Nuevo proyecto, en esta ocasión me meto en un género que nunca había probado, el romántico (al menos en relato largo), pero bueno hay que hacer de todo en esta vida, así que cualquier fallo atribuidlo a mi poca experiencia en estas lides ^^U. Es una historia de capítulos breves, sin drama exagerado y centrada sobre todo en los sentimientos. Son exactamente ocho capítulos que iré publicando en su día correspondiente. Sin más, espero que os guste ^^, como siempre las reviews son bienvenidas y se agradecen (también admito los tomatazos ^_).
El Último Paso
Domingo
Iba a ser una misión rutinaria, nada de lo que preocuparse, eso le había dicho hacia un rato esa misma noche, cuando la llamó para avisarla de que no iría a clase al día siguiente; por supuesto, ella le dijo que no había problema, que cogería buenos apuntes para dejárselos y que a su vuelta se los llevaría junto a uno de los dulces que preparaban en la cafetería familiar. Sin embargo, no le dijo lo mucho que sentía no verla el lunes por la mañana, encontrarse con ella de camino a la escuela y estar juntas hasta la vuelta a casa, tampoco le dijo que por muy rutinaria que fuera la misión, ella se preocuparía igual y por supuesto, no le dijo lo mucho que la echaba de menos, con aquel día serían ya tres completos sin verse; si no fuera porque sabía que no era así, empezaría a pensar que la estaba evitando por algún motivo… Tal vez, meditó, tenía que ver con cómo estaban siendo las cosas entre ellas dos últimamente, se sonrojó sólo con recordarlo.
La gente lo llamaba "tontear", ellas aún no le habían puesto nombre alguno, simplemente jugaban a ir un poco más allá de los límites de la amistad, aunque jugar no era tampoco la mejor palabra para calificarlo. Todo había comenzado apenas dos semanas antes, como ahora, era un domingo por la noche, estaban en su casa terminando un trabajo para clase, sentadas tan cerca la una de la otra que durante toda la tarde sus brazos se habían rozado cada vez que se movían. Cuando acabaron, Fate se había dejado caer tumbándose de espaldas en el suelo, ella se había inclinado levemente sobre su rostro para decirle alguna cosa, ya no recordaba qué, y entonces sus miradas se encontraron con una intensidad que últimamente sentían cada vez que eso ocurría, su voz se apagó cuando la mano de Fate tomó un mechón de sus cabellos y lo enredó entre sus dedos, sonreía de una manera que hacía que un escalofrío le recorriera la espalda, cuando se quiso dar cuenta sus labios estaban a apenas unos milímetros de los Fate y ocurrió, compartieron su primer beso… La reacción de ambas había sido muy parecida, se ruborizaron, se apartaron como un resorte y se quedaron en silencio durante unos largos minutos, sin embargo, ninguna se pidió perdón, no hacía falta, como tampoco hizo falta explicación alguna. Cuando reunieron el valor para volver a mirarse, se sonrieron, se volvieron a acercar y compartieron un segundo beso, más profundo, más intenso que el anterior. Y desde aquel día los juegos habían seguido, cualquier excusa era buena para rozarse, para acariciarse, para abrazarse, para robarse besos a escondidas de los demás…
No, se dijo, Fate no la estaba evitando, porque la buscaba tanto como ella a ella; el fin de semana sin verse se debía a que la rubia había ido con su madre a visitar a sus sobrinos recién nacidos y las misiones eran algo muy habitual desde que se había convertido en Enforcer. Suspiró, esperaba que aquella misión no se alargase mucho y que volviese pronto junto a ella…
—¡Nanoha! ¡La cena ya está lista! —la voz de su hermana la sacó de sus pensamientos.
—¡Voy!
Bajó al comedor, donde ayudó a su hermana y su madre a poner la mesa, su padre y su hermano estaban en el dojo, terminando de recoger después de la práctica diaria.
—Ne, Nanoha, ¿quieres bañarte conmigo después de cenar?
—Está bien, onee-chan. Ah, ¿pongo plato para onii-chan? —Desde que había terminado la universidad hacía dos años, Kyouya vivía en su propio piso, pero por las tardes iba a casa a ocuparse del dojo y algunos fines de semana se quedaba a cenar.
—Sí —contestó su madre.
—Ooh, una auténtica cena familiar —comentó su padre al entrar junto a su hermano.
—No seas tan exagerado —rió Momoko.
Se sentaron a la mesa y mientras comían las conversaciones se sucedían, Nanoha apenas si prestaba atención, sus pensamientos aún giraban en torno a una única persona, quería verla, tres días sin ella eran demasiados, no le bastaba con oír su voz al otro lado del teléfono o directamente en su mente, necesitaba tenerla frente a frente, que sus miradas se hablaran, besarla, juguetear con sus dedos… De repente sintió vértigo, ¿desde cuándo sólo pensaba en Fate de esa manera? ¿Por qué le desesperaba tanto su ausencia? ¿Cuándo sus sentimientos hacia ella se habían vuelto tan profundos? Sólo llevaban dos semanas tonteando, jugando a ir un poco más allá… Acaso… ¿acaso se estaba enamorando de su mejor amiga?
—Nanoha…
—¿Qué, oka-san?
—Vas a comer algo o sólo a mirar el plato —dijo sonriendo su madre.
—Ah…
Todos se rieron a su costa, bueno, era su culpa por no prestar atención a su alredor, pero cuando Fate acudía a su mente, todo lo demás dejaba de existir.
—¿Te ocurre algo, llevas toda la noche muy callada? —le preguntó más tarde Miyuki, mientras le lavaba la espalda.
—Sólo pensaba en Fate-chan y yo…
—¿Ha pasado algo? ¿Os habéis peleado? Aunque mira que eso se me hace extraño.
—No, nada de eso.
—¿Entonces?
—… Ne, onee-chan, cuando dos personas se besan en los labios de esa forma, ya… ya no sólo son amigas, ¿verdad?
Las manos que frotaban su espalda se pararon durante un minuto de silencio.
—¿Has besado a Fate? —la voz de su hermana sonaba sorprendida.
—Sí.
—Ya veo… ¿Y ella se ha molestado?
—No, ya te he dicho que no estamos enfadadas. Ella también me ha besado…, es algo mutuo.
—Pues ¿dónde está el problema? Parece que os entendéis muy bien. —¿Había cierto tono pícaro en la voz de su hermana?
—No lo sé… —suspiró—. Es que de repente me he dado cuenta de lo mucho que pienso en ella a cada momento, de lo que la extraño cuando no está y… y he sentido miedo…
—¿Miedo? ¿Por qué?
—No lo sé, de lo que siento… Sé que siempre he querido a Fate-chan, pero he empezado a darme cuenta de lo profundo que es ese sentimiento y me asusta no saber a dónde me puede llevar… ¿Y si para ella no es igual?
—Hm, entiendo. Pero, Nanoha, no creo que ese sea el problema, no dices que es mutuo…
—Besarnos y eso sí, pero y ¿si ella sólo está siguiéndome?, ¿si no es más que un juego, probando algo nuevo?, ¿y si no hay más?
—Demasiados "¿y si…?"; no conozco a Fate tanto como tú, pero estoy segura de que para ella no debe ser sólo un juego o un experimento. No es esa clase de persona. Aunque todo esto es algo que tenéis que hablar entre vosotras.
—Hm.
Durante un rato permanecieron en silencio, se metieron en la bañera, una frente a la otra, aunque Nanoha mantenía la mirada baja, dándole vueltas a las palabras de su hermana.
—Onee-chan —dijo—, de todas formas, ¿no es raro? Las dos somos chicas…
—Nanoha, habrá gente que te diga que sí lo es y hasta que está mal, pero no es verdad. Además, lo que importa son vuestros sentimientos, si os queréis de esa forma, lo que digan o piensen los demás no tiene importancia. Sabes qué, que no podemos elegir a la persona de la que nos enamoramos —sonrió Miyuki.
—Gracias, onee-chan. Hablaré con Fate-chan de todo esto.
—Eso es, mañana la verás en el instituto, ¿no?
—No, estará en una misión, pero cuando vuelva hablaremos. —Salió del agua—. Me voy ya.
—Muy bien, yo me quedaré un rato más. Ah, Nanoha. —Se detuvo antes de salir—. Aunque sigáis adelante, no pienses que dejaréis de ser las mejores amigas, Fate y tú siempre tendréis ese tipo de conexión, sólo que el lazo que os une será un poco distinto —le guiñó un ojo.
Sonrió y salió del baño, su hermana le había ayudado bastante a aclarar algunas dudas, a saber un poco mejor lo que debía hacer, a sentir que aquel vértigo que se abría en su corazón no tenía por que ser necesariamente algo malo y que el miedo que sentía era natural ante aquellos cambios.
De vuelta en su cuarto, se tumbó en la cama, los ojos perdidos en algún punto del techo, ojalá Fate no tuviera que ir a aquella misión, deseaba verla, hablarle de todas aquellas cosas que pasaban por su mente, de lo que sentía, de que necesitaba más, mucho más de cuanto hasta ahora se habían dado la una a la otra; jugar, pensó, ya no era suficiente. Se giró sobre un costado, encogiéndose sobre sí misma.
—¿Por qué sólo puedo pensar en ti? —preguntó al vacío—. Y a ti, ¿te pasa igual? Todo es como cuando nos conocimos, vuelvo a necesitar resolver el misterio que esconden tus ojos, la verdad que aguarda tras tu mirada.
