Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen. Son todo creación de J.K.R . Sólo la situación insólita salió de mi cabeza.

Resumen: El ministerio de Magia decide absolver de los cargos a Sirius Black de los que se lo acusa con la condición de que tome a una mujer en matrimonio para demostrar que es un responsable mago que puede ser reintegrado a la comunidad mágica. Pero él no piensa dejar que algo como el matrimonio se interponga en su camino, por lo que elabora un rebuscado plan y recibirá la ayuda de la persona menos esperada… Y esa personita hará que su plan salga de camino y entre en los terrenos del amor.

Carta de malas noticias.

Aquella mujer que tenía sobre él montándolo no dejaba de gritar su nombre o, más bien, el nombre falso que él le había dado para así evitarse problemas venideros con ella. No deseaba vérselas por nada en el mundo con Sheryl, Saray, Tory…o como sea que se llamase. Tenía un cuerpo decente y excitante, pero su mente era como la de una caja vacía llena de nada.

Se estaba aburriendo. La tenía sobre él, gimiendo, gritando, entrando y saliendo de ella pero la excitación estaba desapareciendo poco a poco a medida de que pasaba el tiempo. ¿Por qué era? Tal vez porque ahora que la miraba no la encontraba tan hermosa como esa hora anterior cuando la encontró en el bar muggle y la llevó para aquel motel de cuarta. Ahora se daba cuenta que tenía la nariz un tanto torcida a la derecha, una ceja más curvada que la otra y uno de sus senos era más pequeño. Además, la pintura roja de las uñas que lucía hacían ver su piel más enfermiza… Esto tenía que acabar pronto. La hizo girar para quedar sobre ella y comenzó a penetrarla con mayor rapidez intentando concentrarse sólo en la excitación del acto. Ella gritó, aún más, cuando llegó al clímax. Él no tardó en seguirle y, con la respiración agitada, se apartó de su cuerpo dejándose caer a su lado en la cama.

-Eso fue… genial- dijo la mujer hablando entrecortadamente a causa de la falta de aire.

-Sí… - fue todo lo que él atinó a decir.

La mujer giró su cuerpo y colocó un brazo sobre su pecho. Sirius alzó la mano acarició lentamente el brazo intentando reconfortarla sabiendo que ese sería la última vez que se verían. La respiración de la mujer se hizo mucho más pausada y profunda y, en unos pocos minutos, se quedó dormida. En ese momento él aprovechó para zafarse de ese agarre apartando con cuidado el brazo de ella y colocándolo alrededor de una de las almohadas.

Buscó su ropa regada por el suelo de aquella habitación y se vistió de prisa sin hacer ningún tipo de ruido. Acercándose a la cama se inclinó y dejó un casto beso en la frente de ella.

-Gracias, preciosa- le dijo en un susurro al oído.

La mujer sonrió entre sueños mientras se abrazaba más a la almohada. Sirius sacó su varita y apuntó a la cabeza de ella. Era mejor que no tuviera un recuerdo de él. Solamente alteraría un poco sus recuerdos para que no se sintiera tan desesperada ni mal al darse cuenta que había despertado desnuda y sola en aquel sitio. Murmuró el hechizo y, sin mirar atrás, salió de allí directo a su casa.

Caminó por las calles lentamente. Deseaba disfrutar de lo que quedaba de la noche sin preocuparse por nada. Por primera vez en mucho tiempo podía hacerlo y no iba a desperdiciar el placer que esto le ocasionaba apareciéndose directamente. Dejaba que la fresca brisa nocturna de Londres acariciara su rostro y enfriara su cuerpo. Alzó el rostro mientras caminaba para contemplas las estrellas y sonrió cuando vio la luna. Cuando había estado en Azkaban sólo veía el cielo nocturno atreves de la diminuta ventaba que había en su celda y luego de escapar, antes de que el señor Oscuro fuera derrotado, sólo podía verlo si estaba transformado en perro en esas escapadas que hacía sin que la Orden se enterase. Pero ahora ya era libre, ya podía caminar por las calles de las ciudades sin temer a que alguien lo viera para atacarlo y así llevarlo nuevamente a prisión.

Ingresó al número 12 de Grimmauld Place y fue directo a la cocina para tomar un rápido refrigerio antes de irse a dormir hasta quién sabe qué hora de la mañana. Pero en ese momento una carta apareció de repente sobre su mesa. Él miró asombrado aquel sobre que llevaba su nombre escrito con prolijas letras negras sin moverse. Sabía de quién era. La primera vez que una carta de esas había aparecido en su mesa se asombró pero ahora ya era historia vieja. Suspiró y la tomó. Abrió el sobre, sacó el pergamino que contenía y lo leyó.

-¡Malditos hijos de puta!- soltó gritando mientras volvía a releer aquellas palabras.

Sin más desapareció de allí y volvió a aparecerse en los terrenos lindantes a Hogwarts y, en menos de cinco minutos, estaba en el despacho de la directora.

Sirius tomaba su cabeza entre sus manos con desesperación, tirando los mechones de su oscuro cabello como si de los intentara arrancar de raíz e iba de un lado al otro mientras tenía la mirada atenta de Minerva sobre él.

Las noticias que le daban eran malas, de hecho, no podían ser peores, o tal vez sí pero la cuestión era que aquello era retorcido, inaudito, inverosímil pero tal real como si alguien decía que su madre era una arpía.

-Ten calma, Sirius- le dijo Minerva desde su asiento.

¿Calmarse? ¿Calmarse? ¿Cómo podría calmarse cuando acababa de leer aquellas terribles noticias en esa fatídica carta? Cuando, por fin, él creía que conseguía su ansiada libertad… ¡Venían con esto!

-Esto es una completa mierda burocrática que el maldito gobierno…

-Sirius, deja de maldecir-pidió con paciencia McGonagall.

-¡Maldeciré todo lo que quiera! ¡Por Merlín, Minerva! ¿No me digas que estás de acuerdo con esto?

-Sinceramente, creo que tal vez una esposa te vendrá bien… Mira a Harry. Hace un año que está comprometido con la señorita Weasley y, dentro de unos meses, cuando ella termine el colegio, se casarán.

-Mi ahijado tiene ese aire de marido servicial, jefe de familia y todo eso, pero yo no, Minerva. ¡No quiero casarme y no lo haré!

La mujer frunció los labios y miró a Sirius con los ojos entrecerrados como lo hacía cada vez que estaba a punto de perder la paciencia e intentaba contenerse por no gritar.

-Pareces un chiquillo malcriado que no consigue lo que quiere- le dijo seria- Sigo pensando que te haría bien llevar las responsabilidades de un matrimonio sobre tus hombros para ver si así te encaminas un poco.

-Estuve confinado prácticamente la mitad de mi vida ¿Quieres que vuelva a eso?- le preguntó Sirius ofendido por las palabras de la mujer.

-¿A caso vez al matrimonio como una prisión?- le preguntó sorprendida ella.

-Exactamente- afirmó él asintiendo con la cabeza para acentuar aquella respuesta- ¡Y nadie me obligará a casarme! ¡Me niego rotundamente!

-Sirius…

-No, Minerva. ¿Hace cuanto que me conoces? Sabes que yo no soy de esos que están con sólo una mujer durante mucho tiempo.

-Lo sé- aseguró ella- Pero ahora tendrás que casarte y serle fiel a tu esposa.

-Claro que lo seré… Digo, si me casara lo sería… ¡Pero no lo voy a hacer!

Minerva suspiró y masajeó suavemente su frente porque empezaba a sentir dolor de cabeza.

-¿Acaso quieres volver a prisión, Sirius?

-¡Por Merlín que no!

-Entonces tienes que casarte. El ministerio te absuelve de la acusación del asesinato de Pettigrew, admitiendo su error. Pero no lo hacen con el delito de haberte fugado de Azkaban para intentar cometer el delito por el cual te encarcelaron ni el de permanecer prófugo por tantos años.

-¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué me quede de brazos cruzados pudriéndome en esa celda?

-No, Sirius, no te justifiques ni obligues a que ellos lo hagan con su accionar porque no lo harán. La decisión ya está tomada y lo que digas carecerá de importancia. Tienes que casarte para demostrarles que eres responsable, un buen ciudadano que no hará quedar mal al gobierno ni intentará alguna clase de tonterías… Tienes que casarte porque si no lo haces te mandaran a cumplir la condena por el resto de las acusaciones que hay en contra de ti.

-Pero…

-Déjame terminar- lo interrumpió ella- Te casarás y demostrarás que te has convertido en un mago medianamente decente. Tienes la oportunidad de hacerlo y la tomarás. ¡Incluso te dan un puesto de trabajo si lo deseas!

-Pero yo no lo deseo. No quiero trabajar como Auror y mucho menos en las oficinas. Solamente haría el papeleo sin ni siquiera poder disfrutar de la emoción de cazar a los malos.

-Sin embargo, si aceptas, no estarás rodeado de Dementores. Así que elije, Sirius ¿Matrimonio o prisión?

Sirius tragó saliva ruidosamente y agachó la cabeza cerrando los ojos. Sabía que Minerva tenía razón. Tenia que tomar una decisión. ¿Se casaba, iba a prisión o huía?

Se sentó en la silla que había frente a escritorio de la mujer.

-Mmm… interesante- musitó.

-¿Qué es interesante?- inquirió Minerva.

-La tercera opción- respondió.

-¿Cuál es la tercera opción?- inquirió Minerva mirándolo confusa.

-La de huir.

-La de… ¡¿Huír?- exclamó mirándolo asombrada- ¡Sirius Black!

Él sonrió tristemente.

-Era una broma, Minerva- le dijo.

-¡Son esas clases de bromas e impertinencias las que te llevaron a esto! Ya no eres un muchachito, Sirius…

Él puso los ojos en blanco.

-Ya lo sé, pero tampoco soy tan viejo como tu…

-¡Cuidado con lo que dices!- lo amenazó apuntándolo con la punta de su varita- Puedo ser… vieja… pero eso conlleva a tener más conocimiento- hizo una pausa en la que aspiró profundamente- Ahora, volviendo al tema anterior, ¿Vas a casarte o no?

-¿Casarme?- meditó en voz alta- Tal vez. Según tengo entendido no hay ninguna cláusula que estipule el tiempo de dicho matrimonio.

-¿De qué me estás hablando?

-Del tiempo que debo permanecer casado.- explicó con calma- Pueden ser dos meses o tres, como máximo para hacerles creer que respeto sus malditas leyes… Luego pediré la anulación o el divorcio, lo que sea.

Ahora sí, Minerva estaba enojada. Se paró de un brinco al oír eso apoyando sus manos con un fuerte golpe sobre la mesa mientras lo miraba con los labios apretados transformados en una línea delgada.

-Jamás pensé que fueras a hacer una cosa así- dijo sin levantar la voz pero con fiereza- No cuentes con mi apoyo si haces tal crueldad.

-¿Crueldad? ¿Por qué dices eso?

-¿Y todavía preguntas? ¿Dónde encontrarás una mujer que acepte tal cosa? Porque jamás te permitiré que engañes a alguna…

Sirius estaba por responder pero en ese momento se escuchó una voz suave y tranquila que venía de la puerta que lo interrumpió.

-Yo lo haré.

Ambos giraron el rostro hacia allí y vieron la mirada soñadora pero segura de Luna.

¡Hola a todos! Sí, lo sé, esto es totalmente irrisorio y un tanto ridículo. Pero me gustaría que le den una oportunidad...