Y pensar que todo comenzó con algo tan inofensivo como un choque entre dos personas. Que todo se desencadenó con una conversación, y no una con datos importantes, sino con una banal. Solo con nombres y poco más. Aquellos minutos fueron la mecha que prendieron la pólvora que dentro de un par de días me explotará en la cara.
Toda la culpa de lo que me ha pasado ha sido de él, todo esto no habría ocurrido si él no hubiera aparecido en mi vida. Me he convertido en alguien que no era y todo por seguirle el juego. Las personas que quise ya no están, no podré volver a mi hogar y dormir en mi cómoda cama, sí, la que olía a rosas y a jazmín. No volveré a pisar la universidad, la que me parecía tan lejana e inalcanzable, llegó antes de lo que pensé, pero solo por algunos meses. Ni tampoco leeré más libros de la biblioteca, en la que pasaba oras leyendo o estudiando.
Todo mi odio estaba volcado hacia él, la persona que arruinó mi vida y mi existencia, solo uno de los dos puede sobrevivir. Está claro que la persona que pierda, y por tanto muera no voy a ser yo. Dentro de poco me tomaré mi venganza...
Todo comenzó cuando me encontré con ella, con ella y con su carita de ángel. Tan pacífica, nada la alteraba, hasta que yo llegué y descubrí que era capaz de enfurecerse. Una furia de la que nunca querría haber sabido y que hubiera sido mejor dejar enterrada dentro de su ser.
Pero, lo hecho, hecho está, ahora no puedo arreglarlo. Igual que nadie puede arreglar un vaso que se cayó al suelo y se rompió, bueno, a lo mejor algunas personas que conozco si podrían. Con sus grandes poderes de los que tanto alardean, aunque, no creo que se molestaran en arreglar un baso de agua. Suena irónico, que para demostrar lo grandes que son sus poderes, sequen el mar o arranquen una cordillera para ponerla en otro lugar, que a su parecer, está mejor situada. Pero ninguno arreglaría un vaso roto, por que según ellos, cualquiera podría hacerlo, sin embargo ninguno lo hace.
Reí ante mis propios pensamientos, pero era una risa amarga y cargada de resentimiento. Todo terminaría dentro de unos días, o ella o yo pereceríamos en el vacío. Ganara quién ganara, nunca volvería a verla, puesto que perder significaba la muerte. Formé una imagen de ella en mi mente, su pelo, su rostro dulce, su ojos... ¿De verdad podría matarla? No, no podía, pero tenía que luchar sin una pizca de compasión, ella lucharía así...
