Morfina para el alma.

Recuerda que su madre le había pedido aquella tarde que bajase arreglado y vestido formalmente, pues había algo de lo que tenían que hablar.

Recién había cumplido dieciséis y había terminado el quinto año en Hogwarts, era la primera semana de vacaciones, supuso que querría hablar del tema que él tanto había estado evitando; su entrada a las filas de Voldemort.

Estuvo a punto de escapar a casa de Blaise con tal de huir de aquello, pero sabía que las consecuencias caerían sobre sus padres.

Así que bajó con la mejor ropa que tenía en el armario.

Vio a su madre esperándolo con una sonrisa nerviosa al final de las escaleras, se extrañó al verla sola, pues imaginaba que su padre estaría a su lado para apoyarla en aquel momento.

Narcisa no dijo nada, se limitó a abrazar a su hijo mientras caminaban hacia el salón de su padre.

Al entrar allí, Draco sintió confusión y alivio.

Ciertamente allí no estaba Voldemort ni Bellatrix y Merlín sabía cuánto eso llegó a aliviarlo, sin embargo, se encontraba Los Greengrass con su hija menor y su Padre.

Draco miró fijamente a Astoria, ella estaba sentada sin mirar a nadie, tendría sus escasos catorce años y se encontraba más asustada que un ratón de laboratorio.

Él tenía de ella, la imagen de una niña mimada y creída, hecha tal cual que su hermana, sin embargo, verla allí vestida en una delicada tela vaporosa de color rosa pálido y peinada con sus bucles rubios dorados cayendo sobre sus hombros, enmarcando su blanco y sonrojado rostro, le pareció que era casi parecida a un ángel.

Aquella tarde, se enteró de que todo era por comprometerlos.

Miró espantado a su madre y entonces comprendió el nerviosismo de la chica cuando llegó.

-P-pero madre…- intentó hablar pero Lucius lo interrumpió.

-Están comprometidos desde que son unos niños, Draco…- le explicó con seriedad.- es hora de formalizar el acuerdo.

Se preguntó cuál era el problema de escoger a quién se quisiera. Él no quería casarse con ella, ni siquiera habían entablado una conversación y lo único por lo que la conocía era porque se encontraban en la misma casa y su hermana cursaba el mismo curso suyo.

El resto de la tarde se vio obligado a permanecer en silencio, y cuando sus padres decidieron marcharse al patio con los Greengrass, le pidieron a él y a Astoria que se quedarán allí.

Astoria nunca se había sentido tan incómoda en su vida.

Él no dejó de mirarla ni un solo instante, era como si quisiera descifrarla y encontrar que de interesante podría ser tenerla como esposa.

Se sintió tan poca cosa en aquel momento que hizo un gran esfuerzo por no llorar.

Ella tampoco quería casarse con él, siempre lo había considerado la persona más arrogante y odiosa de su maldito mundo, y vamos, tenía catorce, ella sólo quería tener una vida normal, como una chica normal, poder hacer lo que se le viniese en gana.

Pero no, ahora tenía que pensar en una boda y en formar una familia con un extraño.

Cuándo tuvo por fin el valor de mirarle, se dio cuenta de que él no había despegado sus ojos de ella.

Su respiración se agitó de sobremanera y sintió que los latidos de su corazón ahogarían su pecho, y él pareció notarlo cuando ella se agarró fuertemente la blusa, intentando desesperada buscar un poco de aire.

-¿Qué sucede contigo?- lo escuchó decir con voz neutral.

Ella lo miró con los ojos abiertos, quizá demasiado.- ¿Q-qué?- balbuceó confundida.

-Pareces un fantasma.- decidió responder él después de varios segundos de completo silencio y ella le miró como si estuviese loso.

-¿Es que acaso no entiendes?- ella pareció rabiar.- piensan casarnos… ¡Ni siquiera te conozco!

-Claro que sí.- le negó.- estamos en la misma casa ¿recuerdas?

Ella se exasperó.- eso no significa que nos conozcamos.- apretó los dientes.- ¿Es que acaso no te importa?

Astoria enojada, se levantó y abrió la puerta del despacho dispuesta a irse.

-Por supuesto que me importa.- la interrumpió cuando estuvo a punto de marcharse.- pero es algo que debo aceptar, por supuesto tú y tu inmadurez no te lo permiten, pero eso ya es problema tuyo.- habló con frialdad y desprecio mirándola como si fuese la más insignificante de las cosas.

Ella apretó sus dientes indignada y cerró los ojos evitando que la rabia los humedeciera, cerró la puerta con fuerza a salir.

Corrió hacia la entrada al jardín en busca de sus padres.

No iba a soportar aquello, no iba a permitir que le impusieran de nuevo que era lo que debía hacer.

Jamás había tomado una decisión importante para su vida, era como si fuese un títere, hacía siempre lo que se le ordenaba, pero ésa vez no sería así.

-Madre.- se sorprendió al verla lejos de los demás, como si estuviese esperándola.

-Tori…- susurró acariciándole el cabello.

-Madre yo…- la voz se le quebró y las lágrimas que en el salón había retenido se escaparon, mojándole las mejillas.- no puedo… no quiero casarme con él…

Anie Greegrass la muró comprensiva, sin embargo…

-Tu padre ya ha dado su palabra cariño.- le sonrió con tristeza.- y un Greengrass nunca falta a su palabra, también la haz dado tu al venir aquí ¿lo recuerdas?

Ella apretó sus ojos y asintió rendida.

Draco jamás se volvió a mirarla durante el sexto grado, prefería maldecirla en sus adentros cuando la veía con ése noviecito que tenía desde el curso anterior.

Sentía que en cierto modo, le estaba siendo infiel al compromiso que los unía.

No entendía por completo la rabia que lo invadía, pues a él nunca le importó aquella niñita mimada.

Pero ahora no sabía como llamar a la sensación de su sangre hirviendo cuando la veía en la sala común, manoseándose con el muchachito ése que ella decía ser su novio.

Sin embargo, jamás le dijo nada, y fingió que ni siquiera le importaba.

Era cruel, manoseó, besuqueó y jodió a cuanta chica se puso en frente, y no le importaba el lugar, ni porque estuviera ella.

Sobretodo cuando estaba ella.

Supo, por rumores, que la encontraban llorando en los baños, destrozada, nadie había podido sonsacarle porqué, ni siquiera su dichoso amiguito.

Pero él si sabía, y eso lo hacía rabiar, le dolía.

Y no por ella.

Jamás fue más egoísta.

Le dolía que llorara como si fuese culpa suya, de él. Y también le daba rabia, él no había querido que nada de eso pasara, era como si lo estuviese culpando.

Llegaba a explotar, había momentos en que la locura parecía apoderarse de sí, y destruía todo aquello que tenía a su paso.

El plan para matar a Dumbledore, la presión de Voldemort y sus padres acabarían por matarlo.

Jamás estuvo tan sólo en su maldita vida, jamás añoró tanto morir. Hasta se imaginó que si fuera muggle, no habría pasado por esto.

Fue cuando creyó que de verdad, estaba enloqueciendo.

Fue el peor año de su vida.

Cuando luchó contra Potter en el baño de mujeres y salió herido por el sectumsempra, una gran parte de él rezaba por morir, y terminar con su agonía.

Pero para su mala suerte, vivió.

El séptimo año no fue tan malo. Relativamente.

Voldemort había logrado apoderarse de absolutamente todo, y su padrino era ahora el nuevo director, de cierta forma se sentía más tranquilo, en lo que podía alcanzar decir.

Aún le atormentaba la idea de que el Lord Oscuro se apoderara del mundo mágico, y en sus entrañas, deseaba que Potter ganara la batalla de una vez por todas, no sabía porque coño tardaba tanto.

Sin embargo, la presión había bajado un poco, por supuesto sin contar lo de cierta rubiecita que empezaba a molestarle.

Lo último y lo que hizo que su tranquilidad -si es que así podía llamarse- se destruyera por completo, fue escuchar que ya se había revolcado con el mocoso que la seguía como perro faldero.

Se sintió humillado y traicionado.

Jamás sintió tanta rabia en su vida, sus orejas estaban hirviendo y sus puños se cerraron rasguñando sus blancas palmas, tiñéndolas de rojo.

La buscó por todo el maldito colegio hasta encontrarla, entonces esperó a que estuviese sola, pues la muy sínica estaba besuqueándose con el susodicho.

La acorraló en un salón y sintió su quejido al estrellarla con la pared de piedra, y en ése momento no le importó.

-Eres una maldita.- gruñó apretándole los brazos fuertemente, ella, confundida lo miró espantada.- Una zorra inmunda. No voy a aguantarme otro chisme de nuevo ¿me entiendes?- gruñó.

-¿De qué hablas?- gimió ella sintiendo los brazos arderle bajo las grandes manos que cada vez la apretaban más fuerte.- suéltame…

-¿Dé qué hablo?- gritó cínico haciendo caso omiso a su petición, apretándolos más, ella gimió y se le nublaron los ojos por el dolor.- ¿¡Por qué, con un demonio, todos hablan de que te acuestas con el noviecito ése que tienes!- ella sollozó sintiendo sus músculos ser aplastados entre las manos de Draco y sus propios huesos.

-Yo no…- trató de negar pero el dolor la estaba matando.

-No trates de negarlo.- masculló él sin suavizar su agarre.- Todos han estado riéndose en mi cara, ¡y tú tienes el maldito descaro de besarlo como si fuera el fin del mundo en los pasillos!- apretó y ella gimió creyendo que rompería en mil pedacitos ambos brazos.- ¡Maldita sea Astoria! ¡Contesta!

-¡No me he acostado con él!- gimió y las lágrimas que trató de retener se deslizaron y ella gritó desesperada, pues sus brazos estaban cada vez más próximos a ser fracturados.

-¡¿Entonces porqué todos hablan de eso?- le gritó ejerciendo más fuerza a su agarre. Pareció caer en cuenta.- ¡¿Tratabas de hacerme creer que ya no eras virgen y no me casaría contigo por eso?- rió con sorna.- ¡Pues estabas equivocada! No voy a desistir ¿entiendes?- ella se apretó los labios y cerró los ojos.

Sí, lo había planeado para que él lo creyese, y maldición.

El muy imbécil la había descubierto.

-¿Qué es lo que más te duele?- susurró Draco con cizaña.- ¿Qué tengas que terminar con ése imbécil? ¿O que sea yo el primero en tener tu cuerpo?- la soltó y ella no sintió los brazos.

Por lo que levantó su mano y le propino una fuerte cachetada antes de que el dolor se apoderara de ella, entonces se deslizó al suelo quejándose como jamás lo había hecho, sentía que iba a explotar.

-¿Cómo pudiste?- gimió dejando colgar sus brazos adoloridos.- ¿cómo pudiste ser capaz?- lo miró con rabia, dolor y decepción, pues verdaderamente, jamás creyó que él llegaría a lastimarla.

Por lo menos, no físicamente.

Él la miró sin entender primero, cegado aún por la rabia colérica que se había apoderado de él.

Pero al mirar sus brazos.

Por Merlín… sus brazos, sus pobres y ahora morados brazos.

Abrió los ojos y sintió que el nudo en su garganta hacía unos segundos por rabia, se había vuelto en contra y no lo dejaba respirar.

-Dios…- gimió él y se arrodilló frente a la desparramada chica.- Yo no… no quería…

Estaba balbuceando.

Draco Malfoy nobalbucea.

-Aléjate de mí.- exigió ella entre sollozos, él la miró espantado, como si le hubiese gritado la peor de las maldiciones.

Miró de nuevo sus brazos y se dio cuenta de que el color lila de hace unos segundos, se había convertido en un púrpura demasiado fuerte, con puntos y verdes, él agarró su cabello, jalándolo como si fuera un demente.

-Yo no quería… yo no hice esto.- trataba de negarse, pero ella con rabia, y con las últimas fuerzas que le quedaban después de haber llorado con dolor y gritado súplicas para que la soltara, exclamó.

-¡Lo hiciste tú! ¡Eres un maldito asesino! ¡Un sucio mortífaga!- sollozó.- ¡Me haz golpeado! A mí… que soy mujer y tu prometida….- la voz se le quebró.- nunca lo creí de ti, de veras me esforcé en pensar que eras diferente.- él la miró con los ojos abiertos, con los bellos erizados y los nervios descontrolados.- pero eres igual que todos ésos bastardos.

Cerró los ojos, agotada, y Draco la vio desvanecerse en el suelo.

Nunca tuvo tanto miedo en su miserable vida.

Ni cuando estuvo a punto de matar a Dumbledore, tal vez comparable con el que sintió al Voldemort amenazar a su familia, pero jamás… jamás un miedo como aquel.

Había sido su culpa, su maldita y entera culpa.

Corrió por todo el castillo, atravesándolo con la chica en sus brazos y llegó hasta la enfermería.

Madame Pompfrey no pidió explicaciones, pues cosas así se veían desde que los mortífagos se habían apoderado de Hogwarts, se limitó a atenderla a ella y otros chicos que habían llegado aquella tarde en la que habían decidido duelo de alumnos-profesores.

Casualmente todos eran hijos de muggles o mestizos.

No le dio mucha importancia, sólo quería que Astoria estuviera bien para quitarse la maldita sensación de mortífago que tenía.

Sentía asco de si mismo, una aversión parecida a la que tenía hacia su tía Bellatrix.

La Medimaga le explicó que su desmayo no se debía enteramente al golpe en sus brazos.

Astoria presentaba una leve desnutrición y debilitamiento, y el dolor había sido el tope.

Le explicó que necesitaría descansar y algunos ungüentos de los que ella se encargaría.

Sin embargo, él se quedó.

No supo bien porqué lo hizo, pero sus pies no se movían de ahí.

La escuchó gemir entre sueños y se removió intranquila, pero no la tocó, ni la despertó, finalmente, sólo estaba allí porque se sentía culpable, no por otra cosa, no le importaba su salud.

Incluso, la pequeña de los Greengrass lloró un poco, y luego pareció calmarse, como si el sueño hubiese terminado.

La escuchó hablar también, decía cosas que quizá él podía relacionar, era algo como "¿Porqué yo? ¿Porqué él?" Y Draco supo con que soñaba, y sintió de nuevo rabia.

Pero esta vez, no llegaba a rozar siquiera a lo que sintió ésa tarde.

Después, él se fue.

Prefirió marcharse a que ella despertara y lo viera. No quería tener que dar explicaciones.

Desde aquel incidente, no volvió acercarse ella. La miraba más que de costumbre, viendo los primeros días las vendas en sus brazos, justo dónde él la había agarrado.

Ella le miraba con desprecio y confusión, jamás creyó que después de lo que hizo, la hubiese llevado a la enfermería.

Lo miraba con algo de lástima, pues pensó que tal vez, simplemente había colapsado la poca cordura que le quedaba.

Pero casi siempre, le miraba con temor. No quería casarse con un desquiciado, no quería aparecer en El Profeta, con una larga historia de maltrato conyugal, y muerta como resultado.

Él la miraba con vergüenza, jamás se sintió así. Jamás sintió que debía bajar la cabeza por alguien más, menos por una mujer.

Y no es que fuese machista.

Cada vez que la miraba, ella le dedicaba una mirada de odio profundo que -y sin saber porqué- le quebraba algo en el pecho.

Tal vez se debía a que siempre sintió, que más de una persona lo odiaba con todo su ser, casi desde que nació.

Y pensar que hasta su prometida lo detestaba era algo que le quemaba los huesos.

Quiso volver a acorralarla, pero el miedo a volver a lastimarla de manera brutal podía con él.

Por eso, cuando se enteró de su ruptura con el mocoso, creyó que sería el fin.

Debía estar odiándolo, maldiciéndolo profundamente.

Sentía su corazón latirle y las entrañas quemarle, Nott había estado tratando de ayudarlo.

Pero… seamos sinceros ¿Quién demonios iba a poder ayudarlo?

Ella… y ella lo odiaba, o al menos eso creía.

Debía asegurarse, y ésa fue la excusa perfecta para atraparla, una vez más, sólo que esta vez no se atrevió a tocarle los brazos.

Ella lo miró totalmente asustada, ni siquiera pudo escaparse, la garganta se le secó.

-No…- suplicó cuando lo vio.- no de nuevo…

Pero él no pareció escucharla. Tal vez no quería escucharla.

-Así que terminaste con el mocoso ¿No es así Greengrass?

La chica lo miró con los ojos abiertos y una profunda expresión de dolor y sorpresa. Él arrugó la nariz en un gesto tosco cuando la rubia se negó a responder.

-¿Me odias?- preguntó mirándola y trato de pensar que no estaba asustada, sin embargo ella tampoco contestó.- Greengrass…

Hubo un momento de silencio en el que ella dejó de temer para analizar la pregunta extraña que le había hecho ¿era sólo por eso que le pegó semejante susto?

-¿Qué?- fue lo único que atinó a responder.

Él, con temor acercó sus manos a ella y Astoria retrocedió volviendo al miedo. Él fingió no darse cuenta y se acercó hasta pegarse a ella y ella a la pared.

Rozó con delicadeza su nariz y volvió a formular la pregunta, mirándole a los ojos con súplica.

-¿Me odias?

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, estaba confundida ¿por qué de un momento a otro la atacaba con ésas preguntas?

-Responde…- susurró él a escasos milímetros de su rostro, sus alientos se estaban confinando y ella sintió un agradable y doloroso vuelco en el corazón.

-No…- susurró mareada y casi podía sentir sus piernas flaquear.- Yo no… te odio…- susurró sintiendo como una de las manos de él había subido a su cintura.

Y por Merlín que nunca sintió unas manos tan grandes, y eso la asustó un poquito.

-Entonces… ¿Por qué terminaste con tu noviecito?

Ella levantó la mirada con los ojos suplicantes, no quería tener que responder aquello, aún le dolía pensar en él, en lo maravilloso que hubiera sido tener una vida juntos.

-Bien…- dijo él, y sin que ella se lo esperase, se marchó.

El día de la guerra, Draco no podía encontrar aquella escurridiza cabellera rubia.

Podía ver cientos de Aurores y Mortífagos luchando y la maldita orden del Fénix también estaba, y con un demonio, no la encontraba.

Habían discutido -de nuevo.- el día anterior, pues Draco la había tumbado del último escalón y duraron casi una hora insultándose, no la había vuelto a ver desde entonces.

Pero ¿qué se iba a imaginar que al día siguiente llegara Potter y los demás idiotas a destapar una guerra?

Estaba bajo un encantamiento desiluminador, pero no le quedaba mucho tiempo, además los imbéciles de Crabbe y Goyle lo estaban buscando.

¿Dónde podía haberse metido ésa niñita ahora?

La encontró un poco más adelante, acorralada entre un encapuchado y la pared, cuándo se dio cuenta de que él estaba detrás del hombre, le miró con súplica.

De inmediato lo desarmó y le lanzó un Desmaiusque lo dejó inconsciente en el suelo.

Tomó a Astoria del brazo y la arrastró por todos los pasillos.

-Gracias.- dijo ella aún asustada, tratando de seguirle el paso.

-¡Se puede saber dónde demonios te metiste!- exclamó él enojado en modo de respuesta.- ¡Te he buscado por todo el maldito castillo! ¡¿Qué pensabas cuándo decidiste pasear por ahí en medio de una guerra!

Astoria lo miró con los ojos abiertos y él pensó que una vez más había metido la pata, asustándola con su actitud machista y egoísta.

Pero estaba equivocado, no lo miraba así porque estuviera asustada.

Todo lo contrario.

-¿Estabas buscándome?- susurró con voz quedita, y no precisamente porque estuvieran corriendo y evitando hechizos. Él gruñó en respuesta.

-Eres mi prometida, es lo mínimo que debo hacer ¿no?

Draco jamás quiso luchar por la varita en la Sala con Potter. Simplemente forcejeó lo suficiente para que Goyle -que había logrado alcanzarlo- no sospechase que lo que en realidad él deseaba, era que todo finalizara de una buena vez.

Potter lo miró como si estuviese loco y él se limitó a gruñir un "Más te vale que la utilices bien, y acabes con ése loco"

Al día siguiente, entre los tumultos de muertos y heridos, agolpado en la enfermería, en una camilla improvisada con colchonetas, Draco descansaba de la batalla, satisfecho al saber que al fin el cararajada había hecho algo productivo con su maldita existencia, y que las heridas de su cuerpo sanarían y sólo quedaría el rastro de una época que el Mundo Mágico estaba dispuesta a enterrar en el más profundo de los agujeros.

Pero, para su desgracia, cuando el chillido de Astoria -que se encontraba a su lado con sólo algunos rasguños a cortesía de él- lo despertó de su feliz letargo, dos pares de manos lo sujetaron de los brazos, llevándoselo de allí, lastimando sus heridas aún abiertas.

-¿Qué carajo…?- gritó pero entonces todo se volvió negro.

Despertó con un agudo dolor de cabezas y las punzadas en sus heridas ardiéndole terriblemente. Estaba en un lugar húmedo y frío, el aire rasguñaba sus pulmones como cuchillos, y no podía ver bien.

Intentó hablar pero su garganta resopló con una dolorosa tos.

-El muchacho despertó.- dijo una voz que parecía amable, y la reconoció poco después como la de su antiguo profesor de Defensa, Lupin.

-¡Qué bien!- gruñó otra no muy contenta.- Temía que tuviéramos que utilizar un cruciatus.

-¿Qué demonios…?- dijo Draco con voz rasposa siendo interrumpido por un hombre viejo y canoso que se le hacía familiar, pero no recordaba quién era con exactitud.

-¡Cuida tus palabras muchacho! Tendrás que confesar ahora, qué tanto tú y tu familia estaban involucrados con Voldemort.- pegó una risotada.- Pero no creo que les sirva de mucho de todas formas, ya grabamos sus nombres en las celdas.

-¿Qué?- se espantó el muchacho.-¡Pero yo no hice nada! ¡Mis padres…! ¡El señor Tenebroso los amenazó a muerte y…!

-Eso fue lo que dijo tu padre la última vez.- gruñó el hombre del que Draco no podía recordar la identidad.

-¡Pero es cierto!- tosió.

-Ya lo veremos.

….

Astoria miraba a todos lados, asustada. Narcisa había sido absuelta de todo cargo, ni siquiera la habían cuestionado, pero no le permitían saber nada de su hijo y esposo.

Llevaban días esperando la fecha del juicio, pero todavía no la definían.

Astoria había sido trasladada a Malfoy Manor, pues era conveniente que el Ministerio creyese que la boda era real, y no por conveniencia.

Estaba en un cuarto frío y tenebroso, todo era verde, negro y plateado, jamás había sentido tanto terror en su vida.

Había visto cómo lo arrancaban de la camilla y le golpeaban en la cabeza dejándolo inconsciente, y ella no había podido hacer nada al respecto, no le dio tiempo ni siquiera para pedir ayuda.

Recordaba el terror en la mirada del rubio justo antes de desmayarse, sus ojos grises profundos que más de una vez le habían causado pesadillas y dolor, sembró en ella un extraño temblor, cuando la miraron por última vez.

No podía entender su angustia sabiendo que lo odiaba con toda su alma.

No…Pensó. No podría odiarlo… no después de cómo buscó por todo el castillo hasta encontrarla, no después de ésa pregunta de la cual todavía no encontraba significado.

Se recostó en la cama, hundiéndose entre ése mar de almohadas, no entendía porqué eran tantas y dejó caer algunas lágrimas sin saber muy bien porque.

Lloró gran parte de la noche, tal vez, todo aquello que se había acumulado en su pecho, todo de lo que nunca se quejó y lo que tuvo que pasar se desencadenaba en un triste llanto, lástima que no hubiera testigos que la consolaran.

Lástima que deseara que él, fuese su único testigo.

Se supone que debí haberla subido ayer, pero no me ha dado tiempo, si se portan bien, prometo montar la segunda parte en unas horas depende de los comentarios ;)

Así que undan el botoncito :DD los quiero chicos.

Rosie.