Hola! ^^
Les dejo aquí mi último fic de digimon, Pequeña Gran Águila.
Se me ocurrió de casualidad el otro día, y poco a poco fue creciendo hasta que me gustó mucho la idea y comencé a escribirla. Es un cuento, no una gran y larga historia llena de cosas épicas o grandiosas azañas como me gusta escribir xD Es bastante sencillo, y los capítulos en sí son muy cortos, pero espero que les guste, les sirva para pasar el rato, y lean algo fuera de romance (o Royal Knights en mi caso w hehe)
Espero me dejen sus reviews! ^^
Pequeña Gran Águila
1.-Pequeña Águila.
Aquel día, el sol estaba precioso y brillando intensamente en lo alto. Pocas nubes se atrevían a cubrir sus cálidos rayos, y prometía ser un día bastante bueno y provechoso. Hawkmon lo observaba con sus grandes ojos muy abiertos, y una expresión de curiosidad, como si nunca antes hubiese visto al sol. Por supuesto, él lo veía cada día, pero algo había despertado su interés esa mañana, y lo venía observando detenidamente desde que se había despertado. Su amiga Lalamon solo le observaba y suspiraba.
-Si lo sigues mirando tanto, te vas a quedar ciego.
-¡Ah!-se quejaba él-No seas tonta. Está demasiado lejos como para dejarme ciego.
-Que te vas a quedar ciego si lo miras tanto-repetía ella cruzando sus minúsculos brazos-El sol sólo es para disfrutarlo panza arriba, y alimentarse.
-Tú harás eso; a mí me sirve de inspiración-dijo, sin tenerlo si quiera pensado. Solo había salido de su pico de pronto.
Esto le pareció bastante curioso a su amiga.
-¿De inspiración?
-Sí-decía él mirando de nuevo para arriba.
-¿Qué… escribes sobre el sol o pintas algo?
-¡No, tonta!-se quejaba el pequeño digimon, un tanto molesto-Es…otro tipo de inspiración. Tú no lo entiendes.
-Explícamelo entonces-exigía la digimon planta.
-Es que… es como…como…-y se quedaba pensando en porqué el sol aquel día, le parecía de pronto muy inspirador.
Ambos digimons guardaron silencio. Uno mirando hacia el cielo con los ojos entrecerrados, la otra boca arriba, disfrutando plenamente el calor de los primeros días de primavera. Al igual que ella, el bosque donde vivían estaba feliz y agradecido de que los días fríos se marcharan por fin, para dar paso a los colores, los aromas dulces y la prosperidad.
-Es como si en primavera, todo volviera a la vida y a la felicidad-decía Lalamon sumida en su silenciosa alegría.
-Solo lo dices porque no sabes que en invierno también los digimons salen por ahí. Te la pasas durmiendo para esas fechas. Floja-le recriminaba.
-No soy floja-se defendía ella-Tengo debilidad a las bajas temperaturas.
Volvieron a quedarse en silencio un momento, y Hawkmon no quitaba su atención del cielo. Lalamon pareció molestarse un poco por ello, y levantándose, aplastó a su compañero con su cuerpecito rechoncho.
-¡¿Qué, qué haces?!-exclamaba él quitándosela de encima.
-¡Que dejes de mirarlo! ¡Vas a quedar ciego!
-¡Eso no es asunto tuyo!
Cuando Lalamon volvió a poner sus patitas en el suelo, Hawkmon le sacó la lengua y se giró para no mirarla. A la niña no le importó, con tal de que dejase de mirar al brillante astro. Sabía de sus parientes lejanos, que mirar al sol detenidamente podía dañar la vista, y no quería que su compañero pasara por lo mismo.
-Lo que pasa es que estás celosa-le dijo él cruzándose de brazos-Si no te miran a ti, no se puede mirar nada más.
-Que infantil eres. Ni siquiera sabes el daño que te haces.
-¡Ni quiero saberlo!-terminó Hawkmon abriendo sus alas y volando un poco para alejarse de allí. Lalamon le llamó desde lejos agitando sus brazos.
-¿A dónde vas?
-A mi roca. ¡Y no vengas!
-¡Iré más tarde!
Cuando estuvo lo suficientemente lejos, el digimon ave pisó tierra y se fue caminando. Le cansaba un poco volar en altura, aunque no podía llamarse altura estar a diez metros del suelo. Se reprimía bastante por ser tan débil, y hasta flojo. Pero por alguna razón, volaba y volaba cada día, pero no conseguía elevarse más alto, ni durar más tiempo batiendo sus alas. No solo se enojaba consigo mismo, también lloraba amargamente por las noches a causa de eso. No sabía qué hacer para remediarlo.
Caminó varios minutos, hasta que llegó a su roca. Era una enorme y redonda roca justo en medio de un claro del bosque. Nadie sabía cómo algo tan grande había llegado allí; no había otras así cerca, pero todos sabían que era "la roca de Hawkmon". Siempre estaba ahí, pensaba ahí, soñaba despierto ahí, se pasaba tardes enteras sobre esa gran piedra. Trepó y se sentó con sus piernas abiertas y volviendo su mirada al cielo. Y sí, el sol seguía pareciéndole curioso e inspirador aquel día. Suspiró, lleno de algo que no supo qué era, y sonrió.
Sintió muchos deseos de volar, volar alto y largamente, acercarse mucho al sol y sentir sus cálidos rayos, quemarle las alas. No algo doloroso por supuesto, si no algo que le llenara de mucha, mucha energía.
"Seguro podría evolucionar estando tan lleno de esa energía" se dijo entrecerrando los ojos y sintiendo que se quedaba dormido.
Continuará...
