Disclaimer: El mundo de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling, la Warner & Cía. Todo lo que no reconozcan como salido de los libros o las películas, sí, es mío.
¿Y si Hermione hubiese acabado en Slytherin? ¿Y si su mejor amigo resultase ser Draco Malfoy? ¿Se apegaría a las leyes de las serpientes? ¿O iría en contra del destino?
Capítulo 1
"El Sombrero Seleccionador la envía a Slytherin"
El Gran Salón era simplemente un lugar sublime. Miles y miles de velas que flotaban en el aire iluminaban los rostros ansiosos de los estudiantes, sentados alrededor de cuatro largas mesas. Los platos y copas, aún vacíos, estaban hechos de oro, al igual que los cubiertos. Relucían casi tanto como los ojos expectantes de un grupo de niños de once años que avanzaba temeroso hacia el centro del Salón.
La profesora McGonagall, la bruja que los había recibido en el Hall, los condujo hasta colocarlos de espalda a la mesa de los profesores. Todo el mundo se hallaba a la espera de la gran ceremonia de Selección. Incluso los fantasmas, con su nebuloso color perlado, flotaban inmóviles sobre las cabezas de los estudiantes, aguardando.
Hermione Granger alzó la vista para encontrarse con un gran techo de terciopelo negro. Las estrellas brillaban como pequeños diamantes incrustados en el cielo. Ella no era la única que observaba embelesada aquel panorama, pero sí parecía ser la única que conocía el porqué de su belleza.
—Es un hechizo para que parezca como el cielo de afuera, lo leí en Historia de Hogwarts —le susurró a la chica que se encontraba de pie junto a ella.
Entonces la profesora McGonagall colocó con sigilo un taburete de cuatro patas frente a ellos. Encima de él colocó un sombrero puntiagudo de aspecto descuidado. Lucía como si en cualquier momento fuese a caerse a pedazos. Hermione incluso pensó que iba a deshacerse allí mismo, cuando se abrió por un costado. Pero lo que en primer lugar había parecido una rasgadura, ahora se había convertido en una boca.
Y el Sombrero Seleccionador comenzó a cantar:
Oh, podrás pensar que no soy lindo,
Pero no juzgues por lo que ves,
Me comeré a mí mismo si puedes encontrar
Un sombrero más inteligente que yo.
Hermione enarcó una ceja, sin poder creer lo que estaba escuchando. Lo que el sombrero cantaba no sólo era obvio, sino también estúpido. Y aunque la mayoría de los alumnos parecían encantados ante aquella desastrosa melodía, ella se alegró de encontrar personas que parecían pensar igual que ella. En una de las mesas, los estudiantes de los últimos años jugaban con los cubiertos, simulando que eran sus propias varitas con las que se atacaban.
Para su suerte la canción no duró demasiado tiempo y, una vez que todos estallaron en aplausos, la ceremonia de selección dio inicio.
—Cuando yo los llame —les indicó la profesora McGonagall—, deberán ponerse el sombrero y sentarse en el taburete para que los seleccione. ¡Abbot, Hannah!
Hannah, una niña de rostro rosado y trenzas rubias, fue seleccionada para Hufflepuff. Hermione repasó mentalmente los datos que había leído acerca de aquella casa y su creadora, Helga Hufflepuff. Aunque la característica principal de quienes pertenecían a aquella casa pretendía ser la lealtad y la perseverancia, Hermione estaba casi segura de que allí iban a parar todos los inútiles que no encajaban en ninguna de las otras casas.
Terry Boot fue seleccionado para Ravenclaw, la casa de aquellos de mente dispuesta, caracterizada por su sabiduría. Y Lavender Brown fue la primer integrante de Gryffindor, quienes se destacaban por su valentía. En opinión de Hermione, una cualidad poco servible. Definitivamente ella prefería la inteligencia antes que la valentía. Sin embargo, el destino tenía algo especial preparado para ella…
—Granger, Hermione —la llamó la profesora.
Hermione se dirigió hacia el taburete a toda prisa y se colocó el sombrero con ansiedad. El viejo Sombrero Seleccionador parecía hablarle dentro de su cabeza. Destacó su sabiduría, sus ansias de conocimiento. Reconoció también que Hermione era una niña valiente, pero que, a pesar de todo eso, la casa que la ayudaría a exponer todo su potencial era…
—¡SLYTHERIN!
Hermione se quitó el sombrero y lo dejó sobre el taburete, mientras se dirigía a la mesa de Slytherin. Los estudiantes de su nueva casa la aplaudieron con ganas. Si bien Hermione era consciente de que la casa fundada por Salazar Slytherin no tenía muy buena reputación, estaba conforme con su selección. Consideraba que, dentro de todo, la astucia estaba en cierta forma relacionada con la inteligencia y la sabiduría.
Pero mientras tomaba asiento junto a Millicent Bulstrode y los prefectos la felicitaban por ser lo suficientemente buena como para ser seleccionada en la mejor casa de todas, Hermione tuvo un pensamiento aterrador. Ella era hija de muggles, y era consciente acerca de la importancia que tenía la pureza de sangre para los miembros de Slytherin.
Se mordió el labio. ¿Qué debía hacer? Si el Sombrero Seleccionador la había colocado allí a pesar de su estatus de sangre, significaba que, definitivamente, su lugar estaba en Slytherin. ¿Pero sería eso suficiente para convencer a sus compañeros? No quería vivir los siguientes siete años de su vida siendo acosada por sus propios compañeros de casa. ¿Qué opciones tenía entonces? ¿Debía mentir acerca de su procedencia?
Hermione era lo suficientemente astuta como para saber que primero debía ganarse el respeto de todos los Slytherin antes de siquiera pensar en revelar sus orígenes. Sí, eso haría…
—¿Te sucede algo, Hermione? —le preguntó Millicent, que intercaló la pregunta con un bostezo.
Era una chica de cabello negro levemente ondulado y espalda ancha, que le sacaba a Hermione una cabeza y media de altura.
—Sólo pensaba en lo contento que se pondrán mis padres cuando se enteren de que he sido seleccionada en Slytherin —mintió, con una sonrisa convincente.
Millicent le devolvió la sonrisa y ambas observaron cómo Draco Malfoy acababa también en Slytherin. Era un chico de cabello rubio platinado peinado hacia atrás y de rasgos afilados, más alto que Hermione pero más bajo que Millicent. Se veía completamente orgulloso de la decisión del Sombrero, y ocupó un lugar junto a Hermione. La observó de reojo, tal vez intentando acordarse si alguna vez había oído hablar sobre la familia Granger, pero no hizo ningún comentario al respecto y Hermione suspiró de alivio.
Cuando el último estudiante de primer año fue seleccionado (Blaise Zabini, que también resultó pertenecer a Slytherin), la profesora McGonagall dio por acabada la ceremonia y retiró el Sombrero Seleccionador de la vista de todos. El director del colegio, Albus Dumbledore, se precipitó a darles a todos una cálida bienvenida y, a partir de entonces, la velada transcurrió con fluidez.
Hermione se vio sorprendida de sentirse tan cómoda en Slytherin. Si bien era verdad que la mayoría de los alumnos de aquella casa eran orgullosos, ácidos y un poco molestos, era palpable el compañerismo real que había entre ellos. Los prefectos eran amables con ella y el resto de los recién ingresados, a pesar de que les dejaban en claro cuáles eran las reglas a seguir y quiénes eran los que allí mandaban.
Lo único que ensombreció un poco la cena, fue la aparición del Barón Sanguinario. El Barón era el fantasma de Slytherin y, a decir verdad, era horrible. Con ojos fijos sin expresión, un rostro demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada, era capaz de asustar a cualquier persona. A su lado, Draco tampoco se veía muy cómodo con su presencia.
Y no era el único. Incluso en otras mesas, algunos estudiantes miraban fijo pero con temor la figura del Barón Sanguinario. Uno de ellos era Harry Potter, que figuraba en Historia de la magia moderna, Ascenso y caída de las artes tenebrosas y Grandes eventos mágicos del siglo XX. A pesar de haber cruzado tan sólo algunas palabras con él durante el viaje en el Expreso de Hogwarts, Hermione sentía como si ya lo conociera. Junto a él estaba el chico pelirrojo de la estúpida rata.
—¿Conoces a Potter? —le preguntó entonces Draco, tras tomar un sorbo de jugo de calabaza.
—He leído sobre él.
—Es un idiota —escupió entonces, claramente molesto, aunque Hermione no entendía por qué—. No sabe lo que le conviene. Que se siga juntando con esa mugre de Weasley, Hagrid… y acabará igual que sus padres. Muerto.
Hermione se encogió de hombros.
—Draco, no vale la pena molestarse por él o sus amigos —lo tranquilizó Hermione—. Ese tal Ron Weasley debe tener el mismo coeficiente intelectual que su rata; y Hagrid, bueno, todos hemos visto que no es un tipo de muchas luces, ¿no?
Draco se rió, y todos aquellos que habían oído el comentario de Hermione festejaron sus palabras. Incluso Vincent Crabbe y Gregory Goyle, a quienes Hermione tampoco consideraba personas muy avispadas, se reían con ganas.
Después de la cena, Dumbledore los obligó a cantar una horrorosa canción. Cada uno podía elegir el ritmo que quisiera, lo que no hacía más que aumentar lo desagradable de aquella experiencia. Finalmente, el director los dejó marcharse. Los de primer año fueron guiados por los prefectos de sus respectivas casas.
—Los enanos de primero, síganme —les indicó Vivianne Cooper, una chica alta y delgada, de cabello rubio dorado atado en una coleta—. Oye, ¡Marcus! —le gritó a un chico que fácilmente podía ser confundido con la cría de un troll, cuando estaban saliendo del Gran Salón—. ¿Has visto a Roman?
Marcus Flint se encogió de hombros.
—Probablemente esté montándoselo con Kim —sonrió.
—¡Flint! —lo regañó Vivianne—. No hables así frente a los mocosos.
Pero él rodó los ojos, restándole importancia.
—Y hablando de montárselo, Vi, ya sabes dónde encontrarme —volvió a sonreír, guiñándole un ojo a su compañera.
—Ni en tus más cochinos sueños, Marcus —luego se dirigió a los de primer año—. Por aquí, duendecillos.
Y emprendieron su marcha hacia las mazmorras. En el camino nadie se atrevió a reírse de la situación que Vivianne acababa de protagonizar. Por más hermosa que la chica fuera, lucía como alguien que podía sacarte un ojo con la varita si la molestabas. Una de las primeras lecciones que Hermione aprendería en Slytherin: a veces, las apariencias engañan.
En las mazmorras, el aire era helado. Las antorchas que, ubicadas cada pocos metros, iluminaban el pasillo, prácticamente no aumentaban en nada la temperatura. Hermione estaba deseando llegar a la Sala Común cuanto antes, porque sentía que sus pies estaban a punto de congelarse. La sensación era bastante general, pues todos habían acortado las distancias con el propósito de mantenerse un poco más cálidos.
Vivianne se detuvo frente a un trozo de pared de piedra que estaba flanqueada por dos antorchas con forma de serpiente. Lo hizo tan de repente que Hermione no pudo evitar tropezarse con la monumental espalda de Millicent. Antes de caer sentada, Draco la tomó del brazo, permitiéndole recobrar el equilibrio. Ella se lo agradeció con una sonrisa silenciosa.
—Mantícora —recitó Vivianne.
El fuego en las antorchas sufrió una pequeña explosión. Las llamas se tornaron verdes por unos segundos y el trozo de pared entre ellas desapareció. Con una pequeña exclamación de asombro, los alumnos de primero siguieron a Vivianna a través del pasillo que los llevó a la Sala Común de Slytherin.
Se trataba de una habitación de aspecto circular, de cuyo techo pendían gigantescas lámparas de delicados diseños. De las paredes de piedra colgaban tapices y estandartes verdes y plateados, retratando la simbólica serpiente representativa de Slytherin, además de retratos de Salazar y algunos miembros emblemáticos de la casa. Las mesas eran de madera tallada, cubiertas con elaborados manteles de la más fina tela. Los sillones, de cuero negro, se veían amplios y confortables. Pero lo que más destacaba era la gran chimenea, que mantenía a una temperatura perfecta toda la Sala Común y también, Hermione supuso, las habitaciones.
—¡Roman! —chilló de repente Vivianne.
Un chico de cabello cobrizo, que estaba despatarrado en uno de los sillones charlando con sus compañeros, alzó la cabeza para observar a su compañera.
—Ah, hola Vi. Veo que ya has traído a los mocosos.
La chica lo fulminó con la mirada.
—Mueve tu perezoso trasero y conduce a los chicos a sus habitaciones —le ordenó—. Niñas, ustedes por aquí.
Hermione se despidió de Draco que, junto a los demás niños, esperaban a que Roman terminara de bostezar y se pusiera finalmente de pie. Ellas siguieron a Vivianne hasta unas escaleras que descendían aún más. Sin embargo, a pesar de los varios metros bajo tierra, allí no se sentía el frío.
—Estamos debajo del lago —les comunicó Vivianne, cuando Hermione y sus compañeras ingresaron a una habitación con cinco camas adoseladas cuyas cortinas eran de color verde esmeralda—. Las ventanas no se pueden abrir, por supuesto. Pero a través del vidrió podrán contemplar el excitante paisaje subacuático que Hogwarts nos ofrece —agregó con sarcasmo—. Muy bien, las veo mañana, niñas —y se marchó cerrando la puerta.
Hermione se dirigió a la cama junto a la cual se hallaba su baúl. Estaba entre medio de Millicent y de Daphne Greengrass, una chica de cabello castaño oscuro y mejillas sonrosadas. Sus otras dos compañeras eran Pansy Parkinson, de corto cabello negro y rostro poco agraciado; y Tracey Davis, bajita, de cabello color miel y mirada felina.
—La cena ha estado estupenda —comentó Tracey, que ya se había puesta su camisón y se estaba atando el cabello en una trenza—.
—Sí. Lo único malo ha sido la patética canción que nos hizo cantar el viejo chiflado de Dumbledore —dijo Pansy, desdeñosa.
—Yo creo que no ha estado tan mal —la contradijo Daphne, encogiéndose de hombros—. A mí me gusta cantar.
—Bueno, tú porque tienes bonita voz, Daphne —le señaló Hermione—. Pero de verdad que la canción ha sido patética. Aún así, Dumbledore es un mago poderoso y muy inteligente, creo que no deberíamos llamarlo "chiflado".
Pansy rodó los ojos. Pero antes de que pudiese contestar algo, la interrumpieron los ronquidos de Millicent, que ya se había despatarrado en su cama. Las cuatro chicas estallaron en risas y acabaron de alistarse para ir a dormir. Había sido un día agotador.
Continuará...
Notas:
1. En primer lugar, quiero aclarar el uso del término "montándoselo". Lo siento, pero no se me ocurría nada mejor para expresar la idea de "I'm sure he's making-up with Kim". Sí, a veces pienso en inglés antes que en español. Lo sé, estoy loco.
2. Los personajes principales por ahora son Hermione y Draco. Eso no significa que necesariamente ése vaya a ser el pairing de este fanfiction. Aviso para que nadie se sienta traicionado. Sin embargo, aquí todo puede suceder, así que déjense sorprender.
3. La idea es escribir una serie de siete (o tal vez más) fanfictions, explicando cómo (a mi manera y agregando algunos caprichos autorales), se hubiese podido desarrollar la historia de Harry Potter con una Hermione miembro de Slytherin, obviamente desde la perspectiva de ella. La mayoría de los hechos van a ser canon, por supuesto, pero también va a haber mucho de mi invención. En pocas palabras, locuras de todo tipo.
4. La ventanita para dejar reviews no muerde, ¡lo juro! Más allá de la broma, cualquier comentario, constructivo o destructivo, es bien recibido. Intentaré no tardarme en actualizar, y espero que hayan disfrutado esta introducción.
