Disclaimer: Dragon Ball Z y sus personajes pertenecen a Akira Toriyama.
¡Hola! antes que todo quiero agradecer muchísimo a la página de facebook "Fanfics de Gohan y Videl en español" por el primer lugar a "Sombras en la Niebla". Créanme que hacer calzar mi historia en sólo 10,000 palabras me fue un trabajo arduo pero que valió totalmente la pena :D ¡Muchas gracias de verdad!
Pasando ahora a este fic-secuela debo decir que es IMPRESCINDIBLE que hayas leído "Sombras en la Niebla" antes de proseguir, sino no entenderás de qué va la historia. Corta ahora mismo la lectura si ese es tu caso ;)
Dicho esto comentaré lo siguiente:
La verdad escribir ese trágico final en "Sombras en la Niebla" me dolió. Realmente me puse en la piel de Gohan y perder así a la mujer que amas cuando pudiste salvarla debe ser simplemente desolador. Cuando escribo siempre me emociono y cuando tengo que dejar un final triste, aunque no lo crean, también me duele. Pero mi dolor como autor no significa que cambie un final por ello, pues sigue siendo horror y en este género me gusta que los finales vayan de acuerdo con la temática. Pero también creo que quienes leyeron el fic merecen saber que pasó con Videl y no quedarse con la duda. Así que como aperitivo dejo este prólogo, abordando que sucedió con Gohan tras esa trágica noche.
La Sombra
Prólogo: Suicidio
El suelo del jardín —que ni siquiera merecía llamarse de esa manera— estaba invadido de hojarasca, característica propia de la estación que propiciaba aquello. Los sarmientos de las secas enredaderas cubrían la fachada del hogar como una tupida malla grisácea. El descuido era la consigna de aquella casa sumida en las redes del total abandono.
Acariciado por la brisa de la noche, Gohan llora al alero de la selenita luz que se cuela entre los resquicios de una espesa niebla. Una niebla que le recordaba, como una maligna tortura, lo que había sucedido esa fatídica noche en que perdió a su amada. Llora. Llora un río, un lago y un océano. ¿Cuantos años la ha buscado? ¿Cuantos lleva buscando sin encontrarla? ¿Cuantos lleva llorando sin cesar?
Ya había perdido completamente la esperanza de hallarla. Por ello la opción del suicidio acudía un sinfín de veces a su mente. De hecho, todas las noches pensaba en ello. Por lo mismo, se había comprado una pistola para volarse el encéfalo. El arma yacía guardada en una bella cajita de madera que ella le había regalado para su cumpleaños número diecinueve. Un bajorrelieve estaba dulcemente esbozado en la tapa: se trataba de un ángel. Coloridos matices celestes cobijaban sus ropajes y un elegante color níveo hacía lo mismo con sus bellas alas. Era un regalo que ella misma se había dado la labor de hacer con todo el cariño del mundo para quien tanto amaba.
"Quiero regalarte esto amor, lo hice yo misma. Le dibujé un ángel porque eso eres tú para mí: un ángel"
Varias lágrimas ruedan por sus mejillas; otras tantas se acumulan en los ojos volviendo borrosa su vista. Recordaba, como si hubiera sucedido ayer mismo, la gran y tierna sonrisa que ella tenía cuando le dio ese regalo tan hermoso.
Profundos suspiros emanan uno tras otro. En cada uno de ellos parecía que los mismísimos pulmones saldrían a través de su nariz. Y lo peor de todo es que si así fuera no le habría importado en lo más mínimo. Se veía incapaz de seguir lidiando con el enorme dolor que azotaba su alma.
Se pone de pie después de haber estado horas en la silla del amplio jardín. Ni siquiera se había dado cuenta que la noche había caído ya. Lo único que Gohan conocía desde aquella fatal noche en que perdió a su amada era desgracia y desesperación.
Va a su cuarto por el obsequio que tanto atesora. Sin embargo, no es sólo por el regalo por lo cual camina, sino también por lo que alberga su interior: la pistola. Específicamente una Beretta. E inexorable realidad era que representaba mucho más que una pistola... significaba una tentación. Una que la muerte le ofrecía cada día y cada noche para llevarlo a su sombría vera.
Todas las noches pensaba en ello. Pero las noches con niebla, como la de ahora, eran las peores. Hacía que todos los recuerdos volvieran vívidos, como si los experimentara nuevamente, tan palpitantes como un corazón a pecho abierto...
La misma tragedia, la misma muerte, el mismo arrepentimiento.
Si hubiera ido por Videl ahora estaría viva. Si hubiera ido por ella su padre no estaría llorando cada día como él también lo hacía. Si lo hubiera hecho no sentiría el feroz arrepentimiento que quemaba su pecho en ardientes brasas infernales.
Había salvado a dos niñas. Ese era su consuelo. Pero a ellas no las conocía... ¡A ellas no las amaba! Realmente no eran nada en su vida. Por más egoísta que sonara, esa era la cruda y dura verdad.
Ellas no significaban nada para él... en cambio Videl lo significaba todo...
Vuelve al descuidado jardín con la cajita entre sus manos. Una vez allí, observa el otro objeto que guardaba su interior: una fotografía de Videl sonriendo. Lleva las yemas de sus dedos a la imagen y se da todo el tiempo del mundo para darle cariño. Se lo da puesto que sabe que será la última vez que lo hará...
Termina de acariciar la última conexión que lo ata a la vida todavía. Coge la pistola con su mano derecha, quita el seguro y coloca el cañón en su cabeza. No tiembla como las primeras veces que lo hizo, hace tanto tiempo atrás. Ya no hay nervios, no hay tensión. Es más, al pensar en perder la vida lo que siente es alivio. Sí, alivio lo invadía cada vez que lo hacía. Por eso necesitaba jalar ese gatillo de una vez por todas. Quería escapar del dolor que lo acosa; ese dolor tortuoso, nefasto y castigador.
¿Sería hoy la noche en que se mataría?
¿Sería hoy la noche en que finalmente abandonaría la búsqueda de quien tanto ama?
Cierra los ojos para no ver la maldita niebla y su alma sumida en la tristeza comienza un soliloquio; mitad mental, mitad vocal.
"Preferiste salvar a esas niñas en vez de a tu novia. Si la amabas, ¿por qué lo hiciste?"
Su semblante murió inmediatamente con aquella pregunta.
—No lo sé.
"¿Por qué?"
—Porque era lo que tenía que hacer... era lo correcto. Esas niñas habrían muerto si no las ayudaba. Tenían toda una vida por delante.
"Videl también la tenía..."
Más lágrimas calcinan su mejillas. Tantas habían descendido que poco a poco comenzaban a formar un pequeño charco a sus pies.
"¿Qué sentido tuvo salvar a un par de niñas que ni siquiera conocías? ¿Qué sentido tiene vivir sin que la persona que amas esté a tu lado? ¿Qué maldito sentido tiene hacer lo correcto si pierdes lo que más amas por ello? Mejor era ser egoísta, debiste ir por la mujer que amabas. A ella la conocías, a ella siempre prometiste cuidarla y protegerla. Y no lo hiciste... ¡No lo hiciste! ¡La abandonaste en el momento en que ella más te necesitaba!"
Esa era la verdad que dictaba su conciencia. Toda la vida Gohan se arrepentiría de ello. Toda la vida sufriría por la decisión que tomó. No importa cuantas veces se consolara pensando en que salvó dos niñas. Su corazón siempre se encargaría de susurrarle, hasta el fin de sus días, que debió salvarla a ella...
¡A ella!
Si tan sólo hubiera hecho lo que debía, ahora Videl estaría junto a él. Tendrían hijos que cuidar y amar. La familia que ambos siempre desearon tener. Pero ahora, en cambio, sólo quedaban reminiscencias de un alma completamente mutilada por el dolor.
"Estar muerto debe ser glorioso. Hay cosas mucho peores que la muerte". Todos los malditos días de su vida recordaba esa frase, pues sabía esa verdad mejor que nadie. Vivía en carne propia como la aflicción lo calcinaba por la culpa de no haberla salvado. Un terrible pesar que era mucho peor que la muerte que tanto ansiaba. Por eso necesitaba liberarse de tal sufrir.
Su índice se pliega al gatillo, dispuesto a pulsarlo. Ni siquiera siente un poco de temor. El miedo a la muerte, que se supone todo ser vivo debe tener, no lo ataca en lo más mínimo. El instinto de supervivencia que viene implantado en la genética se borra. Ni siquiera ella es capaz de doblegar la voluntad de un alma torturada por el más devastador de los sufrimientos.
Está a un tris de jalar ese gatillo y esparcir sus sesos por el suelo. Realmente lo está. Sin embargo, todavía hay una cosa que se lo impide. Sus orbes azabaches se clavan en algo que le susurra que no debe hacerlo. Es eso lo que le prohíbe apretar el maldito gatillo: la foto de Videl sonriendo.
La esperanza de encontrarla no podía extinguirse. Ruega que la llama de esa esperanza no se termine apagando.
Suicidarse era perder la batalla. Suicidarse era rendirse. Suicidarse era abandonarla. Y no quería hacerlo. No lo quería. Pero el dolor era tan grande, tan ardiente e infernal, que hacía pedazos su alma, ¡la devoraba hasta el último rincón! Ya no aguantaba más. Dolía demasiado su corazón. Dolía demasiado su espíritu.
Da un respiro que más pareció un estertor; está agobiado por tantos sentires de pesar y sufrimiento.
Cada vez que intentaba suicidarse llevaba la fotografía de su amada también. Era la única razón para no pulsar el gatillo que siempre intentaba hechizarlo. Necesitaba recordar que Videl nunca hubiese querido tal destino para él.
¡Pero demonios, cuanto la extraña! ¡No soporta más el lacerante dolor y la maldita culpa! ¡De verdad ya no podía aguantar más!
Cae de rodillas, las lágrimas escurriendo sin cesar. Finalmente, para su pesar, deja la pistola a un lado. Hoy no sería el día en que dispararía. No mientras ella lo mirara a través de esa fotografía. Pero de algo tenía la más absoluta certeza: muy pronto nada evitaría pulsar ese gatillo y borrar su inconmensurable dolor para siempre.
Muy pronto se aseguraría que la fotografía de ella no estuviera allí presente para evitarlo...
La pistola, más temprano que tarde, terminaría detonando su cabeza. Porque la extraña demasiado. Porque le sigue rogando perdón. Porque la culpa lo castiga de manera inhumana, clavándole sus voraces garras. Porque, a pesar de los años, la sigue amando como el primer día...
