Luna salió apresurada de la clase de Pociones con tantos libros en las manos que apenas lograba mantener el equilibrio.

-¡Luna recuerda que por la tarde tenemos que ir a la biblioteca! -exclamó Hermione saludándola con la mano sonriente.

-¡Si, nos vemos allí! -contestó volteando.

Cuando volvió a mirar hacia delante se tropezó con alguien y cayó al suelo con todos los libros que terminaron desparramándose en el suelo y sobre ella.

-Me pregunto a donde vas con tanta prisa -escuchó esa voz que le sonaba conocida de alguna parte.

Luna levantó la mirada y vio a ese chico que era hermano de Ron, Fred... no lo conocía muy bien, pero saber que era amigo de Harry Potter le bastaba para saber que era amigo.

El chico le sonreía de una manera simpática, también se había caído y estaba frotándose la frente. Luna al darse cuenta de que lo había lastimado acercó una mano a su frente y observó su herida.

-¡Lo siento mucho! -se lamentó preocupada.

-Estoy bien -dijo riendo.

-¡Estás sangrando! ¡Lo siento, soy tan torpe...!

Rápidamente Luna sacó un pañuelo de su bolsillo y le limpió la sangre a Fred.

El chico dejó de sonreír al sentir a Luna tan cerca... nunca la había visto así, nunca le había hablado, precisamente por eso, nunca se había dado de lo bonita que era, tenía unos ojos claros realmente brillantes...

-¿Estás bien? -preguntó Luna al terminar de limpiarle la herida.

-¿Qué? -Fred despertó a la realidad.

-Si estás bien...

-Estoy genial -dijo el con una gran sonrisa.

Luna le sonrió. Luego, apresurada comenzó a juntar todos los libros. Fred la ayudó, y sin poder evitar su curiosidad preguntó:

-¿Por qué la prisa?

Luna lo miró y sonrió.

-Van a florecer las plantas mágicas que planté hace un mes -dijo emocionada.

Fred sonrió. Esa chica era tan extraña como todos decían, pero eso le pareció fantástico.

-Hice un experimento, a las semillas las bañé en una mezcla de pociones y las planté, quiero ver que sale... -explicó rápidamente.

-Wow, ahora yo también siento curiosidad por ver que sale... -admitió Fred con una sonrisa.

Los ojos de Luna brillaron.

-¡Entonces ven conmigo! ¡Pero debemos apresurarnos! -exclamó y le tomó de la mano, sorprendiéndolo y guiándolo escaleras abajo.

Fred bajaba las escaleras lo mas rápido posible con libros en mano, ya que Luna le tiraba de la mano con fuerza, pero parecía acostumbrada a llevar peso y correr, algo a lo que Fred le faltaba práctica.

Los bucles rubios de su nueva amiga rebotaban cada vez que bajaba un escalón, y en ningún momento perdió su sonrisa, algo que a Fred le pareció de lo mas adorable.

Salieron al jardín, y Luna lo guió casi hasta meterse al bosque proibido. Allí no había nadie, solo se escuchaba el sonido de las hojas y el canto de los pajaros.

Cuando se detuvieron, Fred estaba respirando aceleradamente, la corrida lo había dejado exhausto, miró a su compañera, pero ella seguía en el mismo estado de siempre.

Luna miró a su nuevo amigo con picardía y le señaló las flores de su experimento, que habían comenzado ya a moverse inquietas.

Fred se sentó en el césped sin poder apartar la mirada de aquellas flores.

Luna lo imitó y juntos esperaron a que florecieran.

-Me encantan los experimentos -dijo el, mirando asombrado como las flores se movían de un lado para el otro intentando abrir sus capullos.

-Es genial apreciar esto con alguien, a la mayoría le da miedo -dijo Luna encogiéndose de hombros.

Las flores comenzaron a hacer un sonido chillón, y sus pétalos comenzaron a abrirse. Luna y Fred miraron con atención.

Las flores eran de un color rosado extraño, y lo mas curioso de todo era que cada una tenían dos ojos que miraban todo a su alrededor y una nariz gigante.

Fred acercó un dedo a una de las flores, pero Luna lo detuvo.

-Son peligrosas aunque no lo parezcan -dijo sonriente.

-Nunca había visto algo así...

Fred tomó una ramita y la acercó a una de las flores. La flor lo miró con ojos tranquilos, pero luego aspiró y la ramita fue aspirada por la nariz, desapareciendo dentro de ella.

Fred abrió mucho los ojos.

-¡Es genial! -exclamó sorprendido.

-Me pregunto que sucedería si hubiera aspirado tu dedo, probablemente se quedaría atascado para siempre si no encuentran el hechizo correcto -comentó Luna.

Fred rió.

-¡Por favor necesito saber como lo hiciste! Mi hermano y yo queremos abrir una tienda que contenga este tipo de cosas -le explicó el chico.

Luna lo miró emocionada.

-¿En serio? Creí que a nadie le interesaría algo así.

-Si, podemos hacer un acuerdo y por cada flor que vendamos te damos un porcentaje.

-¿Pero para qué querría la gente estas cosas?

-Para hacer bromas, ¿no sería divertido que alguien acercara un dedo y...?

Luna río.

-Sería algo excelente para dejar en el despacho de Filch.

-Es tan tonto que seguramente caerá.

Fred miró a Luna en silencio. Nunca hubiera pensado que esa chica distraída y de cabello rubio despeinado fuera brillante para inventar cosas.

-¿Entonces me harás una lista con los ingredientes?

Luna asintió.

-Mañana te la alcanzo a la hora del almuerzo.

Fred miró su reloj, ya casi era la hora de la práctica de Quidditch. Le hubiera encantado quedarse mas.

-Tengo que irme...

-Yo me quedaré, a pesar de que son flores extrañas necesitan cuidado como las demás -dijo Luna.

-Bueno... nos vemos... luego...

Fred se levantó del césped, y se dirigió hacia la cancha, pero antes de alejarse del todo, volteó y miró por última vez a Luna. No pudo evitar pensar que se veía bonita entre las flores.