Otaku dice: Adooooro a Sango y Miroku... Y adoooro los lemon de Sango y Miroku.. :P Espero que disfrutes la lectura.


Su larga melena caía a lo largo de la espalda, lisa. Con un pequeño peine de madera, desenredaba los mechones más cercanos a la cara, aún mojados después de bañarse. Entré en la cabaña sabiendo lo que podría encontrar, algo que me desmoronaría y que me tendría la noche en vela, pero mi Sango lo merecía.

Esa misma mañana Naraku acabó con la vida de Kohaku, y eso fue el fin del mundo para ella. Delante de sus narices, consiguió arrebatarle el pedazo de joya que le mantenía en pie, e inerte cayó con alguna lágrima en los ojos, triste por no haber servido de ayuda en la misión que todos compartíamos. Como era costumbre, el cobarde desapareció casi al instante, pero Sango no pudo dar ni un paso, ni siquiera apartar la vista del cuerpo de su hermano. Las piernas le fallaron y cayó de rodillas al suelo, incapaz siquiera de llorar, o de comprender lo que estaba ocurriendo. Corrí hacia ella y me dejé caer también, y antes de poder darle una palabra de consuelo, antes de poder abrir la boca, Sango me abrazó y enterró su cara en mi pecho, ahora sí, llorando como nunca antes lo hizo; sintiéndose vacía y fracasada, inútil. La rodeé con mis brazos también, una mano en su cabeza queriéndole transmitir que llorara cuanto quisiera, que conmigo estaba a salvo. Dios, no quería verla así…

Ya era muy de noche. Afuera hacía frío, y el fuego al fondo de la sala caldeaba e iluminaba la habitación que iba a compartir con ella. Podía sonar extraño... pero desde luego no tenía intención de dejar rienda suelta a mis manos en un tiempo. No era momento para eso, aunque muy a mi pesar, ya que desde esa mañana Sango no había querido separarse de mi lado, al menos hasta que le dije que un baño le sentaría bien y me dejó durante un rato. Ni siquiera fui a espiarla esa vez, me hubiera sentido mal; pero no podía evitar soñar despierto sólo con tenerla conmigo, solos.

Seguía peinándose, lentamente, como si fuera un ritual. Se la veía exhausta, física y espiritualmente. El hakama blanco que vestía le venía grande, y la piel de sus hombros me llamaba. Podía notar cómo me bajaba la sangre sólo con eso… y una cosa llevaba a pensar en la otra… Ahora sí me sentía un pervertido, más que nunca.

Entonces oí un ruido en su dirección, y vi que ya se le habían agotado las fuerzas, que ya ni el peine pudo sostener y éste cayó. Fui hacia su futón, ella cabizbaja, y alcé su cara. Los ojos rojos de tanto llorar, la mirada triste por su desgracia. Pero estaba seguro de que no podía tener más lágrimas. Acaricié su rostro, el mismo que reflejaba odio en tantas ocasiones, el que se acaloraba con el empuñar una espada.. o con las actividades de mi mano pasajera. Y volvió a abrazarme, mucho más suave que la otra vez, pero manteniendo total contacto entre nuestros cuerpos; necesitaba estar segura de que alguien estaba allí con ella.

- Ya no me queda nadie… —Su voz abatida se me clavaba como una espina.

Creí que debía decírselo ahora… así que me acerqué a su oído, y susurré… tan franco y sincero que parecía la enésima vez que lo hubiera pronunciado.

- Me tienes a mí… Te quiero…

Sus ojos se abrieron lentos, y el roce de sus labios contra mi piel me distrajo de todo lo demás, me aisló completamente del mundo. Me estaba tentando…