Llegó la hora de escribir un nuevo fic, y se me ocurrió una idea descabellada a la que intentaré dar forma en esta nueva historia. Pasen y lean, diviértanse. Espero que sea de su agrado. Y sin más dilación, ¡que comience el capítulo uno!

1-Matgar

"Siete años han pasado, siete largos y tranquilos años..."-Pensó la directora Mcgonagall sentándose tras el amplio escritorio de su despacho. Acababa de concluir la última reunión de profesores antes del nuevo curso escolar, en la que habían terminado de concretar los horarios y las normas para el curso entrante.

Las cosas habían mejorado notablemente en aquellos siete años transcurridos tras la guerra. El mundo mágico había regresado rápidamente a su cauce, Hogwarts había sido reconstruida y durante el curso, los alumnos paseaban de nuevo felices y respirando tranquilos por el castillo. Entre el profesorado, los cambios eran notables. Muchos se habían retirado dejando puestos libres, y otros habían ocupado sus lugares: Neville Longbottom se encargaba ahora de impartir Herbología, y los alumnos estaban encantados con él y su eterno enamoramiento hacia el mundo vegetal. Su pareja, Luna Lovegood era ahora la profesora de Pociones, y aunque se comentaba que estaba un poco loca, resultó ser una profesora benévola y excelente que agradaba a todos. Hermione Granger era ahora la exigente y sabia profesora de Transformaciones, siempre dispuesta a impartir clases de apoyo en cualquier materia. Para sorpresa de todos, Abelford Dumbledore había aceptado con gusto el puesto de profesor de Encantamientos. Era muy exigente y ponía muchos trabajos y deberes, pero los alumnos no se quejaban demasiado porque en sus clases aprendían mucho y de una manera muy entretenida.

Otros profesores, sin embargo, se habían quedado en el colegio. Sinistra seguía impartiendo Astronomía; Trelawney, Adivinación; Vector, Aritmancia y el bonachón de Hagrid, su querida asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas. Severus Snape también se había quedado en Hogwarts, pero ahora impartía Defensa Contra las Artes Oscuras.

"Ay, Severus... ¿Qué voy a hacer contigo?"-Se preguntó la directora, suspirando.

Snape se había convertido en el gran héroe de guerra. La gente lo miraba con un renovado respeto, creyendo comprenderlo, y los alumnos no abrían la boca en sus clases, en parte por miedo, en parte por admiración. Sin embargo, su frío y oscuro carácter no habían cambiado ni un ápice tras el fin de la guerra. Se había quedado en Hogwarts como profesor porque no conocía otra cosa, pero aquel gran hombre no tenía ningún motivo para seguir viviendo. Minerva había tratado de hablar con él en innumerables ocasiones de su retiro bien pagado para que descansara de su ardua y amarga existencia, pero él se negaba en redondo y gruñía que debería haber muerto aquella noche en la casa de los gritos; que nada quedaba en el mundo para él.

Durante aquellos siete años, los alumnos de Hogwarts eran también variopintos, pues a los jóvenes que no habían podido cursar sus estudios de magia durante la guerra se les había dado la oportunidad, a pesar de que tuvieran edades dispares, de estudiar en el colegio. Así, en séptimo curso había personas de hasta veintiséis años.

Uno de aquellos alumnos era Aura Aldun. Resultó ser la prisionera de guerra más tardíamente rescatada por los aurores, ya transcurridos dos años tras la guerra. Estuvo presa por los mortífagos durante cinco largos años sufriendo las más brutales torturas y acosos. Ahora iba a empezar, con sus veintiún años, séptimo curso. Su infancia no había sido nada agradable; su familia, excéntrica de la sangre limpia, vivía en un barrio muggle y no le habían permitido conocer a otro niño en su vida. Sus padres, altos cargos del Ministerio, jamás habían mostrado mayor interés por la pequeña. Sólo su abuelo le había demostrado un afecto paternal y sincero, pero tras la guerra, los mortífagos habían exterminado a toda su familia en la toma del ministerio, y a ella se la habían llevado, torturando a su abuelo hasta la muerte ante sus jóvenes ojos. Era la única que se quedaba en la escuela en verano, pues aún con su mayoría de edad, no tenía la formación suficiente para encontrar un trabajo y valerse por sí misma. En definitiva, Aura era una chica solitaria debido a su dura vida.

Aquella noche, poco antes de la cena, todos los profesores charlaban alegremente sobre el día siguiente y el nuevo curso que comenzaría presto, sentados a lo largo de la mesa alta, cuando una joven muchacha entró al Gran Comedor, como siempre puntual, y tomó asiento en la solitaria mesa de Gryffindor, cerca de la del profesorado. Lucía una larga melena negra hasta la cintura, con una mecha blanca del lado derecho. Dos trenzas de cuero, también blanco, con pequeños abalorios de madera negra al final colgaban desde su nuca, aún más largas que su cabellera. Vestía una túnica negra un poco desvencijada y unos playeros también negros y ya raídos por el uso. Todos los profesores se callaron y la miraron con sorpresa, pues no recordaban que la muchacha estaba en el castillo, y ella los miró desde sus extraordinariamente serios y espectaculares ojos plateados e inclinó la cabeza a modo de saludo. Tras esto, se quedó mirando a los ventanales, esperando pacientemente la comida.

-¿Qué tal el verano, señorita Aldun?-Le preguntó Luna, con su suavísima voz.

Ella la miró como si no se esperara la pregunta.

-Bien, gracias.-Contestó simplemente, volviendo a fijar la mirada en los grandes ventanales.

"Qué sola debe de sentirse aquí, sin nada que hacer verano tras verano."-Pensó la directora, y sin más, se levantó y anunció a sus camaradas:

-Esta noche cenaremos con la señorita Aldun.-Y se dirigió a la mesa de Gryffindor.

Los profesores la miraron, estupefactos, excepto Luna, que se levantó alegremente y siguió a la directora hasta quedar sentadas una a cada lado de Aura. Los otros profesores también se fueron sentando a sus lados y en frente. Por primera vez en la historia de Hogwarts, los profesores comerían en la mesa de los alumnos, y todos pusieron caras de añoranza o suspiraron. Todos excepto Snape, que sentado frente a Aura, miraba a la mesa con desprecio seguramente resultándole repugnante por el mero hecho de ser de Gryffindor.

Poco a poco, las conversaciones fueron surgiendo de nuevo ante la extraña situación mientras Aura miraba a los profesores en silencio, escuchando un poco de aquí y otro poco de allá.

-Bueno Aura, cuéntanos, ¿qué has hecho este verano?-Le preguntó Hagrid, tuteándola como a todos. El guardabosques sentía especial predilección por ella gracias a la extraordinaria buena mano que tenía con los animales. Aunque no era en la única asignatura que destacaba: Aura era muy buena alumna y sacaba las mejores notas del curso con diferencia. Era extremadamente inteligente e intuitiva, y leía mucho, pero no de la misma manera que lo hacía, por ejemplo, Hermione, aprendiéndose hasta los pies de página de memoria, sino asumiendo las ideas esenciales, que era perfectamente capaz de desarrollar después en las clases o los exámenes. Además, escribía y redactaba con pulcritud y exactitud.

-Bueno, he estado estudiando y... paseando por el castillo y los terrenos...-Respondió la chica, sin mucho más que decir.

-¿Y nada más? ¿No se cartea con nadie?-Le preguntó Luna, con aspecto preocupado.

-No.

-Hemos hablado muchas veces de eso, señorita Aldun, y creo recordar que la última vez me prometió que intentaría hacer amigos.-La reprendió la directora, como si fuera una niña pequeña.

-Lo sé.

-¿Y por qué no se cartea con ningún otro alumno?

-Porque aunque en persona hablen conmigo y yo intente entablar amistad o algo así, sé que no les resulta agradable hablarme. No les gusto porque mis compañeras de cuarto dicen que digo cosas horribles cuando duermo, que grito mucho y las despierto, así que, como lo sabe todo el colegio, no escribo a nadie para que no se vean en la obligación de contestarme por mera cortesía.-Dijo Aura, sin inmutarse.

La directora se quedó muda, y Snape la miró con una ceja arqueada.

-¿Por qué no me había dicho nada?-Le preguntó al cabo, aún sorprendida por la revelación.

-Porque tampoco me importa.-Dijo, encogiéndose de hombros.-Yo no deseo incomodar ni molestar a nadie.

-¿Desde cuándo lleva en esta situación?-Preguntó Neville, aturullado por la solitaria vida escolar de la muchacha.

-Desde siempre.

Snape arqueó todavía más la ceja alzada, estupefacto en su interior.

Nadie sabía qué decir. Ni el propio Snape en su juventud había estado tan solo, y, aunque a ella no parecía importarle, su mirada adquirió un brillo triste y se dispuso a cenar el puré de calabaza que acababa de aparecer en su plato. Durante mucho rato, todos comieron en silencio, hasta que una sonriente Luna le dijo:

-Bueno, algo más habrás tenido que hacer durante el verano, ¿no?

-A parte de memorizarme el castillo por dentro y fuera, cosa que me viene de perlas, y estudiar...no.-Repitió Aura.-Bueno, también he pasado mucho tiempo con Matgar.

-No recuerdo ningún alumno con ese nombre.-Dijo Hermione, sacudiendo la cabeza.

-Porque no es ningún alumno, es una acromántula.-Dijo Aura, imperturbable.

Los ojos de todos parecieron salirse de las órbitas, incluso los del profesor Snape.

-Era broma.-Dijo Aura, soltando una carcajada.-Matgar es un fénix.

-¿Es otra broma?-Preguntó Minerva, aun sonriendo por la broma anterior.

-No.-Respondió la chica, ya seria.

-¿Seis años en Hogwarts y no nos habíamos enterado de que vuelve a haber un fénix en la escuela?-Preguntó Hermione, sin saber si creérselo o no.

-Bueno, yo no envío cartas, y las que recibo son del colegio y me las envían con lechuza. Además, aunque vaya conmigo casi siempre, seguramente nadie se diera cuenta de lo que es, porque Matgar no parece un fénix y tiene una habilidad innata para pasar desapercibido a simple vista. Es único en su especie, como yo.-Sonrió tristemente la chica.

-¿Por qué dice que no parece un fénix?-Preguntó de nuevo Neville, curioso.

-Matgar es negro.

-¿¡Cómo!?-Dijeron todos casi a la vez, sobresaltando a la chica.

Los fénix negros eran criaturas salvajes y extrañas; nunca se había conseguido criar ni atrapar ninguno, pues eran extremadamente esquivos y dificilísimos de ver. Se decía que aparte de su bellísimo canto, su capacidad de transportar cargas pesadas y sus lágrimas curativas, los fénix negros podían transformarse en dragones a voluntad, lo que resultaba absolutamente increíble incluso para el mundo mágico. Pero hacía tantos siglos que no se producían ni si quiera avistamientos que el departamento de Criaturas Mágicas lo había clasificado como mito.

-Hablando del rey de Roma.-Dijo Aura mirando hacia el único ventanal abierto del Gran Comedor.

Los estupefactos profesores miraron hacia allí y vieron entrar a un ave negra, brillante e increíblemente preciosa, volando por el Gran Comedor. Trinó con su bello canto al localizar a Aura y se fue a posar en su hombro. Rascó su cabeza emplumada contra la mejilla de la chica ante la absorta mirada de los presentes, y la miró desde sus ojos rojos.

-Ya te dije que no hacía falta que vinieras a hacerme compañía cada comida del verano Matgar, pero gracias.-Le dijo la chica al fénix, sonriendo y rascándolo bajo el ala.

El pájaro cerró sus ojos de fuego y estiró el cuello, complacido. Aura siguió comiendo, esta vez emparedados de queso, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Obviamente, para ella lo era. Partió un trozo de pan y se lo ofreció al rarísimo fénix.

-¿Quieres?

Por toda respuesta, Matgar tomó el pedazo de pan en su pico con delicadeza y se lo tragó. Acto seguido, se quedó mirando fijamente al profesor Snape, que también lo miraba, maravillado. Aura, notando algo raro, preguntó extrañada:

-¿Matgar?

El fénix no era muy efusivo, y sin embargo, miraba a Snape como si esperara algo. Al rato, trinó y se elevó en el aire de nuevo, posándose en el hombro del profesor y rascando su cabeza contra su mejilla, tal y como había hecho con Aura. Esta vez fue ella la que se atragantó con la comida por la sorpresa; sabía que el ave estaba posada sobre algún profesor, y no daba crédito.

Snape rascó al fénix bajo el ala, imitando a Aura, y cuando el fénix respondió estirando el cuello con gusto, sonrió para asombro de los presentes.

-¿Cómo... de dónde lo has sacado?-Le preguntó con su fría voz un maravillado Snape a Aura.

-De ningún sitio. Se presentó un día en el jardín de mi casa cuando yo era pequeña, y desde entonces me visitó cada vez con más frecuencia hasta quedarse conmigo todos los días. Pasamos separados cinco años,-dijo sombría.-pero cuando me rescataron acudió inmediatamente a San Mungo y desde entonces es inseparable. Me hace mucha compañía y le debo prácticamente la vida. Le estoy muy agradecida por darme su confianza sin pedir nada a cambio, pero no me preguntéis el porqué de que me buscara. La primera vez que lo vi ni siquiera sabía lo que era.

-¡Pero hay que informar de esto!-Dijo Hermione, excitada.- ¡Es un descubrimiento revolucionario!

-¡NO!-Gritó Aura.-Lo siento, profesora,-se disculpó al intuir la reacción de Hermione por su grito.-pero si no he dicho nada es porque no quiero que se lo lleven. Además, él no permite que lo vean casi nunca, y no le gusta el resto de la gente. La verdad es que ahora mismo estoy bastante alucinada.-Culminó, consciente de que Matgar continuaba relajadamente en el hombro de su profesor de DCAO.-Parece que usted le gusta, profesor.

Snape la miró, arqueando de nuevo la ceja.

-Espero que todos seamos capaces de respetar el deseo de la señorita Aldun de mantener a su preciosa ave en secreto.-Dijo en ese momento la directora.

Aura la miró con agradecimiento y los profesores asintieron mostrando su acuerdo. Acabaron de cenar entre charlas sin importancia, echando miradas de envidia a Snape, que seguía con Matgar en su hombro, y cuando la directora anunció que debían retirarse, pues el siguiente sería un día duro, se levantaron de sus sitios para irse a dormir. Una vez fuera del Gran Comedor, Snape y Aura se quedaron rezagados, pues el fénix no hacía ademán de separarse del profesor.

-Definitivamente, usted le gusta, lo que resulta muy raro.-Sentenció Aura.

-¿Por qué?-Le preguntó Snape con voz áspera.-¿Porque no le gusto a nadie, señorita Aldun? Debería mirarse a usted misma.-Concluyó, con desprecio.

-En realidad, lo decía porque nunca se había acercado a alguien que no fuera yo y me ha gustado mucho que haya alguien más que sea lo suficientemente especial como para que Matgar se le acerque.-Dijo Aura, con una solitaria lágrima resbalando por su mejilla ante el comentario de Snape.-Pero piense lo que quiera. Vámonos, Matgar.-Le dijo al fénix, dándose la vuelta y alejándose del desagradable profesor.

Matgar picó la coronilla de Snape, disgustado con su comportamiento, y se fue a posar al hombro de Aura. Desaparecieron de la vista al doblar la esquina, dejando atrás a un petrificado Snape que reflexionaba por el comentario de Aura.

"Especial..."-Pensó, confuso. Y frotándose la coronilla, se dirigió a las mazmorras.


Espero que os haya gustado el comienzo. Dejad vuestras opiniones en un review si os parece bien.

¡Saludos!

Crystal