—Volveré —Dijo un chico pelirrojo y alto, mientras depositaba un pequeño reloj de plata sobre las manos de una chica castaña.

Ella le miro de reojo.

—¿Lo prometes? ¿Vendrás a buscarme, Ron? — Pregunto ella anhelante, mientras las lágrimas caían en sus mejillas.

El la abrazo durante unos minutos, para luego mirar hacia el inspector de su tren.

Tocó su silbato, ya era hora de marcharse.

—¡Oh, Ron! Debes cuidarte… Debes volver— Hermione se había tirado sobre él y lloraba amargamente, más aún que antes.

El chico tan sólo asintió con la cabeza, se despidió de su familia (especialmente de su madre, que lloraba a mares) y subió al vagón junto a Harry, Neville, Draco y los otros cuarenta chicos que partían a la guerra aquel día.

Hermione se abrazo a la señora Weasley y Ginny, que le devolvieron el abrazo y juntas lloraron un rato mientras veían alejarse al tren de vapor.

—La guerra no es lugar para unos niños de diecisiete años, no señor —Decía Molly mientras sollozaba —Primero Bill, luego Charlie… se fueron Percy y los gemelos. ¿Cuántos hijos planea quitarme Voldemort?

—No lo sé… sólo espero que los chicos lleguen a salvo, mamá…

—Eso espero, Ginny… eso espero. ¿Ahora, puedes ir a dar de comer a las gallinas y tu, Hermione querida ir a buscar agua al pozo? La guerra no nos quitara la vida, chicas…

Ambas asintieron y fueron a sus quehaceres.

Después de todo, era 1897 y la vida seguía… aunque el reloj de plata un dia dejara de girar y Hermione nunca se enterara de Ron y los demás…

La vida seguía, y ellas la vivirían.

Aunque el reloj no giraba, y el corazón de muchos ya no palpitaba.

La vida continúa.