"El hombre agonizaba mientras trataba de huir. "La Fábrica", jamás le había parecido tan enorme, en aquel momento era un sin fin de pasillos oscuros y metálicos, mientras que el aroma a hiervas lo inundaba todo. Definitivamente, no veía la luz al final del pasillo. Pero tenía que advertirle, era el único que podía hacerlo. Así que ocupando sus últimas fuerzas llegó hasta la oficina, sacó su celular y marcó el número…Al otro lado, el hombre contestó, el señor Saven siempre llamaba a las horas más imprudentes…pero aquella respiración agitada y las palabras que escuchó, le hicieron entender que ese era el llamado más importante de su vida…
…Gloria Scott…"
El otro amigo
Estaba nublado…una densa niebla cubría por entero el paisaje. Hace tiempo no veía un atardecer tan sombrío como el de hoy.
John miraba a través del grueso cristal empañado como el paisaje cambiaba junto con el Sol a medida que el tren avanzaba. Sentía a Sherlock dormir junto a él. Habían ido hasta Cardiff a resolver un crimen, algo que solo les había llevado un par de días, pero aún así seguía siendo como un sueño.
Se giró para mirarlo otra vez, comprobando que estaba vivo y a su lado. Jamás había creído en los milagros, excepto aquella vez. Hace dos meses se había enterado que Sherlock no había muerto. Aquella casa vacía, se transformó en la prueba de fe de John. Cuando lo vio aparecer así, sin más, sintió que la tierra bajo sus pies se partía, era él…había sido él….fue como si entre ellos no hubiera pasado ni un momento, aquellos 3 largos (y tortuosos) años no significaban nada ahora. Aquello fue una pesadilla, un sueño mal recordado que trataba de olvidar constantemente.
Pero antes, siempre lo veía en sus sueños, recordaba su delgada figura corriendo por las calles de Londres, podía recordar cómo era la vida junto él, como sonaba su violín la noche de año nuevo y como sus penetrantes ojos verdes veían a través de su alma, siempre. Todo eso y mucho más era Sherlock, había sido su amigo, pero con el tiempo se había vuelto una creencia. Un Dios personal al que se había aferrado desesperadamente durante esos tres años de agonía. Su vida fue un completo caos en ese período, la rabia, la frustración y la negación, fue lo sencillo de superar, la adaptación fue otra cosa. ¿Cómo vives una vida luego de Sherlock Holmes?. Esa siempre era la gran pregunta al final.
Había conseguido sobrevivir de una manera sorprendente, siempre sobrevivía. Primero Afganistán, luego Sherlock Holmes. John Watson era un sobreviviente. Había construido una nueva vida, sobre los fragmentos que tenía de la anterior. Se había casado, ahora tenía a Mary como su compañera. Una compañía completamente diferente a Sherlock y su mal humor, a sus silencios plagados de misterios y a su completa falta de empatía con el mundo entero…bueno, casi entero, John estaba seguro de ser el único que de verdad lo había conocido. Un año y medio de su vida, estuvieron al servicio de ese hombre raro y molesto. Pero en el que siempre creyó.
Así que cuando volvió así sin más, no pudo evitar desmayarse y luego golpearlo con todas sus fuerzas, dijera lo que dijera, sabía que se lo tenía merecido. Había sido un shock, una pelea terrible, pero que ya estaba asumida. Era raro tenerlo de vuelta, ahora que su vida se había vuelto en cierto sentido "normal" Sherlock encajaba de una manera diferente, pero como siempre, era el protagonista. Cuando le contó que estaba casado, Sherlock simplemente lo miró con decepción, aquellos ojos le habían dicho que esperaba más de él, pero ¿qué más podría haber hecho? John se descubrió justificándose frente a Sherlock por aquella decisión, como si tuviese algo de malo. Hecho, que aún le daba vueltas en la cabeza.
Estos dos meses los había dividido entre su trabajo como médico, Mary y gran parte en Sherlock, quien para continuar con las viejas tradiciones, no le gustaba compartir exclusividad con nadie. Pero, que para sorpresa de John, se mostraba más considerado de lo cual lo hubiera creído capaz. Había visto a Mary solo una vez, en una fallida cena donde Sherlock terminó deduciendo la vida personal de su esposa y haciendo que está saliera llorando del lugar, jurando por el nombre de su difunto padre que jamás volvería a tratar con "ese amigo" suyo. En cierto sentido, su reencuentro se había transformado en una encrucijada que sus nervios estaban tratando de llevar lo mejor posible. Era esa incómoda sensación como cuando te encuentras con una ex novia mientras paseas con la actual. Un verdadero fiasco. Así que estos días lejos de Mary descubriendo casos de misteriosas muertes junto a Sherlock le habían servido bastante, sabía que venían tiempos difíciles, pero saldría adelante, siempre lo hacía. Había sobrevivido a un sicópata que había tratado de volarlo con una bomba, luego había superado 3 agonizantes años en los cuales pensó que su mejor amigo estaba muerto…¿cómo no podría sobrevivir a una esposa furiosa? Trataba de decirle constantemente a Mary que no tenía por qué odiar a Sherlock, que eran sentimientos completa (y absolutamente) distintos. A ella la amaba y bueno, a Sherlock…Sherlock era Sherlock, así que era especial. La verdad no tenía mejor argumento que ese. Todo era confuso, pero aceptable por el momento. Tenía sueño y no quería pensar en nada más.
La noche ya estaba cerca y hacía mucho frío. Sentados frente a ellos, una tierna pareja de ancianos dormitaban..John pensó en cuando él estuviera así de viejo ¿junto a quién le gustaría estar sentado? Cerró los ojos, dormir se había vuelto lo mejor del mundo…luego de todos esos años sufriendo pesadillas, sentir el calor de Sherlock a su lado era una verdadera canción de cuna.
El Sol entraba por la ventana, trató de abrir los ojos, pero de verdad estaba muy cansado. Sintió algo apoyado en su pierna derecha, algo tibio, acercó su mano y lo tocó, entre sueños se imaginó que era un gato, el cabello era muy suave, aunque un poco largo para un gato ¿no? Abrió los ojos y vio como la pareja de ancianos lo miraba con reprobación, mientras murmuraban algo entre ellos. Miró hacia abajo y vio la cabeza de Sherlock reposando sobre él. En algún momento durante la noche, este se había acomodado en el regazo de John y continuaba durmiendo en la más absoluta paz. Levantó los ojos y por un minuto tuvo ganas de decirle a aquellos viejos de enfrente (ya no le parecían nada tiernos) que se metieran en sus asuntos, que ese hombre era solo su amigo y que seguramente Sherlock arriesgaría su vida para salvarlos incluso a ellos, con toda su intolerancia incluida.
Cuando Sherlock despertó, se estiró sin más, en realidad no le importaba nada haber dormido sobre John, su único comentario fue que su rodilla era muy huesuda y le había dolido un poco la frente. Con un gesto de impaciencia John pensó "tan típico de su parte".
La estación estaba llena de gente, los trenes rugían una y otra vez, el mundo parecía estar tal cual lo habían dejado. Sherlock ya parecía aburrido y hablaba sobre lo ineficiente que era la policía, pero pese a todo se veía feliz. Para John siempre había sido muy fácil captar los estados de ánimo de su compañero, un pequeño gesto, era mundo entero.
Caminaban rápidamente por el lugar, John insistía en que no tenía tiempo para ir a comer algo, pero Sherlock parecía empeñado en que lo despidieran de su trabajo.
- Vamos John, ¿desde cuándo te gusta ser esclavo del sistema de salud? ¿Te has fijado en lo poco que te pagan por hora trabajada? Deberías hacer algo al respecto, estoy seguro que has estado trabajando dobles turno, pero tu paga no se ve reflejada en nada, de hecho…- Sherlock se detuvo en seco mientras miraba hacia uno de los andenes.
John quien había continuado caminando se volvió y vio una extraña expresión en el rostro de su amigo, era una mezcla entre sorpresa y desagrado. Sus ojos verdes brillaban y contemplaba algo que John no era capaz de ver.
- Sherlock, ¿todo bien?.
Se giró a mirar aquello que parecía descolocar tanto al detective, pero lo único que vio fue a un hombre que los miraba fijamente, mientras un encargado de la estación parecía hablarle. El tipo tenía unos treinta y tantos años, era alto, quizás un poco más que Sherlock, su cabello era negro, tenía una piel muy pálida y sus ojos…eran de un verde intenso que parecían absorber toda la luz de alrededor. Iba vestido con un elegante abrigo negro y una bufanda verde esmeralda que combinaba con sus ojos; en aquellos momentos sonreía, era una mueca de sorpresa y felicidad. John se giró y miró otra vez a Sherlock que aún mantenía aquella expresión de estupor. Solo una vez le había visto aquella cara, cuando Irene Adler le dijo que "le haría el amor sobre la mesa en ese mismo momento".
El hombre se despidió rápidamente del encargado quien parecía molesto por la forma en la cual había sido ignorado. Caminó hacia ellos, como un león que observa a su presa. A John aquello no le gustaba nada. Iba a preguntar qué pasaba, cuando Sherlock dio un paso hacia atrás, como cuando estás apunto de salir corriendo. Fue ese gesto, más que cualquier otra cosa, lo que hizo que se dispararán todas las alertas en John.
El hombre llegó junto a ellos, sin despegar un solo segundo la mirada sobre Sherlock.
- No puedo creerlo, no llevo ni 15 minutos en Londres y eres lo primero que veo. – Su sonrisa era amplia y dejaba ver unos perfectos dientes blancos, tenía una expresión cansada y unas leves ojeras comenzaban a asomarse.
- ¿Qué haces acá? – Sherlock por su parte no parecía nada feliz, estaba completamente tenso.
- Vengo por un problema en la empresa, está dentro de tu rubro, conoces el caso, quizás podrías ayudarme. – La mirada del extraño era radiante, se veía como si no pudiera terminar de creer su buena suerte.
- No tengo tiempo, soy un hombre muy ocupado.
- Claro, un hombre recién surgido de la tumba debe tener muchos asuntos pendientes, siempre supe que no podías estar muerto y menos, creer en todas esas horribles cosas que dijieron en la prensa sobre ti. –Dio un paso más- Siempre has sido un cretino insoportable, pero eres el mejor hombre que he conocido.- Otro paso más, la distancia entre ellos era muy poca.- Yo siempre creí en ti, siempre lo he hecho.
John no entendía nada de lo que pasaba, pero por un instante aquel comentario le desagrado completamente, ¿quién era aquel tipo que hablaba tan familiarmente con Sherlock? mientras parecía desnudarlo con la mirada. De repente tuvo unas ganas terribles de golpear a aquel idiota desconocido.
- Bueno ya tengo que irme, ha sido un gusto verte, suerte en Londres. – Sherlock se giró rápidamente y comenzó a caminar.
John trotó tras él, miró a su amigo quien parecía completamente perturbado por aquel encuentro. Sus ojos se habían apagado un poco.
- Sherlock, ¿quién es ese hombre?
- Necesito vacaciones, John ¿quieres ir a Bristol o quizás a Manchester? creo que podríamos pasar unos días excelentes allá. –Sherlock caminaba hacia la boletería haciendo caso omiso de la pregunta de John.
- ¡Ey! Espera, Sherlock…- Lo tomó del brazo y mirándolo directo a los ojos. – Dime, ¿quién es ese tipo que hace que salgas corriendo?.
- ¿Corriendo? ¿Quién está corriendo?. –Aquella pregunta no parecía hacerle ninguna gracia al detective.
- Pues a ti, mírate, parece que hubieras visto a un fantasma.- Los ojos de John eran inquisidores, en lo más profundo de su ser, John deseaba una respuesta. Sherlock miró al vació y fue como si se desconectará del lugar, como si estuviera recordando algo realmente importante.
- Verdes...- fue lo único que pronunció antes de seguir caminando.
- Vamos Sherlock, somos amigos, cuéntame quién es aquel hombre.- John se plantó frente a él, dispuesto a no moverse a menos que le dieran una respuesta convincente. Sherlock lo estudió, sabía que no tenía otra opción.
- Ese hombre…- titubeó un momento. –Quizás sea un fantasma. –Cerró los ojos.- Es un viejo conocido a quien, definitivamente, no esperaba volver a ver. – Abrió lentamente los ojos, una extraña sombre de tristeza invadió su cara.- Su nombre es Víctor Trevor y juró que jamás volvería a casa.
