¡Hola! Debo confesar que de vez en cuando necesito un poco de Seblaine en mi vida y éste es uno de los resultados. Espero sea de su agrado y puedan decirme si creen que merece una segunda parte. ¡Saluditos! ;)


Do you think I'm sexy?

Seis con cincuenta a.m. La hora exacta que marcaba el reloj cuando la alarma llenó la habitación con ese sonido infernal que volvería loco a cualquiera un domingo por la mañana.

Evidentemente el castaño había olvidado desactivarla la noche anterior y ahora intentaba, sin gran éxito, acabar de una vez por todas con la tortura que llegaba hasta sus oídos. ¿Cómo es que se le había olvidado desactivar la estúpida alarma? Ah, sí. Ya recordaba. Estaba tan enojado con el irlandés que le había ofrecido una gira por Europa a su cantante del momento que lo último en lo que había pensado, después de recordar sus clases de boxeo en el gimnasio, era en su estúpida alarma y ahora pagaba las consecuencias.

Si al menos Lea le hubiera comentado algo antes de salir corriendo a Irlanda y dejarlo sin trabajo de la noche a la mañana, quizá él no estaría tan enojado. Así es, ya habían pasado casi siete horas desde que se había acostado y él todavía sentía la sangre hervir en todo su cuerpo al pensar en Lea y su maldito representante irlandés. ¿Qué diablos tenían de mágico los irlandeses? Ni siquiera su acento era atractivo. ¿Qué rayos encontró Lea en ese enano de pacotilla? Una parte de él quería echarle la culpa a las hormonas de la chica, pero su parte racional le recordaba que en ese ambiente todos debían ser profesionalmente correctos y el terminar mal con cualquiera de los dos involucrados podría cerrarle las puertas a alguno de sus futuros clientes.

Un poco de tranquilidad era lo que necesitaba el ojiverde esa mañana y comenzó a disfrutar de ella cuando logró desactivar la alarma, pero de pronto la maldición del despertador se apoderó de él; definitivamente Sebastian no podría volver a dormir, al menos durante las próximas catorce horas. Sin más remedio optó por levantarse de su cama y meterse a la ducha, más por rutina que por decisión, enseguida eligió un pants cómodo para un domingo y se tumbó en su sala con un tazón lleno de leche con cereal de colores. No, ya no era un adolescente, pero su hermana había dejado las sobras de Iris en la alacena y a él le había parecido correcto comérselas en ese momento. Seguramente su sobrina le reclamaría después por haberse comido su nutritivo alimento, pero ya se las arreglaría para convencerla de salir a comprar otra caja de cereal.

Sebastian sabía que esa chiquilla lo adoraba y el sentimiento era mutuo. Desde que su madre se había casado con el tal Nathan, un abogaducho que no servía para ganar un caso, él había decidido distanciarse un poco para evitar problemas con él debido a su situación económica, pero al ver la cara de esa pequeña entre los brazos de su hermana un año después, su misión había sido transformada en procurar el bienestar total de ese pequeño angelito. Claro que a estas alturas su angelito ya se había convertido en un pequeño diablillo, pero nada que un poco de agua bendita no pudiese curar. Al castaño le encantaba escuchar la risa de la pequeña cada vez que le decía esto último, realmente era angelical, aunque él no fuera del todo religioso.

A decir verdad, todo lo que tenía que ver con religión había pasado a segundo plano en su vida desde que había descubierto que estaba destinado a irse al infierno. ¿Cuándo fue eso? Alrededor de los dieciséis, justo cuando se enamoró por primera vez de un chico y no de una chica como lo esperaban sus padres. Quizá si ellos hubieran presenciado aquella situación lo hubieran mandado a la militarizada o, quien sabe, quizá se hubieran portado comprensivos y su mamá lo hubiera abrazado muy fuerte porque siempre iba a ser su pequeño Sebby. Lamentablemente ni él ni su hermana supieron nunca lo que hubiera pasado porque sus padres fallecieron en un accidente tres años antes de que él comenzara a descubrir su sexualidad y, aunque duela, el hubiera no existe.

En su momento fue duro, ambos lloraron ríos por las noches al sentirse solos y desprotegidos, pero un buen día descubrieron que la familia no sólo es aquella a la que te unen lazos de sangre sino aquella que está contigo para apoyarte en los malos momentos y en los peores, justo como William. Él era un hombre solitario pero al ver el abandono en el que se encontraban los dos jóvenes algo lo impulsó para apoyarlos y motivarlos para que salieran adelante; cosa que hoy, a sus 26 y 29 años, le agradecían Mich y Sebastian respectivamente.

Gracias a ese hombre que dejó de ser sólo una parte más del vecindario para pasar a ser como un padre para ellos, ambos jóvenes habían podido realizar sus sueños y también habían mantenido una relación muy cercana entre ellos. William les había enseñado que aunque el carácter de las personas puede ser diferente al propio, cada quien tiene que saber en qué momento y cómo decir las cosas para que la otra persona escuche lo que se le quiere decir. Esto le había servido mucho al ojiverde porque siempre solía desesperarse mucho con su hermana menor por cualquier cosa, y ni hablar del momento en que quiso comenzar a salir con chicos, decir que su hermano le quería comprar un cinturón de castidad era poco.

Por fortuna esos tiempos pasaron volando, ambos tuvieron muchas citas, algunas más formales que otras, pero citas al fin y al cabo. En alguna ocasión salieron con una pareja de hermanos que tenía la misma edad que ellos pero no funcionó, quizá porque alguno de ellos propuso un trío muy atrevido y Mich lo mandó al demonio sin mayor apuro; lo último que quería ver en su vida era a su hermano llegando al éxtasis en la misma habitación que ella. Pero dicen que después de la tormenta viene la calma y Nathan llegó a su vida para recordarle que los caballeros todavía existen, tal vez no son tan guapos como Disney los pinta pero de que existen, existen.

Por su parte, Sebastian siguió experimentando con más chicos y ninguno logró convencerlo para mantener una relación duradera. Hasta el momento eso no le importaba porque había enfocado sus años a su trabajo y por algo era el representante más conocido de Hollywood, por no decir que del país. Tampoco podía decir que todos los artistas se pelearan por él porque si fuera así no estaría pensando en alguien que pudiera necesitar un representante recién desempleado. El dinero no le preocupaba aún, pero su trabajo era su vida y si no trabajaba, ¿qué se supone que iba a hacer? Bueno, pues al parecer alguien le daría la respuesta a esa pregunta pronto, al menos para ese día en particular.

– Deberías estar listo… – Dijo una voz desde la puerta del apartamento en el que se encontraba.

– ¿Disculpa?

– No sé qué haces vestido de esa forma, habíamos quedado en que pasaría por ti para que me llevaras con tu estilista porque quiero lucir divina en la boda de Mindy. – Se quejó la mujer al ver que su hermano estaba tumbado en el sofá con ropa deportiva.

– ¿La boda de Mindy? – Preguntó el castaño algo confundido.

– No me digas que se te olvidó que me vas a acompañar a la boda de mi mejor amiga… – Casi suplicó Mich.

– Yo…

– ¡Sebby! – Gritó exasperada al comprender que de verdad lo había olvidado.

– ¿Quién se casa en domingo? – Espetó el mayor al imaginarse tal evento.

– ¡Pues Mindy! Te avisé con tres meses de anticipación, no quiero que me digas que Lea va a ir a una sesión de fotos, o que Lea tiene que estar en el spa a las tres para después ir a grabar su nuevo sencillo, y no quiero oírlo porque te dije que esta fecha era importante y que Nathan no iba a estar en la ciudad… – Advirtió la castaña.

– ¿Me recuerdas a donde se fue el inútil de tu marido? – Quiso saber el ojiverde.

– ¡No es ningún inútil y se fue a Kansas a ver a su familia con Iris! – Gritó esta vez molesta la mujer.

– Claro, lo siento. – Se disculpó el más alto. – Y deja de preocuparte porque no escucharás nada de Lea de mi parte esta tarde ni las próximas del resto de mi vida. – Terminó diciendo algo decepcionado.

– ¿Por qué? ¿Qué pasó? – Preguntó preocupada su hermana.

– Se fue a Irlanda para una gira en Europa.

– ¿Tú la conseguiste? – Tuvo que investigar.

– ¡No! ¡Ella me cambió por un maldito irlandés! – Gritó molesto el joven Smythe.

– ¡¿Cómo se atreve?! Deja que regrese a Nueva York y le haré un escándalo afuera de su hotel. – Le hizo saber la mujer en el mismo tono y en ese momento Sebastian recordó por qué la amaba tanto.

– Eres increíble. – Dijo sin más y ella se echó a reír con ganas.

– Por eso soy tu hermana, ¿no?

– Te amo. – Le recordó el desempleado mientras la abrazaba.

– Y yo a ti, pero… – Empezó a decir su hermana pero él no la dejó terminar.

– Lo sé, tengo que vestirme decentemente y avisarle a Lui que vamos en camino. – Dijo con resignación y se levantó para dirigirse a su habitación.

– ¡Gracias! – Escuchó el grito de su hermana antes de cerrar la puerta y se fue directamente a su cama.

¿Cómo se le había podido olvidar la boda de la odiosa de Mindy? Quizá el hecho de que la odiara podía haber contribuido para dejar pasar un evento tan insignificante. Sí, era cierto que era la mejor amiga de su hermana pero por eso la odiaba, la señorita solía creerse la más guapa del vecindario y había decidido conquistar al único chico que no tenía el mínimo interés en ella: él. Mich sabía de sus preferencias sexuales y ni siquiera así detuvo los absurdos intentos de su amiga, a veces el castaño creía que en realidad sólo fingía estar bien con ella pero disfrutaba haciéndola pasar los peores de los ridículos, como aquella vez que la joven le había llevado serenata al ojiverde.

Como sea, de eso ya habían pasado más de cinco años y el castaño tenía que mostrar su madurez ante tal asunto. Además, la mujer ya había encontrado alguien que quería compartir su vida con ella el resto de sus días y él tenía que llegar a darle su más sentido pésame a la víctima, es decir, a felicitarlo.

Por más que quisiera seguir perdiendo el tiempo, Sebastian sabía que debía levantarse y comenzar a buscar un traje que no fuera demasiado formal, seguramente no le costaría mucho trabajo entre su amplia colección de atuendos, en realidad lo sabía pero seguía pensando en el por qué estaba haciendo todo esto. Claro, por Mich. Su hermana era una de las personas que más adoraba en el mundo y por supuesto que no se permitiría fallarle de ninguna manera, ni siquiera porque comenzaba a sentirse somnoliento debido al estúpido incidente de la mañana.

Alrededor de unos quince o veinte minutos más tarde el castaño ya estaba listo, usaba un saco gris oscuro con una camisa blanca y un pantalón negro, no se veía como en el trabajo pero se veía realmente apuesto. Su hermana le hizo varios cumplidos camino al local de Lui y posteriormente a la pequeña capilla en la que se llevaría a cabo la ceremonia, sin embargo, él no la tomó en serio porque sabía que siempre que hacía algo como eso terminaba consiguiéndole una cita al terminar la noche y esta vez no se encontraba de humor para terminar hablando con alguien de quien sabe qué cosas y ni siquiera para ir a coger con un desconocido. Lo único que el más alto tenía en mente era que la dichosa ceremonia así como la recepción concluyeran lo más rápido posible para poder regresar a dormir plácidamente.

– Sigo pensando que es ridículo casarte en domingo. La mayoría de los invitados no llegarían a la ceremonia porque todos se quedan dormidos en domingo, además no pueden beber demasiado porque al día siguiente trabajan y la diversión está arruinada. ¿Para qué tomarte la molestia de arreglarte y fingir felicidad en una fiesta que no es tuya y en la que no te vas a poder divertir? – Susurró a su hermana mientras el sacerdote leía una extraña oración al frente.

– El alcohol no es sinónimo de diversión para todos Seb. – Le hizo saber Mich en voz baja.

– Claro, se me olvidó que estamos en una iglesia. Seguramente las monjas del convento de junto son amigas de la novia y si vendrán a la boda. – Se burló el mayor haciendo que su hermana se avergonzara un poco de haberlo invitado.

– ¡No seas grosero! – Musitó molesta y él miró al frente como todo un ángel.

– ¿Lo siento? No lo pude evitar… – Se disculpó.

– Sólo cállate y presta atención.

Para su fortuna el "sí, acepto" llegó pronto y después de la sesión de fotografías logró salir de esa capilla con su hermana. – ¡Al fin! – Exclamó aliviado al respirar aire fresco después de tanto tiempo.

– Te estabas quemando ahí dentro, ¿verdad? – Se burló Mich mientras sacaba su celular.

– No, pero sí me estaba durmiendo.

– ¿Madrugaste? – Preguntó ella.

– Larga historia, mejor vamos a buscar el lugar de la recepción… – Decidió cambiar el tema y su hermana no quiso insistir así que lo siguió a su auto.

El lugar de la recepción no era tan detestable como lo había imaginado, contrario a lo que esperaba el castaño, Mindy había elegido de manera exquisita la organización del jardín y hasta el momento no había encontrado algo de lo cual pudiera quejarse. La comida sabía bien, algo extraño en una boda y lo mejor que había encontrado era que en la barra se observaban de toda clase de botellas que él podría disfrutar en un momento sin el remordimiento de tener resaca al siguiente día.

Mirando hacia la barra se percató de algo interesante, la música que había acompañado todo este tiempo la velada no era pregrabada sino que era música en vivo. A unos cinco metros del bar se encontraba un pequeño escenario en el cual se encontraba un hombre tocando el piano como si su vida dependiera de ello acompañado de una chica con un violín. Las manos del moreno eran hábiles y el castaño podría jurar que el joven tenía años de práctica pero no lograba reconocerlo de ningún lugar. Su estatura no era mayor que la de su hermana y Sebastian estaba seguro que esos risos bien definidos que lo acompañaban serían imposibles de olvidar pero, a pesar de sus esfuerzos, soltó un suspiro al aceptar que no sabía quién era ese famoso pianista.

– Psst… – Intentó llamar su atención su hermana. – ¡Sebby! – Lo llamó al notar que tenía la mirada perdida por primera vez en su vida.

– Dime… – Dijo el castaño dando un bocado al postre que yacía intacto en su lugar.

– Te perdiste mirando al chico que está tocando el piano. – Comentó su hermana un tanto divertida ante la situación.

– No, para nada. Es sólo que detrás de él hay un anuncio que dice que se solicita bueno para nada y pensé en llamar a tu esposo. – Respondió como si nada el ojiverde ganándose un ligero golpe en la pierna.

– ¡Sebastian! – Lo reprendió Mich.

– Lo lamento, sino hago ese tipo de bromas voy a perder la cabeza.

– Yo haré que pierdas la cabeza si sigues insultando a mi esposo, no puedo creer que no lo hayas superado en estos seis años. – Siguió diciendo indignada.

– Quizá si hubieras esperado a los veintidós para casarte… – Comentó recordando un poco aquel día en que su hermana le había anunciado su compromiso.

– Las cosas no hubieran sido diferentes, acéptalo y mejor sigue comiéndote al pianista. – Sentenció su hermana irritada antes de concentrarse en su plato nuevamente.

– Voy por un trago a la barra, ¿gustas? – Decidió decir Sebastian al sentir la tensión.

– No gracias, no bebo.

– Tú te lo pierdes. – Dijo antes de dirigirse a la barra y tomó asiento esperando que alguien lo atendiera.

Mientras tanto el joven Smythe tuvo el deleite de observar de cerca al pianista que ya había llamado su atención antes y esta vez pudo notar su buen gusto para vestir así como la pasión con la que tocaba esas piezas que de pronto se habían tornado un poco tristes. ¡Bingo! Justo a la mitad de la fiesta por fin había encontrado algo que criticarle a la odiosa de Mindy, ¿había elegido música para su boda o para su funeral? Nadie en su sano juicio pediría ese tipo de melodías en el supuesto día más feliz de su vida a menos que no se tratara del día más feliz de su vida. Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro pero el hombre detrás de la barra llamó su atención evitando que formulara un plan para hablar con la novia.

– Un whisky doble, por favor. – Pidió con amabilidad.

– Que sean dos. – Escuchó de pronto a su lado pero no quiso voltear para averiguar de quién se trataba.

– Enseguida. – Respondió el uniformado y el joven Smythe miró fijamente la fila de botellas que tenía enfrente.

– ¿Abrumado? – Dijo esa voz que había escuchado anteriormente a su lado y tuvo que voltear para asegurarse que se dirigía a él.

– Un poco, parece que esta fiesta no va a terminar nunca. – Se quejó sin remordimientos pero el hombre le dio una sonrisa comprensiva.

– Lo sé, tal vez si la selección de canciones no fuera tan melancólica el ambiente mejoraría. – Comentó con reserva el más alto.

– Díselo a la loca de la novia. – Dijo entre dientes el ojiverde pero su comentario fue escuchado por su acompañante.

– Lo haría, pero ella no sabe que estoy aquí.

– ¿Un infiltrado? – Quiso saber con curiosidad.

– La sorpresa de la noche en realidad… – Confesó el hombre mirándolo por primera vez a la cara.

– ¿Cooper Anderson? – Tuvo que preguntar sorprendido el castaño.

– Me reconociste. – Respondió halagado el actor.

– He escuchado de ti, ¿qué te trae por aquí?

– Hace mucho que no veo a Mindy y creí que sería bueno darle una sorpresa a la hora de su primer baile… – Dijo casi en secreto provocando que el otro se riera un poco.

– ¿Vas a cantar? – Preguntó divertido.

– No es mi especialidad, pero haré el intento.

– Creo que te irá bien. – Lo tranquilizó Sebastian regresando su mirada a la fila de botellas que había visto antes.

– ¿Por qué esa cara? – Preguntó Cooper intrigado al ver el cambio de expresión.

– Recientemente perdí mi trabajo y el verte aquí me recordó que me hace falta una estrella. – Soltó de la nada como si se encontrara con sus amigos de la academia.

– ¿A qué te dedicas? – Investigó el actor.

– Soy, bueno era, representante de Lea Michel.

– ¿Eres bueno? – Lo puso a prueba.

– De acuerdo con ella, son mejores los irlandeses. – Se quejó el recientemente desempleado.

– Estás de suerte mi amigo, estoy en busca de un representante. – Le hizo saber el ojiazul.

– ¿Es broma? – Preguntó con cautela.

– No, mi representante creyó que era mejor trabajar para Ricky Martin y me abandonó hace una semana. He estado buscando candidatos pero ninguno me convence. – Explicó con total seriedad.

– ¿Y? ¿Quieres que postule?

– No, estás contratado. – Respondió Anderson tranquilamente.

– ¿Qué? – Casi gritó el castaño sorprendido.

– Tengo una corazonada, ¿aceptas? – Insistió el actor.

– Claro, no tengo nada que perder. – Reconoció el ojiverde.

– Quizá no sea Ricky Martin pero te apuesto que sé hacer mi trabajo. – Le hizo saber con diversión su nuevo cliente.

– No lo dudo. Un placer trabajar contigo Cooper Anderson. – Dijo el representante estirando su mano para hacer todo más formal.

– El placer es mío… – Contestó el hombre sin poder terminar la frase.

– Sebastian, Sebastian Smythe. – Se presentó el ojiverde ofreciéndole una tarjeta al instante.

– Perfecto. Ahora, si me permites… – Pidió el actor tomando su trago que había llegado unos minutos antes a su lugar. – Por la novia. – Dijo levantándolo hacia el castaño.

– Y por el novio. – Respondió él con compasión mientras imitaba los movimientos del actor hasta terminar su trago.

Enseguida un mesero se acercó al actor y le indicó que el pianista comenzaría con su entrada por lo que era necesario que lo acompañara para que le indicara su posición. Sebastian lo observó moverse discretamente hacia un lugar lejos de la vista de la novia y en minutos la función comenzó. El castaño juraba que quería disfrutar del espectáculo pero su mirada seguía perdida en el pianista que tocaba alegremente la melodía con la que segundos atrás habían invitado a la pareja a abrir la pista de baile. Just the way you are de Billy Joel resonaba en todo el lugar y poco a poco los novios animaban a los invitados a unirse a ellos.

El castaño sintió de un momento a otro que Mich lo tomaba del brazo y lo guiaba hasta la pista perdiendo de vista al hombre que había estado admirando toda la velada. En cuanto la interpretación de Cooper terminó los aplausos no se hicieron esperar y el Dj comenzó con su trabajo. Durante el resto de la noche Sebastian no volvió a encontrar al pianista que había cautivado su atención pero no comentó nada a su hermana porque sabía lo que diría, por ello se mantuvo ocupado con ella en la pista de baile hasta que ambos decidieron que era momento de regresar a casa.

La segunda mitad de la fiesta no había estado tan mal y el mayor no podía negar que se había divertido con su hermana. Eso sin contar que gracias a esa boda había conseguido un nuevo cliente a quien representar y presentía que esta vez le iría mejor que con la desagradecida de Michel, definitivamente Cooper Anderson no podría dejarlo por un atractivo y estúpido irlandés, ¿verdad? Una sonrisa apareció en su rostro al reconocer esa sensación de satisfacción en su pecho.

Esa noche los hermanos Smythe se quedaron en el apartamento del ojiverde, no dijeron mucho porque ambos estaban cansados pero dormir en la misma cama les hizo recordar esas noches que habían pasado juntos después de la muerte de sus padres. Sebastian se sintió sensible de pronto y mirando hacia el techo soltó un suspiro, echaba de menos esos días con su hermanita pero una parte de él estaba feliz de que hubiera encontrado a su otra mitad, aunque él no estuviera tan feliz con el hombre a quien había elegido.

Por su parte, ¿había conocido el amor? Estaba muy seguro de que la respuesta a esa pregunta era un rotundo no, hasta el momento. Casi llegaba a sus treinta años y en lo único que se consideraba exitoso era profesionalmente porque su vida amorosa era un desastre. El castaño tenía que reconocer que muchos hombres querían algo con él pero no salía mucho con sus pretendientes por trabajo y cuando lo hacía nunca pasaba de una noche porque vamos, todos tenemos necesidades, ¿no es así?

¿Qué rayos le pasaba esa noche? Seguramente había sido culpa de la estúpida boda a la que había ido, primero estaba feliz por su nuevo trabajo y ahora una lágrima le rodaba por la mejilla al pensar en que quizá nunca encontraría a alguien que lo complementara como Nathan lo hacía con Mich. Otro suspiro escapó de sus labios y antes de que más lágrimas se aferraran a escapar de sus ojos se giró en la cama dispuesto a dormir finalmente pero el sonido de su celular anunciando un nuevo mensaje lo hizo abrir los ojos de golpe.

Hola, aquí tu nuevo representado. Disculpa mi informalidad pero mi hermano está durmiendo y no puedo llamarte ahora, sólo quería decirte que se me olvidó comentarte un pequeño detalle sobre el trabajo. Resido en L. A. y actualmente tengo proyectos aquí, ¿tienes algún problema para viajar? – Cooper Anderson.

Los Ángeles, perfecto. Sebastian había estado en L. A. acompañando a sus clientes en algunas giras o eventos públicos pero siempre había vivido en Nueva York por comodidad, quizá era un buen momento para realizar un cambio, ¿no? Si lo pensaba un momento seguramente podría arreglar las cosas con Cooper para ir y venir cuantas veces fueran necesarias pero no sentía que eso fuera muy profesional de su parte. Además, era cierto que adoraba tener cerca a su hermana y a su sobrina pero podría visitarlas constantemente con el dinero que se ahorraría viviendo cerca de su cliente. Siendo sincero, no había mucho que considerar así que se apresuró a responder ese mensaje para poder dormir.

Me parece que no, dime dónde será nuestra primera reunión y ahí nos vemos. – Sebastian Smythe.

Miércoles, 6:00 pm. Four seasons en Beverly Hills. Lleva esmoquin. – C. A.

Entendido. Hasta entonces. – S. S.


Después de lo que había vivido en las últimas veinticuatro horas el castaño podía concluir una cosa: odiaba las despedidas.

Para su mala suerte, la pequeña Iris había llegado con su padre justo en el momento en el que se encargaba de coordinar el transporte de todas sus cosas hacia su nuevo hogar y estaba muy seguro de haberle destrozado el corazón a su sobrina con la noticia de su mudanza. Por más que quisiera no valía la pena pagar dos alquileres si sólo iba a estar en un lugar la mayor parte del tiempo y Mich se había ofrecido a hospedarlo cuando regresara a Nueva York, una razón más para desocupar su antiguo departamento.

Lamentablemente eso no era algo fácil de explicar a una niña y después de ver cómo los camiones se llevaban los muebles de su tío la pequeña se soltó a llorar en los brazos de su mamá. Le rogó por más de una hora para que la dejara viajar con el ojiverde pero lograron explicarle lo que estaba sucediendo después de un rato y Sebastian prometió, cerca de mil veces, visitarla con frecuencia además de llamarla todas las noches. El castaño jamás había imaginado que podría dolerle tanto separarse de su familia pero había sido muy difícil al ver a su sobrina con los ojos rojos después de llorar tanto.

Por fortuna, después de asegurarse de que Iris se encontraba mejor, había podido tomar el primer vuelo a Los Ángeles esa mañana para poder estar listo para su primera reunión de trabajo, quería conocer los proyectos de Cooper así como todo lo que había hecho y sus intereses para poder realizar su trabajo de manera impecable. Por eso fue que se alistó desde temprano como su cliente le había pedido y con suficiente tiempo se dirigió hacia el Four Seasons donde se encontraría con él.

– Nombre. – Dijo el hombre de la puerta con mala actitud al verlo.

– Sebastian Smythe.

– Adelante, el señor Anderson lo está esperando. – Indicó una señorita al escuchar de quien se trataba y lo guió hacia el interior.

– Gracias. – Expresó el castaño a la joven una vez que lo dejó en la entrada del salón principal y tuvo que tomar aire al contemplar todo lo que había a su alrededor.

– ¡Llegaste! – Escuchó decir a una voz familiar y al girarse vio a Cooper caminando hacia él animadamente.

– ¿Una fiesta? ¿Debería saber de esto? – Preguntó intentando no perder la cordura.

– ¡Vamos hombre, no te preocupes! ¡Es mi cumpleaños! – Lo tranquilizó el más alto.

– ¡Oh! Felicidades en ese caso. – Respondió el ojiverde ofreciéndole un abrazo.

– Gracias. – Dijo Cooper después de corresponderle. – Lamento no haberte avisado y haberte hecho venir hasta acá, seguramente tu familia debe estar odiándome pero ya sabes cómo es el trabajo. – Siguió diciendo un poco apenado.

– No te preocupes, vivo solo y eso me da cierta libertad para moverme. – Le hizo saber el castaño.

– ¡Perfecto! No porque vivas solo, eso es algo triste en realidad, pero tú me entiendes.

– Claro, ¿hablaremos de negocios esta noche? – Replicó Sebastian intentando cambiar de tema.

– Por supuesto que no, sólo diviértete. – Contestó el actor mientras le pasaba una copa de champaña para que se uniera a la celebración.

El joven Smythe se aseguró de sonreír mientras se adentraba en la multitud pero una voz interna le recriminaba por no averiguar que todo esto se trataba de una fiesta y no de una reunión de trabajo. Él sabía que los eventos sociales eran importantes para sus clientes pero al ser su primer acercamiento al mundo de Cooper Anderson no se veía que pudiera pasarla muy bien. Pese a su mal presentimiento decidió indagar un poco sobre quiénes se encontraban en el evento y comenzó a recorrer el salón con cautela hasta que llegó al bar.

– Veo que Cooper te dejó muy abandonado. – Señaló una voz femenina a su lado mientras bebía una Martini seco.

– Es su cumpleaños, no puedo culparlo. – Respondió con una sonrisa tranquilizadora a la mujer que, si no se había equivocado con su tarea, identificaba como la actual pareja del actor.

– ¿Qué se siente ser la oveja perdida en este rebaño? – Preguntó la mujer mientras tomaba un trago para acompañarlo.

– Es bastante extraño, he reconocido a algunos artistas pero sólo nos hemos saludado. – Confesó el representante.

– Debiste traer a tu media naranja. – Comentó la mujer.

– Cuando la encuentre le aviso señora Anderson. – Respondió con diversión pero notó un toque de decepción en la mirada de su acompañante.

– Se oye bien, lástima que no estamos casados.

– Quizá pueda hacer de ése mi primer trabajo oficial. – Sugirió en voz baja el ojiverde provocando la risa de la mujer.

– No, deja que él se decida. – Pidió guiñándole un ojo. – ¿Bailas? – Preguntó al escuchar el cambio de música y dejó su trago a un lado.

– Por supuesto. – Aceptó el más alto dejándose guiar a la pista de baile y el tiempo comenzó a correr más rápido.

Unas cuantas piezas más tarde el actor se acercó a la pareja y le pidió a su novia que lo acompañara hacia el centro del salón donde se encontraba un hombre junto a un piano listo para tocar. El castaño se dirigió de nueva cuenta al bar y se dedicó a disfrutar de otro trago mientras el pianista comenzaba con su trabajo, esperaba que la selección de canciones no arruinara el ambiente del lugar pero si lo hacía él no podría mover un dedo porque la organización había corrido por parte de su cliente. ¿Quién era él para criticar su gusto musical el día de su cumpleaños?

Después de un momento las primeras notas comenzaron a sonar y una voz familiar saludó a los invitados, quizá estaba loco pero creía haber escuchado antes esa canción aunque no le venía a la cabeza el nombre de alguien famoso que pudiera interpretarla. Sin dudar dirigió su mirada hacia el centro del salón e intentó no soltar la copa que estaba sosteniendo al darse cuenta que el hombre que tocaba el piano era el mismo joven que había estado en la boda de Mindy.

Una sonrisa apareció en su rostro cuando el moreno comenzó a tocar canciones más movidas y la gente se congregó en la pista de baile para seguir disfrutando de la fiesta. Por su parte, Sebastian no se movió de su lugar sino que disfrutó desde ahí la pasión con la que tocaba el pianista y la voz que tenía, nunca había escuchado algo tan suave y alegre a la vez pero estaba seguro que esa noche averiguaría de dónde había salido ese joven.

Poco después el ojiverde sintió una mirada sobre él y levantó su copa hacia el festejado que prestaba atención a lo que hacía su nuevo representante, el gesto fue correspondido por el actor antes de que su novia lo jalara a la pista de baile provocando la risa del castaño. No sabía mucho sobre la pareja pero podía ver que se amaban y seguramente le tocaría ayudar en la organización de una boda a futuro. Sin querer, el joven Smythe sintió un hueco en el estómago y una pregunta vino a su mente: ¿sería posible que alguna vez pudiera organizar su propia boda?

No, no iba a ponerse sensible otra vez y menos en medio de una fiesta con un montón de desconocidos. Quizá lo único que necesitaba era liberar un poco de tensiones, hacía tiempo que no tenía sexo con nadie y él sabía que eso lo ayudaba más que otra cosa a liberar tensiones. Por eso fue que en cuanto el Dj retomó el control de la fiesta el castaño comenzó a escanear detalladamente el lugar en busca de una pista que lo guiara a alguien que le pudiese ayudar con su pequeño problema. Más de alguno accedería a pasar la noche con él, ¿no?

En cuanto encontró a un posible candidato se terminó lo que había en su copa para dirigirse hacia él pero, sin saber cómo, antes de que pudiera moverse sintió una mano tocando ligeramente su trasero. – Lo siento. – Escuchó decir a una voz familiar y se dio cuenta que se trataba del chico que tocaba el piano.

– Tocas muy bien. – Dijo sin pensar al encontrarse con la mirada del más bajo.

– ¿Disculpa? – Preguntó con indignación el pianista.

– El piano, tocas muy bien el piano. – Aclaró repentinamente nervioso el castaño.

– Ah, gracias. – Fue lo único que lo escuchó decir.

– ¿Un trago? – Ofreció el ojiverde.

– Lo siento, estoy cuidando mi garganta. – Le hizo saber desviando la mirada.

– Uno no es ninguno. – Intentó de nuevo.

– Pierdes tu tiempo Seb, él jamás te aceptará un trago. – Lo interrumpió su nuevo cliente intentando contener su risa.

– No necesitaba de tu intervención Cooper. – Se quejó el músico mientras aceptaba una botella de agua de uno de los meseros.

– Creí que sería buena idea que los presentara oficialmente. – Comentó a modo de disculpa el actor. – Sebastian, éste es Blaine Anderson, mi hermanito menor. – Dijo mirando al castaño y enseguida regresó la mirada al ojimiel. – Blaine, he aquí a mi nuevo representante, Sebastian Smythe.

– Mucho gusto. – Espetó cortésmente el menor mientras tendía su mano al castaño.

– El gusto es mío. – Respondió con entusiasmo su acompañante provocando que la sonrisa del actor se hiciera más grande.

– Los dejaré para que charlen un rato. – Soltó este último mientras se alejaba de ellos.

– Jamás creí que tú y Cooper fueran hermanos. – Comentó el representante ante el silencio del moreno.

– Lo sé, no nos parecemos en nada.

– Y eso lo dices porque… – Quiso saber Sebastian.

– A mí no me gusta lo extravagante como a él, es todo. No vayas a creer que tenemos una mala relación, porque me llevo muy bien con él y lo adoro. Por eso fue que nos presentó, sabe que seguiremos viéndonos constantemente. – Aclaró el pianista mirándolo por segunda vez a los ojos.

– Eso será un placer para mí. – Dijo sin pensar el más alto pero su acompañante ignoró el comentario.

– Y creo que ya sé por qué te eligió a ti. – Siguió diciendo mientras le daba un sorbo a su botella.

– ¿Ah, sí? Cuéntame.

– Te pareces a él, no te conozco pero apostaría que eres como él en muchos sentidos. – Señaló el músico.

– No tiene nada de malo ser extrovertido de vez en cuando. – Le hizo saber el representante.

– Quizá. – Reconoció el más bajo.

– Deberías intentarlo alguna vez y si te decides quizá pueda ayudarte.

– Muchas gracias por la oferta, pero paso. – Contestó Blaine mientras rodaba los ojos. – Hasta luego Sebastian Smythe. – Agregó a modo de despedida.

– ¿Tienes que irte ya? – Preguntó el castaño sin poder ocultar su decepción.

– Sí, me esperan en casa.

– Oh… – Fue lo único que pudo decir ante aquella respuesta.

– Un gusto, en serio. – Dijo el ojimiel antes de alejarse y el castaño pidió otro trago al instante.

Nunca lo admitiría frente a alguien más pero ese joven lo había cautivado desde la primera vez que lo había visto tocar en la boda de la odiosa de Mindy. No sabía qué había en él, quizá la pasión con la que tocaba y cantaba o quizá ese encantador atractivo que lo envolvía, simplemente no lo sabía pero su corazón se había acelerado desde que se había encontrado con su mirada por primera vez esa noche. Una mirada hermosa, transparente y con un color impresionante que le había hecho olvidar lo que tenía en mente antes de sentir su mano en su glúteo derecho.

– ¿Te dejó solo? – Preguntó incrédulo el actor haciendo que dejara a un lado lo que estaba pensando.

– Dijo que lo esperaban en casa. – Respondió Sebastian sin mirarlo a los ojos.

– ¿Quiénes? ¿Joe y Kitty? – Casi gritó Cooper al escuchar su respuesta.

– Ellos son…

– Sus mascotas, adora a esos traviesos y creo que te dejó por ese par… – Le aclaró la pareja de su cliente con una sonrisa divertida.

– No sé cómo sentirme al respecto. – Exclamó devolviéndole la sonrisa.

– No te sientas mal, así es mi hermano. Cuando alguien le gusta siempre huye… – Soltó al aire el actor y su representante casi se ahoga con su bebida.

– ¿Disculpa? – Se obligó a preguntar.

– ¿Dije eso en voz alta? Trata de ignorarlo, ¿sí? – Pidió el mayor fingiendo estar apenado.

– Lo intentaré… – Contestó terminando su bebida y el actor se ganó un ligero golpe por parte de su novia.

– Ven, mejor baila conmigo… – Intervino la mujer llevando al joven Smythe a la pista de baile nuevamente y el actor no pudo evitar sonreír al comprobar que su teoría era correcta. Su representante sentía algo hacia su hermanito menor y él se iba a encargar de que ese par encontrara la manera de estar juntos.


El ritmo de vida de Los Ángeles no resultó tan diferente como esperaba, si Sebastian era sincero en realidad no había cambiado casi nada su rutina, a excepción de que su trabajo ya no estaba dirigido a organizar giras y discos sino a otros proyectos como películas, series de televisión, entrevistas en distintos programas y demás. Cooper tenía ya una carrera consolidada, detrás de él había una lista de éxitos que le permitía escoger entre varias propuestas de trabajo y eso ayudaba mucho a que las labores del castaño fueran más sencillas.

En el tiempo que llevaba trabajando con el actor había aprendido a conocerlo así como a su particular sentido del humor pero la parte de su trabajo que más le gustaba era el involucrarse en la vida cotidiana de su cliente, específicamente en lo que concernía a su familia. El joven Smythe reconocía que los Anderson eran unos hermanos muy unidos y, aunque tenían personalidades un tanto distintas, siempre contaban el uno con el otro sin importar de lo que se tratara; incluso el ojiverde había llegado a pensar que su relación se parecía a la que él tenía con su hermana.

Gracias a eso y a la complicidad que había logrado con el mayor, el castaño se había enterado de algunas cosas sobre el joven pianista que lo tenían intrigado. No sabía detalles pero a Cooper se le había salido decirle que su hermano estaba soltero desde hace algunos años atrás y esa noticia lo había alegrado más de lo que había imaginado, claro que también le preocupaba la actitud del joven porque realmente parecía que quería alejar a todos de su alrededor.

Para su fortuna, mientras Cooper hacía su trabajo el joven tenía que pasar tiempo con el castaño y en esos momentos era cuando intentaba acercarse a él, comenzó con el pretexto de su carrera profesional pero el cantante le había dejado en claro que no estaba dispuesto a venderse a una disquera sólo para ganar dinero porque su música le apasionaba más que otra cosa en el mundo y eso había conseguido que Sebastian lo admirara más. Sólo habían pasado dos meses pero el ojiverde podía jurar que cada día que pasaba se sentía más atraído al hermano de su cliente y no estaba seguro de que eso estuviese bien.

Sin embargo, el mayor de los Anderson no era tonto y por supuesto que conocía los sentimientos de su representante hacia su hermanito pero no había querido entrometerse porque también notaba algo extraño en el comportamiento de Blaine cuando estaba junto al castaño. Últimamente su sentido del humor había mejorado y no había podido disimular las miradas que le dedicaba de vez en cuando al más alto, apostaría que su hermano sentía algo por el ojiverde pero jamás daría el primer paso. Por eso fue que una tarde decidió echarles una mano.

– ¿Se puede saber en qué piensas? – Preguntó a su representante al verlo perdido en algún punto de la pared.

– Disculpa, no te oí llegar. – Dijo en respuesta apenado.

– Lo sé, estabas perdido… – Señaló con intriga. – ¿Por qué no te tomas un descanso? – Propuso con tranquilidad. – Aquí está la dirección de un buen bar, ve a divertirte un rato. – Agregó entregándole una tarjeta con una sonrisa.

– Gracias Coop, te tomaré la palabra. – Aceptó el más joven.

– Diviértete, nos vemos. – Se despidió el actor dejándolo a solas para que comenzara su camino hacia el bar.

De acuerdo con el mapa de internet la dirección a la que se dirigía el representante no se encontraba lejos por lo que decidió caminar para relajarse un poco. Antes de que su cliente llegara, imágenes de su familia estaban pasando por su cabeza. Iris lo había llamado esa mañana y le había preguntado si ya le había conseguido un tío nuevo para jugar, en el momento sólo atinó a reírse pero después comenzó a sentir un poco de presión; ahora hasta su sobrina esperaba que él encontrara una pareja. La corbata comenzó a apretarle y decidió deshacerse de ella en ese momento.

– ¿Sebastian Smythe? – Gritó una voz haciendo que él abriera los ojos como platos antes de girarse.

– ¿Jeff? – Preguntó esperanzado y el rubio corrió hacia él para abrazarlo.

– ¡Sebby! ¡Te he extrañado tanto! – Dijo en cuanto llegó a su lado.

– Yo también, ¿qué haces en L. A.? – Quiso saber con curiosidad.

– Resulta que aquí vive mi prometido. – Respondió el ojiazul emocionado. – ¿Recuerdas a Nick? – Preguntó.

– ¿El chico del coro? – Dijo el más alto recordando vagamente de quién se trataba.

– Hola Sebastian. – Lo sorprendió otra voz detrás del rubio y los dos se saludaron con alegría.

– Un gusto verte de nuevo y con mi mejor amigo. – Reconoció el castaño.

– Veníamos al bar que está aquí adelante, ¿nos acompañas? – Lo animó el moreno.

– Claro, justo hoy me recomendaron que viniera aquí.

– Perfecto, vamos y nos ponemos al día. – Dijo Jeff felizmente y los tres se dirigieron hacia el interior del establecimiento.

Una vez adentro la conversación fluyó y fluyó incluso después de que anunciaran que la noche acústica estaba por comenzar. Hacía mucho tiempo que no veía a su mejor amigo, habían tenido contacto por correo electrónico o a través de llamadas esporádicas por el trabajo del ojiverde pero tenerlo frente a frente lo alegraba de verdad. Ellos se habían conocido en la universidad, al principio chocaban demasiado pero terminaron entendiéndose al saber que se encontraban en el mismo bando y con el tiempo se habían hecho mejores amigos.

Actualmente el joven Sterling era el representante de su prometido, Nicholas Duval había sabido abrirse camino entre todos los jazzistas del estado y, aunque no era muy famoso, le gustaba dejar el tema de las relaciones públicas al rubio. Su relación se había fortalecido con el tiempo y por ello habían considerado formalizarla, ambos lucían contentos y radiantes; hecho que estaba envidiando el castaño al sentirse de pronto sensible nuevamente.

Para su fortuna, las luces del lugar bajaron su intensidad y los ojos de Sebastian no pudieron evitar desviarse hacia el joven que se acercaba al piano. Esa silueta en particular le era demasiado familiar, esa pasión con la que tocaba el joven sólo podía pertenecer a alguien y la voz, esa voz era la única que lo había hecho sentirse como en casa a pesar de estar a kilómetros de su familia; sin duda era él. Una sonrisa apareció en su rostro y Jeff no pasó desapercibido ese detalle, la mirada de su amigo no se despegaba del pequeño escenario y quizá era su imaginación pero el cantante evitaba a toda costa mirar hacia donde ellos se encontraban.

– ¿Lo conoces? – Preguntó finalmente.

– Es el hermano de mi cliente actual. – Respondió sin dejar de mirarlo.

– ¿Y él lo sabe?

– ¿Quién? – Dijo distraído.

– Tu cliente. ¿Él sabe que estás perdidamente enamorado de su hermano? – Señaló el rubio captando la atención de su amigo.

– ¿Es muy evidente? – Preguntó preocupado.

– De aquí a Canadá. – Respondió la pareja de su amigo.

– No, creo que no lo sabe pero es que es como un amor platónico para mí. – Confesó decepcionado.

– ¿Por qué?

– Cada vez que me acerco dos pasos a él, decide alejarse cuatro… – Tuvo que decir muy a su pesar.

– No pensé que te dieras por vencido tan pronto. – Comentó con decepción el rubio mientras daba un trago a su copa.

¿Darse por vencido? No, Sebastian Smythe nunca se daba por vencido. ¿Cierto? Pero… ¿Entonces por qué le era tan complicado encontrar el modo de acercársele al ojimiel? Él siempre había tenido ideas para ligar y conseguir lo que quería pero ahora era diferente, Blaine era diferente para él porque no quería de él lo mismo que con los anteriores. Era complicado reconocerlo pero el moreno se había ganado una parte diferente del corazón del joven Smythe, esa parte que se reía con sus chistes y la misma que suspiraba cuando lo escuchaba cantar una canción de amor.

Irremediablemente, el representante se había enamorado.

– Permítanme un segundo. – Dijo cuando el pianista anunció que tomaría un descanso.

– Claro. – Respondió la pareja al unísono y él continuó su camino hacia la barra.

El hombre que atendía lo miró curioso y atendió su petición de permitirle ver al pianista en su camerino pero lo vigiló desde afuera esperando la reacción de su amigo. Sam Evans sabía que Blaine era admirado y codiciado por varios pero, aunque siempre era humilde con quien se le acercaba, esa noche había estado demasiado nervioso y casi nunca miraba hacia donde se encontraba el castaño, por ello el rubio tenía que estar preparado para cualquier reacción.

En cuanto el ojimiel escuchó los golpes en la puerta pensó en su mejor amigo y respiró hondo antes de dar una respuesta. – Adelante… – Dijo una vez que se había tranquilizado.

– Hola, te traje algo. – Susurró una voz que no era la de Sam.

– ¿Cómo? – Preguntó encontrándose con la mirada del ojiverde mientras éste aclaraba su garganta.

– Sé que no bebes así que decidí traer algo para cuidar tu garganta. – Dijo un poco más fuerte mientras se acercaba para entregarle una botella.

– Agua, gracias. – Respondió dejando a un lado su regalo. – Parece que me estás siguiendo. – Agregó intentando mantenerse serio.

– Quizá tenga razones para hacerlo. – Comentó con una sonrisa el castaño.

– No soy tu tipo, créeme. – Espetó a la defensiva el cantante.

– Eso no lo sabes. – Se atrevió a decir Sebastian mientras le sostenía la mirada por unos segundos. – Escuché que vas a seguir tocando otra hora más. – Siguió diciendo al notar que su acompañante no rompería el silencio.

– Así es, esto es lo más parecido a un trabajo para mí.

– ¿Te molesta si me quedo? – Preguntó con cautela el más alto.

– Eres libre de hacerlo, no hay reglas en este bar mientras dejes propina. – Contestó el pianista mientras le daba la espalda.

– Dejaré una buena propina, lo prometo. – Aseguró el representante de su hermano antes de salir del camerino y el moreno soltó todo el aire que había estado conteniendo al escuchar cómo se cerraba la puerta.

Un gruñido de frustración escapó de su pecho cuando estuvo a solas. ¿Por qué no conseguía alejar al joven Smythe de él? Era cierto que había sido amable con él unas cuantas veces pero también lo trataba mal como unos instantes atrás. Blaine no quería enamorarse, había tratado de evitarlo a toda costa desde que su hermano le presentó al castaño pero estaba fallando terriblemente. En apariencia era atractivo, exitoso y todo un caballero; si tan sólo no le recordara tanto a Jeremiah.

Ese nombre… Sólo de pensarlo el estómago se le revolvía. Jeremiah había sido la segunda pareja del pianista y había perjurado amarlo e incluso querer una vida a su lado pero todo había quedado en el olvido cuando el rubio se enteró que el menor de los Anderson no tenía un centavo. El interés del joven se había hecho evidente de un día a otro y al no poder manipular a su novio había preferido dejarlo para cazar otro pez más gordo.

Ni el mismo Cooper Anderson había sospechado nada hasta que fue demasiado tarde.

El ojimiel sufrió como nunca en su vida y prometió no volver a caer en una relación como esa. Sin embargo, con ello en mente había logrado alejar a todos los hombres que se le ponían en frente; incluso a los buenos. Dos años habían pasado ya desde que Blaine había construido esa armadura y justo ahora empezaba a encontrar ese punto débil que lograba traspasar el castaño. Otro gruñido escapó de su pecho. Sin dudarlo ni un momento decidió sacar el teléfono y marcar un número conocido, tenía que saber algo de inmediato "¿Diga?" Respondió su hermano al segundo tono.

"¿Le dijiste a Sebastian dónde encontrarme?" Preguntó de inmediato.

"No, ¿está contigo?" Escuchó del otro lado de la línea.

"Vino al bar y está con un par de chicos, pero me ha traído una botella de agua y me ha avisado que esperará a que termine el show." Explicó con nerviosismo.

"Perfecto, le hace falta divertirse." Comentó su hermano intentando ignorar el tono en el que hablaba el ojimiel.

"¿Y qué se supone que haga después?" Quiso saber el menor.

"Lo que quieras Blaine, no te sientas comprometido sólo porque se trata de mi representante" Lo tranquilizó el ojiazul.

"Cooper…"

"¿Sí?" Respondió el actor.

"¿Vendrías por mí en una hora?" Pidió suplicante.

"Lo haría pero tengo un compromiso con mi novia y no creo que le agrade la idea…" Se disculpó soltando un suspiro. "¿Blaine?" Agregó.

"¿Sí?"

"Dejar de huir, Seb sólo es un chico. No te va a morder a menos que tú quieras y le digas dónde…" Le hizo saber el mayor.

"¡Cooper!" Gritó el cantante sintiendo el rubor en sus mejillas.

"¡Oh, vamos! ¿Crees que no sé de eso?" Se burló su hermano entre risas. "¿Por qué no te olvidas de todo después de tu show y le das una oportunidad? Él babea por ti desde el día de la boda y seguro que no les caería mal un poco de acción para variar…" Insistió.

"Maldita boda, debí haber faltado." Se quejó el ojimiel.

"Vamos Blaine, siempre has tenido relaciones formales. ¿No te vendría bien hacer las cosas diferentes esta vez?" Le propuso con tranquilidad.

"¿Y si no funciona? Te recuerdo que es tu representante."

"No te preocupes por eso, tengo una corazonada." Lo animó.

"Me preocupa que todo termine peor que la última vez…" Confesó sintiendo la angustia en su pecho.

"Blaine, el que te haya recordado a Jeremiah no significa nada, los conozco más que tú y sé que Sebastian es distinto, dale una oportunidad." Reiteró el mayor. "¿Acaso no te gusta?" Quiso saber y una sonrisa tonta apareció en el rostro del pianista.

"Es atractivo…" Reconoció Blaine.

"Entonces, ya sabes qué hacer." Sentenció la voz del otro lado de la línea.

"Te odio."

"Yo sé que no es verdad." Fue lo último que el ojimiel escuchó antes de que se cortara la llamada.

Su corazón latía en su pecho como tiempo atrás no lo hacía. Si pensaba en el castaño cerca de él cierta parte de su anatomía cobraba vida, ¿y si su hermano tenía razón esta vez? ¿Y si era una buena idea darle una oportunidad al terco representante? El pianista apresó su labio inferior con sus dientes, la idea le estaba gustando demasiado y las palabras de Sebastian hicieron eco en sus pensamientos: No tiene nada de malo ser extrovertido de vez en cuando… Deberías intentarlo alguna vez y si te decides quizá pueda ayudarte.

Bueno, 'alguna vez' era esa noche y le iba a tomar la palabra.

Después de beber la mitad de la botella de agua que le había regalado el representante, se acomodó el cabello y desabotonó los primeros dos botones de su camisa negra dejando a un lado su corbata. Tomó un respiro antes de continuar su camino hacia su lugar y sonrió ante los aplausos de su público.

Por más que hizo el intento de no buscar a Sebastian sus ojos terminaron encontrándose con el verde de los suyos y al notar que se encontraba solo una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo. La música continuó como cada noche pero después de tocar aquella melodía con la que cerraba sus presentaciones decidió que era un buen momento para interpretar la canción que lo hacía pensar en el castaño de una forma muy diferente a la que él imaginaba.

– Gracias a todos. – Dijo al micrófono. – Para cerrar esta noche me gustaría tocar algo que he estado practicando recientemente, había dudado mucho en tocarla en vivo pero creo que es bueno dejarse llevar de vez en cuando. Espero que les guste. – Agregó sin despegar la mirada del susodicho.

Algunas notas comenzaron a invadir el lugar y de pronto la melodía tomó forma. Se trataba de una versión acústica de una de las canciones favoritas del ojiverde y, al notar ese brillo tan particular en la mirada del cantante, su corazón se aceleró al imaginar que ese mensaje podría ser para él.

He sits alone waiting for suggestions
I'm so nervous avoiding all the questions
My lips are dry, his heart is gently pounding
Don't you just know exactly what we're thinking

If you want my body and you think I'm sexy
Come on, sugar, tell me so
If you really need me, just reach out and touch me
Come on, honey, tell me so

I'm acting shy, looking for an answer
Come on, honey, let's spend the night together
Now hold on a minute before we go much further
Give me a dime so I can phone my mother
We catch a cab to his high-rise apartment
At last you can tell exactly what your heart meant

If you want my body and you think I'm sexy
Come on, sugar, tell me so
If you really need me, just reach out and touch me
Come on, honey, tell me so

His heart is beating like a drum
Is he gonna get this guy home?
Relax baby, soon we'll be alone

If you want my body and you think I'm sexy
Come on, sugar, let me know
If you really need me, just reach out and touch me
Come on, honey, let me know

If you want my body…*

El castaño tuvo que aclararse la garganta en cuanto terminó la presentación de aquella canción y estuvo tentado a preguntar en la mesa de junto si habían escuchado lo mismo que él. Sin duda conocía esa canción pero la letra le estaba provocando taquicardia, ¿acaso era posible? ¿El Blaine que conocía le había mandado un mensaje o lo había imaginado todo? En ese momento sus ojos buscaron una respuesta y antes de que el cantante se retirara del escenario le regaló una sonrisa que no veía muy a menudo; eso era suficiente para él.

Después de terminarse el trago que tenía entre sus manos, sacó una de sus tarjetas de presentación y escribió algo en la parte posterior antes de entregársela al hombre que se encontraba en la barra. Sam comprendió el mensaje y esperó a que su mejor amigo saliera para entregarle el pedazo de papel que yacía en su mano. Una sonrisa atravesó su rostro al contemplar los hechos de esa noche, al fin su amigo estaba dispuesto a seguir adelante después de tanto tiempo.

– Te dejaron esta nota, quizá sea importante. – Le hizo saber en cuanto Blaine apareció con sus cosas frente a él.

I think you're really sexy. – S. S.

El ojimiel leyó el mensaje con particular alegría y no pasó desapercibida la dirección que incluía la tarjeta. – Gracias Sam, lo es. – Respondió antes de guardarla en el bolsillo.

– Disfruta tu noche tigre. – Lo animó su amigo y él asintió mientras salía del establecimiento con un buen presentimiento.

Tenía varias opciones pero esta vez no tomaría la salida fácil, su corazón lo impulsaba para que se dejara llevar y por eso fue que hizo la parada a un taxi pidiéndole que lo llevara a la dirección que había memorizado instantes atrás. Una vez ahí subió por las escaleras a toda prisa pero al llegar a la puerta con el número 35 se detuvo en seco pensando en si debía o no tocar, definitivamente ése no era su estilo pero se recordó a sí mismo que del otro lado no había un desconocido sino el hombre de ojos verdes que hacía a su corazón bombear más sangre cuando se le acercaba, el mismo que se reía de sus chistes y que ponía cara de tonto cuando lo escuchaba cantar.

Pensando en eso fue como se animó y finalmente tocó el timbre.

– Hola… – Dijo una vez que la puerta se abrió.

– Bienvenido… – Lo recibió el castaño un poco despeinado y con una copa de vino en la mano. – La verdad pensé que no vendrías. – Tuvo que reconocer sin poder ocultar su felicidad.

– ¿Por qué no me esperaste? – Quiso saber el pianista.

– Bueno, quería saber si había comprendido bien el mensaje y preferí esperar a que tú dieras el primer paso. – Confesó el más alto mientras se encargaba de traerle agua al recién llegado.

– ¿Será que esta noche puedo tomar un poco de vino? – Preguntó con timidez el ojimiel.

– ¿Alguna presentación más esta semana? Investigó el castaño.

– No, hasta la próxima. – Respondió con tranquilidad.

– Entonces sí. – Aceptó el representante de su hermano y lo guió de la mano hasta la barra donde le serviría su copa.

– Gracias. – Dijo al recibirla mientras sus miradas se atraían como imanes.

– Tengo que preguntar, ¿nunca habías interpretado esa canción hasta esta noche? – Soltó finalmente Sebastian intrigado.

– Así es, hoy tenía un propósito en particular… – Respondió con un toque seductor.

– Eso me hace muy feliz. – Reconoció el ojiverde al captar el mensaje provocando una sonrisa en su acompañante.

– Alguien me dijo que es bueno ser extrovertido de vez en cuando. – Recordó el músico tomando un sorbo de su copa.

– Ese alguien es muy sabio, recuérdame agradecérselo después. – Dijo el más alto acercándose peligrosamente a Blaine.

– ¿Y si se lo agradezco yo ahora? – Preguntó con atrevimiento el moreno dejando a un lado su copa de vino.

– ¿Qué se te ocurre? – Quiso saber con curiosidad tomándolo por la cadera.

– Echa a volar tu imaginación Sebastian Smythe… – Soltó el menor de los Anderson terminando finalmente con la distancia que había entre los dos.

Sus labios se encontraron ansiosamente, sus lenguas lucharon por conseguir el control mientras las manos del ojimiel se deshacían hábilmente de la camisa del castaño y éste lo guiaba hasta su recámara. Ambos sabían lo que iba a pasar y Sebastian no esperaba que todo terminara así pero al sentir las manos del otro recorriendo su pecho y su espalda perdió todo rastro de conciencia que le pudiera impedir continuar con lo que estaban comenzando.

A esas alturas sus respiraciones habían cambiado y la ropa en serio resultaba un estorbo, las manos del castaño se apresuraron a deshacerse de la camisa de su acompañante pero antes de poder terminar su tarea fue sorprendido al ser derribado sobre la cama. Esa seguridad en el músico le encantaba, verlo quitarse por sí mismo la camisa seguido de los pantalones lo estaba excitando demasiado por lo que comenzó a quitarse lo propio pero tampoco pudo terminar. El moreno lo distrajo besándolo apasionadamente para ocuparse del resto y en cuanto sus miembros se frotaron por primera vez entre tanto movimiento Sebastian supo que, más allá de su placer, esa noche quería complacer a Blaine y dejaría que él se encargara de todo esperando que ésa fuera la primera de muchas noches a su lado.


Canción original: Do ya think I'm sexy? – Rod Stewart.

*La letra ha sido cambiada para propósitos particulares de la historia y la interpretación de Darren más apegada a esto fue la de 2011 en los ASCAP Pop Awards, la encuentran en internet ;)