Huyendo del Destino.
La primera vez que lo vio, Karin tenía dieciocho.
Sabía que en algún momento tendría que encontrarlo, pero no pudo dejar de sorprenderse al encontrar finalmente a la persona al otro extremo de aquel lazo.
El hombre al que estaba atada por medio del hilo rojo del destino.
Había estado advertida por sus padres desde pequeña del significado de ese hilo atado a su meñique, ellos mismos tenían uno que los enlazaba. Su hermano mayor también tenía uno, y ya había encontrado a la mujer a la que estaba destinado, con quien ahora vivía felizmente casado en Tokio. Yuzu también había encontrado a Jinta a los dieciséis en su preparatoria, y ella era la única que faltaba.
Sin embargo, sus padres también le habían advertido que, a pesar de que el destino les señalaba el camino correcto, siempre ponía piedras en dicho camino.
Las cosas no eran fáciles cuando se trataba del hilo rojo del destino.
Y eso lo comprobó al ver al hombre al que supuestamente estaba destinada de la mano con otra mujer.
Él miraba a la mujer con evidente cariño, y, antes de que pudiera verla, Karin huyó de aquel lugar, lejos de él, lejos de su destino.
Aunque sabía que era inútil.
Al contarle a su familia, la habían reprendido por su cobardía, recordándole que no importaba lo que hiciera o cuantas novias tuviera el tipo, ya estaban destinados.
Y no podían escapar.
Claro que las cosas no debían forzarse, pero todas las historias de su familia habían acabado igual.
El hilo había ganado.
Que bipolar era el destino.
Primero te enlazaba a alguien y luego ponía mil obstáculos.
En el caso de sus padres, sus familias los querían separar, a pesar de que sabían de lo que los unía, quisieron retar al destino.
Pero no pudieron.
Sus padres no tardaron en enamorarse y pronto se fugaron para vivir juntos en la tranquila Karakura.
En el caso de su hermano y la mujer de este, ambos se creyeron que podían retar al destino.
Huyeron el uno del otro por meses, hasta que en el mínimo momento de descuido les vieron la cara de tontos y se enamoraron.
Claro que tardaron en reconocerlo y más en hacer al otro consciente de esto.
Pero el punto es que el destino había vuelto a ganar.
Yuzu y Jinta fueron un caso excepcional.
Nada les impidió enamorarse y juntarse, pero una vez novios, mil cosas trataron de separarlos.
Pero de nuevo, el destino ganó, seguían juntos hasta la fecha.
Karin nunca había estado muy emocionada respecto a conocer al amor de su vida.
Solo había deseado que se tardara lo más posible en aparecer para así pudiera tener su vida tranquila todo lo que se pueda.
Pero no, el bastardo iba y aparecía a sus dieciocho años, cuando acababa de empezar la universidad.
¡Y para colmo con otra mujer!
¿Por qué el estúpido destino la odiaba tanto?
Sabía que el tipo también podía ver el hilo rojo desde nacimiento, después de todo siempre fue así, al menos que ellos supieran.
La familia Kurosaki podía ver los hilos rojos del destino, y también sus respectivas almas gemelas.
Por lo tanto, la segunda vez que lo vio, solo un mes después, no se sorprendió cuando él la miró con los ojos abiertos como platos al notar su unión, volviendo su mirada de ella al hilo repetidas veces.
Su novia estaba ahí con él, viéndose ahora mucho más pegada a él que la vez anterior.
La Kurosaki no pudo evitar sorprenderse un poco cuando el chico ignoró por completo a la chica para cruzar hasta su lado del parque donde ella estaba sentada en una banca tratando de estudiar para los exámenes de universidad.
Solo ahí la morena se fijó en él realmente, como si lo viera por primera vez, notando su alborotado y extraño cabello blanco y sus aún más raros ojos turquesas que posaban en ella su mirada ansiosa.
Y, maldición, el tipo era guapo.
-¿Puedes ver el hilo?- fue lo primero que le preguntó él entre jadeos sentándose en el otro extremo de la banca.
Ella solo asintió secamente, fingiendo que no le perturbaba su presencia ni como la recorría con la mirada descaradamente.
Sus ojos oscuros, en vez de mirarlo a él, fueron directo a su novia, quien zapateaba en su lugar mirando molesta la escena, con los brazos cruzados pero sin hacer nada.
En su lugar, Karin ya estaría arrastrando al tipo de la oreja.
-¿Es tu novia?- señaló con un sutil movimiento de cabeza a la mujer a varios metros.
El albino suspiró con pesar.
-Lo es.- confirmó con tono monótono.
Lo miró con odio.
-¿Entonces qué mierda quieres?- no trato de ocultar el veneno en su voz.
Los ojos turquesa del desconocido (porque eso era), se ampliaron levemente.
-¿No te parece que esto es motivo suficiente para por lo menos una conversación?- contestó con una pregunta, alzando la mano en la que estaba el hilo enlazado al dedo más pequeño.
-No. Piérdete.- rechazó levantándose de la banca con toda la intención de largarse.
Pero él la tomó de la muñeca.
-Amo a mi novia.- aseguró el chico.
-¿Y qué? ¿Quieres un premio?- se zafó de su agarre y cruzó los brazos sobre el pecho, fingiendo que sus palabras no la afectaban.
Él parecía algo aturdido.
-¿No vas a… tratar de forzar esto?...- entrecerró los ojos.
-Ni que estuvieras tan bueno.- bufó con su típico sarcasmo.
Aunque, eso no era del todo cierto. El tipo ciertamente estaba algo más que bueno.
Una blanquecina ceja se alzó, pero no parecía muy ofendido.
-Mira, este no es precisamente el lugar adecuado.- miró de reojo a su pareja. –Pero tengo algunas cosas que me gustaría hablar contigo, unas cosas que dejar en claro.- su mirada era muy seria y su tono grave y frío.
Karin juntó sus libros mientras lo miraba con una ceja en alto.
-¿Lo que quieres es que nos veamos para hablar a solas, lejos de tu novia?- el tipo ya no le agradaba.
¿Es que el hilo no le pudo elegir un alma gemela menos odiable?
-Yo no lo diría de aquel modo.- hizo una mueca. Ella tampoco parecía caerle bien. –Pero si pudiéramos vernos aquí mañana a esta hora te lo agradecería.-
Tenía que admitir que le daba curiosidad lo que el tipo odiable podría querer, aunque ya se hacía una idea.
-De acuerdo, de todas maneras siempre vengo a este lugar.- sin más se fue, dejándolo con la palabra en la boca.
Se la pasó el resto del día enojada con el estúpido hilo, y francamente decepcionada.
¿Por qué, de todos en su familia, ella tenía que ser la pobre idiota que encontró a su alma gemela ya enamorado de otra?
¿No tenían una manera más cruel para decirle que era su menos favorita?
Lo peor, es que sabía que se iba a enamorar de él, y él de ella.
Pero eso no quería decir que tenían que acabar necesariamente juntos.
El destino no siempre gozaba de acabar las cosas en un "y vivieron felices para siempre".
Era la familia de su madre la que les había heredado la habilidad de ver el hilo rojo del destino, y ella les había advertido por experiencia de sus familiares que las cosas no siempre acababan bien.
A veces, los portadores del hilo eran demasiado estúpidos o tercos y luchaban tanto contra el destino que acababan ganando, y, por consecuencia, viviendo miserables por el resto de sus vidas, porque pudieron haberse salido con la suya en no juntarse, pero el destino ganó asegurándose siempre de enamorarlos.
Podían ignorar los empujones y las ayudas del destino para guiarlos uno hacia el otro, pero, como ya era un hecho bien sabido:
El destino siempre ganaba.
Karin consideraba al destino una niña caprichosa, que le gustaba jugar con la vida de la gente, en especial con aquellos que podían ver el hilo, y si trataban de ignorarla, esa niña berrinchuda los castigaría dejándolos enamorados y separados, ya sin ayudarlos a juntarse pero con todos los sentimientos anclados en sus corazones, restregándoles en la cara que perdieron la oportunidad que ella tan generosamente les ofreció.
A esa niña tampoco le gustaba poner las cosas fáciles, incluso los que acababan juntos, era con muchos obstáculos y dificultades superadas detrás.
También a esa niña no le gustaba que hicieran las cosas por ella, si trataban de forzar las cosas, la niña se encargaba de que todo saliera mal, y luego, cuando aquellos que habían esperado tener una vida feliz se odiaran a muerte y creyeran que el hilo estaba mal, la niña complacida empezaría sus jugadas para enamorarlos y, dependiendo como vayan las cosas y lo estúpido que sean los enlazados, vería si los hacia terminar juntos o no.
Pero, cuando la morena le preguntó a su madre, descubrió que nunca se dio un caso en el que los enlazados tuvieran otra pareja.
Tendían a encontrarse a edades tempranas, recién saliendo de la adolescencia o en plena dicha etapa.
Y claro, ¿quién sería tan estúpido para juntarse con otra persona pudiendo ver que no era a quien estaba destinado?
Solo el idiota que le tocó a ella.
Lo odiaba. Odiaba a ese hilo y odiaba al destino.
Cuando se reunió con él al día siguiente, fueron a una cafetería cercana y pidieron un café, poniéndose cómodos para la plática incomoda.
-¿Qué sabes acerca de esto?- rompió el silencio él una vez les trajeron sus cafés, apuntando su mano.
"Más que tú."
-¿Qué es lo que sabes tú?- sorbió de su bebida esperando parecer tranquila.
Toda una vida rodeada de parejas felices que le prometían el mismo destino alegre y se encuentra con que el bastardo tiene novia.
-Sé que se supone que esta cosa me une a una persona a la que estoy destinado a conocer y amar.- murmuró con cautela. –Por lo general, es algo que se atribuye más a los amantes.- hizo una mueca.
-Vaya, se nota que estás bien informado.- rodó los ojos. -¿Qué más sabes?- obviamente no todo lo que ella sabía.
-Sé que una vez que nos conozcamos no podremos evitar encontrarnos muchas veces más hasta que cumplamos con lo que el destino tiene preparado.- eso era una manera de decirlo, pensó la morena resignada. –Sé que pocos han podido escapar de él. El destino.-
Nadie había escapado, no en realidad, que no lo dijeran era otra cosa, pues Karin sabía muy bien que aquella niña caprichosa que era el destino siempre buscaba la forma de ganar.
-Me imaginó que tú quieres formar parte de esos pocos que escapan ¿no?- o más bien dicho los que viven infelices de por vida.
-Exacto. Porque yo ya tengo a alguien a quien amó.- dijo frío.
"Claro, y yo puedo pudrirme, ¿no?"
Bufó, pensando que sería mejor seguirle el juego al pelo-raro hasta que se diera cuenta de que no podían escapar y se resignara, como ella, que solo esperaba que a la niña caprichosa no se le diera por ser aún más dura de lo que ya estaba siendo con ella.
¿Qué más podía hacer?
No había forma de escapar del destino, ya estaba comprobado por generaciones de la familia de su madre.
-¿Qué propones entonces, listillo?- tomó más de su café.
Ahí estaba de nuevo, esa mirada extrañada, como si no comprendiera ninguna de sus acciones.
-Eh…- tartamudeó antes de carraspear para recuperar la compostura. –Tengo una proposición que hacerte.-
-Escupe.- bebió de golpe su café, preparándose para la serie de tonterías que seguro escucharía.
-Primero que nada, quiero saber qué esperas de mí.- preguntó cautelosamente.
Ella meditó que responder.
¿Qué esperaba realmente de él?
Todo lo que siempre había esperado era que no apareciera hasta dentro de muchos, pero muchos años.
Ahora ya había aparecido, lo tenía frente a ella.
¿Qué esperaba?
Definitivamente no eso.
Nunca se había imaginado su encuentro, nunca había imaginado como se darían las cosas, después de todo, la niña berrinchuda era impredecible, quién sabe si realmente los quería ver felices, si en realidad el que pudieran ver el hilo era una bendición.
A Karin le parecía una maldición.
-Seré sincera…- comenzó a hablar ahora siendo ella la cautelosa. –Ciertamente no esperaba "esto".- suspiró. –Pero tampoco esperaba nada en específico.- lo miró seriamente. –No te conozco, y no me importas.- fue directa sin importarle sonar cruel. -Me da igual tu vida como la de cualquier desconocido.- él no se inmutó en absoluto, lo cual hizo que le cayera un poco mejor. Solo un poco.
-Para mí es lo mismo.- asintió concordante.
-Sin embargo, "esto", como lo llamas tú.- apuntó al hilo. –Nos hará cambiar de opinión. Créeme, lo he visto antes. Y yo tampoco estoy feliz con eso.- refunfuñó.
La miró con obvia frustración.
-¿Acaso es imposible?- murmuró en voz baja, viéndose por primera vez… vulnerable. -¿No hay forma de evitarlo?- la miró con toda la esperanza brillando en sus ojos tan extraños, bonitos incluso.
Y Karin, muy en contra de su voluntad y aceptándolo solo a regañadientes, sintió algo de "simpatía" por él.
-Oye…- suavizó algo el tono. –Mira… se podría decir que soy algo así como una experta en el tema.- en realidad, su madre lo era, pero ella le había sacado mucha información. –Y nunca se dio un caso como este antes, por lo que tengo entendido… Tal vez… tal vez exista una forma…- los ojos de él la miraron ilusionados. Eran ojos hermosos. Apartó la mirada. –Dime, ¿cuál era tu proposición?- inquirió bruscamente de pronto. –Te ayudare en lo que pueda.- accedió de nuevo en tono seco.
Su mirada volvió a ser de hielo.
-Gracias.- agradeció en tono suave aunque su mirada era helada. –Yo quiero evitar a toda costa que esto cumpla su propósito.- a estas alturas, ya sabía que por "esto" hablaba del hilo. –No me importa lo que este hilo diga. Yo amo a mi novia y quiero estar con ella. No es que haya algo malo contigo, pero no te conozco, solo para aclarar.- agregó rápidamente.
A la morena le pareció ver un tenue sonrojo, pero lo atribuyó a su imaginación.
-Entiendo.- asintió. –Para mí es lo mismo.- suspiró. –Escucha, lo que hay que hacer es NO enamorarnos. Y puede que ahora te parezca fácil, pero si tenemos este hilo es por algo, y quiere decir que es posible.- lo miró seriamente.
-¿Qué hacemos entonces?- se pasó las manos por el blanco cabello.
-No hay que darnos oportunidad.-declaró. –Si le damos la más mínima oportunidad al destino, nos hará caer. Incluso estar hablando ahora es peligroso.- advirtió, apartando la mirada.
Pudo notar que él hizo lo mismo.
-¿Qué hacemos entonces?- repitió con más énfasis.
-Sin duda nos vamos a volver a encontrar… cuando eso pasé... Evitemos mirarnos. Habló en serio, no mires, no mires por nada en el mundo.- mandó con voz grabe. –Esta será la última vez que hablemos. Tratemos de evitar estar cerca. Si estamos en una situación comprometida como una fila o compartir asiento… finjamos que el otro no existe o si podemos vayamos a otro lugar.- sus ojos se conectaron por un momento, brillando con determinación antes de volver a apartar la mirada. -¿Te quedó claro?-
-Como el agua.-
Esas fueron las últimas palabras que intercambiaron, y ambos lo sabían.
No se dijeron sus nombres, ni dieron cualquier otro dato, era peligroso.
La de ojos oscuros tuvo que contarle a su familia y, como había esperado, fue fuertemente regañada.
-¿Qué querían que hiciera?- gruñó a la defensiva. –Él realmente ama a su novia.-
Su madre negó reprobatoriamente.
-Cariño…- habló firmemente pero sin perder esa dulzura que la caracterizaba. –Será inútil. No pueden escapar, lo sabes.-
Lo sabía.
Pero él se veía tan… desesperado.
-Por lo menos déjame intentarlo. No es por mí, es por él.- suspiró con pesar.
Su familia, resignada, asintió.
-Pero te recuerdo, Karin.- habló su padre. –Que esa novia de él también debe tener a su alma gemela en alguna parte. Y ese chico puede ver los hilos, no creo que le agrade saber quién es el alma gemela de la chica que tanto ama.- comentó algo burlón.
No parecía creer en serio que fuera posible que amara a esa otra mujer.
Pero la morena no lo dudaba.
¿Qué sabía ella del amor, de todos modos?
Se supone que el albino debía enseñarle eso, pero si su corazón tenía dueña, lo aceptaba.
La próxima vez que lo cruzó fue de caminó a su universidad, él iba un par de pasos por delante, así que ella ralentizó el paso y rezó para que no notara su presencia, mientras Yuzu, quien iba a su lado, rodaba los ojos pero le seguía el juego.
Mantuvo la mirada baja, procurando no mirarlo aun cuando estaba de espaldas.
Pero, debido a que ella no estaba mirando, no notó que él se detuvo a hablar por teléfono, y no pudo hacer nada cuando chocó contra su amplia espalda, cayendo de bruces al suelo.
-¡Karin-chan!- gritó Yuzu preocupada ayudándola a ponerse en pie.
Pero ella apenas notó eso, estaba más ocupada compartiendo una mirada aterrorizada con el de ojos turquesa.
Tonta Yuzu.
Él ya sabía su nombre.
Gruñendo, tomó la muñeca de su gemela y comenzó a arrastrarla a paso apresurado alejándose del chico.
-Vaya lío en el que me has metido, Yuzu.- riñó fulminando a la susodicha con la mirada.
La castaña la miró confundida, luego, notó el hilo que la unía al tipo odiable.
-¡KYA!- pegó un gritó que Karin estaba segura el albino escuchó, pero aun así no volteó a verlo. -¡Karin-chan tu chico es muy guapo!-
-¡Él no es mi chico y ya te explique porque!- chilló sin poder evitar sonrojarse.
Su hermana rodó los ojos en esa misma actitud de su padre, como si creyera que retrasaba lo inevitable.
Y tal vez ambos tuvieran razón.
Pero debía internarlo.
No por ella, sino por él.
La próxima vez que lo encontró, sin embargo, la morena solo pudo maldecir a la niña berrinchuda por sus sucias jugadas.
Encerrarlos solos en un ascensor definitivamente era trampa.
La Kurosaki había visitado aquel edificio porque tenía que hacer una tarea en conjunto con una compañera.
Grande fue su sorpresa al entrar al ascensor y toparse con aquellos hermosos ojos turquesa mirándola profundamente.
Fue tanto el shock que, cuando finalmente reaccionó y dio la vuelta para irse, las puertas se cerraron en sus narices.
No se animó a dar la vuelta y solo se quedó ahí parada, dándole la espalda con el cuerpo completamente tenso.
Pero la caprichosa niña destino hizo su primera jugada directa sobre ellos, haciendo al ascensor parar de golpe con una sacudida que la hizo tambalearse hasta voltear quedando cara a cara con él.
Luego, dio otra sacudida al volver a funcionar que la lanzó contra él casi violentamente.
Básicamente el chico quedó medio recostado contra el rincón mientras por inercia rodeó su cuerpo con sus fuertes y musculosos brazos, mientras ella dejaba caer todo su peso en él con la cabeza hundida en su pecho.
Detectó un aroma agradable y no pudo evitarlo.
Inhaló.
El dulce aroma a menta y ropa recién planchada la golpeó con fuerza mientras entrecerraba los ojos perdiéndose en la sensación.
Lo oyó inhalar fuertemente también mientras enterraba la nariz en su cabello.
Se quedaron así unos exactos diez segundos antes de separarse como si el otro estuviera ardiendo en llamas.
Ella terminó en la otra punta del ascensor, mientras él se pegaba lo más lejos posible de ella.
Se miraron como si estuvieran frente a su peor pesadilla, y luego apartaron la mirada en un acuerdo mutuo.
Aquello jamás había pasado.
Sin embargo, la campanilla que sonó casi burlonamente al llegar al piso donde bajaba la chica pareció recordarles un pequeño detalle.
El juego del destino recién comenzaba.
Mientras Karin salía corriendo lejos del albino, ella solo pudo pensar lo difícil que sería huir del destino.
Y lo fácil que sería caer en la dulce tentación de enamorarse de aquel desconocido de ojos hermosos.
Fin.
¿O no? e.e
Sí, sí, corte hasta ahí porque no quiero dejarlas muchos días sin subir nada xD
Pronto subiré la segunda parte y... si ustedes quieren... una versión de Toshiro :D
No me lo juzguen al enano ToT tiene razones para estar actuando como un idiota al rechazar a nuestra linda Karin-chan ¬¬9
Bueno, yo estaba feliz de la vida navegando por los fanfics en español de HK y de repente pienso...
Por qué no puedo encontrar ninguna historia con el hilo rojo del destino?
En las de ichiruki hay cientas :v ok, no xD pero si muchas n.n
Bueno, esperó haber buscado mal como con los de Profesor x Alumna y que ustedes puedan recomendarme alguno HK con el hilo rojo c:
Pueden? Pueden?! T3T
Bueno, espero que les haya gustado y los personajes de Tite ^^
COMENTEN!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
