Feudo
Capitulo
I
El camino era fangoso, casi se asemejaba al de un pantano y a su caballo le costaba continuar por la angosta senda. El jinete con desgano tiraba de las riendas guiando al caballo por las zonas más secas posibles pero era casi imposible. Las constantes lluvias en las últimas semanas habían hecho intransitable las rutas en el valle, añadiendo la fuerte humedad en el aire que volvía asfixiante el ambiente, y desde hace unos minutos un sutil olor a humo que notó desde que llegó al lugar comenzaba a volverse mas fuerte, casi insoportable.
Ella deseaba salir de una buena vez de aquel valle, según le habían contado viajeros al igual que ella, todo aquél territorio era propenso a invasiones del clan Uchiha y odiaría encontrarse a alguno de los hijos de ese despreciable clan.
Ella desmontó cuando el caballo ya no pudo dar ni una pisada más, sus pies se hundieron hasta por debajo de las rodillas en el fango una vez bajo del caballo, parecía que era imposible abandonar aquélla zona en ese momento. Para empeorar la situación otro desagradable olor comenzaba a sentirse, uno mas penetrante y desagradable, cuando caminó hacía las sendas para refugiarse en las raíces en uno de los grandes árboles.
El caballo relinchó en el instante que una brisa caliente los golpeó, este parecía llevar con sigo un nauseabundo olor, tan repugnante y penetrante para los sentidos que le hizo tambalear y caer al suelo, soltando grandes e incontrolables arcadas, hasta que no pudo más y vomitó lo poco que tenia en el estomago -Qué horrible aroma, tan horrible era como inconfundible para alguien que ya lo había olido antes.
El caballo estaba inquieto e intentando salir del fango como podía, para alarma de la mujer este comenzó a hundirse en sus desesperados intentos de escapar. Ella se acercó rápidamente al caballo cubriendose la nariz, se tranquilizó cuando aquella brisa que llevaba el olor a carne putrefacta comenzó a alejarse en otra dirección.
Ella tiró de las correas con más fuerza que antes, halando al caballo hacía el costado de la senda, esta se mantenía más firmes por las ramas caídas, hierbas, piedras y tierra acumulados que hacían una maza firme. El caballo continuaba nervioso y con gran esfuerzo logró subirlo al pequeño sector que se mantenía estable.
Respiró cansada, molesta, tendría que esperar hasta el mediodía, cerca a esas horas del día el sol podría estabilizar el camino y así ella continuaría su ruta.
Maldijo por no haber llevado la suficiente comida para el viaje, llevaba dos días ya sin probar alimento, pronto no le quedaría ni agua, fue un terrible descuido de su parte, pero el clima tricionero era quién mamayor culpa tenía.
¡Si tan sólo hubiera oído o visto algún maldito animal que pudiera cazar! pero ese valle parecía un desierto, si continuaba de esta manera sabía que no llegaría muy lejos.
Casi al instante de pensar en que ya no tenía mucha agua la garganta comenzó a picarle por la sed, también deseaba quitarse el sabor a vomito, así que tomó la cantimplora amarrada a su cintura, pero cuando sintió su peso supo que no podría darle ni un trago, estaba demasiado liviana, la movió un poco solo para comprobar que ni un ruido llegaba a hacer.
"Mierda." Tendría que buscar algunas semillas o insectos para aplacar el hambre e intentar conseguir algo de beber, su caballo debía estar en sus mismas condiciones y si llegaba a morir tendría grabes problemas. Amarró las correas al árbol más cercano y comenzó a adentrarse en el espeso valle, con algo se suerte hallaría algo, estaba segura de ello.
Llevaba mucho tiempo caminando por el valle sin poder encontrar algo de lo que buscaba, seguramente ya habia pasado el mediodía, pues el calor no solía ser tan asfixiante hasta la tarde.
Ante el estremecedor panorama que estaba sufriendo creyó que ya nada podría empeorar, entonces en el silencioso lugar un suave y dulce sonido empezó a hacer eco en sus oídos, tan oportuno que parecía mentira.
¡Un rio! Solo el agua podría hacer tan dulce música.
Entusiasmada comenzó a seguir el ruido tan rápido como le permitía su cuerpo en ese estado de agotamiento, más algo inquietante hizo que las alarmas sonaran en su cabeza, y es que conforme se acercaba al origen del sonido comenzó a notar aquél desagradable aroma que la hizo descomponerse.
Ella ya estaba muy familiarizada con aquél olor, sabia qué era, por lo que su cerebro por su propia cuenta comenzó a formar una desagradable imagen, morbosa e indeseable pero inevitable. Realmente quiso estar equivocada, pero cuanto más avanzaba sus sentidos se veían más golpeados por el aroma y el ruido. No, no se equivocaba.
¿Qué otra cosa podría ser? Se cuestionó sin guardar esperanza alguna.
Cuando por fin llegó al lugar todo vestigio de hambre, sed o cansancio desaparecieron ante tan desgarrador paisaje.
Decenas de cuerpos amontonados en la orilla del rio y otros prácticamente flotando, siendo apenas retenidos por grandes piedras de la fuerte corriente que intentaba arrastrarlos rio abajo; hinchados, desfigurados, pudriéndose con la humedad y el calor; siendo devorados por insectos y gusanos, tan cruel era la imagen que tuvo que desviar la vista a un lado.
Pero su mente se encargó de revivir la imagen una y otra vez, haciendole reconocer un detalle que no podía ignorar, con gran pesar comenzó a observarlos con más detenimiento. Los cadáveres eran cuerpos de mujeres, ancianos y algunos niños; tan solo eran humildes aldeanos de algún poblado destruido o atacado recientemente. Que crueldad, seguramente habían aprovechando la ausencia de los hombres y habrían atracado a los residentes sin piedad alguna.
Fue entonces que lo escuchó. Por primera vez en mucho tiempo sintió un verdadero escalofrió de pavor absoluto recorrerle todo el cuerpo, con pasos temblorosos e incredula siguió el nuevo sonido que se perdía ante la potente corriente del rio.
En el otro extremo, entre la tierra y el agua oscurecida que rodeaba la parte superior de uno de los cadáveres; apenas moviéndose y gorgoteando un bebé se hallaba envuelto entre mantas y en el brazo muerto de una mujer. Se acercó trastabillando pero rapidamente alzó al bebé en sus brazos.
¿Cómo pudo haber sobrevivido?
La pequeña criatura se mantenía viva en este horrible lugar, le aterraba imaginar cuánto tiempo podría haber estado ahí, a merced de animales carroñeros y otros peligros inimaginables para un indefenso bebé.
Lo arrulló en sus brazos temblorosos y corrió asustada, debía poner a ese bebé a salvo.
El clan Uchiha llegó a contar con grandes territorios, convirtiéndose en uno de los clanes con más extensión de tierras. Sus conquistas en el campo de batalla habían marcado su favorable desarrollo y poderío, en contraste a otros quienes habían caído frente a ellos y sido absorbidos por el clan Uchiha, o simplemente desaparecieron sin dejar nada.
La época de gloria que vivían fue acreditada a su patriarca; Uchiha Madara, siendo considerado el hombre más poderoso del continente o donde se lo conociese. Él había catapultado a su clan como ningún otro líder conocido, pero aquello se no logró sino con la caída de su más grande enemigo y rival, Senju Hashirama.
Sin embargo los años pasaban por todo ser humano y el líder del clan Uchiha no era ninguna excepción. La vejez iba cobrando año tras año su vida, sumando las heridas de guerra que lo obligaron a retirarse del campo de batalla antes de lo que él desease o considerase correcto. Más sin embargo eso no lo había imposibilitado de ser quien siguiera a la cabeza de su clan, tomando todas las decisiones importantes o aprobandolas, dando siempre la última palabra.
Más allá de todo, él sabía que debía buscar un sucesor digno, su tiempo se estaba acabando, y ese había sido un gran problema. No había podido casarse y mucho menos engendrar un heredero, su vida entera la había vivido en el campo de batalla, sus mejores momentos y sus peores tragedias las había vivido solo allí, sin dejar un un solo momento para otras cosa.
Ahora era plenamente consciente del gran error que quizás cometió al no crear su descendencia, sus hermanos estaban muertos y tampoco ellos pudieron tener hijos, toda su familia de sangre directa estaba muerta y solo quedaba él.
En la situación en la que se encontraba sabía que debía buscar a un heredero a quien legarle todo lo que había conquistado, alguien que pudiera continuar su obra. Pero Madara conocía a todos los hombres del clan y sin duda diría que no confiaba en ellos, no al grado de poner su legado en las manos de cualquiera de ellos.
Sus actuales aprendices, los que sobrevivieron al menos, aún les faltaba mucho, eran defectuosos y a su parecer no podían ser considerados para dicho cargo. Eso les habia dicho a sus consejeros, quienes tan concientes como él sabían que ya era hora de escoger un heredero, ellos querían un nuevo líder y tuvieron la osadía de querer escoger sin su consentimiento, tampoco eran capaces de comprender que si dejaba su legado en las manos de uno de sus aprendices significaría el fin de este.
Obito e Itachi.
Ambos eran inadmisibles para Madara, los dos muchachos tenían gran potencial como también conceptos completamente alejados de lo que él deseaba y esperaba para el futuro de los Uchiha en su aucensia, el clan no iría contra su voluntad.
Que esas fueran las únicas ideas que ellos pudieran contemplar sólo hacia más evidente que ninguno de ellos sería capaz de dirigir correctamente a su gente.
Madara tenía otras opciones que considerar a diferencia de ellos porque ya había escogido a su heredero, y este pronto le traería la ofrenda que lo coronaría como tal.
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El clan Senju se había mantenido como el más poderoso de todo el continente, siendo el único que podía hacer frente a la creciente amenaza que representaba el clan Uchiha, y es que este último aún no podía hacer frente al gran poderío de los Senju, quienes siempre buscaban nuevas alianzas mediante su siempre presente política diplomatica, en lugar de la fuerza.
Tobirama Senju se convirtió en el líder de su clan a una edad que muchos consideraban como inadecuada, pero después de la muerte de su hermano mayor, los ancianos de todas las familias que conformaban la alianza, lo habían elegido como líder, porque a pesar de su juventud ya poseía experiencia como pocos. Tobirama había cumplido como lider, como ellos esperaban.
También, el joven muchacho tuvo que asumir un deber adicional que le legó su hermano, cuidar Tsunade y Nawaki, los hijos de Hashirama y Mito, cuando estos murieron a manos del clan Uchiha.
Tsunade era una niña cuando perdió a sus padres y Nawaki tan solo un bebé, Tobirama era muy joven como para llevar a cuestas una nación que crecia y tenía sus propios conflictos internos, como también la guerra que sucedía fuera de su tierra y estar a cargo de sus sobrinos, porque el no tenía experiencia en ese amámbito, el era un hombre forjado por la guerra, adoctrinado en política, no sabía cómo debía cuidar de ellos siendo que él, a diferencia de Hashirama; era más frío, distante, taciturno. Cómo podría él brindar el calor familiar a unos pobres niños que habían perdido a sus padres, cuando él mismo aún sufria la pérdida de su hermano, sin embargo, contra todo lo que él creía de sí mismo fue capaz de crear un vínculo con ellos.
Cuendo él creyó que todo comenzaba a encaminarse para él y sus sobrinos la realidad le dio una nueva prueba de lo cruel he injusta que podía llegar a ser la vida, demostrandole lo debil que era, su pequeño sobrino fue muerto por un cobarde ataque del clan Uchiha y él no pudo hacer nada.
Tsunade estaba desbastada, por mucho que lo había intentado no pudo hacer mucho por ella, más que asegurarse que estuviera a salvo. Tsunade a lo largo de los años fue víctima muchos intentos de asesinato, ella era fuerte y los sobrevivió a todos.
Tobirama la había formado como a su aprendiz, como haría con su propia hija.
La vio llegar a la adultez, enamorarse y casarse, sabía ella podría continuar con los anhelos de Hashirama y con los suyos también, pero una vez más le mostraron lo pequeño e isignificante que era.
Tsunade fue víctima de un nuevo atentado junto a su esposo e hija. Dan había muerto protegiendo a ambas. Tsunade logró sobrevivir y salvar a su hija hasta llegar a palacio, pero fue tarde para ella y lamentablemente había sucumbido ante sus heridas, como si de una cruel jugarreta del destino se tratase, él había sobrevivido a casi toda su familia, viendo como cada un de las personas que más amaba moría sin que él pudiera hacer algo al respecto.
Senju Tobirama solo era un insignificante hombre, incapaz de proteger a quien amaba, no importaba cuan grande pudieron ser sus victorias en batalla o para su clan, él nunca podría perdonarse haber fallado a su familia, a su hermano, a sus sobrinos.
Él había visto a su gente, a sus hermosos morir en batalla, dentro de su código de guerra eran muertes justas. En la guerra otras reglas rigen donde la única que impera sobre todas las otras es sobrevivir a como de lugar, aferrarse a la vida hasta dar el último aliento; él así lo había comprendido gracias a Hashirama, pero las acciones del clan Uchiha, de Madara contra su familia eran ilegitimas, cobardes.
Hashirama estuvo completamente renuente de ir contra de los Uchiha en una nueva guerra, una vez lo habían hecho y casi significó la extinción para ambos clanes. Madara parecía ignorar completamente este hecho ya que constantemente los volvía blanco de los ataques más bajos y despreciables, pero por más grande que fuera el dolor u odio que sintiera contra los Uchiha sabía que no debía dejarse arrastrar; a él, a su clan, a las familias quienes habían depositado su seguridad en sus manos, a una guerra contra los Uchiha.
Tobirama había respetado la voluntad de su difunto hermano, la voluntad de todos los ancianos del clan. Nunca volvería a haber una guerra contra los Uchiha, no una directa al menos.
Tsunade había muerto por un ataque cobarde del clan Uchiha, como sus padres, su hermano y su esposo, estas acciones no volverían a repetirse se juró a sí mismo. Un sentimiento comenzó a formarse contra los Uchiha, del mismo modo que de Madara contra los Senju, pero a diferencia de Madara él no lucharía por el odio. Tsunade al igual que Hashirama le había encomendado un importante deber.
Él debía proteger a la pequeña bebé de Tsunade, a la pequeña Sakura.
Pocos sabían que Tsunade tuvo una hija y Tobirama se encargó de que así se mantuviera por la seguridad del bebé.
Los años pasaron y Tobirama con gran satisfacción fue testigo de cómo Sakura iba creciendo felizmente llena de cariño y lejos del peligro del clan Uchiha.
Tobirama no sólo continuaba potenciando a los Senju con un verdadero legado que era la voluntad de fuego, sino que también pudo enmendar los erros que cometió como padre y protector de Tsunade.
Al menos fue así por quince años, Tobirama gozó de una larga tranquilidad hasta que sus contactos en el clan Uchiha le informaron que Madara había descubierto la existencia de Sakura y mientras él terminaba de leer el pergamino que auguraba más tragedia a los Senju su sangre bulló nuevamente con un sentimiento de odio hacia Madara, esta vez él no se quedaría sin hacer nada, su alma ardería en el infierno antes de permitir que Sakura sufriera en mismo destino que su madre, incluso si era necesario consumir cada vida perteneciente al clan Uchiha.
Continuara.-
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N/A: Bueno, estoy aquí de nuevo y con otro proyecto, admito que soy bastante inconsistente. Me vienen muchas ideas a la cabeza y quiero plasmarlas todas, la verdad es que estoy tratando de poner algo de orden y quiero publicar todas las ideas que tengo así que se vienen muchas más historias de mi parte.
Si les gustó agradecería que me dejen un comentario para saber si debo continuar con esta historia o concentrarme en otra.
Saludos!
