Anything Could Happen:

Sentías dolor, un dolor sumamente intenso. No uno físico. Era un dolor que nunca antes habías experimentado, uno que desconocías y que en aquel preciso instante estabas decidida a disipar, o simplemente a transformar en uno que pudieses comprender, en uno que pudieses hacer sanar como si de una herida se tratase. Una cortadura. Eso es lo que planeabas infligir en tu muñeca izquierda, porque tal vez de esa manera, podrías sentir un dolor "real" y no aquel vacío en el pecho que tanto te adolecía y no sabias como aplacar.

Alzaste tu brazo izquierdo y con la mano derecha asiste suavemente el filoso instrumento que yacía sobre la mesita de noche de tu habitación, y sin dudarlo siquiera, lo posaste y arrastraste sobre la superficie de tu piel aplicando la presión que creíste necesaria.
Aquello te ocasionó una ligera molestia –en comparación al dolor con el que cargaba tu alma- pero nada más.

Desgraciadamente, la sensación de la que fervientemente buscabas librarte continuaba acompañándote a pesar de los minutos transcurridos, y no te creías capaz de continuar soportándola siquiera un segundo más.

Aún con la extremidad en alto observabas como aquella sustancia color carmín que brotaba de la lesión comenzaba a fluir con más avidez trazando un camino notorio que descendía por tu antebrazo y se impregnaba en las mangas de tu blusa.

La desesperación comenzaba a invadir cada rincón de tu cuerpo, las lagrimas que habías intentado contener ahora corrían cuesta abajo por tu rostro mientras mantenías la mirada perdida pensando que quizá, la única solución sería acabar con todo de una maldita vez. Sabías desde un principio que esa sería la única salida, pero aún te quedaba una pizca de esperanza de que no fuera así.

Tomaste con mayor firmeza aquel instrumento que te liberaría para siempre de tu pesar y esta vez ejerciste una presión superior a la del corte anterior, varios centímetros por debajo. Y ahora si, sentiste más que una molestia, sentiste como la vida comenzaba a escapar rápidamente de tu cuerpo junto con los raudales de crúor que abandonaban tu muñeca.

Estabas rindiéndote ante la vida, a pesar de tener aún alguna posibilidad de vencer, te sentías agotada, y no encontrabas la motivación necesaria para continuar luchando, porque todo lo que alguna vez te impulso a seguir adelante, se había esfumado.

Cerraste suavemente los parpados y simplemente te dejaste caer sobre el mullido colchón de tu cama esperando el tan ansiado final de está obra que forzaste a concluir.