Título: Sabes con que sales, pero nunca sabrás con que llegarás a tu casa.

Fandom: Gintama.

Personajes: Kagura, Sougo Okita y Gintoki Sakata.

Advertencias: AU, OOC, Child!Gintoki, Chief!Kagura, OkiKagu ya establecido.

Rated: T.

Género: Friendship y Family.

Disclaimer: No soy Sorachi, eso es obvio.

Resumen: Y así terminó una cita improvisada.

N/A: Tenía ganas de personajes invertidos. Kagura es mayor que Gintoki, Shinpachi es mayor que Otae. Esto es un AU, si me animo, tal vez lo convierta en una serie… aunque este año (y permanentemente) ya no escribiré más fics por capítulos. Gracias por leer de antemano.


La vida era fácil para Kagura.

Comía, dormía y cagaba cuando le venía en gana; aunque hace mucho tiempo dejó de ser una bebé como para darse el lujo de solamente tener esas tres funciones.

Una bebé no tendría el intelecto para tener su propio negocio (Yorozuya Gura-chan) y partirse el lomo trabajando cuando milagrosamente Shinpachi, su empleado y ella reciben un cliente después de largos periodos de sequía. Así vivía al pasar años desde que llegó a la Tierra de polizón en una nave espacial, apenas logrando comunicarse con las personas y aun así conservaba cierto acento. Por fortuna conoció a la vieja Otose, quien terminó rentándole el piso de arriba... y terminaban peleando cuando Kagura se atrasaba con la renta, cosa que casi siempre ocurre.

Una bebé no sería capaz de caminar hasta el parque, pasear a Sadaharu y recoger la mierda que deja regada por el suelo.

Definitivamente si fuese una bebé ella no estuviese acostándose con un imbécil sádico ladrón de impuestos.

El asunto con Sougo Okita fue una de esas estúpidas decisiones producto de un lapsus mental mezclado con soledad y calentura, porque una mujer de veinticuatro años como ella no es inmune a tener necesidades físicas que ya se hacían insoportables (y encima el precio de un vibrador mediocre estaba por las nubes, tenía que apañarse con lo que tenía a la mano). Tal vez era cuestión de costumbre seguir follando con el sádico, sería la única forma para todavía no haber dejado de frecuentarlo de esa manera, ¿no? Ella, modestia aparte, era una mujer hermosa y sacó las piernas de modelo de su difunta madre. Kagura tenía sus métodos para camelarse a cualquier tipo y conseguir tragos gratis o un buen rato entre las sábanas si ella estaba de humor. Extraño era no haber dormido con otro hombre desde que miraba desnudo a Okita y oportunidades no le habían faltado. Ellos no eran exclusivos. Para nada.

Soyo no dejaba de insistirle a Kagura que se sincerara de una buena vez. Quien sabe de qué demonios habla, cuando le entra el espíritu fangirl para Kagura es imposible entender las incoherencias de su mejor amiga; Okita y ella eran un tóxico coctel de peleas e insultos, incapaces de comportarse como seres civilizados cuando se encontraban. El sexo no ayudaba mucho con sus antecedentes al decir verdad.

Sin embargo, era lo único bueno que resultaba de estar con el sádico... Aunque preferiría tirar su reserva de sukonbu al váter que decírselo y alimentar el enorme Ego que tenía. Así que gracias, pero no gracias.

En fin, retozar en una cama (o en un muro, el bosque y varios lugares semi públicos) no era sinónimo de una casa con valla blanca y pequeña mascota como las películas occidentales mostraban. Tampoco significaba que la interacción de ambos fuera a dar un giro de ciento ochenta grados como si estuviesen en un fanfic.

Entonces... ¿Por qué motivo, razón o circunstancia el sádico se antojó hoy de salir del love hotel con ella y encima caminando junto a ella? ¡Ni que fuera su novio!

Normalmente cada uno se iba por su lado después de hacer lo que se hacía en los moteles y durante todo el tiempo que lo ha conocido, Okita nunca había sido del tipo pegajoso, el no era de los que abrazaba después de coger. Punto.

Aunque conociéndolo, de seguro quería molestarla por alguna razón y esa fue la forma que se le ocurrió. Si, debe ser eso. Kagura no tenía por qué utilizar sus neuronas y pensar demasiado las cosas.

O quizá fue el pequeño bulto que cayó desmayado a sus pies lo que la regresó a tierra.

-oOo-

Un nido de pájaros plateado, cautos ojos rojizos, ropas raídas, todo piel y huesos era ese crio que apenas le llegaba a Kagura a la cintura.

Gintoki Sakata, ese fue el nombre que les dio en cuanto se despertó. En uno de sus impulsos extraños Kagura agarró del suelo al niño, poco sorprendida de que no pesara nada, y se lo llevó a su departamento. Okita la siguió, sacando su policía trabajador interior recordándole que esos casos los llevaba los servicios sociales y Kagura no podía ignorar a un niño desmayado. Tampoco es que se fuera a quedar con él.

-oOo-

Gin ya tenía un mes en la Yorozuya, con ayuda de Tama y Catherine Shinpachi tenía que bañarlo porque como cualquier niño de ocho años (al menos eso le calculó Otose) detestaba bañarse y los vegetales. Pero si tenía fijación por los dulces.

Ya no se le veían tanto los huesos y había comenzado a quejarse de que Kagura solo cocinaba arroz con huevo cuando era su turno y Kagura le decía que si las neuronas le servian para criticar su comida, igual le servirían para aprender a cocinar. Por supuesto, discutían por eso.

Él dormía en un futon extra en la sala porque el closet le daba claustrofobia. Kagura a veces despertaba en medio de la noche por los ruidos del niño cuando tenía pesadillas y se quedaba velando su sueño. Apenas era un niño y ya había pasado por tanto, ella podía sentirse identificada en la época en la que vivía en su planeta natal, Rakuyou... Aunque eso fue hace mucho tiempo.

Sadaharu mordía su cabeza cuando él se quejaba de recoger el excremento cuando Shinpachi no estaba.

No sabía leer, aunque al ver las coloridas imágenes de una Jump que Shinpachi compró solo porque había una entrevista del ending del anime de moda que Otsuu cantaba, eso fue amor a primera vista. Ese fue el incentivo para que le enseñarle a leer... tarea de la que se encargaba la hermana menor de Shinpachi, Otae. Sin embargo, con uno que otro golpe de parte de ella cuando él la llamaba gorila.

Okita pasaba a visitar la Yorozuya con frecuencia y a veces le llevaba sukonbu a Kagura (ella siempre daba el primer mordisco, escéptica. Nunca se sabía con el sádico si el sukonbu podía estar adulterado con laxante o picante, más de una vez le pasó). De algún modo Gin y él se llevaban bien a su manera (después de que Okita pusiera salsa tabasco en el pudin de Gintoki y que Gintoki se vengara echandole pegamento a su antifaz una vez que Okita se quedó dormido en uno de los sofás) y Kagura con renuencia notaba como Okita extrañamente sería un buen padre si de verdad le pusiera empeño. Tal vez, y sólo tal vez Kagura pensara más allá del cuadro habitual... Ella tendría que dejar de escuchar las teorías de shipper de Soyo como antes, así su cabeza dejaría de llevarla a ese tipo de escenarios.

Horror.

No, ella estaba mejor como antes. Aunque en su vida diaria sin incluir a Okita, las cosas no serían como antes.

Gintoki no tenía padres o parientes que recordara y a este punto dejarlo en una casa de acogida ya no era una opción. Probablemente terminaría en las calles de nuevo y Kagura se encariñó con él al punto de acortarle el nombre.

Ni modo, ahora sería una Yorozuya con unas gafas, un niño de permanente, un perro y la Reina del Distrito Kabuki.