N/A: Antes que nada me gustaría aclarar un par de cosas. Este fic va a ser de los largos y está basado en lo que sería la continuación de la Orden del Fénix. Esto no quiere decir que vaya a seguir los pasos del Príncipe Mestizo, sino que toma su propio rumbo de la historia. La segunda aclaración, y como siempre es: Ninguno de estos personajes me pertenecen, sino que pertenecen a WB y salieron de la cabecita de J.K. Rowling.
Solo es una historia más acerca de nuestros protagonistas. Con un matiz diferente. ¿Me acompañas? Humor, romance, intriga. Nada está establecido, todo está por descubrir. Siento mucho haberlo dejado a medias. No volverá a pasar.
Sinopsis: Tras su quinto año, Harry solo espera olvidar. O quizá lo que toque ahora sea recordar. Nueva tarea, redescubrir la magia. Ésta vez las varitas no servirán de mucho.
Prólogo
- Me voy. Nos vemos dentro de un año. – dijo el muchacho en voz alta al llegar al final de las escaleras, dejando su baúl y la jaula vacía de Hedwig junto a la puerta.
Dudley aún no había llegado a casa, y sus tíos estaban sentados frente a la tele, absortos en la película de suspense que tocaba aquella tarde.
Tío Vernon fue el único que dio muestras de haber escuchado algo más que los disparos que salían de la pantalla. - ¿Qué quieres? – soltó sin pestañear y sin apartar la vista del televisor con la boca ligeramente entreabierta, pero sin olvidar el tono desdeñoso que siempre le regalaba a Harry.
- Que me marcho. Tranquilos, estaré en…-
- Con tus amiguitos raros…de acuerdo, de acuerdo. – y volvió al televisor. Harry dio la conversación por finalizada y salió del salón. Era cierto que su tío se había mostrado más pacífico desde que Harry, convenientemente, había mencionado que su padrino era un asesino buscado tanto en el mundo muggle como en el mágico, pero no esperaba que su tío le dejara marchar con tanta facilidad. Él por si acaso no había mencionado lo ocurrido en el Departamento de Misterios. Bueno, ni eso ni cualquier otra cosa. La comunicación entre ellos aquel verano se había visto reducida a monosílabos. Además, nada le apetecía menos que hablar sobre la muerte de Sirius con los Dursley.
Abrió la puerta de la calle y arrastró su baúl y la jaula vacía de Hedwig –la cual había salido a cazar hacía rato, cuando la tarde empezaba a caer en Little Whinging-, hasta el final del sendero que dividía el reseco jardín de los Dursley, y los dejó junto a la carretera.
Echó un rápido vistazo a toda la calle para comprobar si había alguien mirando. Y en efecto, alguien venía renqueando hacia él desde el jardín de los Paxton. Aunque no distinguía bien, ya que el sujeto tenía el atardecer cayendo a su espalda, a Harry no le hizo falta adivinar a quien pertenecía aquella gigantesca silueta.
- Hola y adiós, Peoncita.- dijo cuando el enorme muchacho llegó junto a él. Sacó su varita de los raídos pantalones y apuntó con ella hacia la carretera, usando su propio perfil para ocultarla de Dudley.
Éste echó una rápida mirada al baúl y la lechuza tratando de entender lo que había dicho, pero antes de que abriera la boca, un enorme autobús morado apareció en una explosión fugaz de luz y color. Su primo pestañeó varias veces confundido, y antes de que fuera capaz de articular palabra, un joven ataviado en un uniforme morado, salió del autobús que acababa de materializarse frente a ellos.
Stan ayudó a Harry a meter sus cosas, y sin más explicaciones, y con un Dudley totalmente embobado y con la boca ligeramente entreabierta, el enorme autobús volvió a desaparecer con una nueva sacudida de color.
Una anciana, la única no interesada en la novela policíaca de aquella tarde, soltó la cortina y volvió a la cocina renqueante. –Esa estúpida bola de grasa vuelve a estar donde no debe. –tomó la tetera y la puso al fuego. –No habrá más vistas, ésta vez no. –volvió a la cortina sin poder contenerse. Dudley seguía plantado en el sitio, mirando por donde acababa de desaparecer un autobús morado gigante.
Corrió derrengadamente hacia la puerta de entrada de la casa, acompañada de un gato grisáceo con mirada astuta –Sr. Tibbles, ya sabes lo que hay que hacer. –La abrió. Y el gato desapareció al igual que la luz de la tarde. La tetera silbó, y la anciana volvió a la cocina como si nada saliera del panorama habitual.
