Felices Reyes! ¿Muchos regalos? ¿Y en Navidad? ¿Se han portado bien? ¿Qué tal fin de año? ¿Si bebieron no condujeron verdad?...

¡Sí! No me ha tragado la tierra, eso es importante, ¿verdad?

... A quién quiero engañar... no tengo perdón... Quería tener esta historia terminada para navidad y las continuaciones pendientes, pero me pusieron un trabajo de la universidad en el último momento para entregar nada más llegar de las vacaciones de Navidad, y me rompió en millones de partes... ¡Trabajo a mano! En la época de los ordenadores... Y encima salidas de Navidad... No he tenido tiempo para nada... Lo siento millones de veces T_T

Aquí les dejo mi pequeño aporte a la noche de reyes, y me mataréis, pero no podré escribir hasta febrero (Larga historia...)

Bueno... Sin más que decir, aparte de otra vez perdón, aquí tienen una nueva sección de cortos de Kaito y Aoko, personajes de Gosho Aoyama y que aparecen en sus obras de DC y MK (a.k.a. Detective Conan y Magic Kaito)


Tentación

"Esto es una tentación. Una maldita y obsesiva tentación. No sé cómo no he perdido el control de mis actos y hacer todo lo que mis pensamientos imaginan con ella, todas las tormentosas noches. Y es que siempre me levanto empapado y algo… Alegre… Por decirlo de una forma más… Delicada."

"¿Se puede saber desde cuándo me pasa esto con mi mejor amiga? Ya ni me acuerdo, sólo sé que pasó. Un día la vi y todo fue diferente. ¿Por qué tuvo que pasar precisamente con ella? ¿Justo con la mujer que no era capaz de estar como algo más que amigos? Y mira que hay mujeres en el mundo. No, tenía que ser ella."

"Y es que se nota su cambio a mujer. Sus largas y torneadas piernas, esa falda meciéndose al viento mientras da pasos, y después se queja de por qué le veo la ropa interior… Su cintura, que invita a posar las manos. Sus pechos, no muy grandes pero perfectamente posicionados. Y finalmente, su rostro, maduro pero aniñado a la vez, recordando aún su época más joven. ¿Cómo coño no iba a tentarme?"

"Si supiese todo lo que estoy pensando, no estaría caminando al lado de mí tan calmada en este preciso instante… Nunca más se me acercaría, pensándolo detenidamente. Deteniéndose para mirar los escaparates con ilusión a la decoración por estas fiestas… Y es que ya estamos en Navidad, la época en que las tiendas se llenan los bolsillos ante las compras compulsivas de las personas... Siendo mi amiga una de esas personas."

"¡Si es que debería salir corriendo! ¡Huir de mí! ¿No se da cuenta de cómo la miro por el reflejo del cristal? ¿No ve cómo giro la cabeza cada vez que me mira para preguntarme algo? Para que no vea mi mirada llena de deseo".

- Kaito, ¿me estás escuchando?

El chico volvió a girar la cabeza con su característica cara de póquer, aunque su amiga no se daba cuenta. - ¿Qué decías?

Aoko rodó los ojos, cansada de que siempre ocurriese lo mismo. - ¿Se puede saber dónde tienes la cabeza? – Le reprochó.

"Si supieras…" – Pensó intentando controlar sus instintos que le gritaban fervientemente.

- Te preguntaba qué te parecía este mantel para la cena de esta noche.

- ¿Qué pasa esta noche? – Preguntó sin apartar la mirada de lo que le señalaba. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaban en la sección de mantelería de una tienda de hogar. – "Kaito, estate más atento… Ahora pensará que eres más idiota de lo que eres." – Se reprochó.

Su amiga le miró como si fuese un ser de otro planeta. - ¿Qué villancico hemos estado escuchando en cada tienda que hemos entrado? – Señaló con ahínco los altavoces que se encontraban en el techo.

El joven escuchó y entendió. No estaba muy atento de lo que ocurría a su alrededor, no podía culparle si lo supiese. O quizás sí. – Ya… ¿No tienes ya un juego de mantel para nochebuena? También tienes otro específico para la navidad, para nochevieja, para las cenas familiares, para las comidas entre compañeros de tu padre, para pascua… - Comenzó a enumerar.

- ¡Ya, ya! – Le detuvo. – Es que estoy cansada de ver siempre el mismo mantel todos los años.

- Es una vez al año.

- ¡Pero este es precioso! – Ignoró a su amigo y siguió con lo suyo. – Rojo con el centro dorado y los bordes verdes. Hasta en las esquinas hay angelitos tocando la trompeta.

- Si estás tan decidida… - Suspiró resignado. - ¿Por qué me preguntas? Si vas a hacer lo que te de la gana.

- Pero es que cuando te lo digo, más ganas tengo de comprarlo. – Dijo divertida.

Viró la vista, molesto y cruzado de brazos. – "¿Por qué se tiene que reír? Bueno… Es una acción normal en esta situación… Pero, ¿no sabe lo que ocasiona su risa?"

- ¿Kaito? – Volvió la cabeza, viendo que ella le miraba preocupada. - ¿Se puede saber qué te pasa? Estás demasiado serio. Eso es raro en ti.

Gruñó molesto, ella tenía razón. Tenía que inventarse algo, y rápido. – Es que… No me gustan estas fechas.

- ¿Por qué? ¿Desde cuando? Siempre has estado ilusionado en que llegasen estas fechas. – Comentó sorprendida por tal revelación.

- Es una fecha muy comercial Aoko, las tiendas se aprovechan para sacar tajada de los regalos que se hacen. Además de las decoraciones que se compran, a pesar de que ya se tiene millones en la casa y todas iguales. Y… Y después empiezan los exámenes de la universidad.

- Ya… Puede que tengas razón…

- Puede no, la tengo. – Dijo con su característica sonrisa de orgulloso.

- Pero imagínate para los trabajadores, ellos no tienen vacaciones en las fiestas. Seguro que están deseando volver a tener veinte años, como nosotros. La universidad no es nada comparado con la responsabilidad que tienen ellos.

"No tiene comparación si eres Kid y tienes a una amiga que te atrae demasiado cuando no debería…"

Aoko vio el rostro lleno de preocupación de su amigo y suspiró. – Te preocupas demasiado. – Le tocó el brazo con la mano para llamar su atención y la mirase, cosa que logró. - ¿Dónde está el Kaito risueño y feliz que conocí hace años?

"Eso quisiera saber yo… Sin preocupaciones, sin tener que contenerme…" – Quizás ha madurado. – Terminó viéndola a los ojos, chocando azul con azul.

La chica cortó el contacto y se alejó con una sonrisa. – Pues podrías volver a ser el de antes por lo menos un día. Así no serás el único amargado en las fiestas. – Le sacó la lengua con burla y se marchó hacia la caja para pagar por el mantel.

Kaito se quedó donde estaba, mirándola desde lejos. – "¿Eran cosas mías, o ha temblado? ¿Se ha puesto nerviosa al mirarla a los ojos?" – Se llevó una mano a la frente, sonriendo con ironía. – Deja de soñar Kuroba…

- Vaya, vaya, vaya…

Todo su cuerpo se tensó al escuchar esa voz tan cerca de él. – "Por favor, que no sea quien estoy pensando…"

- ¿A quién tenemos aquí?

Cerró los ojos, suplicando que no fuese quien se le venía a la mente. – "Por favor Dios, Alá, Buda… O como te guste más que te llamen… Que no sea ella…"

Una mujer de cabello largo y negro con tonos rojos se puso delante de él. – Pero si es mi querido mago.

El aludido suspiró, resignado, parecía que, quien estuviese allá arriba, quería castigarlo por sus pensamientos. Abrió los ojos y vio a una voluptuosa mujer en una posición tan sensual que dejaría rendido a sus pies a cualquier hombre. Pero a él no, y sabía que por esa razón, ella estaba obsesionada con él. – Hola Koizumi.

- ¿Qué hace un tipo como tú en un lugar como este? – Cuestionó mirando a su alrededor, como si le causase repulsión estar en ese lugar tan colorido y alegre.

- Quizás debería preguntarte lo mismo. No esperaba que fueses tan… Hogareña. – Sonrió irónicamente mientras se cruzaba de brazos. – ¿Tu sitio no es en un lugar oscuro? En una buhardilla, o en un sótano… Hasta estar en un zulo te pegaría más.

- Adoro tus muestras de afecto Kuroba.

- ¿Qué haces aquí Koizumi? – Reiteró la pregunta anteriormente formulada.

Su rostro se tornó en pura sensualidad. Dirigió el dedo índice hacia el pecho del joven, cubierto por una camisa negra de cuello alto. – Quería verte… Y al sentir tu presencia…

- En otras palabras, me has seguido.

- No te equivoques Kuroba. Yo no me rebajo a eso.

- Cierto. Sólo haces que tu lacayo demoníaco haga el trabajo sucio.

La bruja sonrió. Su mano abandonó su pecho para acariciarle el mentón. - ¿Por qué eres tan duro conmigo? Sólo quiero que nos llevemos bien. – La separación entre ellos casi no existía. Pero Kaito no se movió ni un ápice.

- Querrás decir, que viva por ti, ¿no?

Detrás de la bruja se escuchó un carraspeo, haciendo que la mujer girase la cabeza y el mago apartase los ojos de ella, asustándose por lo que vio.

- Hola Nakamori. – Se giró completamente sobre sí misma con la mano posada en su cintura. – Debí presuponer que eras el motivo del porqué Kuroba estaba aquí.

- Tiempo sin vernos Koizumi. – Dijo con una neutralidad que hizo que al mago se le pusiesen los pelos de punta. Y es que no podía evitarlo. No le gustaba ver a esa mujer cerca de su mejor amigo, y menos a tan poca distancia como les había encontrado.

- A… Aoko. – Caminó hacia ella, alejándose de Akako. – Esto no es lo que parece…

- No tienes porqué explicarme nada Kaito. – Dijo mirando sus compras en la mano, haciendo que revisaba que estuviese todo. Pero lo que más le dolió al chico, fue el cómo lo dijo. Con pura indiferencia. – Después de todo, puedes hacer lo que quieras con tu vida amorosa. – Cuando terminó de ver sus bolsas, miró el reloj. – Aún tengo cosas que mirar y se está haciendo tarde. Nos vemos esta noche.

El ladrón la miró con dolor, pero ella no se dio cuenta porque no le vio en ningún momento a los ojos. - ¿No quieres que te acompañe? – Le preguntó mientras se iba marchando.

- No. – Dijo tajante. – Has estado todo el tiempo en las nubes, y terminaré más rápido yendo yo sola. Quédate con Koizumi, que hace tiempo que no se veían. Tendrán muchas cosas de qué hablar.

Kaito la vio marcharse, sin poder hacer nada. – "Maldita sea…" – Se recriminó. – "¿Por qué me tiene que pasar esto?"

- Así que… Eso es lo que te ocurre. – La bruja se había puesto a su lado con una sonrisa de autosuficiencia. – Tantos años, ¿y aún no ha pasado nada entre ustedes?

- No va a pasar nada entre nosotros. – Se puso las manos dentro de los bolsillos y bufó molesto.

- No me malinterpretes, a mi me parece perfecto. Pero el problema es que por ese motivo, no puedes pertenecerme.

Kaito la miró rápidamente, confundido. - ¿Qué? – Pero se encontró con el rostro de la chica a pocos centímetros de él.

- Dime, Kid. ¿Podrás pertenecerme de una vez por todas cuando tu deseo más oscuro y secreto…? – Puso su mano en el pecho del ladrón. - ¿Se cumpla? – Akako sonrió al ver el cambio en los ojos del mago. – Muy bien… - Se separó de él y le dejó sólo.

Kaito se quedó en donde estaba, confuso por lo que acababa de pasar. – "Quién entiende a las mujeres… Sobre todo si son brujas…"


La cena había llegado, y padre e hija cenaban con su único invitado.

- ¿Has hablado con tu madre hijo? – Cuestionó el inspector al chico.

- Si, y le agradece, igual que yo, que me haya invitado a cenar esta noche. Lamento las molestias que haya podido causar.

- No es molestia, ¿verdad hija? – Comentó algo chispado el policía mirando a su hija, quien desde que había llegado su amigo, no le había mirado en ningún momento. El mago la observaba de vez en cuando, y juraría que, al pillarla mirándole, se volvía rápidamente con las mejillas sonrojadas. Eso le causaba confusión y, a la vez, le gustaba. – Pero es una pena que haya tenido que quedarse en Europa en las fiestas.

Kaito miró al inspector al notar que seguía con la conversación, sin darse cuenta de lo que estaba ocurriendo en esa mesa. Honestamente, él tampoco sabía lo que estaba sucediendo. – Si, pero el mal tiempo obliga a cancelar los vuelos, ya sabe cómo es eso.

- Ni que lo dudes chico… Ni que lo dudes.

La cena continuó con una vaga conversación entre los dos hombres, sin que la única mujer en la casa hablase.

- Bueno… Un servidor se va a acostar. – Dijo el inspector Nakamori mientras se levantaba. – Cuídamela bien esta noche Kaito. Si se le acercan… - Levantó la mano en puño, mostrando furia.

- No se preocupe inspector. – Le intentó tranquilizar mientras dejaba la copa de agua sobre la mesa.

- Buenas noches hija. Que te diviertas. – Dijo adentrándose al pasillo.

- Que descanses. – Dijo por primera vez desde que su amigo estaba en la casa.

En cuanto escucharon la puerta cerrarse, el silencio reinó en el lugar. El mago hizo ademán de levantarse. – "Aún está enfadada por lo de esta mañana…" Será mejor que me vaya.

La chica se levantó, aún sin mirarle. – Voy a prepararme.

El ladrón se quedó a cuadros cuando escuchó esas palabras. - ¿Vamos a salir? – Preguntó cuando la vio dirigirse a su cuarto.

Ella se detuvo, pero siguió sin mirarle. – Cl… Claro… Po… Ponte cómodo. – Terminó encerrándose en su cuarto.

Kaito estaba cada vez más confuso. – "¿Ha… Tartamudeado? ¿Desde cuándo Aoko tartamudea? Sólo lo hacía cuando la ponía de los nervios en el instituto y quería estamparme su mochila…" – Su memoria viajó en el tiempo. Se despeinó el cabello, frustrado. – Arg… ¿¡Qué está pasando! – se preguntó a sí mismo mientras se tiraba al sofá.

Había pasado casi una hora, y el castaño se estaba desesperando cada vez más. Se levantó del asiento y se dirigió a la puerta de la chica, tocando un par de veces con los nudillos. – Aoko… Habíamos quedado con los demás a las once… Y ya son las once.

La puerta se abrió ante sus narices, descubriendo a la chica con unos zapatos de tacón, un bolso de mano y un abrigo que le llegaba hasta más debajo de las rodillas y abotonado. Iba completamente de negro, igual que la sombra de ojos que hacía resaltar sus ojos azules, y un carmín delineando sus labios que llamaban bastante la atención del mago. – Estoy lista. – Dijo en un suave tono de voz que despertó de su ensimismamiento al mago.

- Sí. – Se aclaró la garganta. – Vámonos entonces.

Caminaban hacia donde habían quedado con los viejos amigos de instituto, tranquilamente, sin hablar. De vez en cuando se encontraban personas algo ebrias, pero seguían su camino sin ningún contratiempo.

Hasta que, sin ningún motivo aparente, Aoko se agarró de su brazo con un leve quejido.

Se detuvieron, Kaito entre alarmado y asustado mirándola al rostro, o al menos intentaba ya que ella estaba con la cabeza agachada. - ¿Qué ha pasado?

- Me… Me he torcido el tobillo…

El chico bajó la mirada hacia los pies de ella. – No me extraña… Esos tacones parecen los de un Drag Queen… - Suspiró resignado. – "Como lo haga no podré contenerme…" A ver, apóyate en la pared. – La ayudó unos cuantos pasos para que se pusiese contra la pared. – "No lo hagas Kaito…" – Se arrodilló y comenzó a masajear el tobillo por el que se quejaba su amiga. – "¿Pero qué mierda haces Kaito Kuroba?" – Escuchaba leves gemidos por parte de ella, y le estaba pareciendo tan excitante que quería seguir escuchando más. – "¡Que pares maldito pervertido!" Parece hinchado. – Se reincorporó, porque si seguía mirando las piernas de la chica, podría hacer una estupidez. – Parece que la fiesta terminó sin siquiera empezar. Llamaré un taxi para que nos lleve a tu casa. – Dijo sacando el móvil de su bolsillo, pero Aoko le detuvo poniendo su mano sobre el aparato. - ¿Qué pasa? No podemos ir a la fiesta en tu estado. Y no me digas que vaya yo, porque no pienso dejarte sola. "Como si pudiera hacerlo… No me fío ni de los taxistas."

- ¿Por qué no… Vamos a tu casa?

El chico se quedó paralizado cuando escuchó su petición. – "¿Qué ha dicho?"

- Está a pocas calles de aquí… Y no quiero preocupar a mi padre volviendo tan pronto…

"Lo que dice tiene sentido… Pero el problema es que estaremos solos en mi casa… Dí que no Kaito… Dí que no." De acuerdo. "¡Pero ten un poco de sentido común maldito ladrón! ¡Ella y tú SOLOS en TU casa! ¿No te dice nada? Y ni se te ocurra hacer lo que estás pensando…" – La cogió en brazos, sorprendiéndola. – "Y lo hiciste… Y ella se agarra a tu cuello y esconde su rostro en tu cuello… ¿Dónde están las quejas?"

Cuando llegaron a su casa, la dejó sobre el sillón, pero la chica no le soltaba del cuello. – "No me lo pongas difícil…" Aoko, hemos llegado… Voy a por hielo en la cocina. – Ella aflojó el agarre y el mago se pudo soltar. – En seguida vuelvo. "La primera vez que no me importa estar amarrado…" – Pensó mientras iba a por un poco de hielo… Y agua helada para él.

Al poco tiempo, volvió al salón, pero hubiera deseado no haberlo hecho. Aoko se había quitado la chaqueta, y lucía un traje azul muy estrecho y muy corto. – "¡Pero si se le ve hasta el carnet de identidad!" – Y también se fijó que se había puesto muy cómoda en el sofá, poniendo sus pies descalzos sobre él. Se acercó hacia ella, con mucha fuerza de voluntad, y ella le hizo espacio para que se sentase, para luego poner los pies sobre sus piernas.

Puso el hielo sobre el tobillo, produciendo un leve quejido en ella. – Eres muy torpe. – Dijo, intentando que el silencio que cubría el lugar se desvaneciera. Quizás ella se molestaba y tenían alguna disputa, como en los viejos tiempos, y así no estaría tan incómodo.

Pero ella no hizo lo que él esperaba. – Quizás fue por tu presencia. – El castaño se quedó bastante sorprendido por la respuesta. – Cada vez que estoy contigo, es como si no supiese hacer nada más que mirarte y pensar en ti.

El mago la miró, chocando sus miradas. Lo miraba con intensidad, mientras que él la miraba sorprendido y extrañado. - ¿Qué estás diciendo Aoko?

La chica, tan rápido que ni siquiera el famoso ladrón pudo preveer, se recolocó y se quedó a cuatro patas junto a él, sin dejar de mirarlo a los ojos. – Desde hace bastante tiempo… - El chico se hacía hacia atrás, mientras que ella avanzaba para no separarse, hasta que el mago se quedó apoyado en el reposabrazos. – Yo… - Apoyó las manos sobre el pecho de su amigo, mirándolo cara a cara, a pocos centímetros. – Sueño contigo Kaito… De una forma que no puedes ni imaginar…

Los ojos del mago estaban por salirse de sus órbitas. – De… Deja de jugar Aoko.

- No estoy jugando… ¿Crees que haría esto si lo hiciese? – Acercó sus labios con los de él, rozándolos levemente. Sus respiraciones chocaban la una con la otra, volviendo completamente loco al ladrón fantasma.

Su autocontrol se esfumó, haciendo que devorase salvajemente los labios de su amiga. Esos labios tan tentadores con o sin carmín.

Sus respiraciones eran agitadas, y sus bocas luchaban por dominar a la otra en el terreno del otro. El joven dio la vuelta a las tornas, quedando ella recostada en el sillón y él encima, pero sin dejar de besarla.

Sus manos recorrían sus piernas y su boca recorrió su cuello mientras Aoko le quitaba la chaqueta.

Le encantaba escuchar su nombre entre sus gemidos. Era algo nuevo y que no quería que parase nunca. ¿Cuántas veces no habría soñado con eso?

"Soñado…" – Su voracidad disminuía poco a poco mientras pensaba.

FLASHBACK

- Dime, Kid. ¿Podrás pertenecerme de una vez por todas cuando tu deseo más oscuro y secreto…? – Puso su mano en el pecho del ladrón. - ¿Se cumpla? – Akako sonrió al ver el cambio en los ojos del mago. – Muy bien… - Se separó de él y le dejó sólo.

FLASHBACK ENDS

Dejó de besarla, pero ella continuaba. – Aoko… - Tuvo que detener sus manos y alejarse de ella. - ¿Te encontraste esta mañana a Koizumi? – Vio su cara de disgusto, pero en sus ojos aún podía ver el deseo, seguramente era como se vería él si se mirase al espejo. – Me refiero después de separarnos.

Se quedó pensativa un tiempo. – Sí… ¿Pero qué importa?

- Es importante. ¿Te dijo algo? – Dijo con apuro mientras se alejaba más para no recibir la boca de ella en la suya.

- Palabras sin sentido… ¿Podemos continuar por donde estábamos? – Sonrió con una sensualidad que nunca antes había visto en ella.

Y eso le desquiciaba. – Mierda… - Se separó de ella y se quedó de pie, pensativo.

Ella se reincorporó un poco, pero aún ocupaba todo el sillón. - ¿Ocurre algo?

La miró de reojo, para luego volver la mirada a su móvil y comenzar a llamar. Cuando escuchó que cogían el teléfono, no se contuvo. - ¿Se puede saber qué coño le has hecho a Aoko?

El criado, que fue quien cogió el teléfono, se lo pasó a su señora. - ¿Dígame?

- ¡Dime qué le has hecho a Aoko! – Gritó exasperado al aparato. La chica le rozó la pierna, y él tuvo que alejarse hacia la otra punta de la habitación, viendo cómo reía como una niña tirada en el sillón.

- Ni siquiera un gracias. – Se quejó desde el otro lado del teléfono.

- ¡Koizumi!

- Sólo he hecho lo que querías. Hasta el amanecer, Nakamori te deseará tanto como tú la has deseado a ella. Pero en su caso, lo mostrará abiertamente.

"Y tan abierta…" Todo lo que ha dicho…

- Es lo que tú deseabas. ¿No es un regalo de navidad perfecto? En cuanto la tengas, podrás olvidarte de ella. Todo lo que te une a ella es tu deseo, en cuanto lo sacies, serás libre para ser mío.

- Pe…

- Que tengas buena noche Kuroba. – Rió la bruja mientras colgaba.

Dejó el aparato sobre la mesa y se llevó las manos al rostro. Luego miró a su amiga, que le observaba con un deseo indescriptible. – "¿Así me veía yo?" – Suspiró para relajarse. – "¿Y qué voy a hacer yo con una Aoko sexualmente activa?"


Al día siguiente, el mago se despertó por el olor a beicon en el aire. Se reincorporó, adolorido, el sillón no era un buen lugar para dormir.

Se levantó y fue a la cocina, viendo a su amiga cocinar vestida con ropa de su madre.

Cuando se giró y le vio, los colores se le subieron a la cabeza y apartó rápidamente la mirada. – Te he hecho el desayuno… Po… Como disculpa de lo ocurrido anoche…

- Así que lo recuerdas… - Ella asintió. Kaito suspiró y se sentó en la silla. – No te preocupes, no eras tú misma. Koizumi te lanzó un conjuro.

- No digas tonterías… Puede que me sentase algo mal en la comida, o me equivocase y bebiese de la bebida de mi padre…

"No importa lo que pienses… Esa bruja me las va a pagar todas juntas… No soy de los que suelen vengarse de las mujeres, pero ella se lo merece."

- Lo que quiero decir es… - Aoko se sentó a su lado con una sonrisa sincera. – Gracias por detenerme.

- No tienes por qué hacerlo. – Se llevó un trozo de beicon a la boca y lo masticó, para luego tragarlo. – Pareciste bastante satisfecha con lo que te dije para que pararas. – Sonrió pícaramente.

A la joven se le volvieron a subir los colores, tanto que parecía un cangrejo. - ¡Ma… Maldito mago de cuarta! – Se levantó enfurecida a perseguirle por toda la casa, ya que él se le había adelantado y había salido corriendo entre carcajadas.

Si, Aoko era pura tentación, y quería que siguiese así para siempre. O al menos hasta que lograse conquistarla.

FIN