Para empezar una nota. Escribí este fic hace un par de meses antes de saber si quiera de la existencia de Lost small world. No he leído la novela, y tampoco tengo intención de leer el manga hasta que acabé el fic. Así que por favor, los que os toméis esto como un fic ofensivo debido a que trata de lo mismo que ese spin off por favor os agradecería que no remarcarais eso si no otras características del fic.

Gracias por leer y espero poder actualizarlo lo antes posible. Como siempre agradeceré los reviews infinitamente, sobre todo en un proyecto tan arriesgado como lo considero este.

Primera nevada

Conozco a Misaki desde que teníamos doce años. Durante mi primer año de secundaria inferior yo era un chico muy callado. No tengo porque mencionar que ese tipo de personas no suelen ser precisamente populares y a la hora de hacer trabajos en grupo o jugar deportes en equipo, siempre era de los últimos en ser elegidos. Yata se podría decir que era un completo opuesto a mí. Era popular tanto entre los chicos como entre las chicas y desprendía una especie de aura vivaracha que animaba a todo el mundo a hacerle caso y seguirle el juego, la gente se agrupaba a su alrededor, o al menos ocurría eso hasta que alcanzo cierta edad. No puedo decir que le odiara pero tampoco le hacía demasiado caso. Coexistíamos pretendiendo no hacer caso de la existencia del otro, o puede que tal vez sin tan siquiera percibirla.

La situación cambió completamente el mes de diciembre de ese primer año, justo después de los exámenes de invierno, pero antes de las vacaciones. Personalmente creo que aquel día no tuvo nada de especial, excepto porque fue la primera y última vez aquel curso que vimos nevar.

X(x)

Los zapatos de cuero negro del peliazul se hundían en la capa de nieve recién caída. Iba con prisa, había salido tarde de casa porque su despertador no había sonado lo cual había provocado que perdiera el tren que solía coger para acercarse a la escuela.

Miró el reloj, las nueve menos veinte. La primera clase había empezado hacía ya diez minutos así que relajó el paso y se detuvo a coger aire. Gran parte del camino lo había hecho a la carrera y sus pulmones ardían cada vez que algo de aquel aire gélido entraba en ellos. Un escalofrío le escaló desde la base de la columna hasta el cuello haciendo que los dientes le castañearan con fuerza:

-¡Mierda!-maldijo por lo bajo Saruhiko. No llevaba nada de ropa de abrigo a parte de la chaqueta del uniforme de invierno, y definitivamente no estaba hecha para ser usada un día como aquel.

El chico se resignó y comenzó a avanzar más despacio por las calles. Se quedaría por los alrededores del instituto hasta que llegara la segunda hora y entonces se mezclaría entre otros alumnos tardíos para escabullirse al interior del aula en el cambio de clase. Poco le preocupaban las notas que pudieran mandar a casa ya que para cuando sus padres les prestaran atención seguramente habrían pasado meses desde el momento en el que fueron escritas.

En una máquina expendedora de bebidas calientes que había junto a un súper, el chico sacó unas monedas sueltas que llevaba en la cartera para comprar una lata de café. Bebió un par de sorbos hasta que sintió que su cuerpo se calentaba para después tirar el resto. El sabor era asqueroso, demasiado dulce para su gusto.

Poco a poco pudo ver como la silueta del edificio principal del instituto se dibujaba en la distancia, hacía demasiado frío para permanecer en la calle y sus manos habían adquirido un tono rojizo y se le estaban agarrotando. Su plan maestro se había ido al garete, no podía aguantar más, prefería la nota del instituto a coger un catarro de aúpa y quedarse en casa a solas durante días.

Nada más entró el calor del vestíbulo hizo que soltara un leve suspiro. Tras cambiarse los zapatos anduvo por los desiertos pasillos hasta llegar al cuarto de baño. Miró a un lado y a otro para comprobar que no había nadie y se metió allí. Se lavó las manos con algo de agua caliente hasta que sintió que el entumecimiento desaparecía. Después comprobó su reloj de pulsera, las nueve, le quedaba media hora de espera. Sin pensárselo mucho sacó de su bandolera el MP4 y los cascos y se puso solo uno de ellos, se encerró en uno de los cubículos cerrando la puerta tras de sí y se sentó en el váter, esperando a que sonara la campana.

X(x)

La nieve había cuajado totalmente. Pese a ser las seis de la tarde allí estaba él, en clase, haciendo el examen de inglés que debería haber hecho a primera hora. En el aula tan solo quedaban él y el profesor, que estaba ojeando un periódico con aire distraído. Una vez rellenó unas cuantas preguntas que se sabía y hubo respondido a voleo a las de a, b o c depositó el examen sobre la mesa de su profesor. Se despidió y bajó por las escaleras hasta los casilleros. Se cambió los zapatos y miró al exterior. Alguna que otra farola ya se había encendido debido a lo rápido que estaba oscureciendo. El chico suspiró por lo bajo dispuesto a soportar el cortante frío una vez saliera del edificio, pero algo lo detuvo, para ser concretos la voz de alguien le detuvo:

-¿Vas a salir tal cual? ¿A pelo?-preguntó una voz que estaba acostumbrado a escuchar en clase, pero que fuera de ella no pudo ubicar.-Guau, los tienes bien puestos ¿eh?

Saruhiko se dio la vuelta y tras de sí vio al chico de pelo naranja llamado Yata Misaki. Era un poco más bajo que él, pero le estaba mirando a los ojos con una sonrisa divertida en los labios, no parecía estar burlándose, es más, daba la impresión de que quería ¿hablar?:

-No es como si tuviera otra opción-rió por lo bajo Fushimi- y he venido así por la mañana por lo que no creo que me pase nada.

-Si no hay más remedio…-antes de que pudiera preguntarle que hacía pudo ver como el otro chico se ponía de puntillas y le enroscaba la bufanda roja que llevaba al cuello al otro chico

Saruhiko se quedó mirándolo sorprendido, no comprendía la situación. ¿Por qué le daba su bufanda? No habían hablado nunca antes, es más. No recordaba siquiera que se hubieran presentado. ¿Entonces porque hacía aquello? Todas esas dudas se le estaban acumulando al chico en la cabeza pero de sus labios tan solo escapó un suave y algo cohibido:

-Muchas gracias.

-No hay por qué darlas-repuso a los pocos segundos el otro chico sin que se le borrará la sonrisa de la cara- a cambio solo quiero que te acuerdes de traérmela mañana.

Saruhiko asintió y cuando se disponía a darse la vuelta para evitar aquella situación en la que se sentía tan incómodo la voz del chico de menos estatura le volvió a detener:

-Ah, y algún día tienes que venir a jugar a algo a mi casa-aquello sí que dejo completamente ido a Fushimi-¿te llamas Saruhiko, no? Yo soy Yata, Yata Misaki. Aunque déjalo en Yata. Espero poder hablar contigo más después de vacaciones.

Antes de que pudiera responderle nada a Yata, desapareció tras los casilleros. El peliazul escuchó sus pisadas desvanecerse escaleras arriba y durante unos instantes se quedó quieto donde estaba sin poder terminar de comprender lo que acababa de pasar:

-¿Por qué?-se preguntó una vez más antes de subirse la bufanda hasta la nariz y desaparecer tras la puerta de cristal, echando a correr a través del patio completamente blanco.

X(x)

Obviamente esa noche mi madre me pegó. No recuerdo bien el motivo, pero puede que fuera como dijo ella "por perder la bufanda". A esa edad había llegado a un punto en el que las razones me importaban bien poco. Siempre me golpeaba, cada día con un pretexto, así que no sé porque aquel día se me quedó grabada en la memoria la excusa que utilizó para hacerlo. No me arrepentí de lo que hice. Quería conocer más a aquel chico. Nunca hablaba nadie con él, y los de clase ya le tildaban de rarito. A mí en cambio me pareció buen chaval. Y hoy día aún no sé si la decisión que tomé al prestarle la bufanda fue la correcta o no.