Disclaimer: Dragon Ball Z y sus personajes pertenecen a Akira Toriyama.
¡Hola! Como se induce por el título esto es una secuela de mi fic "El corazón no sabe de números", que era un divertido homenaje al maestro Roshi. Pero esta secuela será más seria. No es necesario ver la primera parte, así que pueden leer este fic con toda tranquilidad ;D
Por último este fic está dedicado a mi gran amiga, Ken Trunks, feliz cumple amiga ^^
Sin más que decir, espero disfruten la lectura :D
El Corazón No Sabe Contar
Y aquí voy, volando a través del hermoso cielo nocturno, camino a cumplir la misión más importante de mi vida. ¿Qué pasará? Ni Kami lo debe saber. Sonrío al pensar en ello.
Voy con esperanza, pero también cuido de no forjarme una excesiva ilusión... mientras más ilusionada esté más fuerte será el golpe si recibo un rechazo como respuesta.
¿Por qué tendré que haberme enamorado de ti? ¿Por qué? Todo habría sido más fácil si me hubiese enamorado de un chico de mi edad...
Pero lamentablemente el corazón no elige de quien enamorarse, simplemente pasa. Creemos ser independientes, pero es la química del amor la que decide por una... por eso no siempre elegimos al correcto, a quién no nos hará sufrir... porque el amor es una de las cosas más impredecibles que existen. Pero esa es su gracia también, ¿o no, Trunks?
¿Pero por qué me enamoré precisamente de ti? Mientras más lo pienso, más me enredo. Realmente no lo sé... no podría dar una respuesta certera. El amor no son matemáticas, en que las respuestas son exactas. El amor es mucho más complicado.
¿Será porque la juventud añora ser guiada por la experiencia? ¿Será porque siempre estás en mis recuerdos más felices?
O quizás porque cada vez que cierro los ojos antes de dormir en la última persona que pienso es en ti...
¿Será porque rondas mi cabeza como un depredador sin querer serlo? ¿Será porque te convertiste en una adicción para mi corazón?
¿Cómo afrontaré el momento que tan pronto llegará? ¿Me temblará la voz? ¿Me arrepentiré de confesar mis sentimientos cuando lo tenga en frente? Yo, que siempre me veo tan segura que hasta parezco una regañona, ahora tiemblo cada vez que pienso en la confesión que te haré.
Mil dudas carcomen mi mente como un gusano intentando pudrir una manzana. ¡Qué ejemplo tan feo me he imaginado! Vuelvo a sonreír con lo juguetona de mi imaginación. Debe ser por el hambre que tengo que he pensado en una manzana. Quizás debí comer algo antes de salir, je.
Pasan unos segundos y la breve distracción de mi mente se despide. Vuelvo a pensar en ti, como siempre.
Sé lo que tengo que hacer... tengo que confesarte lo que realmente siento por ti. Pero, ¿cómo lo haré?
Tantas cosas pasan por mi mente. La juventud, impetuosa, impulsiva e inexperta, es lo que me guía en este momento. ¿Será una buena guía? ¿Podré afrontar este reto con la firmeza que se necesita? Ojalá que sí; de hecho, estoy tan emocionada que a veces pienso que el corazón quiere salirse de mi pecho. Mis latidos parecen hacer un fuerte eco dentro de mí. ¿Qué cursi, no? Pero bueno, así son las cosas. El amor y el sentimentalismo van de la mano. Después de todo... te amo, Trunks. Te amo y no puedo evitarlo.
La joven de dieciocho años, cabellera negra y ojos del mismo color volaba a través del cielo con su corazón agitado por lo que pronto realizaría. Finalmente, gracias al consejo del viejo maestro Roshi, había tomado la decisión de declararse al amor de su vida.
Bajó un poco la velocidad de su vuelo pues su faz a contraviento le comenzaba a impedir la inhalación normal de oxígeno.
El ki del hombre que la había enamorado involuntariamente cada vez se hizo más fuerte, advirtiéndole que muy pronto llegaría con él. Sin poder evitarlo, los nervios se tensaron, sus manos sudaron y su corazón aceleró las pulsaciones.
Atisbó en el horizonte la ciudad en que Trunks había salido de fiesta junto a Goten. Voló, sin prisa ni lentitud, intentando dominar el tsunami de sentimientos que afloraban en ella, mientras repetía una y otra vez en su mente las palabras que le diría.
Descendió finalmente en una calle, con cuidado de que la viera alguien más, para no ser tomada como extraterrestre, aunque una cuarta parte de ella efectivamente lo fuera.
En frente de su ansiosa mirada, se posaba una discoteca con amplios letreros luminosos en la entrada. Ofertas de "mujeres entran gratis hasta las 12:00" y promociones de licores se veían claramente incluso desde la otra calle.
Pan suspiró preparándose para lo que vendría. Al menos entraría gratis, pensó con una sonrisa mientras miraba su reloj.
Se detuvo un instante recordando que ni siquiera estaba arreglada, sino que había salido de vestida de forma casual, como acostumbraba hacer siempre.
—Bah, vengo a hablar con Trunks, no a bailar — habló consigo.
Cruzó la calle, fijándose de que un coche no la impactase. No quería ocasionar un accidente en que probablemente el conductor saldría peor parado que ella. Llegó a la otra acera, pero cuando iba a pasar la puerta de entrada de la discoteca, un par de guardias la detuvieron allí.
—¿Qué quieren? — frunció su ceño mientras preguntaba.
—¿Te quieres pasar de lista, pequeña? — preguntó uno con mal tono.
—¿Qué? — preguntó sin entender a qué se refería.
—Se refiere a que para entrar acá necesitas ser mayor de edad por las bebidas alcohólicas — explicó quien estaba a su izquierda, con tono amable —. Si lo eres, por favor muéstranos tu cédula de identidad para confirmar tu edad — a diferencia del otro, este guardia la trató con toda cortesía.
—Ah — musitó, comprendiendo. En todo caso, le pareció el colmo que siempre tuvieran que confundirla con una adolescente inmadura cuando ya tenía dieciocho años bien cumplidos.
Llevó sus manos a los bolsillos, esperando encontrar su carné aunque suspiró haciéndose a la idea de que no lo tenía consigo. Tras revisar ansiosamente, no lo encontró. Pero recordando sus bolsillos traseros, llevó sus dedos allí, los cuales se alegraron al percibir la textura del maldito carné.
—Aquí está, como puede ver tengo dieciocho años — espetó con voz fuerte, entregándoselo al guardia antipático.
Él lo revisó, formando una mueca de inconformidad al verlo.
—Está bien, pasa — asintió el de feos modales, mientras le devolvía el documento.
Pan ni siquiera lo miró. A quien vio fue al otro portero que si había sido amable con ella.
—Muchas gracias — le dijo a él en forma alegre.
—De nada — respondió con una sonrisa.
De esta forma, Pan entró al local mientras la música se engrandecía en sus sensibles oídos. Tan fuerte que le resultaba un poco molesta, aunque por supuesto a la demás gente no les importaba para nada la contaminación acústica. De hecho se veían muy felices danzando al compás del ritmo impuesto. Seguramente ya estaban más que acostumbrados a ir a esos lugares. Ella también los conocía ya que había ido unas cuantas veces, pero aún no se acostumbraba al fuerte volumen de la música.
—No me sorprendería que cuando viejos quedasen sordos — comentó para sí en forma divertida.
No era fanática de las discotecas, aunque tampoco le disgustaban. Dependía de su ánimo para pasarla bien o no en ellas.
Los amigos que parecían hermanos no hacía mucho que habían llegado. Tras bailar con un par de chicas e intercambiar teléfonos, la música cesó por un breve lapso gracias al cual fueron a la barra, mientras comenzaba a sonar otra tonada.
—¡Qué ganas de tomarme un tequila! — comentó Trunks mientras un poco de saliva se acumulaba en su boca.
—¡Por supuesto! ando con la sed que tiene un perdido por el desierto — dijo su amigo, divertido.
—Eso no es novedad. Mejor cuenta una de vaqueros — rió de buena gana.
Los hombres de más de treinta pero con alma de niños fueron al mostrador, se sentaron y pidieron al barman un par de tequilas bien helados, mezcladas con jugo de limón, junto con sal desparramada por todo el borde superior del vaso.
Mientras esperaban el pedido a Goten se le ocurrió algo que siempre hacían tiempo atrás, cuando salían más a menudo.
—¿Qué tal una competencia de quien toma más rápido? — aunque no fuera peleando, el competitivo espíritu saiya se hacía presente.
—Nah, quiero disfrutar lentamente mi tequila — rechazó él, sorprendiendo a su amigo.
—Trunks, ¿qué te pasa? Aunque estás de ánimo, no tienes la cara de siempre — mencionó el pelinegro notando la faz cansada de su amigo. Además rechazar una competencia era impropio de él.
El hijo de Bulma se rascó la cabeza antes de responder. La pregunta lo había tomado por sorpresa.
—No sé, Goten — dijo finalmente —. No sé si es por el cansancio o sencillamente es porque mi idea de diversión ya no se acerca a lo que hacíamos antes — dijo suspirando, mientras su mirada se abstraía del mundo.
Su contertulio abrió la boca en forma de argolla por la sorpresa producida. Justo en ese momento el barman llegó con los tragos que habían pedido. Ambos cogieron los vasos saboreando sus labios con ansias antes de beber.
—Oye Trunks, ¿te llegó el viejazo? — preguntó sonriente, mientras degustaba la alcohólica bebida.
—¿Viejazo?
—Obvio, cuando ya estás sobre los treinta a muchos les pasa y las cosas que antes hacías puede que ya no te gusten como antes. Sentar cabeza creo que se le dice — puso una mano detrás de su nuca, como acostumbraba hacer su padre.
—¡Ah! — exclamó comprendiendo —. Pues tal vez sea así. ¿Sabes?, ultimamente he estado esperanzado en encontrar a una chica de verdad.
—¿Una chica de verdad? — preguntó entre sorprendido y confundido.
—¡Sí! alguien que realmente se vuelva importante para mí. Creo que ya se va acercando el tiempo de formar una familia.
Goten se persignó con tanto miedo que pareció haber visto al diablo.
—¡Válgame! Lo tuyo es grave, Trunks.
El de cabellos violetas se rió a carcajadas. Sabía que Goten le tenía fobia a las relaciones comprometedoras, pero que llegará al extremo de persignarse le pareció muy gracioso.
—Vamos Goten, ¿no extrañas el tener una relación seria? ¿un amor de verdad? — preguntó mientras daba un gran sorbo a su bebida, por el lado del vaso que más sal tenía.
Goten nuevamente llevó una mano a su cabeza con una amplia sonrisa en su faz.
—La verdad que no, Trunks. Lo paso muy bien así como estoy. Sin compromisos ni problemas. Los compromisos sólo empeoran las relaciones. Además leí en un estudio científico que uno debe cambiar pareja cada cierto tiempo — justificó su decisión en la ciencia, mientras reía divertido.
—Debo ser yo el raro de los dos — bromeó Trunks, sorbiendo nuevamente.
—Concuerdo contigo, amigo — rió de buena gana.
Fue en ese instante que un par de chicas se acercaron a ellos pidiéndoles que de favor les indicaran donde se encontraban los baños. Goten, haciendo gala de toda su amabilidad, indicó el lugar con una gran sonrisa estampada en su faz, a lo que ellas agradecieron alegres. Ambas quisieron entablar conversación, pero Goten fue el único que charló animado. Le hicieron algunas preguntas a Trunks, pero sus monosílabos no fueron nada inspiradores.
—Excusen a mi amigo, chicas. Es que está un poco deprimido — explicó él para que Trunks no quedase mal parado.
—Ah — musitaron ambas comprendiendo. — Bueno, si después se animan a bailar estaremos en la pista. Cuídense — así, finalmente las féminas se fueron.
Goten giró su cabeza y miró a su amigo con auténtico reproche.
—Vamos Trunks, ¿por qué no disfrutas de la fiesta?. Esas chicas querían bailar y además eran lindas. Deberías echar un vistazo a las bellezas que rondan por aquí — su sonrisa brilló tanto como la de una chica frente a la mejor oferta de ropa y zapatos —. Además, deberías prestar atención, hay varias que te están comiendo con la mirada — puso una mano en su hombro y con la otra hizo un gesto de que mirase a su alrededor. Si Trunks hubiera volteado su mirada habría comprobado toda la razón que Goten tenía, pero hizo caso omiso.
—En un rato, Goten. Por mientras quiero disfrutar mi rico tequila — dijo sorbiendo más de la misma.
—Te van a tomar por gay — bromeó Goten, molestando a su amigo.
—Bah, como si me importara. Además ser gay no tiene nada de malo así que piensen lo que quieran — zanjó él con seguridad.
—Amigo, la edad te está poniendo más cascarrabias. Sigue así y terminarás como Shrek — recordó al gruñón ogro.
Trunks no pudo evitar sonreír con tal comparación.
—Pues entonces tú serías el burro — se carcajeó con ganas.
—Por lo simpático, por supuesto que sí — sonrió orgulloso, como si realmente fuera el personaje de aquella película.
Ambos no podían parar de reír. Como en los viejos tiempos. Tras la prolongada risa, Goten volvió al tema anterior.
—El punto, estimado amigo, es que todo eso que me estás diciendo, acerca de que ya estás pensando en formar familia y todo eso, es un indicio de que los años te están llegando.
—Me estoy volviendo viejo por lo visto — dijo dando un suspiro resignado pero divertido.
—Bueno, no es tan malo envejecer, no todos tienen ese privilegio — comentó recordando algo.
—¿A qué te refieres? — la curiosidad se apoderó de su mente.
—Es que en los noticiarios siempre salen noticias de jóvenes que mueren en choques de automóviles y cosas así. No todos tienen la fortuna de volverse viejos — comentó con tono algo triste.
—Ah, pues sí. Mirándolo desde ese punto de vista, es toda una suerte poder envejecer — confirmó que compartía su opinión.
—Así es — concordó Goten una vez más.
—Por cierto, ¿desde cuando tú ves las noticias? — sonrió con curiosidad.
—Yo no las veo, es mi hermano —se carcajeó—. Pero de repente me quedo con él y aprovecho de ver algunas.
—Ah, con razón —dio una gran risotada—. Ya me extrañaba que tú vieras los noticieros.
Ambos se rieron como en los viejos tiempos de niñez. Justo en ese momento, comenzó a sonar su canción favorita, así que ambos bebieron sus tequilas con la rapidez de Flash y saltaron a la pista de baile, buscando alguna compañera que quisiese bailar.
Pan lo buscó con la ansiedad como su más fiel aliada. Sin saberlo, estaba a varios pasos de encontrarlo todavía... ¿se presentaría frente a él en ese mismo instante? ¿O esperaría a que la parranda terminase?
Las dudas penetraron su mente como un submarino lo hace con el mar. Su tío también estaba allí y ese era el principal problema. ¿Cómo se lo tomaría cuando supiera que se había enamorado de su mejor amigo? Goten era relajado pero siempre había sido sobreprotector con ella, por lo tanto su reacción no podía preverla. Además, primero tenía que ver que sucedía con Trunks, pues si las cosas no cambiaban entonces no valdría la pena que su tío se enterase de sus sentimientos. Por ello, no quería que él se enterara de nada todavía. No hasta tener clara idea de lo que sucedería con el hijo de Vegeta.
Así, siguió caminando entre el océano de gente, hasta que entre toda ella, emergió un rostro familiar.
Mientras todos bailaban, disfrutando la música, la chica que había entrado recién a la adultez lo miraba embelesada. Allí estaba el hombre que la había enamorado, conversando con su tío Goten, riendo como sólo podían hacer los amigos de toda una vida.
A pesar de estar al medio de la pista rodeada de felices danzantes, el mundo dejó de existir. Sólo estaban ella y él. Él y ella. Realmente nada más importaba. Nada.
Su corazón impulsivo no quiso seguir esperando. Entre la marea de gente, la música y las luces giratorias multicolores, sólo una persona entre todas ellas era capaz de hacerla sentirse viva en ese lugar. Esos ojos sonrientes, azulados, brillantes, la invitaban a hundirse en ellos eternamente. Era una invitación que no podía rechazar. Simplemente no podía resistir. Un corazón enamorado era un corazón que no podía evitar ciertas cosas. Después de todo, humanos somos.
Avanzó hacia él reemplazando las dudas por la decisión. Total, el simple acto de saludarlo no implicaba que estuviese enamorada de él, así que su tío no tendría porque enterarse de nada. Tan sólo unos pasos quedaban, unos cuantos para saludarlo y sacarle una sonrisa. Cuanto deseaba aquello.
Sin embargo, en ese preciso instante tanto Trunks como Goten se levantaron de la barra como un resorte. Desapareció su ki al instante sin comprender la razón. Su subconsciente se lo había dicho probablemente. Tan solo un segundo atrás no le importaba que Goten estuviera junto a él, pero al verlos levantarse fue como si todas las vacilaciones se apoderasen de ella nuevamente.
El agobio de las dudas le impidieron lo que antes, con tanta seguridad, pretendía realizar. Así de impredecibles eran los vaivenes que daban las emociones.
Decidió esperar. Si ellos fueron a bailar antes de que pudiese saludarlos quizás era una señal del destino que le advertía que esperase. Definitivamente, así lo haría. Se resignó a hacer hora en la barra, mientras observaba a su amor bailar. Lo esperaría toda la noche de ser necesario... así era el ímpetu y la fuerza que podía brindar el amor.
Avanzó la noche con Pan resignándose por un par de horas a tener que ver bailando al hombre de cabellos violetas.
Un par de chicos se acercaron para invitarla a bailar pero ella rechazó amablemente sus propuestas. Le preocupaban las féminas que con Trunks parecían súcubos hambrientas de testosterona. O por lo menos eso le pareció, pues tenía la vívida impresión que ellas de haber podido violarlo no habrían dudado en hacerlo. De hecho, una se lo comió a besos causándole a ella un dolor tan intenso que por un momento sintió mil agujas clavándose violentamente contra su corazón. Habría interrumpido ese maldito contacto de bocas con la vehemencia de un demonio, pero lamentablemente él se veía muy a gusto.
Para todos los demás allí presentes era una fiesta, pero para ella se volvería una depresión de continuar así. Resistió estoicamente verlo besando a otra a pesar del dolor, pues era soltero y podía hacer lo que quisiera. Ella no era nadie para intervenir, no tenía el derecho aunque le hubiese encantado tenerlo. Sin embargo, el alcohol solía causar la desinhibición de los instintos y cuando una mujer descendió su mano peligrosamente más allá del abdomen, Pan sintió como su alma estalló en llamas. No iba a contenerse más, suficiente había resistido ya. Ella misma iba a ir a detenerla pasase lo que pasase, no importando que su tío se diera cuenta de los celos que padecía. Sin embargo, fue el propio Trunks quien sutilmente alzó lentamente la femenina y ansiosa mano, detallándole implícitamente que estaba yendo muy lejos sin ofenderla.
¿Así era él? Le sorprendió que hiciese tal cosa, pues tenía conciencia de que las hormonas unidas al alcohol brindaban una explosiva y fogosa mezcla en el cuerpo.
Poco después los bailarines se despidieron intercambiando teléfonos. Al parecer el semisaiya de ojos claros iba a proceder a marcharse pues fue a buscar a Goten, quien estaba más allá bailando con una chica morena. Pan lo siguió a una distancia prudente.
—Goten, me voy — anunció cuando finalmente lo encontró —, bailar tanto unido a todo el trajín que tuve esta semana me tienen muerto — sacó la lengua como un perro jadeante — Ser presidente de la corporación me tiene reventado. Necesito descansar — se excusó con su amigo.
—Oye, no te preocupes —lo dispensó al instante—. Tienes una cara de sueño impresionante, eres un verdadero Walking Dead — bromeó divertido.
—Lo sé —asintió— por lo mismo voy a casa a dormir —. Cuídate amigo y pásalo bien por los dos — extendió su brazo para despedirse con un apretón de manos.
Goten frunció el ceño, sin corresponder el saludo.
—Estás loco si crees que te dejaré solo — replicó enseguida —. Llegamos juntos y nos vamos juntos — aseguró como un jefe dando una orden.
Así, aunque Trunks insistió que no se preocupara y que disfrutara de la fiesta, no logró convencer a su hermano fraterno, quien se despidió con un fogoso beso de la chica con la que bailaba, para luego intercambiar datos de contacto personal, tales como teléfono, mail y facebook. Tanto el pelinegro como la chica parecían haber quedado muy entusiasmados el uno con el otro.
De esta manera salieron finalmente del recinto de baile, alzando vuelo con ruta hacia sus hogares.
La sonrisa que traía Goten en su faz no se la quitaba ni el peor de los sustos.
—¿Y qué tal? ¿Conociste alguna chica interesante? — preguntó alzando la voz para que el viento no la disminuyera.
Trunks se rascó la cabeza antes de responder.
—La verdad no sé — contestó en el mismo tono fuerte —. O sea, no es que pudiera conversar para conocer bien a alguna precisamente — hizo una mueca divertida.
—Pues deberías aprender de tu maestro — señaló Goten mientras se golpeaba el pecho en forma orgullosa —. Yo sí conocí a una chica muy interesante — señaló a la vez que pronunciaba aún más su sonrisa.
Trunks rió.
—Eso depende de a qué cosa llames tú interesante — mientras decía la última palabra, simuló con sus dedos el signo de comillas en forma divertida.
—Amigo, qué mal — lo reprendió él —. TODAS las mujeres son interesantes — remarcó la palabra "todas" con una sonrisa tan grande, que parecía llevarla incrustada desde su nacimiento.
—Bah, eso lo dices porque tú alucinas con cualquier cosa que tenga falda — sonrió resignado.
—¡Oye, como dices eso! Los pantalones ajustados tambien me sirven — rió Goten, bromeando como siempre.
Siguieron charlando en forma divertida hasta que finalmente llegaron al punto del cielo en que las direcciones tenían que separarse para llegar cada uno a sus respectivos hogares. Ambos hombres se despidieron como lo solían hacer los buenos amigos. Un fuerte apretón de manos, seguido de un gran abrazo fraternal.
—¡Cuídate, amigo! Y no te cases con el trabajo porque cada vez tienes más cara de zombi, tienes que descansar más y también salir más seguido — le recomendó su gran compañero de aventuras.
—Intentaré hacerlo. Y tú pórtate bien, no hagas sufrir a las mujeres — le aconsejó él.
—Jamás, amigo — aseguró él con otra sonrisa destellante.
Acto seguido Goten prosiguió su vuelo y se detuvo más allá, se giró hacia él y agitó su mano en señal de despedida. Trunks correspondió el gesto con una sonrisa.
Cualquiera habría pensado que Trunks emprendería rumbo hacia su casa enseguida, pero no lo hizo así. Quedó mirando el cielo lleno de los astros estelares conocidos como estrellas. Se veía muy bonito. Lo disfrutaría un momento antes de proseguir su camino. Después de todo detalles como ver el firmamento amenizaban la vida. Lo hacían sentirse feliz. Y después de todo, de eso se trataba la vida. De ser feliz.
Fue entonces que la de cabellos morenos y piel blanca se acercó para hablarle. Los había seguido con sumo cuidado para que no se diesen cuenta de su presencia.
El término "ahora o nunca" se hizo increíblemente potente.
Juguetona, se acercó a sus espaldas reduciendo su ki a cero. No pudo evitar sonreír, sabiendo que su amor se comería un susto de puta madre. Flotando lentamente, se acercó hasta quedar a un par de centímetros de él. Luego lo zamarreó a la vez que un grito de "¡Bu!" se hacía presente.
El susodicho llegó a saltar del susto. De hecho, se iba a poner en posición de combate por inercia, pero al sentir las sonoras carcajadas reconoció enseguida la voz de Pan.
—Pan, me las vas a pagar — amenazó con faz de reproche. La pequeña había logrado sorprenderlo totalmente.
—Perdóname, Trunks. Te juro que no pude evitarlo — se excusó ella sin poder borrar la tremenda sonrisa de su cara.
—No te preocupes, ya me las pagarás — advirtió bromeando —. Por cierto, ¡qué sorpresa! ¿qué haces por aquí tan tarde?
La sonrisa de Pan se desvaneció como el agua que se corta repentinamente de un grifo. De hecho, sus azabaches ojos vacilaron, sintiendo que las dudas que antes parecían haberse desvanecido por completo aplastaban su cabeza nuevamente.
—Yo... quería hablar contigo — dijo con tono solemne.
—¿Conmigo? — preguntó sorprendido, frunciendo el ceño a la manera de su padre.
—Sí — confirmó mientras la timidez la atacaba con brío.
—Ah, pues charlemos un rato, hace tiempo que no lo hacemos. Una buena conversación me vendrá bien —dijo con gran relajo—. ¿Qué tal si vamos al acantilado del río? — indicó con su dedo un punto que estaba más allá —. Es un bonito lugar. Hace mucho que no disfruto de la diosa naturaleza — agregó risueño.
Pan sonrió, asintiendo con su cabeza. Esa era una de las ventajas de poder volar, ir a cualquier lugar en nada de tiempo.
—Vamos Trunks — la felicidad de su rostro pareció brillar más que las estrellas.
Ambos avanzaron a través del cielo a la misma velocidad, uno al lado del otro, hasta que llegaron al lugar al que se habían propuesto ir.
Era un hermoso mirador que la misma naturaleza había forjado, lleno de árboles, vegetación y unas cuantas flores salvajes. El río yacía muchos metros abajo, tanto que el ruido del agua apenas llegaba. Más llamaba la atención el vacío que había de una cima a la otra.
El agradable aroma de las flores unidas a la pureza que exhibía el cielo, sin nubes, claro y lleno de titilantes estrellas, parecían hacer juego con la inocencia de Pan.
Maravillados con la belleza que podía brindar la naturaleza tardaron en reaccionar. Ambos se mantuvieron de pie, con almas hipnotizadas de magia.
—Qué bonito este lugar, ¿verdad? — comentó el hombre formando una sonrisa en su faz.
—¡Es bellísimo! — exclamó impresionada, mientras compartía una sonrisa mirándolo a sus azulados ojos.
No cabía duda de que si alguien sabía hipnotizar a la perfección, esa era la madre naturaleza.
Ambos permanecieron absortos, perdidos en una especie de dimensión paralela donde sólo existía la fascinación.
—Y deberías ver cuando hay luna llena, se ve incluso más lindo — comentó él sin poder dejar de sonreír.
—Qué lindo, Trunks. ¿Cómo conoces este lugar? — dedujo que si lo había visto con plenilunio eso significaba que conocía muy bien aquel sitio.
—Porque aquí vengo a reflexionar cuando me sobrepasa algún problema. Me da una extraña pero dulce tranquilidad.
—Guau... —dijo anonadada—. Pues es demasiado bonito, gracias por compartir un lugar así conmigo — agradeció ella el gesto de traerla a un lugar que para él se notaba íntimo.
—De nada, es un placer — consintió él, mientras alzaba su mirada hacia el cielo. Daba la real impresión que todo su ser ansiaba perderse en el firmamento.
La joven lo miró con la fascinación que sólo el amor era capaz de provocar. Había muchas cosas que desconocía de él. Conocerlo más sería una caja de sorpresas. Sus propios sentimientos parecieron incrementarse aún más. Quizás era porque las invisibles feromonas hacían un trabajo de atracción difícil de resistir.
El semisaiya de ojos azulados dejó de mirar el encantador firmamento y la vio a ella.
—¿No quieres sentarte? — preguntó él.
—No, gracias — afirmó enseguida.
El de más edad ignoró su respuesta, sacándose su chaqueta. Aquella hacía recordar a la que usaba su contraparte del futuro. La puso extendida sobre el suelo y le indicó a ella que se sentase ahí.
—No te preocupes, Trunks — rechazó ella, con timidez.
—Ya se ensució así que no seas terca — la conminó a sentarse.
—Está bien — aceptó resignada con una sonrisa.
Así la joven tomó asiento, mientras estiraba sus piernas. El hombre hizo lo mismo, poniéndose a su lado.
—Dime, Pan, ¿cómo te ha ido con los estudios? — preguntó, iniciando la conversación que, sin imaginárselo en lo más mínimo, debía desencadenar la declaración.
—Bien, creo, aunque estar en la universidad es un cambio radical. ¡Aquí si que hay que estudiar como una loca! — se quejó de la alta exigencia que dejaba poco tiempo para otras cosas.
Trunks sonrió con genuina compasión.
—Y trabajar es peor... — agregó con una sonrisa molestosa.
—No me des tanto ánimo Trunks... — se quejó ella con cara amargada.
—¡Era broma! —le dio mucha gracia la mueca que formó—. Por lo menos cuando trabajas ganas dinero e independencia — dijo él.
—Sí, es verdad —consintió—, pero tú ni siquiera tienes problemas de dinero Trunks. Podrías vivir sin trabajar toda tu vida — acotó ella.
—¿Y depender siempre de la fortuna de mi madre? ¡Ni loco! — rechazó de inmediato —. Quiero yo mismo forjarme un camino en la vida. Por eso he trabajado tanto estos años.
Siguieron conversando de la vida y sus designios como hacía mucho tiempo no hacían. Temas como la familia, los divertidos recuerdos de la niñez o las metas que ansiaban cumplir a futuro salieron a colación. Ambos se veían felices de compartir uno con el otro. Después de todo, hacía mucho que no charlaban.
Después, un apacible silencio se hizo, el cual concordó explícitamente con la tranquila naturaleza del lugar.
Pan, empero, comenzó a ponerse nerviosa, mientras su respiración se agitaba. Lo que cambiaría su destino debía suceder proximamente y todavía no sabía como afrontarlo. Aún no sabía como confesárselo. No lo podía procesar.
La humedad en sus manos le confirmaba el ataque de nerviosismo que estaba padeciendo. Como si eso no fuera suficiente, su maldito corazón a través de sus acelerados latidos también se lo expresaba, cual cartel gigante de neón diciéndole: "Ahora o nunca". Ese término se repetía una y otra vez por las redes de su mente.
Sus manos... cuanto deseaba tomarle sus manos. Sentir sus manos de hombre acariciar la piel de las suyas. Quizás, si hacía lo que debía hacer... ellas podrían hacerlo en un futuro próximo.
Respiró profundo. Los conceptos de valentía o cobardía revoltearon por su mente. ¿Qué era lo que diferenciaba a un valiente de cobarde? No era la falta de miedo, no era la ausencia de la emoción que ella sentía en ese momento recorriendo cada una de sus células. Miedo como no había sentido antes. El valiente, al igual que el cobarde, también siente miedo. Pero lo que diferencia a uno del otro... es que el valiente enfrenta ese miedo. Y ella también lo haría. No era una cobarde y precisamente en ese momento lo demostraría. Sí, lo haría. Así tenía que ser. Ya no habría más espacio para la vacilación y las dudas. Todas ellas las reemplazaría por la seguridad para así poder enfrentar sus miedos...
Lo haría, simplemente, porque para alcanzar la felicidad se debe luchar por ella.
—Trunks... —dijo su nombre como un susurro—, antes que te vayas tengo que decirte algo... — esta vez su voz no tambaleó, dando a entender la templanza que había adquirido.
—¿Sí? ¿qué cosa? — preguntó con curiosidad.
Lo mira... lo mira como si no hacerlo le trajese una desgracia a su alma. Lo mira sumergiéndose en el dulce azur de sus ojos. El momento que cambiaría su vida para siempre... por fin había llegado.
—Trunks... escúchame — pidió mientras finalmente se animaba a mirarlo a los ojos —. Sé que lo que te voy a decir ahora te sorprenderá mucho, pero es la verdad. Ya no puedo seguir ocultando esto — anunció con la voz más sobria que había usado nunca.
—No me digas que Goten te hizo alguna travesura — recordó a su amigo y las bobadas que solía hacer.
—No, no tiene nada que ver con él. Esto se trata de nosotros.
—¿Nosotros? — dijo sorprendido.
—Así es — confirmó mientras bajaba su mirada un instante.
El momento que cambiaría su relación con Trunks, para bien o para mal, finalmente había llegado. Sus sentidos parecieron incrementarse, haciendo que todo se volviese más evidente. Su respiración, su agitado corazón, su forma de mirar, todo su cuerpo destelló la emoción que sentía.
La causa era la trascendencia que tendrían las palabras que saldrían de sus labios en tan solo un par de segundos. Sin querer dilatar más el momento, alzó su mirada con determinación y por fin pronunció lo que tantas noches soñó hacer:
—Trunks... me enamoré de ti.
Finalmente lo había hecho. Finalmente lo logró. No más miedos a la respuesta, no más dudas de si podría vivir su amor con él o no. Valientemente, escogió entre la felicidad o el dolor antes que vivir eternamente sedada por la duda. Podría sufrir con su respuesta o también ser feliz... aquello era incierto todavía, pero se sintió orgullosa del coraje que había adquirido. Una digna heredera de la familia Son era.
Trunks abrió los ojos a la vez que sus pupilas se dilataban llenas de sorpresa. Supuso que había escuchado mal y parpadeó comprendiendo que sus oídos le habían jugado una travesura. Suspiró aliviado totalmente convencido de que su oído le había fallado.
—Que raro, escuché mal. ¿Puedes repetirme lo que dijiste por favor? — pidió teniendo la certeza de que ahora si escucharía otra cosa.
—No escuchaste mal — aseveró con voz suave, para enseguida continuar —. La verdad es esa... te amo, Trunks — lo dijo nuevamente, sin vacilación pero llena de la más profunda emoción.
El cuerpo de Trunks se inclinó hacia atrás de manera inconsciente, casi como si fuera a caerse de espaldas. Sus ojos se perdieron en sí mismos, totalmente sumergidos en el mar de sorpresa que había estallado en su mente. Quedó inmóvil, paralizado, petrificado, clavado al suelo como un árbol. Ni siquiera parecía estar respirando. Era una estatua más que un ser vivo.
Se le seca la garganta de golpe. La mira perdido en el tiempo y en el espacio, con la boca entreabierta, imaginando que estaba soñando porque era imposible que ella le estuviese diciendo eso. No estaba preparado para enfrentar algo así... ni ahora ni nunca. Pan era solamente una niña, a sus ojos siempre lo sería. La niña chillona, peleadora y cascarrabias que siempre había conocido. Su pequeña amiga, la sobrina de Goten e hija de Gohan. Una niña que debía serlo eternamente... al menos para él así era. Cual Peter Pan, que curiosamente tenía una palabra similar, ella no debía crecer nunca jamás.
Llevó las palmas su cara, cerró los ojos y masajeó sus cansados párpados con sus dedos. Su mente no podía digerir lo que había escuchado.
—Pan, estás equivocada, tú eres una niña — dijo tras un minuto, cuando al fin pudo reaccionar.
Ingenuamente, seguía pensando que ella era una infante, cuando hacía tiempo que había dejado de serlo. Viéndolo desde fuera resultaba fácil asumir que ella había dejado de ser una niña, pero cuando una persona es tan cercana resulta difícil considerarla de diferente manera a como siempre se le ha visto. Trunks la conoció como un bebé en los brazos de Videl y Gohan. Incluso también estuvo en sus brazos. Siendo él todavía un niño, la cargó varias veces con toda ternura cuando los Son visitaban Capsule Corporation. Esa bebé tendría por siempre todo su afecto, cariño y comprensión... pero esa niña que tanto quería, ahora le estaba diciendo que se había enamorado de él. Realmente no podía asimilarlo.
—Trunks ya no soy una niña... — aseveró mirándolo fijamente — ... lo siento, quizás esto cambie nuestra relación para siempre. Ojalá que no fuera así, pero es inevitable... yo ya no quiero ser sólo una amiga. Yo anhelo ser más que eso. Te amo Trunks... no te imaginas cuanto. No te imaginas las noches en vela que he pasado pensando en ti. Puedo sonar cursi y lo que quieras... pero es la más pura verdad. Te amo sin límites... sin complejos. Rompí mis cadenas y por fin me atrevo a salir a la luz de la inevitable verdad. Por fin me atrevo a dejar de pensar en los demás... sino en lo que yo realmente quiero. Por fin me atrevo a pensar en mi felicidad y no en lo que los demás piensen.
Se le congela la voz, se queda quieto como si alguien le hubiese arrancado de cuajo todos sus sentidos, excepto el del oído. Su mente sigue buscando una ruta de escape... pero la idea de que todo era un sueño se desvanece como tarde o temprano lo hace el agua entre los dedos. Los párpados le pesan tanto que por un momento pensó que dormirse de pie era posible.
—Pan... tú... tú estás equivocada. Estás confundida — sentía que su corazón latía violentamente contra sus costillas.
—No, Trunks. Quien está confundido eres tú... yo por primera vez en toda mi vida, estoy completamente segura de algo.
Pan lo había hecho. Finalmente se había atrevido a confesar la verdad. Tres años le había tomado. Tres años de sentir una castigadora presión en el pecho. Desde los quince años, cuando se dio cuenta de que sentía algo más fuerte por Trunks, hasta cumplir los dieciocho años recientemente, cuando ya no dudaba del amor que sentía por él. Todo ese tiempo tomó confesárselo. Pero ahora por fin su ser se había liberado de la cruel prisión en que ella misma lo había enjaulado. Su enamorado corazón deseaba ser libre, quería escapar de esa cárcel cual ave escapando de un zoológico, para así emprender el vuelo hacia la felicidad que daba la libertad... la libertad del amor estaba a su alcance.
Pan le tomó las manos con afecto mientras Trunks la miró con verdadero susto en sus ojos, casi como si ella fuera un demonio. Retrocede, temeroso, de lo que estaba aconteciendo.
—Pan — tragó saliva intentando aliviar su reseca y adolorida garganta — tú estás equivocada. Tú eres una niña y yo soy un hombre. Yo no puedo verte de otra manera. Sería un pecado. Una traición a nuestras familias. Una aberración. Yo siempre te he visto como una niña, como una hermana. ¿Cómo podría ver a una hermana como una mujer? Es imposible — sus ojos vibraban con poco control.
Pan suspiró triste.
—Yo no soy tu hermana, ni nunca lo seré, Trunks. Soy una mujer, tengo dieciocho años ya. Mírame — con un gesto de sus manos, indicó que mirase hacia su cuerpo ya desarrollado — ¿te sigo pareciendo una niña?
Trunks la vio por inercia, pero no contestó. Quizás esa fue su manera de decirle que ya no lo era, pero su testaruda mente no quiso admitirlo.
—Ya crecí Trunks, no puedes seguir negando lo evidente, tengo sentimientos de adulta. Yo sé lo que siento por ti. No es un capricho, no es un amor platónico, es algo que realmente siento en mi interior. Créeme que sino sintiera esto no te lo diría.
Un jadeo desconsolado surgió de los labios masculinos. Realmente no podía creer que esto estuviera pasando. Muchas mujeres ya se le habían declarado antes... pero jamás pensó que lidiar con algo así que proviniese de Pan fuese tan difícil. Su corazón agitado, estupefacto, no podía creer lo que acontecía.
—Pan, estás confundida. Estás mezclando sentimientos. Lo que pasa es que como es primera vez que sientes algo distinto piensas que me amas, pero no es así — intentó de alguna manera solucionar la tesitura que había emergido.
La jovencita agachó su cabeza con desilusión. Su alma se llenó de tristeza con todas las excusas que le estaba poniendo. Sencillamente él no podía aceptar que ella se hubiese enamorado. Un simple "no me gustas" era menos doloroso. Por ultimo, el rechazo venía porque así realmente lo sentía... pero que cuestionase lo que su corazón verdaderamente sentía la hizo caer en un océano de dolor. No podía creer que a él le costase tanto aceptar sus sentimientos.
—Por favor no sigas negando lo que yo siento. Me hace mal — le pidió ella con pena que sobresalía a través de todos sus poros.
Él la miró mientras daba un lastimero suspiro. Volvió a masajear su frente como si un fuerte dolor de cabeza le hubiese atacado.
—Pan — dijo su nombre con cierta fiereza — Solamente quiero hacerte una pregunta, ¿por qué crees que me amas? ¿Me conoces realmente?
—Trunks, sé la persona que eres. Sé la buena persona que eres. El sólo mirarte me hace feliz. Sólo hablar contigo me hace sentir especial. El tenerte cerca de mí hace que mi corazón explote de alegría. Ahora mismo siento como se desboca dentro de mi pecho. Te amo porque me haces feliz. Te amo porque cada vez que estoy contigo me siento en paz, tranquila y contenta. Es como si contigo, viviera un paraíso. Tú me haces feliz. Mi cuerpo se vuelve química pura de amor junto a ti. No puedo evitarlo... lo siento. ¿Nunca has estado enamorado? Pues yo si lo siento por ti — sus ojos tan expresivos, incomodaban sin querer al hombre que amaba.
Él tragó saliva nerviosamente antes de responder.
—Pan, tú no me conoces realmente... ¿sabes quién fue mi primer amor? ¿sabes a cuantas mujeres he dañado? ¿conoces las sombras que habitan mi alma? También tengo un lado oscuro... todos lo tenemos. No Pan, no me conoces realmente — aseguró negando con su cabeza.
—Entonces dame la oportunidad de conocerte mejor. No me importa si has dañado a otras mujeres o no. A veces dañamos sin esa intención o simplemente porque todos nos equivocamos. Yo te quiero por quien eres. Sé cual es tu esencia. Sé lo buen hombre que eres. Dáme la oportunidad de conocerte aún mejor y verás que valdrá la pena.
El hijo de Bulma se rascó la cabeza mientras bajaba su mirada. Ni siquiera quería verla. Sentía que esos azabaches y brillantes ojos desnudaban su alma. Por supuesto que Pan tenía derecho a enamorarse, podía aceptar que quizás ya no era una niña, ¿pero por qué se enamoró precisamente de él? Por qué de él cuando cualquier otro hombre sería feliz de estar con ella. Pero él no. Él era Trunks Briefs, un hombre de más de treinta años, que jamás traicionaría la confianza de Goten y de toda la familia Son. Jamás podría permitirse mirarla de otra forma que no fuera como una amiga. Mirarla de otra forma sería nefasto. Sería abusar de ella y de su inmaculada inocencia. Considerarla de otro modo sería casi una pedofilia.
—Pan, aún te falta madurar, ¿cómo sabes que no estás confundiendo un amor de amigos con uno de pareja? Yo estoy seguro que sólo estás confundida y que pronto aclararás tus sentimientos — insistió neciamente.
Los ojos de Pan se tornaron más brillantes, por las lágrimas que querían escapar de allí.
—Sabes, Trunks, nunca me esperé esta reacción tuya. Esperaba un "sí" o un "no", pero nunca esperé que cuestionaras lo que yo realmente siento. ¿Realmente me crees tan infantil como para no saber si estoy confundida o no? ¿Acaso sabes lo que yo siento en mi corazón? ¿estás dentro de mí para saber que siento y qué no? — preguntó con la voz más seria que había utilizado en toda su vida.
Trunks quedó completamente en silencio. Impresionado por la profundidad con que cada palabra había surgido de sus labios. Quedó tan conmocionado que su cerebro no fue capaz de reaccionar.
—Decirme un "no" dolería menos que lo que estás haciendo, Trunks. Estás cuestionando mis sentimientos sin ninguna base. Que tengas más edad que yo no te da derecho a juzgar lo que siento. Me duele mucho lo que estás haciendo — sus ojos comenzaron a lagrimar —. Me estás faltando el respeto, Trunks.
Enmudecido quedó el susodicho. Pan estaba mostrando una seriedad que él jamás se esperó. Aquello le hizo entender que ella tenía razón. Por supuesto que podía rechazarla, pues estaba en todo su derecho, pero cuestionar sus sentimientos de la manera tan categórica en que lo estaba haciendo no era correcto. Reflexionando aquello pudo por fin reaccionar.
—Pan, de verdad discúlpame. Nunca ha sido mi intención ofenderte. Tienes razón, ser mayor que tú no me da derecho a juzgar lo que sientes. Perdóname — se acercó, enjugándo sus lágrimas que seguían emergiendo —. Es sólo que me pillaste tan de sorpresa que no sé como reaccionar. Todavía estoy conmocionado — intentó justificarse.
Pan quitó tranquilamente las consoladoras manos que secaban sus lágrimas.
—¿Tanto miedo te da aceptar que te amo, Trunks? — preguntó clavando su mirada, aunando toda su fuerza de voluntad para dejar de llorar.
El cuestionado inspiró de manera sufriente. Parecía que cada respiro le dolía. Permaneció callado varios segundos. No sabía porque se sentía tan mal con todo lo que Pan le estaba confesando.
—Sí, me da miedo, me da mucho miedo — confirmó finalmente con mirada totalmente abstraída de la realidad.
—¿Por qué? — preguntó mientras su mirada se suavizaba por la naciente curiosidad.
—No lo sé... — musitó negando con su cabeza, con ojos aún perdidos en el horizonte.
Las palabras silencio y mutismo se quedaban cortas para graficar lo que sucedía en el ambiente. Sólo las copas de los árboles resonaban con fuerza como si la misma naturaleza quisiese decir algo.
—Mi intención nunca ha sido molestarte ni incomodarte — aclaró Pan con tristeza —. Sólo necesitaba decírtelo porque sino este secreto me iba a destrozar por dentro. No podía seguir aguantando más — argumentó con cabeza gacha.
Trunks bajó su cabeza también, tomándose la frente con sus palmas. Estaba completamente desorientado. Ni siquiera quería mirarla a la cara.
La joven nuevamente sintió que el "ahora o nunca" se hizo más expresivo. De repente, el viento se incrementó con la fiereza de un lobo, impulsando sus cabellos como si fueran árboles meciéndose al compás de un huracán. Las sombras producidas por las copas de los árboles bamboleaban caprichosamente mientras el olor de las flores inundaba sus pulmones, como si pudiese saborearlas.
Dejó de lado todos sus temores, acercándose peligrosamente a él. Las ganas de besarlo se hicieron fuertes, pero no podía hacerlo. Sin embargo, si que podía acercarse aún más. Su reacción le indicaría si su futuro junto a él era posible.
La niña que ya se había convertido en mujer avanzó un par de pasos más hasta quedar junto a él, casi tocándose. Tomó sus manos con cariño y alzó su mirada hacia arriba, haciendo evidente los centímetros de diferencia que la separaban de la faz de su amado. Trunks la miró hacia abajo dilatando sus pupilas por la sorpresa de tenerla tan cerca. Prácticamente podían sentir sus corazones latiendo uno al lado del otro, al mismo nervioso y emocionado compás. La sincronía que habían formado sus órganos vitales tal vez era una muestra de que ambos eran uno para el otro. Pero no debía ser así... Trunks soltó una de las manos que ella cogía. La movió con tanto esfuerzo que cualquiera habría dicho que la tuvo petrificada por años. Lentamente la acercó a su negra cabellera, acariciando la sedosidad que desprendía.
La más dócil ternura conquistó todo el semblante de la joven. Sólo ese contacto la hizo derretirse cual chocolate puesto al sol. Sin embargo, el mágico momento, Trunks lo haría mil pedazos, como ilusiones que no dejaban de ser más que eso... simples ilusiones.
—Yo no puedo corresponderte Pan —tomó sus mejillas con ambas manos, clavando su mirada—. Tú eres como mi hermana, una niña de la cual no puedo abusar. Sí, porque si me fijase en ti así me sentiría. Me sentiría un abusador, un pedófilo, un pervertido. Me sentiría sucio. No por ti, sino porque no es algo correcto. No es correcto — repitió con vigorosas palabras, sin el más mínimo atisbo de duda en sus palabras.
La chica suspiró con aquellas palabras que emulaban crueles dagas.
—¿Es por la edad? — se animó a preguntar, corazón hecho pedazos mediante.
—Es por todo. Edad, cercanía y lo que siento por ti. Yo te quiero mucho, Pan. Mucho, en serio y de verdad. Pero no de la manera que tú esperas, sino como una amiga.
Tristeza pura. Pena absoluta. Sufrimiento perenne. Todas las palabras resultaban insuficientes para expresar lo que Pan sintió en ese fatal momento. Aunque no lo hubiera hecho físicamente, sintió como el hombre que amaba la hubiese abofeteado y pisoteado sin compasión. Triste desenlace habían tenido todas sus ilusiones. Era una lástima...
—Entiendo —murmulló con dolor—. Aunque es difícil, te entiendo, Trunks — sólo el orgullo le estaba dando fuerzas para no caer de rodillas y largarse a llorar en forma desconsolada —. Perdóname por hacerte pasar un mal rato — le dijo, haciendo acopio de toda su entereza.
El hombre esta vez poso sus manos en los femeninos hombros, sin dejar de mirar sus negros ojos.
—Oh, Pan, perdóname a mí por hacerte sufrir de esta manera. Te doy mil disculpas. Ojalá pudiera evitar esto. No sabes cuanto me duele hacerte esto. Te lo juro que es verdad —su voz tembló de dolor—. Perdóname por no poder corresponderte. Pero hay cosas que son inevitables y que no podemos forzar. Yo jamás te haría daño ni mucho menos te engañaría. No voy a aprovecharme de ti y de lo que sientes. Prefiero hacerte un daño ahora que darte falsas ilusiones. Yo te quiero mucho, pero jamás podré verte de otra manera que no sea como una gran amiga. Lo siento mucho — algunas lágrimas también quisieron escurrir por su cara, pero las contuvo con fuerza. Equivocado o no, siempre tomó la acción de llorar como de "poco hombre".
Pan llevó su antebrazo a su faz, secándose las lágrimas que dificultaban su visión. Tras esto, su semblante recobró el brío de siempre y con renaciente orgullo le lanzó a Trunks una profunda mirada directamente a sus azulados ojos.
—Sé que me quieres mucho. Gracias por escucharme y también por cuidarme... pero quien debería decidir si quiero o no salir dañada al intentarlo soy yo, no tú — aclaró con firmeza —. Si me rechazas que sea porque no te gusto, no porque me puedas hacer daño o porque me veas como una niña cuando ya dejé de serlo hace mucho tiempo.
El hombre no contestó. Frunció el ceño sin comprender del todo sus palabras.
—De todas formas, gracias por hacerme feliz a pesar de todo — dijo después de un profundo suspiro. Luego guardó silencio, el cual Trunks compartió.
El mutismo que se produjo fue acompañado por la angustia que ambos padecían. Permanecieron así, en silencio por un par de minutos que parecieron horas hasta que Pan alzó su mirada con decisión y volvió a hablar.
—Sólo quiero pedirte que no hablemos más, ni vayas más a mi casa. Y si quieres juntarte con Goten deja que él te vaya a buscar — solicitó con voz triste, a pesar de la resolución antes manifestada.
Aquellas palabras detonaron absoluta sorpresa en Trunks. Fue como si sus ojos tuviesen una dinamita que estalló por dentro.
—¿Por qué? — atinó a preguntar lo más lógico. Estaba completamente desorientado, un turista perdido en el Amazonas tendría mucha más claridad que él.
—Porque si te veo jamás podré olvidarte — su voz sonó firme, por causa de la dura decisión que estaba tomando. Sino aunaba fuerzas, entonces caería rendida allí mismo sin llevarla a práctica.
El alma de Trunks sintió un tremor horrible... algo que no sentía hacía muchos años.
—Pan... yo... — quiso protestar aquella decisión, pero ella se lo impidió.
—Déjalo — cortó de inmediato — No te preocupes. No necesito que me consueles ni que me recuerdes que soy una gran amiga, porque más lastimas mi herido corazón. Sólo eso te pido. No hablaremos más, Trunks. O por lo menos no hasta que pueda superar el amor que siento por ti. No hasta que pueda rehacer mi vida con alguien que me aprecie como yo me merezco.
—Pan... — pensó en pedirle que no tomara ese camino, pero si lo hacía sólo estaría pensando en él y no en ella. No en su bienestar, sino en el de él. Sería un egoísta y no podría perdonárselo a sí mismo.
Realmente Trunks no quería perder contacto con ella. La iba a extrañar mucho. Pero si era lo que necesitaba para estar bien, entonces lo haría sin vacilar.
—Si es lo mejor para ti... lo haré. Es una promesa — su voz salió solemne, a pesar de todo lo que le costó decir aquellas palabras.
—Gracias — con sus labios simuló algo que ni siquiera merecía llamarse sonrisa —. Adiós, Trunks — giró sobre sus pies dándole la espalda y procedió a marcharse alzando el vuelo hacia algún lugar donde poder encontrar solaz. Su declaración había sido un rotundo fracaso. Sólo dolor le trajó. Pero al menos, ya nunca más tendría la duda de si podría estar a su lado o no. Ahora se enfocaría en superar el dolor que intentaba pudrir su corazón.
Por más que le doliese, se concentraría en olvidarlo para poder ser feliz.
El semisaiya, entretanto, cerró los ojos ahogándose en un lago de dolor. Apretó su puño con pena y maldijo la situación que se había engendrado. Sintió tristeza, y aún más fuerte que aquello, sintió temor. Mucho temor. No volvería a ver la sonrisa de Pan, no por un tiempo bien largo o quizás hasta por siempre. No escucharía más su voz, no conversaría más con ella, no vería más sus expresivos ojos ni podría bromear más con ella, ni nunca más sería testigo de su feliz sonrisa. Todo había cambiado. Todo.
Tenía miedo... mucho miedo... porque estaba perdiendo a su gran amiga para siempre...
¿Continuará?
