no como la leyenda viviente a la que tantos aclamaban. Ella veía sus problemas e inseguridades y con solo una mirada podía descifrar su alma.
III. Fue una tarde soleada de primavera
Cuando Steve se dio cuenta que la agente Romanoff y él podían formar un profundo vínculo a pesar de las notables diferencias que tanto los caracterizaban. Acostumbrarse a un nuevo siglo no había sido sencillo, pero la ayuda de ciertos miembros del equipo había sido muy útil para completar su avance. En la especial, la ayuda de Natasha.
Romanoff tan inexpresiva y distante se preocupaba por su bienestar, le había enseñado sobre los dispositivos electrónicos, le había mostrado diversas películas que ella consideraba clásicas, le había demostrado cada uno de los cambios y diferencias entre 1918 y el año actual. No fue un proceso fácil, nunca era fácil, pero ella tenía paciencia, y a pesar de lo cortante y fría que era Steve podía ver en ella una agradable calidez.
En esos momentos se encontraban en una cafetería en el centro de la cuidad, ella alegó que debía alejarse del trabajo y disfrutar de los pequeños placeres de la vida, y sin importar cuando veces se negó a dicha petición a Natasha poco le importó y lo terminó llevando a rastras al lugar.
Estaban sentados en una mesa al lado de una gran ventana, la conversación fue amena, y aunque no lo expresaran en voz alta, la compañía del otro era agradable.
—Cuando nos conocimos por primera vez me sentí un poco extraña al hablar contigo— dijo Natasha mientras tomaba la taza de café entre sus manos y miraba perdida las flores entrelazadas en los árboles.
—¿Por qué? — preguntó curioso, según sus recuerdos ella se había mostrado muy segura la primera vez que cruzaron palabra.
—Coulson siempre hablaba maravillas de ti. No paraba de mencionar tus memorables hazañas— respondió.
—Nunca he querido que me vean de esa forma.
—¿Cómo? ¿Cómo alguien memorable?
—Como una leyenda— murmuró. —Soy humano, hice lo que creía mejor para salvar a mi nación pero no por eso soy una leyenda como tantos dicen, lejos en realidad.
Natasha le dio una sonrisa de lado y lo observó detalladamente con entendimiento, Steve Rogers le trasmitía mucha curiosidad, nunca antes había conocido a alguien como él.
—Es bueno saber que te veo como Steve Rogers, el viejo de noventa que aparenta treinta— le respondió irónica.
—Si— asintió mientras soltaba una carcajada y miraba sus ojos verdes. —Es bueno saberlo.
IV. Fue un fin de semana de primavera
Que Steve comprendió la razón por la cual las citas tan elaboradas de Natasha no tenían resultado alguno. Las chicas eran maravillosas y dulces, eso no podía negarlo, siempre buscando gentilmente su atención, y aunque diera lo mejor de sí para relacionarse con alguna de ellas había algo en su interior que no lo hacía sentir a gusto.
Él no estaba satisfecho con esas salidas programadas, lo hacían sentir incómodo e inseguro, a fin de cuentasno era un hombre que comprendiera a las mujeres, en especial a las del siglo XXI. Sin embargo, asistía porque conocía el esfuerzo de Natasha al tratar de buscarle a alguien con quien compartir su corazón.
Pero en ocasiones, mientras se sentaba en algún restaurante escuchando conversar animadamente a su cita, se encontraba pensando distraído en cómo sería su encuentro si fuese ella quien estuviera a su lado.
V. Fue una noche nublada de primavera
En la cual Steve cuestionó sus verdaderos sentimientos hacia la agente pelirroja. Acaban de entrenar en el gimnasio de la torre y ambos estaban exhaustos. Estaban en la habitación de Natasha distraídos, envueltos en sus propios pensamientos; por un momento sus ojos se encontraron, azul y verde mirándose intensamente.
Él tomó su mano entre las suyas y observó por un rápido segundo sus labios, centrándose en su color y recordando cómo se sentían contra los suyos.
—¿Confías en que lo haga?— le preguntó ella mientras sentada en el cama le dirigía una mirada sincera en busca de una respuesta honesta. Estaban en casa de Sam ocultos como fugitivos de S.H.I.E.L.D luego de descubrir a HYDRA infiltrado en busca del control de la organización.
—Lo haría ahora— confesó asintiendo, porque en los últimos días luchando a su lado había comprendido la intensidad de su ser y no podía negar su lealtad hacia ella.
En ese momento Natasha lo miró asombrada, no muchos confinaban en ella, no después de descubrir su pasado y darse cuenta de todas las cosas devastadoras que había hecho como miembro de la KGB, todas las torturas que habían ocasionado sus manos y toda la sangre que entre ellas se encontraba.
Pero Steve era diferente y ella lo había comprendido después de la primera misión a su lado. Era fiel, noble y justo, siempre preocupado por el bienestar de su equipo, por su bienestar.
Natasha se inclinó mirando sus ojos con afección, tomó su rostro entre sus manos y juntó sus labios con un suspiro escapando de su boca; eran cálidos y placenteros contra los suyos. Lentamente sus manos se deslizaron por su cuello y pecho y Steve pudo sentir tanta intensidad y dulzura con sus tan sencillos pero firmes toques. Él fue quien primero se apartó al escuchar la manilla de la puerta sonar, ambos retrocedieron y simularon que ese beso no había ocurrido, quedando así en pleno olvido.
VI. Fue un día ventoso de primavera
Cuando Steve le ofreció su hombro para llorar al encontrarla tan dolida y afligida en su habitación. Bruce se había marchado hacia tan solo unos días dejando al equipo atrás sin despedida ni explicación, y aunque Natasha se mostrara inexpresiva y calmada en el exterior Steve la conocía lo suficiente para saber cuan devastada estaba con su partida.
Es por ello que luego del entrenamiento matutino decidió seguirla a su habitación para ofrecerle su ayuda. Natasha era importante para él, y el verla tan alegre junto a Bruce lo había llenado de plenitud, porque nadie merecía ser más feliz que ella. Pero en esos momentos todo había terminado, y lo único que quedaba era una mujer retraída llena de aflicción y pesar.
La pelirroja fue consciente de su presencia, y a pesar de ello no pronunció palabra, necesitaba apoyo, y si alguien podía ofrecérselo era él. Ella era una mujer fuerte que no mostraba debilidad frente a otros, pero si alguien tenía permitido ver ese lado tan frágil de ella era Steve Rogers.
Ambos se sentaron en la cama lado a lado, Natasha apoyó su cabeza en su hombro y él la envolvió con sus brazos buscando calmar su dolor. Se sentía ameno, como si ese fuera el lugar a donde pertenecían, juntos. No pronunciaron palabra porque ambos sabían que no era necesario, su compañía mutua era más que suficiente para hacerle olvidar los malos ratos.
VII. Fue una tarde húmeda de primavera
En la cual Steve encontró finalmente su ubicación. Había pasado un año desde que se volvieron prófugos para el gobierno, la estuvo buscando por semanas desde el día en que estuvo con Bucky en Wakanda, pero ella había desaparecido sin dejar rastro. Sin embargo, al final las noches de constante insomnio valieron la pena.
La encontró en un restaurante en Roma, estaba escribiendo en su portátil distraída de su alrededor, pero Steve sabía que desde el momento en que entró al local ella había captado su presencia y esperaba paciente que se acercara a su lado en la mesa.
—Te tomo más tiempo del que pensé— le dijo en el momento en que se sentó sin levantar la vista de lo que estaba haciendo.
—Incluso cuando lo haces ver tan fácil, eres una mujer difícil de encontrar, Nat— le dijo con una pequeña sonrisa. Estaba cambiada, su cabello estaba teñido de color platino y se veía un poco más cansada de lo usual; pero él también había cambiado, habían ojeras en sus ojos producto de la falta de sueño y donde una vez estuvo limpio y afeitado había barba cubriendo su mandíbula.
No obstante, sabían en su corazón que seguían siendo las mismas personas en quien confiaban con sus vidas.
—¿Qué haces aquí, Rogers?— levantó la mirada apartando el portátil.
—Vengo a pedirte que me acompañes. Ambos hemos pasado por varias situaciones complicadas, pero sé que puedo continuar si te tengo— Steve tomó su mano entre las suyas y las observó pensativo. —Solo si te tengo.
Natasha sostuvo su mirada, tan fuerte e inquebrantable pero a la vez cálida. Lo había extrañado, y su presencia en ese momento le hacía entender cuan profundo era su amor hacia él, porque solo Steve tenía el poder de descifrarla con tan solo su tacto y de trasmitirle una sensación de integridad plena.
—Me tienes, Steve— susurró mientras lo abrazaba brevemente. —Siempre.
VIII. Fue una noche de primavera
En que Steve y Natasha hicieron frente a los sentimientos tan profundamente albergados en sus corazones.
Estaban en una habitación de hotel en Múnich, Sam se había unido a ellos hacia un año y aunque prófugos, hacían lo posible por librar el mal de las calles de la ciudad juntos como equipo. Sam había salido a realizar unas compras y ambos se encontraban en silencio en la habitación, Steve estaba anotando algo en un libro mientras Natasha lo observaba atentamente, ambos se habían unido más en esos últimos meses y al encontrarse solos podían sentir la intimidad de su afecto. Sin embargo, ninguno se atrevía a dar el siguiente paso.
Natasha había considerado repentinas veces las palabras que diría, después de todo su tiempo era muy limitado, ambos estaban expuestos al peligro y la perdida, y para ella Steve era irremplazable, no podía permitirse el lujo de perderlo. Se acercó silenciosamente a su lado y posó su rostro en su hombro encajando perfectamente. Steve la miró curioso y dejó de lado el libro en el que estaba anotando, su cercanía hizo que su cuerpo se estremeciera de inmediato.
—Quiero…— susurró la agente, si se viera a si misma se reiría de su incertidumbre.
Steve comprendió de inmediato el curso de la conversación al ver el nerviosismo de Natasha, muchas veces había intentado dar el paso y sus emociones lo traicionaban. Él tomó su barbilla entre sus manos obligándola a mirarlo directamente y le dirigió una sonrisa atenta para impulsarla a continuar con sus palabras.
—¿Qué quieres, Nat?
—Solo quiero ser quien estoy soy cuando estoy contigo. Quiero que dejemos de perder el tiempo, quiero que estemos juntos.
—Entonces estemos juntos— dijo tomando su mejilla de forma suave y gentil.
Sus ojos se encontraron brevemente brillando con vehemencia, Steve se inclinó hacia delante y juntó sus labios de forma amable pero firme. Natasha lo envolvió con sus brazos e inclinó su rostro profundizando el beso, perdió el aliento cuando su corazón saltó de la emoción, sus ojos permanecieron cerrados disfrutando del cálido placer y la tierna alegría de la adoración del momento.
Todo a su alrededor era abrumador, sentían un vínculo recorriendo cada fibra de su ser.
Se retiraron en busca de aire y al volverse a mirar una pequeña lágrima se deslizó de los ojos de Natasha. Nunca antes se había sentido tan plena y completa, Steve le sonrió dulcemente y limpió sus lágrimas observándola profundamente, transmitiéndole todos sus sentimientos encontrados.
Devoción por su pasado.
Estima por su presente.
Amor por su futuro.
A fin de cuentas, eran opuestos que juntos se complementaban,
una radiante luz de sol en sus oscuras vidas de dolor.
Eran almas entrelazadas con la necesidad de llenar profundamente al otro,
iluminados por la sencillez de su perpetuo sentir.
Nota de la autora: Este es uno de los one-shots más largos que he escrito, y aunque en un comienzo fue un poco difícil adaptar la idea a la estación asignada (primavera por si no se dieron cuenta xd) estoy muy feliz con el resultado final.
Steve y Natasha son una de mis parejas favoritas y siempre había tenido la intención de escribir sobre ellos, este reto fue la perfecta excusa para hacerlo. Espero que les guste, no duden en hacerme saber que piensan :)
