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Ya sé que no debería decir esto y que me van a tomar como hereje, pero hey, esta es mi pareja favorita (?). Y, esta viñeta es de una tabla (: No sé si voy a publicar las demás aquí —jeez, no quiero que me traten de hereje—. Pero igual me da, ¿no?
Oh, y si no te gusta la pareja, pues no leas. The world is free and I'm a contradictory bitch.
Invencible
«No, no me rendía,
pero era una lucha inútil»
—Entiendo.
(Ella siempre lo entiende todo).
Tomoyo lo mira con una sonrisa en sus labios pálidos. La lluvia le moja el cabello, las mejillas, la ropa. Y la risa se le escapa de los ojos, los dedos fríos se aprietan contra el metal. El columpio en el que está sentada se mueve un poco y Shaoran no puede decir si es porque ella está empujándose con esa sutileza con la que lo hace todo, o porque el viento se agita como por arte de magia a su alrededor. Ella es tan ligera, tan delgada. Siempre tan pálida, dulce, amable. Perfecta.
Pero también tiene un corazón, sentimientos, y un instinto que la llama a tocar lo único que le está prohibido. Lleva pedazos rotos de cristal en el pecho, y aún así puede sonreír todavía. Shaoran no lo entiende, pero le gusta. Porque le parece que Tomoyo Daidôji es invencible y no puede evitar quererla.
(No tanto como a Sakura, pero la quiere).
Y ella lo sabe. Sabe que él no la adora, no la idolatra, no piensa en ella a cada instante, no suspira, no la añora, no la extraña. Sabe que podría seguir adelante y no se molestaría en mirar atrás, sabes que si la recuerda, no sería por iniciativa propia. Sabe que no es el todo, pero también sabe que no es la nada. Sabe que a veces, por una imagen fugaz, ella aparece frente a su retina. Sabe que le gustan sus manos suaves, delicadas, de niña, y sabe que le gusta su cabello largo y oscuro.
Sabe que la quiere, tal vez no tanto como le gustaría a ella, pero la quiere. Sabe que no es su otra mitad, que no es su complemento perfecto, pero es fácil cerrar los ojos a las piezas que no encajan.
(Tomoyo nunca acaba de encajar).
—Yo... Lamento haberte hecho daño, Tomoyo.
Shaoran tiene las pestañas tan largas, tan oscuras, y tan llenas de lluvia que simulan lágrimas, que Tomoyo no puede evitar ladear la cabeza y sonreír —porque ella tiene una sonrisa para todo, siempre—. Se pone de pie y avanza hasta él, para luego abrazarlo con suavidad. Como si no quisiera dejar más marcas, como si quisiera dejar marchar con calma su historia.
Está llorando por dentro, pero Tomoyo es invencible.
—Lo siento, Tomoyo. Lo siento mucho.
Ella lo aprieta más fuerte.
Tomoyo tiene que preguntarse por qué tiene que querer lo que no puede tener. Una y otra vez, una y otra vez. Y nunca se acaba.
(Ella siempre se rinde).
