Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenece, créditos a su respectiva autora J. K. Rowling.
Historia reescrita con la finalidad de entretener y en que entretenerme en lo que mis historias favoritas actualizan.
Y también para que nadie olvide esta maravillosa historia. (ya que no hay muchas historias de Harry/Fleur, al menos, no en español)
Notas/Avisos:
1# Historia original escrita por xotug, todos los créditosa su respectivo autor(a).
2# Como sabrán el/la autor(a) decidió no continuar con la historia lo cual es una pena, pero después de hablar con ella me ha permitido reescribir y continuar con la historia. Así que no es plagio.
Capítulo I: "Por un polo de limón"
Un polo de limón y un primo muy parecido a un gorila. Harry Potter no necesitaba mucho más para estar contento. Cuando vio que el gorila se rascaba la cabeza tuvo que evitar mostrar una sonrisa; si tío Vernon le veía sonreír mientras miraba a Dudley, podría haber consecuencias nefastas para él. Los verdes ojos de Harry brillaron alegres al ver que el parecido entre el animal y Dudley era aún más notable al fijarse en los gestos de cada uno.
—«Espera Harry... —pensó—, el gorila no se merece eso».
Durante toda la mañana se había mantenido alejado de Dudley y Piers, para evitar que se fijaran en él y volvieran a su deporte favorito: cazar a Harry. Como el plan iba funcionando, la mañana estaba siendo francamente buena.
Mientras Dudley seguía echándole cacahuetes a los babuinos y burlándose de ellos, Harry seguía centrado en hacer durar su polo de limón todo lo posible. Era el helado ideal para poder soportar el calor del verano. Se dirigió hacia una de las jaulas más grandes de todo el zoológico; estaba llena de ardillas voladoras que planeaban entre los tres grandes árboles. Harry seguía ensimismado las diferentes trayectorias de los roedores. Siempre había soñado con volar y daría cualquier cosa, aunque solo fuera por la habilidad de planear.
De repente, sintió un golpe en la espalda e, inconscientemente, soltó el polo de limón para sujetarse con ambas manos a la barra de acero que marcaba el límite al que se podían acercar los visitantes a la jaula. Cuando recuperó el equilibrio, vio con tristeza como el polo se había llenado de tierra y las hormigas empezaban a invadirlo.
—Lo siento mucho —dijo una voz melódica, pero con acento fuerte en ingles Harry tardó en reconocer.
—No pasa... —Harry levantó la cabeza y, al ver la chica que le miraba con cara de arrepentimiento, no pudo seguir hablando.
La chica era bastante bonita con un pelo rubio casi plateado, piel blanca y unos preciosos ojos azules formaban un rostro que era lo más cercano a la perfección que Harry había visto en la vida. Las palabras murieron en su mente.
—Lo siento —insistió la chica de nuevo.
—No pasa nada —repitió Harry, recuperándose de la impresión que le había producido. El chico volvió a mirar al polo casi deshecho y suspiró entristecido; sabía perfectamente que iba a ser muy complicado que volviera a disfrutar de algo así en mucho tiempo.
La chica entendió perfectamente lo que significaba el suspiro y la tristeza que reflejaban esos ojos verdes esmeralda.
—No te pgeocupes...
—Harry. Harry Potter —respondió observando melancólicamente como su helado terminaba de derretirse. Debido a esto, no vio el gesto de sorpresa de la chica.
—Yo me llamo Fleur Delacour —se presentó la chica, sonriendo. Harry no pudo evitar sonreír al ver la sonrisa de la chica— Acompáñame Haggy, segugo que papá te compga otgo.
—No es necesario —replicó Harry, pensando en lo que le podía pasar si tío Vernon se enteraba de que alguien le había comprado algo. Además, una parte de él le decía que no se lo merecía; que no era digno de recibir el cariño de nadie.
—Si es necesagio —dijo Fleur, agarrándole de la mano y arrastrándole hacia sus padres— ¡Papá! ¡Papá! —exclamó, reclamando la atención de su padre.
Harry vio como un hombre bajito con algo de tripa y una barba negra se giraba y sonreía al ver que su hija traía a alguien arrastrado de su mano.
—Papá, le he tigado el helado a Haggy, ¿podgías compgagle otgo?
—Hola Haggy. Me llamo Dominique Delacour —dijo mientras se agachaba para ponerse a su altura. Harry vio extrañado como el hombre se quedaba mirando fijamente su cicatriz.
—Hola, señor Delacour —respondió Harry educadamente.
—Así que mi hija te ha tirado el polo... —dijo sonriendo— No te preocupes, te conseguiré otro.
—No, señor. No es necesario. No pasa nada.
—No le hagas caso, papá —replicó Fleur, frunciendo el ceño— Se entgisteció mucho cuando se le cayó el polo.
—No Fleur, no hace falta... de verdad. —dijo Harry, casi suplicando.
—Haggy —dijo Dominique, poniendo su mano sobre el hombro del chico— es mejog que no le lleves la contragia a mi hija. —Harry vio como Dominique le guiñaba el ojo y, al girarse, el gesto de seriedad de Fleur, a pesar de que no le quitaba un ápice de belleza, le indicó que lo más sabio era hacerla caso.
—Venga, vamos al puesto de helados. —dijo Fleur inflexible. Harry se encogió de hombros, derrotado; seguido por Dominique que sonreía por la situación.
Dominique observaba encantado como Harry y Fleur hablaban sobre los animales del zoo; de repente, se dio cuenta que no había visto a ningún adulto alrededor de Harry. Conocía perfectamente la historia tras el chico que ahora mismo quitaba el papel del polo y lo chupaba. ¿Quién le cuidaba? ¿Dónde vivía? Intentando vislumbrar las respuestas a estas preguntas, analizo lo que veía. La ropa de Harry había sido usada anteriormente por otra persona y por las tres vueltas de las mangas de la camiseta y lo ancho del pantalón, esa persona estaba bastante más gorda que él.
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—¡Chico! ¡¿Quién te ha dado permiso para alejarte?! —gritó una persona. Harry miró hacia su derecha y comprobó que el tío Vernon se acercaba muy enfadado, con la vena de la frente palpitando— ¡¿Cómo has conseguido ese polo?! —Harry temeroso, bajó la cabeza y señaló al señor Delacour.
Vernon Dursley no sería la persona más inteligente del mundo, pero si que había nacido con una útil habilidad. Sabía reconocer, casi inmediatamente, a la gente que tenía poder. Gracias a aquello, había identificado a las personas dentro de Grunnings que eran importantes y se había trabajado las alabanzas necesarias para llegar al puesto de director. Ese sexto sentido se acababa de activar al máximo nivel al ver a la persona que le señalaba su sobrino. Le había visto más de una vez en las noticias detrás del presidente y de muchos de los ministros franceses y destilaba esa aura de poder por todas partes. Lo que Vernon Dursley desconocía de Dominique Delacour es que era el jefe de los aurores franceses y el principal consejero del Ministro de Magia francés en todo lo referente a relaciones con los muggles.
—¿Es usted familia de Haggy? —preguntó Dominique, intentando disimular el enfado que le había provocado el trato de Vernon hacia el chico.
—Si, señor...
—Delacour. Dominique Delacour —replicó seriamente.
—Si, señor Delacour, soy su tío. Vernon Dursley, encantado de conocerle —se presentó ofreciéndole una mano que Dominique estrechó sin ganas— Mi mujer es la hermana de la madre de Harry.
Fleur no podía evitar mirar con mala cara a Vernon. ¿Por qué le había hablado así a Harry? ¡Si era un chico encantador!
—¿Quiénes son? —le preguntó a Harry.
—Son mi tío Vernon, mi tía Petunia, mi primo Dudley y su amigo Piers —respondió Harry, incómodo por la situación. Sabía perfectamente lo que iba a pasar cuando volvieran a casa; ya empezaba a vislumbrar algunos de los castigos que le iban a imponer. Miró en dirección a su tío y comprobó que una mujer con el mismo color de pelo que Fleur se había unido a la conversación.
—Es mi madre —aclaró Fleur, dándose cuenta donde miraba Harry— También tengo una hegmana pequeña que se llama Gabrielle.
—¿Y dónde está? —preguntó Harry, intentando olvidar su futuro más próximo.
—En casa, con mi abuela, en Francia —respondió sonriente. Ver esa sonrisa redujo un poco la ansiedad del corazón de Harry. No sabía que era, pero la chica tenía algo que le hacía sentirse mejor. Un gruñido surgido de la boca de Fleur, provocó que Harry se girara. Finalmente, Dudley y Piers se habían dado cuenta de la existencia de Fleur. Harry vio como ambos chicos miraban con los ojos vidriosos a su nueva amiga. No entendía por qué, pero esto le enfado mucho.
—Vámonos a veg más animales —propuso Fleur.
—No se Fleur. No debería... —la chica notó inmediatamente a que se debía aquella reticencia. A pesar de que solo tenía tres años más que Harry, su herencia veela hacía que fuera más madura de lo normal para su edad. No tenía alternativa. Una mente sin madurar no era lo idóneo para poder controlar la potente aura de atracción que empezaban a desarrollar las veelas a estas edades y las consecuencias de la misma.
Lo tenía claro. Harry temía a su tío Vernon. Desconocía el porqué, pero el temor era evidente en sus ojos verdes.
—No quiego excusas —replicó Fleur, poniendo ojitos de corderillo. Harry sonrío al ver aquel rostro angelical poniéndole caritas. No podía decirle que no.
[•••]
Apolline Delacour seguía, mirando por encima del hombro del gordo hijo de los Dursley, la interacción entre Harry y su hija. Era realmente sorprendente, lo que estaba pasando con el aura de atracción de su hija. Normalmente, Fleur tenía que hacer un esfuerzo consciente para retener su poder cuando trataba con un chico; pero con Harry, Fleur no estaba haciendo ningún tipo de esfuerzo para controlar su poder. El aura estaba desplegada a un nivel normal y no veía que le afectara al chico. De repente, tras recordar la historia del moreno, comprendió la causa de esto. Harry tenía cuatro años menos que su hija, aún no había llegado a la adolescencia. El poder de ignición de las hormonas masculinas del aura veela, no afectaba a los chicos que aún no habían llegado a esa etapa de su desarrollo.
No pudo evitar desear con todas sus fuerzas que Fleur y Harry mantuvieran su amistad. Su hija lo necesitaba. Necesitaba un amigo. Ella había vivido en sí misma, lo que era crecer sin una amistad firme; sin una amistad no contaminada por el aura veela. Su hija ya tenía alguna amiga femenina, pero si no conseguía una amistad masculina pronto, su forma de relacionarse con los hombres en el futuro se verá seriamente dañada y las posibilidades de encontrar a alguien con el que compartir su vida se reducirían mucho debido a la inseguridad de no saber si esa persona está enamorada de ella o de la veela. Ella había tenido muchísima suerte al conocer a Dominique.
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Para sorpresa de Harry, los Dursley invitaron a los Delacour a comer con ellos. Harry tuvo una de las pocas comidas agradables que recordaba. Se le hacía muy fácil hablar con Fleur, aunque no tanto aguantar la actitud de su primo y de Piers que no habían dejado de echar miradas poco agradables a ambos.
—¿Podemos ir a ver a las serpientes? —preguntó Dudley, que llevaba unos cuantos días amenazando a Harry con tirarle a la jaula de alguna pitón.
—Claro que sí, Dudley —respondió Petunia con voz melosa, sin darse del cruce de miradas de los Delacour— Lo que sea para mi niño.
La zona de las serpientes estaba oscura y hacía frío. Harry se sorprendió cuando Fleur se acercó a él, con la piel de gallina. Él no tenía tanto frío. Fleur vio con curiosidad el interés que tenía Harry por las serpientes. Se quedaba con la cara pegada al cristal, siguiendo con la mirada los sinuosos movimientos de los reptiles.
—¿Te gustan las serpientes? —preguntó Fleur.
—Me gusta verlas moverse, pero… no me preguntes el motivo.
—Eres un chico raro, Haggy —dijo la rubia sonriendo.
En el instante exacto en que la palabra "raro" salió de su boca, Fleur vio en el rostro de Harry que se había equivocado. El gesto relajado del chico se había transformado en una mueca de dolor, haciendo que se separara de ella y se dirigiera a otra jaula acristalada. Fleur no sabía qué hacer, no entendía porque la palabra "raro" había provocado esa reacción en Harry.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Apolline a su hija.
—No sé. Le he dicho a Haggy que es un chico raro y se ha puesto así. No he querido hacerle daño, sólo era una broma —explicó Fleur preocupada.
—Ve con él. Explícaselo. Pídele pegdón si hace falta, ¿vale cariño?
—¿Y si no me pegdona? —Apolline sonrío. Su hija se había encariñado con Harry rápidamente, con esa habilidad que sólo tienen los niños para hacer amigos con tanta facilidad.
—Si es tu amigo de vegdad, verá que no quegías hacerle daño y te pegdonará —afirmó Apolline abrazando a Fleur.
Fleur se acercó con precaución a donde estaba Harry, que tenía la mirada perdida. La chica respiró profundamente y apoyó con delicadeza su mano izquierda en el hombro derecho de Harry. No hubo reacción por su parte.
—Haggy, lo siento. No queguía hacegte daño; no tenía ni idea de esa palabra era tan dologosa paga ti —Harry se giró y vio que los ojos azules de Fleur reflejaban verdadera preocupación por él. Se quedó sin palabras. Era la primera vez en su vida que notaba de verdad que alguien lo hacía; que alguien le tenía aprecio; que quería ser su amigo. Su silencio provocó que Fleur creyera que no la había perdonado y una lágrima cayó por la mejilla de la chica.
—No... Fleur... no.… no.… llores. -dijo Harry entrecortadamente sin saber qué hacer.
—¿entonces? me pegdonas
—Claro que te perdono —respondió Harry— Solo que no me gusta la palabra raro... me hace daño —esto último lo dijo en un susurro que Fleur escuchó. La chica abrazó a su nuevo amigo y su sonrisa volvió a hacer que surgiera la del chico.
Apolline observó toda la situación enternecida. Parecía que sus deseos se habían cumplido. Harry podría ser el amigo que Fleur necesitaba.
—Fleur, tenemos que irnos. Despídete de Haggy —le avisó Dominique, que estaba deseando alejarse tan lejos como pudiera de los Dursley. No había necesitado más de cinco minutos para saber qué tipo de personas eran Vernon y Petunia Dursley.
Vernon era el típico hombre sin ninguna habilidad, salvo la de ser un aprovechado sin ética ni valores. Era uno de aquellos trepas que te seguía como un perrito hasta que se quedaba con tu puesto. Petunia era el arquetipo de ama de casa que un hombre como Vernon desearía. Totalmente a su servicio, preocupada por la imagen y atenta a cualquier error ajeno, pero ciega a los defectos propios.
—Haggy, tengo que igme —dijo Fleur con pena.
—Vale —dijo Harry sintiéndose exactamente igual.
El chico vio alejarse a la chica; su pelo rubio, casi plateado, flotando en su espalda. La tristeza regresó a su corazón. Volvía a estar solo. Se giró de nuevo hacia la jaula acristalada y dejó que su mente se fijara únicamente en ese cuerpo sinuoso que se deslizaba y que le recordaba a su vida. Siempre deslizándose,
siempre buscando lugares donde estar solo, donde estar lejos de sus tíos y de su primo, donde no escuchaba ordenes ni reproches.
[•••]
Dudley no tardó mucho tiempo en arrastrarlos a todos hacia la jaula más grande; la que contenía la serpiente más monstruosa que Harry había visto nunca. Sin embargo, para decepción de Dudley y Piers, la enorme boa constrictora estaba dormida. Harry vio sin sorprenderse como tío Vernon, exigido por Dudley, golpeaba el cristal con los nudillos, intentando despertar a la serpiente para complacer los deseos del cumpleañero. Inútil, la boa estaba demasiado dormida y ningún golpe parecía despertarla.
Rápidamente, Dudley y Piers se aburrieron y dejaron a Harry solo frente a la jaula de la boa, mascando su tristeza y, aun así, siendo capaz de ver que no estaba tan mal en comparación con la serpiente. De repente, la voz de Fleur volvió a llenar su cabeza.
—Haggy, Haggy, Haggy —llamaba Fleur al chico desde la salida del hábitat de las serpientes. El chico, aún anonadado de ver de nuevo a la bella francesa, se acercó a ella.
—Hola Fleur —respondió llegando a su lado. Otra vez la sonrisa de la chica provocó que, inconscientemente, el sonriera.
—Se me ha olvidado decígtelo antes. Te escribigué a partig de agosto, ¿vale? —la sonrisa de Harry amenazó con partir su cara en dos—, gespóndeme. No se te olvide.
—No, no —respondió Harry, extasiado por la noticia.
—Adiós Haggy, te dejo que me tengo que ir —Para sorpresa del chico, Fleur le dio un beso en la mejilla.
Harry, sin saber cómo sentirse ya que no estaba acostumbrado a estas muestras de cariño, caminó hacia donde estaban los Dursley y Piers; sin embargo, por el lateral del ojo, algo llamo su atención. La boa se había quedado mirándole fijamente. Harry se acercó a la serpiente, que subió la cabeza hasta que sus ojos estuvieron a la altura de los del chico, y le guiñó uno. Harry se giró para comprobar si alguien le estaba observando. Nadie lo hacía. Volvió a observar a la boa y esta le guiño el ojo de nuevo.
No sabía cuándo Piers se había fijado en él, pero de repente su voz tronó en el hábitat de los reptiles.
—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!
Todo se revolucionó en un segundo. Dudley llegó lo más rápido que le permitía su enorme masa corporal y, de un empujón, tiró a Harry al suelo. Justo en el instante en que Dudley y Piers estampaban su cara en el cristal, este desapareció. La boa no tardó en aprovechar la circunstancia y se deslizó hacia la libertad, provocando gritos de pánico en todos los visitantes. Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido jurar que una voz baja decía:
"Brasil, allá voy... Gracias, amigo".
[•••]
Para sorpresa de Harry, que se esperaba el castigo más largo de la historia, el tío Vernon sólo le castigo sin salir de la alacena hasta que empezaran las vacaciones. Harry desconocía la causa de esto, pero no se quejó lo más mínimo. Otro de los cambios en el número cinco de Privet Drive es que, Vernon, revisaba el correo más que de costumbre y, esta vez, Harry si sabía la causa. Este repentino interés por el correo había surgido justo después de que le contara que Fleur se iba a cartear con él. Por mucho que había estado recordando todo lo que había ocurrido en el zoo, no era capaz de comprender el porqué del comportamiento del tío Vernon. Al final, llegó a la conclusión de que tenía que deberse a algo que había estado hablando con el señor Delacour mientras Fleur y él estaban viendo los animales.
Las últimas semanas habían sido una auténtica locura para Harry. La noticia de que era mago había dado un vuelco a toda su vida. Era alguien especial, tenía un sitio donde podía ir durante nueve o diez meses al año, se iba a alejar de los Dursley durante esos meses... ¡Y sus tíos lo sabían! ¡Lo sabían todo! ¡Le había hecho creer que sus padres habían muerto en un accidente de trafico!
[•••]
Otro día menos se levantaba en el calendario de Harry, un día más cerca de Hogwarts, un día más cerca de lo más parecido a la libertad que había estado nunca. Harry se levantó y saludó a Hedwig, su lechuza y única compañía en su nueva habitación. Era otra de las mejoras que habían acontecido en su vida; por fin, vivía en un espacio parecido a lo que tenía cualquier persona normal. Recogió Historia de la Magia del suelo y lo guardó en su baúl. Estas últimas noches se las había pasado leyendo los libros del colegio, intentando entender lo que era la magia a través de ellos.
Bajó a la cocina dispuesto a desayunar todo lo rápido que pudiera y regresar a su habitación cuanto antes. Desde que Hagrid le había explicado que era un mago, los Dursley le ignoraban con una mezcla de furia y terror en sus caras. A pesar de lo extraño que pudiera parecer, para Harry era una gran mejora. Ya no le gritaban, ya no le mandaban hacer nada y Dudley se mantenía lo más lejos que podía de él.
Un golpe en el recibidor le indicó que el correo había llegado y el enorme cuerpo de Dudley se desplazó con parsimonia para recogerlo. Desde el incidente con la carta de admisión a Hogwarts, los Dursley no dejaban que Harry recogiera el correo; querían saber antes que nadie si recibía cartas. Harry sonrío para sus adentros. Ahora que tenía una habitación con ventana a la calle, solo tenía que dejarla abierta para que el correo vía lechuza le llegara... o eso es lo que le había contado Hagrid.
Dudley regresó al salón algo más pálido de lo que se había ido y le echó una mirada furtiva a Harry antes de entregarle las cartas a su padre. Vernon Dursley miró las dos primeras, las abrió y tras unos segundos de intensa lectura, las dejo a un lado. Harry les echó un vistazo. Eran del banco. Bostezando, volvió a concentrarse en sus cereales. Dos cucharadas después, escuchó unos fuertes resoplidos y lo que vio cuando levantó la cabeza le dejó ciertamente desconcertado.
El tío Vernon estaba sudando como no le había visto antes, con la cara roja y un gesto de esfuerzo que sólo había visto una vez anteriormente y fue cuando entró al baño y su tío estaba estreñido. El objeto que estaba provocando esa imagen era una simple carta. Harry observó que, a pesar de los esfuerzos de su tío, ni se había abierto, ni el papel se había arrugado lo más mínimo.
—Trae unas tijeras, Petunia —ordenó Vernon, dejando caer la carta.
—¿Eh? ¡Es una carta para mí! —exclamó Harry indignado cuando pudo leer a quien iba dirigido.
—¿Y qué? —preguntó Vernon—, tengo derecho a revisar tu correo. Eres menor de edad —Harry desconocía si eso era cierto, pero la mirada y sobre todo la palpitante vena en la frente de su tío, le indico que, si quería conseguir la carta, tenía que mantenerse callado.
—Toma, Vernon —dijo Petunia, ofreciéndole unas tijeras de mango azul.
Vernon cogió las tijeras e intentó cortar el sobre por uno de los laterales. Para sorpresa de todos los Dursley y diversión de Harry, las tijeras contactaban con el papel, pero no podían cortar el papel. Era como si estuviera hecho de acero.
—Un mechero —ordenó con la cara cambiando de rojo a morado claro y respirando de forma exagerada.
Petunia se sacó el mechero que usaba para encender los fogones y se lo entregó a su marido. Vernon lo encendió con cierta dificultad debido a un pequeño temblor en la mano y acercó la llama a la carta. Inútil. La llama lamía el papel, pero no ardía. No le pasaba nada a la carta. Por fin, dejando caer la carta como si fuera venenosa, Vernon Dursley se dio cuenta de que, aquella carta, había sido creada a partir de la palabra prohibida. Harry, más ágil que nadie, estiró el brazo, cogió la carta y salió disparado en dirección a su habitación.
—¡Papá! ¡Harry se lleva la carta! —exclamó Dudley, siguiendo con la mirada como Harry subía los escalones de dos en dos.
Harry cerró la puerta, se tumbó en la cama y leyó el remitente. ¡Era una carta de Fleur!
—¡Es verdad! ¡No me acordaba! Me dijo que me escribiría en agosto. Mira Hedwig, es una carta de Fleur —dijo enseñándole el sobre.
La lechuza ululó levemente al ver a su dueño tan emocionado. Harry introdujo el dedo por debajo de la solapa del sobre y esta se despegó como si no hubiera estado pegada.
—¡Vaya! —exclamó Harry, sorprendido por la facilidad con la que lo había abierto. Aún con la adrenalina recorriendo sus venas, sacó la carta y, acomodando su cabeza en la almohada, se dispuso a leerla.
Hola Harry.
¡Enhorabuena por descubrir que eres un mago! Con los padres que tenías, era imposible que no lo fueras.
—¿Fleur lo sabía? ¿Por qué no me lo dijo? —se preguntó Harry, algo enfadado.
Estoy seguro que ahora estas enfadado conmigo por no decírtelo. Yo quería hacerlo, pero papá me dijo que no podía, que sería incumplir la ley. Parece ser que, si no sabes que lo eres, es el representante del colegio quien te lo tiene que revelar.
Al leer esto, el enfado de Harry se disipó tan rápidamente como había llegado. Con una sonrisa aún más grande en el rostro, continuó leyendo.
Como habrás supuesto, yo también soy una bruja. Voy a empezar mi cuarto año en Beauxbatons. Es como el Hogwarts de Francia. Si tienes dudas sobre magia, puedes preguntarme lo que quieras y te responderé lo que pueda. Es lo que hacen los amigos, ¿verdad?
Quiero preguntarte una cosa, pero no sé si vas a quererme contestarme. Si no quieres o no te sientes cómodo, no pasa nada. ¿Qué tal te tratan tus tíos? ¿Eres feliz allí? ¿Cómo se han tomado la noticia de que eres un mago? Mis padres me han comentado que algunos muggles no se lo toman demasiado bien. Espero que este no sea tu caso.
Mándame la respuesta vía lechuza si es que tienes, y si no es así, por el correo normal. Mi dirección está en el reverso de la carta.
Solo decirte que me lo pasé muy bien contigo en el zoo y que espero verte pronto.
Un beso, Fleur.
P.D: ¿Qué tal es mi inglés? Llevo desde los cinco años estudiándolo y es la primera vez que lo usaba con un inglés.
Harry releyó la carta cuatro veces seguidas y, por primera vez, sintió que por fin tenía una amiga, lejana y por carta, pero una amiga. Alguien con quien compartir sus miedos e ilusiones. De repente, esta realidad le abrumó y no pudo evitar llorar. Durante unos minutos, las lágrimas se deslizaron silenciosamente por las mejillas de Harry sin que este pudiera retenerlas. La calidez que había sentido en el corazón mientras leía la carta era algo totalmente novedoso para él.
Con una sonrisa generada gracias a ese nuevo sentimiento de calidez, Harry se dispuso a estrenar una de sus plumas en la escritura de la carta de respuesta a Fleur.
Querida Fleur.
Gracias por tu carta. Si, reconozco que me enfadé un poco cuando leí que ya sabías que era un mago; pero, tras leer tu explicación, no pude estar mucho más tiempo enfadado contigo. No tenías otra opción.
¿Cómo es Beauxbatons? ¿Cuándo empiezas las clases? ¿Sabes algo de Hogwarts? ¿Cómo es tu varita? ¿Tú también tienes una lechuza de mascota? Perdona si son demasiadas preguntas seguidas. Respóndeme a las que puedas.
Sobre mis tíos...
Harry paró de escribir un momento. En cuanto había empezado a pensar en si escribir o no sobre ello, comprobó que le había empezado a temblar la mano y el estómago se le había encogido. Respiró profundamente, intentando relajarse y meditó sobre lo que iba a hacer. ¿Escribir o no escribir? ¿Cómo reaccionaría Fleur si le contara como era su vida? ¿Querría seguir siendo su amiga? ¿Querría mantener el contacto con alguien como él? ¿Y qué pensarían sus padres?
Volviendo a regular su respiración, que había vuelto a descontrolarse por la ansiedad que le producía las preguntas que se había hecho, Harry cogió la pluma y continuó escribiendo.
... lo sabían. Sabían que era un mago y no me lo dijeron. No se han tomado muy bien que lo descubriera.
No era, ni por asomo, la auténtica verdad. No quería decir la verdad. No era necesario. Por fin... por primera vez... tenía una amiga y no la iba a perder por ningún motivo.
Tu inglés es bastante bueno. Se nota en tu acento que eres francesa, pero lo hablas muy bien y lo escribes mejor. No he visto ningún error en la carta. Yo no tengo ni idea de francés.
Yo también me lo pase muy bien contigo en el zoo y también me gustaría verte pronto... aunque no sé cuándo va ser posible.
Tras cinco minutos pensando sobre que más escribir, se rindió y escribió su despedida. Alzó la vista y cuando iba a introducir la carta de Fleur de vuelta a su sobre, se le ocurrió algo más que podría poner en su carta. Mojó la pluma en la tinta y escribió una postdata.
P.D: Me he reído mucho viendo a tío Vernon sudar mientras intentaba abrir la carta; hasta ha usado un mechero y unas tijeras. Estaba hechizado, ¿verdad?
Harry releyó la carta una vez y, sintiéndose moderadamente satisfecho con lo escrito, enrolló el pergamino, lo introdujo en un sobre nuevo, copió con máximo cuidado la dirección que venía en el reverso del sobre y se acercó a Hedwig que no había dejado de mirarle ni un momento.
—¿Estás preparada para un viaje hasta Francia? —la lechuza ululó alegremente e hinchó el pecho dando a entender que estaba más que preparada— Muy bien pequeña. Aquí tienes. Es una carta para Fleur Delacour, ¿sabrás encontrarla? —Hedwig abrió las alas y le acercó la pata a su dueño y amigo para que le atara la carta.
El recién descubierto mago se apoyó en el marco de la ventana mientras seguía con la vista el vuelo de Hedwig antes de perderla de vista por el horizonte. Suspiró levemente y cogió «Mil hierbas mágicas y hongos», abriéndolo por la primera página. Era el tercer libro de Hogwarts que empezaba a leer desde que regreso del Callejón Diagon.
