Introducción: Lo bueno viene en envases pequeños

Un montón de chatarra acumulada es como lo describirían algunos, pero para un genio es la oportunidad de crear, muchos dicen que el desorden es parte de la vida de ciertos iluminados, y el profesor Heimerdinger no parece oponerse a aquel dicho, al menos no donde él trabaja. Describir el lugar no es sencillo, ni siquiera para quien también pueda considerarse a si mismo desordenado, a pesar de ello las tuercas grasientas, los tubos de diferentes tamaños y formas y la serie de artefactos cuyo funcionamiento pocos pueden describir; siempre parecen estar a la mano del profesor.

Noche tras noche y día tras día, a toda hora y en todo lugar Cecil se pierde en su mente calculando y teorizando. Si es que no, construyendo o mejorando sus creaciones, es terco y vigoroso cuando se enfrenta a cualquier actividad intelectual. Incluso exagerado, al armar maquinas innecesariamente redundantes, aptas para realizar actividades que cualquiera puede hacer sin mayor esfuerzo. A diferencia de él, otra mente privilegiada suele ser mucho más cauta a la hora de gestionar los aspectos estéticos de su labor y por qué no, los suyos propios.

Tal mente se encuentra esperando en la pequeña sala contigua a la entrada principal del laboratorio, irónicamente muestra un enorme contraste con él, bastante rustica, paredes desgastadas encierran los únicos muebles que conforman la decoración, solo dos sillas de madera y una pequeña mesa central con algunas revistas científicas encima, incluso algunas telarañas pueden verse en una esquina, dando un aspecto sórdido que los colegas de la universidad de Piltover han criticado en varias ocasiones. Esa sala tiene además una infame fama, quien se encuentra en ella eventualmente tendrá raíces dicen quienes tuvieron la mala experiencia de tener que esperar a Heimerdinger allí, consciente de ello y sin mas ánimos de esperar Jayce quien ya había permanecido media hora allí y harto de intentar de resolver el desafío de la revista decide buscar al profesor por su propia cuenta.

Casi resbalando en un par de ocasiones, y esquivando algunos rayos, según Cecil inofensivos, al fin logra acercarse al profesor. Observando su ardua labor, el brillante científico se encuentra construyendo una maquina, o mejor dicho, una parte de ella, una enorme salida de alguna especie de cañón hextech está siendo terminada. La concentración del científico es interrumpida por la brillante armadura que Jayce al parecer nunca deja en el armario, esta refleja los pocos halos de luz que entran al laboratorio, percatándose de ellos un Heimerdinger con apariencia molesta decide saludar al creador del martillo de mercurio. Bueno, saludar no sería el término adecuado pero para quienes tratan con él, su primera intervención es considerada como uno.

-Las mejoras no están listas, vuelve la próxima semana.

-Dijo que era para hoy.

-Próxima semana.

El vocabulario de un genio puede verse reducido a solo dos palabras cuando está inmerso en su trabajo, Jayce sabiendo que no tiene su trabajo realizado, decide retirarse.