NIRHANA

Prólogo

La zona era boscosa, rodeada de infranqueables montañas que bloqueaban el paso al valle a todo aquel que pretendiera explorar su territorio.

Los árboles, que en su gran mayoría eran milenarios, alzaban sus copas hacia la luz del sol muy por encima de los 100 metros de altura. Su gigantesco tamaño y su inigualable fuerza y resistencia se debían a los cuidados que tan abnegadamente les había proporcionado desde su nacimiento cuando apenas eran una solitaria semilla.

La fauna que allí habitaba, libre y sin nadie que hiciera peligrar sus vidas, mimada hasta la saciedad por sus cuidados y cariño, paseaba tranquilamente por su alrededor.

Una pareja de pájaros multicolores revoloteaba alegremente a su alrededor, logrando que una tierna sonrisa apareciera en su rostro.

Todo el valle rezumaba de vida, los alegres cantos de las diferentes clases de pájaros inundaba el aire, logrando una relajante cacofonía de alegres sonidos. Ningún componente de aquella vida animal tenía reparos a la hora de acercarse a su lado y frotar amorosamente su cabeza contra su cuerpo.

En la entrada de la cueva en donde vivía pasaba horas y horas contemplando lo que consideraba su hogar. Nunca había salido de allí. Se sentía feliz con todo lo que la rodeaba.

Su raza, las Nirhana, desconocida para casi todos los hombres y mujeres del mundo mágico, a excepción de los más poderosos magos de la historia, estaba compuesta única y exclusivamente por mujeres, y eran muy pocas las que vivían.

Su larguísima vida casi se podía calificar de eterna. El tiempo para ellas no tenía el mismo sentido que para los demás mortales. Cada mujer nirhana, al llegar a los 9.500 años de vida debía buscar a un hombre con el que poder tener una hija, ya que sus descendientes siempre eran mujeres. Una vez la criatura nacía, su madre la formaba en la sutil cultura de las nirhana, recibiendo un entrenamiento intensivo para conseguir dominar el inmenso poder que poseían. No había ser vivo en todo el mundo que albergara un poder como aquel, un mago o una bruja que fuera el más poderoso del mundo, solo llegaría a un 3 del poder real de una nirhana.

Notó como una cabeza se frotaba suavemente contra su pierna derecha y bajó su mirada hacia el ser que buscaba sus caricias.

Hola Sirk –su mano se deslizaba suavemente por la cabeza y espalda de aquel felino que tanto cariño la tenía y que, aunque sabía que no lo necesitaba, estaba presto para defenderla en cualquier momento y lugar.

El animal siguió pegado a su pierna, no paraba de estar pendiente de sus reacciones pues hoy su amada amiga tenía una mirada preocupada y triste mientras que sus ojos volvían a mirar hacia las lejanas montañas.

Siento que la oscuridad se cierne sobre todo el mundo mi querido Sirk –siguió diciendo mientras continuaba acariciando la negra cabeza de la pantera- y quien está se está llevando todo el peso de esa locura son los niños. Están aprovechándose de su inocencia para sembrar el terror.

Su cuerpo se tensó levemente, lo que para una nirhana significaba una gran exteriorización de su ira.

No puedo quedarme aquí viendo semejante horror y atrocidad. Debo hacer lo posible por ayudar a que termine todo esto ¿Me ayudarás Sirk?

Por toda respuesta el enorme macho de pantera negra elevó su cuerpo hasta poner sus zarpas delanteras en los brazos de la mujer y empezó a lamerle la cara.

Ella sabía que solo podría ayudar prestando sus conocimientos. Las nirhana enseñan, defienden, adiestran, entrenan, pero nunca matan, para ellas la vida es lo más sagrado que existe en el universo.

Pero dentro de esa ayuda, se dedicaría a proteger a los más inocentes e indefensos de todos, los niños.

Voy a ver qué está ocurriendo en el exterior –con suavidad volvió a hacer que Sirk bajara de sus hombros y se adentró en la cueva con el enorme felino pegado a sus piernas.

En una de los lados de la gruta, donde la roca, después de siglos y siglos de erosión había formado un mosaico multicolor de capas y capas de diferente tipo de mineral, se podía ver un enorme cajón alargado que no tenía ningún tipo de apertura.

Fue directamente hacia allí y se tendió en su superficie, aunque no llegó a rozarlo siquiera, siempre dejaba un espacio de aire de casi 15 centímetro entre su cuerpo y la madera del cajón.

Cerró sus ojos y concentró su mente en volar fuera de aquel lugar.

Sintió como flotaba y empezaba a volar al igual que la suave brisa de la tarde. Sus ojos contemplaron aldeas y pueblos que parecían tranquilos, pero que al ver a sus habitantes de cerca, el miedo se reflejaba en sus rostros.

Siguió su recorrido llegando hasta pequeñas poblaciones destruidas en las que apenas quedaba una casa en pie y la tristeza comenzó a inundar su corazón al ver, gracias a sus poderes de regresión temporal, la cruenta lucha que allí se había desatado y la forma como sus habitantes habían sido masacrados.

Una de sus manos se cerró con fuerza, su ira iba en aumento sin apenas ser contenida al contemplar los cuerpos de los niños esparcidos por el campo. Siguió con su viaje hasta que llegó a un gran castillo.

Una sonrisa iluminó su rostro. La estela de casi un millar de figuras le confirmó que aquel lugar era una escuela que pronto se llenaría de niños.

En la puerta de aquel castillo pudo ver a un hombre, anciano ya, vestido con una larga túnica y lucía una larguísima barba y pelo blanco. Su pose seria y pensativa hizo que se fijara en él y en su mente leyera, sin que el anciano se diera cuenta, sus preocupaciones y sus pensamientos. El poder de las nirhana cuando entraban en la mente de otros seres era indetectable. Nada ni nadie se podía escapar de un atento estudio de una nirhana cuando ésta fijaba como objetivo saber qué ocurría dentro de las personas.

Dentro de la mente del hombre comprobó que era el director de la escuela y que lideraba un pequeño grupo de personas dedicadas, en cuerpo y alma, a luchar contra las fuerzas oscuras que amenazaban la vida de todos los magos y brujas del lugar y que su mayor y más prioritario objetivo era el proteger a ¿un niño!

Se concentró un poco más. En pocos minutos pudo saber toda la vida de aquel pequeño ser en que el anciano tenía puesta todas sus ansias y preocupaciones.

Sus ojos volvieron a abrirse y una determinación se fijó en ellos.

No podía quedarse con los brazos cruzados. Aquello no podía continuar. Era inhumano que un niño, un adolescente, tuviera sobre sus hombros la terrible responsabilidad de terminar con todo aquello. Contra eso no podía hacer nada, pero sí que podía hacer una cosa: lo enseñaría, entrenaría, adiestraría y protegería, dándole todo el cariño que, como había podido ver, nunca había recibido. Aquel joven indefenso llegaría a cumplir su misión con un poder y unas facultades mágicas llevadas a la más absoluta perfección, ella se encargaría de lograrlo.

Había podido apreciar un detalle en la mente del anciano director, un mago muy poderoso, que, como pudo ver, casi llegaba al 3 por 100 del poder de la nirhana y decidida miró a su querido amigo y se dispuso a salir del valle que durante aquellos casi 9.500 años había sido su hogar.