Descargo de Responsabilidad: Los derechos de Sakura Card Captor no son míos, este solo es un fanfictión.
Pareja: Yue y Sakura.
Resumen: Sakura se encuentra con el corazón destrozado, y ahora tendrá que aprender a vivir una nueva vida.
***Luna enamorada***
Autor: Mireya Humbolt
Preludio
"Por favor, déjame amarte en silencio"
Siguió caminando, su cuerpo se movía sin poderlo evitar, conocía el camino de memoria, podía recorrerlo con los ojos cerrados, es mas lo estaba haciendo, aun en este momento le costaba respirar, sus músculos tensos por la emoción?, pero cual?, la de verle?, la de escucharle?, sus puños se apretaron hasta que sus uñas rompieron la piel de su palma, tenia que controlarse.
Su cuerpo seguía oculto en las sombras, y la poca luz de la luna sin lugar a duda era su aliada pues no le había delatado, nadie le había descubierto, no al menos hasta el momento, pero y si llegaban a verle?, alguien creería que le habían visto?, negó suavemente con la cabeza dejando de sus largos cabellos se movieran como si tuvieran vida propia, sus ojos se centraron en la calle, tan fría, tan solitaria, como el.
Dejo que su espalda quedara recargada contra la corteza del árbol, no tenia que ver el cielo para saber la hora, sabia muy bien que no tardaría en llegar, lo podía sentir, lo percibía en cada fibra de su ser, su pálido rostro no dejo ver ninguna emoción, pero por dentro no pudo evitar estremecerse ante la sola idea de estar tan cerca, de respirar el mismo aire, el solo pensar en su presencia causaba un choque de emociones que aun no podía describir y no quería investigar, por el momento se conformaba con experimentarlas.
No necesitaba ver el final de la calle para sabor que se acercaba, menos abrir sus ojos para ver su figura, percibía la fragancia que se combinaba con el olor de su piel y el perfume que le había regalado, recordaba perfectamente el temblor en sus manos al darse cuenta que su regalo era usado prácticamente a diario, "Es mi favorito" le había escuchado pronunciar en una conversación con su mejor amiga, no, no necesitaba abrir sus ojos para saber que tan cerca estaba, simplemente lo sabia, como siempre.
El ruido de sus zapatillas le hizo estremecer, aun no podía comprender como alguien podía caminar con tanta elegancia, tanto porte, tanta inocencia sobre este mundo, por que el sabia que era la criatura mas pura e inocente que había conocido, podía recordar cada una de las veces que la había tomado en sus brazos para protegerle, la forma de su figura sobre cada una de esas extravagantes y hermosas prendas que eran diseñadas exclusivamente para ella, pero lo que mas recordaba era la calidez de ese cuerpo junto al suyo a través de la tela que siempre lo obligaban a aferrarse con desesperación, como si su vida misma dependiera de ese instante.
Su cuerpo una vez mas le traiciono y giro un poco su cabeza para ver como la luz de la luna y farolas tocaban su cuerpo mientras caminaba hacia la puerta de su casa, sintió como los celos se empezaban a desplazar por su cuerpo, ellos no tenían ningún derecho a tocarle¡, nadie lo tenia¡, desgraciadamente ni el tenia derecho a posar su mirada sobre ella, y eso le dolía también, tenia tantos deseos de tocarle, al menos poder tomar su mano, pero sabia que no era posible, jamás lo seria.
La escucho saludar a su familia mientras la puerta se cerraba, ya no pudo evitar imaginarse el sabor de sus labios, seguramente el mas dulce néctar del mundo, o tal vez el elixir de la vida eterna, su puño golpeo con fuerza la corteza mientras su cuerpo se deslizaba hacia el piso presa de los espasmos de su cuerpo, sentía furia, deseo, pasión, celos, todo al mismo tiempo, pero lo mas inquietante era ese sentimiento de amor que crecía con cada instante, ese sentimiento que buscaba desesperadamente enterar o al menos sustituir con amistad, con lealtad, por que sabia que su amor no podía ser correspondido, por que el no tenia ese derecho, esa oportunidad nunca seria suya.
Sus manos ocultaron su rostro, así como las lagrimas que caían por sus mejillas, instintivamente se refugio en un rincón contra la pared buscando cobijo en las sombras, buscando olvidarla sin lograrlo, desde el primer momento en que había posado sus ojos en ella, supo que era diferente a cualquier otra, supo que ella era la elegida, sabia cual era su responsabilidad para con ella, pero eso poco le había importado a su corazón que gustoso se había entregado ante esa encantadora criatura.
Y es que lo intento, quiso ser ecuánime y justo, pero muy en el fondo sabia que no tenia salvación, y muy a su pesar tuvo que admitirlo, le amaba, la amaba intensamente, vivía solo para ella, la sola idea de poder estar cerca y mirarle era suficiente para llenarlo de alegría y hundirlo al mas profundo de los infiernos, por que ella era su musa, su diosa, su amada, ella era a quien el había jurado lealtad, pero también le había jurado amor eterno, desgraciadamente ella ya tenia alguien mas.
Recordó el brillo del anillo de compromiso en la mano de la joven, el cruel recordatorio a lo que jamás tendría derecho, sabia que jamás seria suya, jamás se vería reflejado en esas esmeraldas, ni probaría sus labios, sus manos no recorrerían las suaves líneas de su figura, y no escucharía su nombre ser pronunciado como en sus sueños, su mirada quedo fija en la luna que brillaba en el firmamento, pero su mente se encontraba una vez mas recordando cada detalle de su amada, la amante que le visitaba en sueños y le correspondía con la misma pasión.
No supo cuanto tiempo siguió en el piso evocando cada instante que había pasado a su lado, cada detalle de su presencia, mas cuando los primeros rayos del sol empezaron a anunciar el nuevo día se levanto y empezó alejarse del lugar, sintió como su alma atormentada clamaba por estar a su lado, se alejo sin dejar rastro de su presencia, o al menos eso creyó.
En el interior una joven seguía dormida, soñando con unos brazos que le sujetaban con tanta ternura y amor, unos labios que murmuraban su nombre con devoción, soñando con la presencia de un hombre que no era su prometido, pero que ella amaba tanto que no podía evitar el dolor al verle partir de su lado, por que ella sabia que le amaba y muy en lo profundo de su corazón sabia también que ese hombre no era el mismo que le había dado la sortija que portaba en su mano.
