Disclaimer: El universo de Harry Potter pertenece a J. K. Rowling y a la Warner (Bros). La trama es mía, en cambio, no robes. No publiques en ningún sitio sin mi permiso expreso. No escribo con ánimo de lucro.

Notas: Esto va a ser un fic de poquitos capítulos -aunque quizás tendría que decir viñetas- que hablará de los hermanos Black, Sirius y Regulus, hasta más o menos cuando Sirius se va de casa y se separan sus caminos.

LAS MANERAS DE UN BLACK

Todos esperan.

Orión el primero, por supuesto, trajeado hasta arriba del todo está justo al lado de la puerta componiendo una mueca de serenidad. Algunos se preguntan como puede respirar, teniendo el cuello abotonado hasta arriba del todov, haciendo presión contra su cuello y llegando casi a la barbilla. Casi podría ser considerada una duda existencial, la suya.

Dejan de preguntárselo, pese a todo, cuando se acerca a Irma, la madre de Walburga, y se sienta -se deja caer encima de la silla, más bien- a su lado, poniéndose a mirar la pared de un blanco clínico con las mandíbulas apretadas.

-No tardará mucho -le susurra tranquilamente al agitado hombre-. Walburga siempre ha sido de las que acaban rápido con todo.

-Con Sirius tardó menos -objeta Orión apretando los labios-. Lleva ya tres horas allí dentro.

-Yo estuve dieciséis para parirla a ella -le dice ella secamente-, no creo que tres horas sean mucho comparado con eso.

Y entonces se vuelven a sumir en un silencio expectante, nervioso. La verdad es que ninguno de los dos se había llevado demasiado bien, hasta entonces, sobre todo desde que el marido de Irma, Pollux, había fallecido dos años atrás. Ahora se deja caer demasiado a menudo por su casa en opinión de Orión, y han habido asperezas que sólo se dedican a crecer a medida que corre el tiempo.

Narcissa, ajena a todo eso -los típicos tejemanejes de la familia Black, demasiado complicados para que una cría como ella pueda ni siquiera olerlos- corretea por la sala. De la silla a la mesita baja, de la mesita baja a los pies de papá, de los pies de papá a la silla, y vuelta a empezar. Mientras tanto, se dedica a pensar en como será eso de tener otro primo. ¿Saldrá vestido, de la barriga de tía Walburga? A ella le enseñaron fotos de cuando era pequeña y llevaba unas ropas muy raras. Quizás los bebés nazcan así; vestidos de blanco y con una pelusilla en la cabeza.

Por lo menos acierta con lo de la pelusilla.

Cuando el medimago sale, frotándose la nuca, todos procuran no parecer ansiosos. Curiosos. Nerviosos.

Y aún así lo parecen.

-¿El padre de la criatura? -pregunta algo azorado, al ver la multitud que se ha congregado allí: tíos y tías, parientes lejanos, cercanos o, simplemente, Bellatrix y Andrómeda, que se sientan rectas y serias en una silla, siendo mayores -tienen ya ocho y diez años, respectivamente- como sólo ellas saben serlo. Todos vestidos como si asistieran a una boda, fueron congregados a golpe de lechuza y polvos Flú para acudir a la sala de partos de San Mungo (hace ya demasiado tiempo que ningún niño nace en la mansión familiar, desde que los hospitales empezaron a optar por la higiene unos años atrás).

-Soy yo -se levanta, Orion, ahora ya completamente tranquilo. Otra vez en los labios ese rictus de seriedad y autocontrol. Los botones hasta la barbilla, la gente vuelve a preguntarse si es normal que aún no se haya ahogado.

-Adelante, pase -le indica, con una sonrisa-. Ha sido un niño.

Y con esas palabras, toda la familia suelta un suspiro generalizado y mira a un Sirius diminuto y dormido de reojo. Si algo le ocurriera, a él, ya tenían a quién acudir para seguir con el linaje y la tradición. Pero eso, pese a todo, no iba a ocurrir. Los herederos de la familia Black tendrian una larga y próspera vida. Sobre todo próspera.

No tenían la más mínima idea de como se estaban equivocando.